Evangelio del día 7 de febrero – Tiempo ordinario

Problemas del perdón

Pocas veces somos ofendidos;
muchas veces nos sentimos ofendidos.

Perdonar es abandonar o eliminar
un sentimiento adverso contra el hermano.

¿Quién sufre: el que odia o el que es odiado?
El que es odiado generalmente vive feliz,
tranquilamente, en su mundo.

El que cultiva el rencor se parece al que
toma una brasa ardiente o al que atiza una llama.
Pareciera que la llama quemara al enemigo;
pero no, el que se quema es uno mismo.
El resentimiento sólo destruye al resentido.

El amor propio es ciego y suicida:
prefiere la satisfacción de la venganza
al alivio inmenso del perdón.

Es locura odiar: es como almacenar
veneno en las propias entrañas.
El rencoroso vive en una eterna agonía.

No hay en el mundo fruta más sabrosa
que la sensación de descanso y alivio
que se siente al perdonar, así como
no hay fatiga más desagradable
que la que produce el rencor.

Vale la pena perdonar, aunque sea
sólo por interés, porque no hay terapia
más liberadora que el perdón.

No es necesario pedir perdón o perdonar
con palabras; muchas veces basta con
un simple saludo, una mirada benevolente,
una aproximación, una conversación;
son los mejores signos de perdón.

A veces sucede que la gente perdona
y siente verdaderamente el perdón;
pero después de un tiempo, renace
nuevamente la aversión.

No hay que asustarse: una herida
profunda necesita muchas curaciones.

Vuelve a perdonar una y otra vez,
hasta que la herida quede curada por completo.

Evangelio del día 7 de febrero – Tiempo ordinario

Evangelio según San Marcos 6, 53-56


Oración para la CUARESMA del Papa Francisco

ÁNGELUS con el Papa Francisco