XIX Domingo del Tiempo ordinario

XIX Domingo del Tiempo ordinario

Según el relato de Juan, Jesús repite cada vez de manera más abierta que viene de Dios para ofrecer a todos un alimento que da vida eterna. La gente no puede seguir escuchando algo tan escandaloso sin reaccionar. Conocen a sus padres. ¿Cómo puede decir que viene de Dios?

A nadie nos puede sorprender su reacción. ¿Es razonable creer en Jesucristo? ¿Cómo podemos creer que en ese hombre concreto, nacido poco antes de morir Herodes el Grande, y conocido por su actividad profética en la Galilea de los años treinta, se ha encarnado el Misterio insondable de Dios.

Jesús no responde a sus objeciones. Va directamente a la raíz de su incredulidad: «No critiquéis». Es un error resistirse a la novedad radical de su persona obstinándose en pensar que ya saben todo acerca de su verdadera identidad. Les indicará el camino que pueden seguir.

Jesús presupone que nadie puede creer en él si no se siente atraído por su persona. Es cierto. Tal vez, desde nuestra cultura, lo entendemos mejor que aquellas gentes de Cafarnaún. Cada vez nos resulta más difícil creer en doctrinas o ideologías. La fe y la confianza se despiertan en nosotros cuando nos sentimos atraídos por alguien que nos hace bien y nos ayuda a vivir.

Pero Jesús les advierte de algo muy importante:»Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado». La atracción hacia Jesús la produce Dios mismo. El Padre que lo ha enviado al mundo despierta nuestro corazón para que nos acerquemos a Jesús con gozo y confianza, superando dudas y resistencias.

Por eso hemos de escuchar la voz de Dios en nuestro corazón y dejarnos conducir por él hacia Jesús. Dejarnos enseñar dócilmente por ese Padre, Creador de la vida y Amigo del ser humano: «Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí».

La afirmación de Jesús resulta revolucionaria para aquellos hebreos. La tradición bíblica decía que el ser humano escucha en su corazón la llamada de Dios a cumplir fielmente la Ley. El profeta Jeremías había proclamado así la promesa de Dios: «Yo pondré mi Ley dentro de vosotros y la escribiré en vuestro corazón».

Las palabras de Jesús nos invitan a vivir una experiencia diferente. La conciencia no es solo el lugar recóndito y privilegiado en el que podemos escuchar la Ley de Dios. Si en lo íntimo de nuestro ser, nos sentimos atraídos por lo bueno, lo hermoso, lo noble, lo que hace bien al ser humano, lo que construye un mundo mejor, fácilmente no sentiremos invitados por Dios a sintonizar con Jesús. Es el mejor camino para creer en él.
José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Contagia la atracción de Jesús. Pásalo
19 Tiempo ordinario (B)
Juan 6, 41-51

Domingo XIX del Tiempo ordinario – Ciclo B

EL CAMINO PARA CREER EN JESÚS

Jesús repite cada vez de manera más abierta que viene de Dios para ofrecer a todos un alimento que da vida eterna.

La gente que lo conoce no puede seguir escuchando algo tan escandaloso sin reaccionar. Nosotros también podemos tener una reacción semejante: ¿Cómo podemos creer que en Jesús se haya encarnado el Misterio insondable de Dios?

Jesús irá indicando el camino que deben seguir sus discípulos para que lleguen a conocer su verdadera identidad, para que se sientan atraídos por su persona.

Pero, además, Jesús les advierte de algo muy importante:»Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado».

El Padre, que lo ha enviado al mundo, despierta nuestro corazón para que nos acerquemos a Jesús con gozo y confianza, superando dudas y resistencias y para esto debemos escuchar la voz de Dios en nuestro corazón y dejarnos conducir por Él.

Las palabras de Jesús nos invitan a vivir una experiencia diferente. La conciencia no es sólo el lugar recóndito y privilegiado en el que podemos escuchar la Ley de Dios.

Si en lo íntimo de nuestro ser, nos sentimos atraídos por lo bueno, lo hermoso, lo noble, lo que hace bien al ser humano, lo que construye un mundo mejor, fácilmente nos sentiremos invitados por Dios a sintonizar con Jesús.

LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA

1ª LECTURA
Lectura del primer libro de los Reyes 19,4-8

En aquellos días, Elías continuó por el desierto una jornada de camino, y al final se sentó bajo una retama, y se deseó la muerte diciendo: Basta ya, Señor, quítame la vida, pues yo no valgo más que mis padres.

Se echó debajo de la retama y se quedó dormido. De pronto un ángel lo tocó y le dijo:
Levántate, come.

Miró Elías y vio a su cabecera un pan cocido en las brasas y una jarra de agua. Comió, bebió y volvió a echarse. Pero el ángel del Señor le tocó por segunda vez diciendo: Levántate, come, que el camino es superior a tus fuerzas.

Se levantó Elías, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches, hasta el Horeb, el monte de Dios.

Palabra de Dios

COMENTARIO A LA 1ª LECTURA

El profeta Elías se siente desanimado y cansado porque no ve el fruto de su esfuerzo: el pueblo, al que ha dirigido sus mensajes proféticos, permanece en la idolatría. Se encuentra solo y fracasado hasta el punto de desearse la muerte.

En esta situación Dios le ofrece su ayuda con el alimento y lo anima a seguir adelante prometiéndole que Él mismo le acompañará.

SALMO
Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9

R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

• Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca.
Mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R:

• Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor y me respondió;
me libró de todas mis ansias. R:

• Contempladlo y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias. R:

• El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles, y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él. R:

2ª LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4,30_5,2

Hermanos:
No pongáis triste al Espíritu Santo. Dios os ha marcado con él para el día de la liberación final. Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo.

Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave olor.

Palabra de Dios

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA

El apóstol Pablo les dice a los cristianos de Éfeso que no pongamos triste al Espíritu, porque Dios nos ha marcado para Él, sellándonos con su Espíritu.

El Espíritu que habita en nosotros nos ayudará a ser buenos y comprensivos, perdonándonos unos a otros y viviendo en el amor.

EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 6,41-51

En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían: «¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?».

Jesús tomó la palabra y les dijo:
«No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día.

Está escrito en los profetas: ‘Serán todos discípulos de Dios’.
Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre.

Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

Palabra de Dios

COMENTARIO AL EVANGELIO

Para aceptar a Jesús hay que abrir de par en par las puertas de la fe, dejándonos llevar por Dios, a través de su Palabra, de los acontecimientos, de la oración.

Bajo la luz de la fe veremos con claridad que Jesús es el pan de Vida bajado del cielo. Así tenemos a nuestro alcance la fuerza para recorrer el camino de Dios.

PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL

ESCUCHAR LA VOZ DE DIOS EN NUESTRA CONCIENCIA

La incredulidad empieza a brotar en nosotros desde el mismo momento en que empezamos a organizar nuestra vida de espaldas a Dios que va quedando ahí como algo poco importante que se arrincona en algún lugar olvidado de nuestra vida.

Incluso los que nos decimos creyentes estamos perdiendo capacidad para escuchar a Dios. No es que Dios no hable ya en el fondo de nuestras conciencias, ese espacio interior donde la voz de Dios resuena en su recinto más íntimo, es que, llenos de ruido y autosuficiencia, no sabemos ya percibir su presencia callada en nosotros.

Nos resistimos a escuchar su llamada, nos ocultamos de su mirada amorosa. Preferimos “otros dioses” con quienes vivir de manera más cómoda y menos responsable.

Sin embargo, sin Dios en el corazón quedamos como perdidos, nos cansamos buscando seguridad y paz, pero nuestro corazón sigue inquieto e inseguro.

La paz, la verdad y el amor se despiertan en nosotros cuando nos dejamos guiar por Dios. Todo cobra entonces nueva luz. Todo se empieza a ver de manera más amable y esperanzada.