1° de Febrero – Sabiduría… – Tiempo ordinario

Viernes, 1° de febrero de 2013
Semana 3ª durante el año
Hebreos 10, 32-39 / Marcos 4, 26-34
Salmo responsorial Sal 36, 3-6. 23-24. 39-40
R/. “La salvación de los justos viene del Señor”

Santoral:
Santa Emma, Santa Viridiana, Beato Andrés,
San Raúl, Santa Alicia y Beata Ella

Sabiduría…

Te sorprenderá lo que sucede si oras.
El Señor dice:
«Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría,
pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente
y sin reproche, y le será dada.
Pero pide con fe, no dudando nada;
porque el que duda es semejante a la onda del mar.
No piense, pues, quien tal haga,
que recibirá cosa alguna del Señor»
Si te falta sabiduría, simplemente pídesela al Señor.
Desde luego que siempre nos hace falta sabiduría,
así que pidámosla siempre al Señor.

Puedes orar y recibir una respuesta inmediatamente,
pero si te apoyas en tu propio entendimiento
y en tu propia sabiduría,
es muy probable que cometas algún error lamentable.
Si dependes sólo de tus propias fuerzas,
tu propio talento, tu propia sabiduría,
tu propio orgullo y tus propios conocimientos,
todo lo que hagas se desvanecerá.
Pero si te apoyas en el Señor,
y lo «reconoces en todos tus caminos,
Él enderezará tus veredas.»

Por muy pequeño que seas,
siempre hay un Dios muy grande dispuesto a ayudarte,
quien es lo bastante grande como para hacer la tarea,
por decir lo menos.
De modo que, pídele ayuda al Señor…
Apóyate en el Señor, mira al Señor.
No te fíes de tu talento.
Dios es más talentoso que tú.
Es más grande de lo que tú jamás podrías llegar a ser.
Pero si Él te inspira y te guía,
cualquier cosa que hagas será lo mejor.

Liturgia – Lecturas del día

Viernes, 1° de Febrero de 2013

Ustedes soportaron un doloroso combate.
No pierdan la confianza

Lectura de la carta a los Hebreos
10, 32-39

Hermanos:
Recuerden los primeros tiempos: apenas habían sido iluminados y ya tuvieron que soportar un rudo y doloroso combate, unas veces expuestos públicamente a injurias y atropellos, y otras, solidarizándose con los que eran tratados de esa manera. Ustedes compartieron entonces los sufrimientos de los que estaban en la cárcel y aceptaron con alegría que los despojaran de sus bienes, sabiendo que tenían una riqueza mejor y permanente.
No pierdan entonces la confianza, a la que está reservada una gran recompensa. Ustedes necesitan constancia para cumplir la voluntad de Dios y entrar en posesión de la promesa.
Porque todavía falta un poco, muy poco tiempo,
y el que debe venir vendrá sin tardar.
Mi justo vivirá por la fe,
pero si se vuelve atrás, dejaré de amarlo.
Nosotros no somos de «los que se vuelven atrás» para su perdición, sino que «vivimos en la fe» para preservar nuestra alma. ,

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 36, 3-6. 23-24. 39-40

R. La salvación de los justos viene del Señor:

Confía en el Señor y practica el bien;
habita en la tierra y vive tranquilo:
que el Señor sea tu único deleite,
y Él colmará los deseos de tu corazón. R.

Encomienda tu suerte al Señor,
confía en Él, y Él hará su obra;
hará brillar tu justicia como el sol,
y tu derecho como la luz del mediodía. R.

El Señor asegura los pasos del hombre
en cuyo camino se complace:
aunque caiga no quedará postrado,
porque el Señor lo lleva de la mano. R.

La salvación de los justos viene del Señor,
Él es su refugio en el momento del peligro;
el Señor los ayuda y los libera,
los salva porque confiaron en Él. R.

EVANGELIO

Echa la semilla, duerme,
y la semilla va creciendo sin que él sepa cómo

a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos
4, 26-34

Jesús decía a sus discípulos:
«El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha».
También decía: «¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra».
Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba, sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.

Palabra del Señor.

Reflexión

Heb. 10, 32-39. Dios nos llamó a participar de su propia vida. Nosotros ante su Palabra, pronunciada sobre nosotros, hemos reconocido aquello que nos había alejado de la presencia del Señor, y hemos aceptado su vida, de tal forma que Dios nos ha hecho hijos suyos en Cristo Jesús. Pero al paso del tiempo han surgido muchas dificultades que han puesto en peligro nuestra fe; nos hemos visto perseguidos, y hemos sido objeto de burlas para muchos. Tal vez hemos caído en un ostracismo respecto a nuestra fe, pues hemos preferido vivirla en la intimidad de nuestro corazón, de tal forma que sólo Dios y nosotros sepamos acerca de nuestra dignidad de hijos de Dios. Sin embargo debemos saber que el Señor nos envió a proclamar su Evangelio a todas las naciones, hasta el último rincón de la tierra; y esa fe no sólo deberá ser proclamada con los labios, sino con una vida que manifieste que tenemos una conciencia libre de toda mancha, y que nuestra fe se traduce en obras de amor. Nuestra fe en Cristo nos pone en camino, junto con Él, a la participación de la Gloria eterna. Para lograr esto necesitamos perseverar fieles en el cumplimiento de la voluntad de Dios, pues sólo así no perderemos la Gloria a la que hemos sido destinados. En medio de un mundo que se ha alejado del amor a Dios y del amor al prójimo en muchos aspectos, esforcémonos por hacer que el Reino de Dios vaya irrumpiendo con toda su fuerza salvadora en el mundo entero, sin importarnos el que, a causa de este trabajo seamos perseguidos y entregados a la muerte, pues finalmente el Señor nos llevará sanos y salvos a su Reino celestial.

Sal. 37 (36). La Salvación es la obra de Dios en nosotros. A nosotros corresponde practicar el bien conforme a su voluntad sobre nosotros. Nuestro amor hacia el Señor nos debe llevar a confiarnos totalmente en Él, y a estar dispuestos a vivir conforme a sus enseñanzas. No busquemos al Señor sólo para que nos conceda aquellas cosas que necesitamos. No busquemos los bienes del Señor; busquémoslo a Él, y entonces recibiremos todo lo demás por añadidura. Dios, que nos ama, velará siempre por nosotros y nos librará de todo mal hasta lograr llevarnos sanos y salvos a su Reino celestial, no permitiendo que nuestros pies tropiecen, ni se desvíen por caminos de maldad. Busquemos al Señor con alegría y estemos siempre convencidos de que toda nuestra fuerza para vencer al mal nos viene de Dios, de tal forma que no sólo nosotros, sino la gracia de Dios con nosotros trabaje para que podamos en verdad ser hijos de nuestro Dios y Padre.

Mc. 4, 26-34. Muchas veces nos sentamos a planear nuestro trabajo de evangelización. Armamos pláticas; adjuntamos dinámicas; ponemos un horario de trabajo apostólico; ponemos momentos fuertes de oración con quienes nos escucharán. Tal vez invitamos a vivir un encierro para encontrarnos con el Señor. Al final podemos angustiarnos porque vemos que el tiempo programado de trabajo está llegando a su fin y no se logran los frutos que, según nuestros planes, deberían darse con grandes conversiones, pues todo el teatro que armamos le debería haber movido el tapete a cualquiera. Tal vez algunos, más sensibles, respondan acercándose a Dios, y al poco tiempo los veamos nuevamente perdidos y desorientados en su vida. Hoy el Señor nos invita a sembrar; a sembrar con la humildad de quien sabe que la Semilla, que es la Palabra, hará su obra por la fuerza divina que posee, y no por la eficacia humana que nosotros queramos darle. Por eso el Evangelizador debe ser consciente de que es un colaborador de Dios y no el dueño que pueda manipular a su arbitrio la salvación. A pesar de que pareciera muy poco lo que pudiéramos hacer a favor del Reino, el Señor hará que germine, que crezca y que llene, incluso, toda la tierra para dar cobijo, resguardo, salvación, perdón, a todas las personas. Aprendamos a trabajar por el Evangelio sin querer violentar los caminos de Dios. Aprendamos a escuchar al Señor y a llevar su mensaje de salvación orando para que el Señor haga que su Palabra rinda abundantes frutos de salvación en aquellos que son evangelizados. Entonces nosotros desapareceremos, y sólo el Señor recibirá la gloria que merece por el gran amor que nos ha tenido.
El Señor nos ha convocado en torno a Él en esta celebración Eucarística. Dios nos quiere a nosotros, quiere que entremos en Alianza de amor con Él. Antes que nada nosotros debemos ser los primeros en apropiarnos la conversión y la salvación que Dios nos ofrece. Si queremos que la Palabra de Dios llegue a los demás no sólo como información, sino como testimonio de vida, debemos tener la apertura suficiente al Don de Dios en nosotros. Al entrar en comunión de vida con el Señor Él quiere hacernos signos de su amor para cuantos nos traten. Es verdad que somos pecadores, pues ante Dios ¿quién podría mantenerse en pie? Pero Dios jamás ha dejado de amarnos. Por librarnos del pecado y de la muerte nos envió a su propio Hijo que murió clavado en una cruz para que fuésemos recibidos como hijos en la casa del Padre; y mediante su gloriosa resurrección nos dio nueva vida para que ya no vivamos para nosotros mismos, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó. Por eso vivamos este momento de gracia como el momento supremo de nuestro día en que el Señor y nosotros entramos en comunión de Vida y en que el Padre Dios nos reconoce como hijos suyos.
Vivamos plenamente nuestra comunión de vida con Cristo para que ya no seamos signos de maldad ni de muerte, sino de amor, de gracia y de vida. No importa lo que hayamos sido en el pasado. Por muy pecadores que hayamos sido Dios siempre está dispuesto a perdonar a quien vuelva a Él arrepentido, no sólo a pedirle perdón sino con la disposición de iniciar un nuevo camino a impulsos del Espíritu Santo, que Dios ha derramado en nuestros corazones. No cerremos nuestro corazón a este día de gracia que Dios nos concede. Esforcémonos por conocer al Señor, experimentemos su amor misericordioso en nosotros y permitamos que su vida, la que Él sembró mediante su Misterio Pascual en nosotros, produzca abundancia de frutos de buenas obras. Por eso las esperanzas de los hombres no pueden verse truncadas por aquellos que esperan de la Iglesia un poco más de paz, de alegría, de seguridad para sus vidas. Seamos el signo de Cristo que sale al encuentro del hombre para perdonarlo, para tenderle la mano en sus necesidades y para guiarle por el camino del bien hasta encontrarse con Dios como Padre.
Roguémosle a Dios que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber escuchar con fidelidad su Palabra para que, haciéndola nuestra, podamos cumplirla con gran amor manifestando así que la Palabra de Dios es fecunda en quien la recibe con fe, con amor y con una gran esperanza de darle un nuevo rumbo a la vida. Amén.

Homiliacatolica.com

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