Baruj Tenembaum, pionero del diálogo judecristiano

Baruj Tenembaum, pionero del diálogo judecristiano
Carta de Oscar Sarlinga, obispo de Zárate-Campana (Argentina)

BUENOS AIRES, sábado, 23 de enero de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos la carta que envió en el día en el que Benedicto XVI visitó la gran sinagoga de Roma, el 17 de enero, monseñor Oscar Sarlinga, obispo de Zárate-Campana (Argentina), a Baruj Tenembaum, judío, fundador de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, pionero desde el pontificado de Pablo VI del diálogo judeocristiano.

Señor Baruj Tenembaum

De mi distinguida consideración

Agradezco de corazón su comunicación personal y su especial mención respecto de la celebración de este día 17 de enero de 2010, en que se da la feliz coincidencia (la cual nunca escapa a la Providencia divina) en que la Fundación Internacional Raoul Wallenberg que Vd. dignamente preside celebra un día de diálogo y memoria activa en homenaje a la desaparición heroica del benefactor del pueblo judío, el mencionado Raoul Wallenberg, diplomático sueco, y la visita del Sumo Pontífice Benedicto XVI a la Sinagoga de Roma.

Son ahora exactamente las 14 hora argentina, de este domingo 17, y me viene a la memoria cómo, de verdad, la historia es «Maestra de vida» («Historia Magistra vital») puesto que Vd. señor Baruj, nacido en «Las Palmeras» colonia de judíos de Europa Oriental en la provincia de Santa Fe, ha desplegado una indudable acción a favor del diálogo interreligioso, aún antes, de la mutua comprensión y simpatía entre judíos y cristianos, no menor en su dedicado trabajo respecto de palabra y acción de común con representantes de la Iglesia Católica.

Permítame recordar hoy el memorable enero de 1965, cuando, muy joven todavía, tuvo Vd. la honra de dialogar en audiencia con el Papa Pablo VI (primer Sucesor de Pedro en visitar la Tierra Santa-Israel), hasta la actualidad, ha hecho su leit motiv, la razón de su vida institucional y el de su Fundación, la conmemoración (incluso en el sentido bíblico de la palabra) de Raoul Wallenberg, hombre justo, porque extendió su brazo solidario a los hermanos judíos perseguidos por el nazismo, ese «ídolo surgiente» como ya lo había llamado, en los orígenes de aquél, el entonces Cardenal Eugenio Pacelli. Pensemos, respecto de esta frase, lo que en la concepción cristiana (y judía) significa «el culto a los ídolos». E igualmente ha destacado Vd. con especial admiración y ardor la figura y acción del entonces Delegado Apostólico y luego Nuncio Angelo Roncalli, quien accediera al solio pontificio con el nombre de Juan XXIII, a quien ha promovido para su declaración de «Justo entre las Naciones».

Su vasta trayectoria, señor Baruj, y permítame que la recuerde, se traza en las huellas de innumerables peregrinaciones de católicos y judíos a Israel-Tierra Santa, las cuales lo llevaron a Vd. a fundar la Asociación Casa Argentina en Israel-Tierra Santa. Es bueno recordar la reminiscencia, o más bien, el recuerdo perenne, de todo ello respecto de nuestra patria argentina, con el magnífico mural de Raúl Soldi (de 1968) en la Basílica de la Anunciación, de Nazaret, que representa «el Hallazgo de la Virgen de Luján», símbolo netamente argentino de entre todas las ofrendas votivas de diferentes naciones. Siendo quien suscribe hoy el Obispo de Zárate-Campana (en cuya jurisdicción se encuentra el partido de Pilar) no podría dejar de mencionar que con probabilidad fue en la jurisdicción actual de esta diócesis (creada por Pablo VI en 1976) donde ocurrió «el milagro de Luján, en los pagos de Zelaya», según lo certificó y atestiguó el gran historiador Mons. Juan Presas; esto dicho sin ningún menoscabo del gran hecho de fe y de realidad concreta de contar con la perpetua presencia de la imagen auténtica en la magnífica Basílica de Luján. Prosiguiendo con la narración de este caminar, es también es la ocasión de hacer memoria de la iniciativa que Vd. tuvo, junto con el Emmo. Cardenal Antonio Quarracino (quien lo honró con su amistad), inolvidable Pastor de la Iglesia en la Argentina, Arzobispo de Buenos Aires, del mural con páginas de la Biblia y de devocionarios judíos rescatados del Holocausto, que fueron ubicados en la iglesia catedral primada.

Todas esas acciones, señor Tenembaum, se ubican en el contexto de los grandes pilares de nuestra común herencia, destacándose en el ámbito judío nombres célebres como los de Martin Buber (Cfr. MARTIN BUBER, Deux types de foi. Foi juive et foi chrétienne, Cerf, París, 1991, trad. cast.: Dos mundos de fe, Caparrós, 1996), y Franz Rosenzweig (Cfr. FRANZ ROSENZWEIG, Stern der Erlösung, Frankfurt, 1921, trad. francesa: L’étoile de la Rédemption, Seuil, (1971), París, 1982, trad. cast.: La estrella de la Redención, Sígueme, 1997), o en Argentina el Rabino León Klenicki, director del ADL’s Department of Interfaith Affairs, sin excluir a otras destacadas personalidades, algunas actuales.

Como dije, en su comunicación me decía Vd. con sentimiento que se conmemora la desaparición, en 1945, del diplomático sueco Raoul Wallenberg, detenido y desaparecido por el ejército soviético luego de salvar las vidas de decenas de miles de judíos en Hungría, ocupada por el nazismo. Un testimonio de tal magnitud -junto con el de muchos otros- sigue interpelándonos y llamándonos a la responsabilidad, más aún, a la corresponsabilidad, en el diálogo interreligioso, sereno, profundizador de la verdad, en el aprecio mutuo de nuestras culturas, en el diálogo de las religiones (las del tronco abrahamítico, sin excluir a ninguna otra, como nuestra responsabilidad más próxima), lo cual es, me atrevo a decir, condición básica para la paz en el mundo.

En el proyecto del Señor, se da que hoy, 17 de enero, es la tercera vez que Benedicto XVI visita una sinagoga, la primera vez en Roma, después en Colonia (el 22 de agosto de 2005) y también en New York (el 18 de abril de 2008). Apenas acabo de ver un anticipo de las noticias en versiones digitales de diarios italianos en Internet. El Pontífice Romano Benedicto abre su corazón a los hermanos judíos, casi veinticuatro años después de que su inmediato predecesor, Juan Pablo II, en un gesto histórico, fuera el primer Papa que traspusiera el umbral de un Templo hebreo, el fausto 13 de abril de 1986.

Benedicto XVI ha sido recibido por la comunidad judía de Roma, marcando una etapa más en el camino de la concordia y la amistad entre nuestros pueblos, entre nuestras religiones. En el Ángelus de hoy por la mañana señalaba el Santo Padre que: «De hecho, a pesar de los problemas y las dificultades, entre los creyentes de las dos religiones se respira un clima de gran respeto y diálogo», como se observa de la valoración común de lo que nos une: «ante todo, la fe en el único Dios, pero también la tutela de la vida y de la familia, la aspiración a la justicia social y a la paz» ( Benedicto XVI, Angelus del 17 de enero de 2009, en: http://www.radiovaticana.org/spa/Articolo.asp?c=349920). En su reciente discurso a la Curia romana, haciendo alusión a su reciente peregrinación a Tierra Santa, Benedicto XVI ha querido subrayar el significado de su visita a Yad Vashem, el Memorial del Holocausto en Jerusalén: «un encuentro sobrecogedor con la crueldad de la culpa humana, con el odio de una ideología ciega que sin justificación alguna ha condenado a millones de personas a la muerte y, de esta forma, ha querido extirpar del mundo también a Dios, al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y al Dios de Jesucristo».

Es nuestra común herencia. En ese marco, no podría olvidar, señor Baruj, que nuestro último encuentro programático, en Buenos Aires, respecto del diálogo judeo-cristiano (cuando quien habla era todavía Obispo auxiliar de Mercedes-Luján, y por consiguiente nuestro diálogo versó también la réplica de la Virgen de Luján, de Soldi), tuvo lugar en la misma tarde en que, en hora argentina, justo recibimos la noticia oficial del «Paso a la Casa del Padre» del querido Papa Juan Pablo II, en ese 2 de abril de 2005. He sabido por la agencia ZENIT y por otros medios internacionales que ha sido Vd. uno de los candidatos para el Premio Nobel del año 2009 (Cf Nobel Candidate Honors John XXIII, Artículo en ZENIT, en. www.zenit.org/article-28042?l=english, 14 de enero de 2010); por haber dedicado su vida a descubrir el heroísmo de seres humanos, y en lo que concierne al ámbito católico (que no es el único), como lo he dicho, señaladamente para con el Mons. Angelo Roncalli, luego Papa Juan XXIII, hoy declarado bienaventurado por la Iglesia católica.

Vemos en el heroísmo que nos transmitieron esos «testigos» que el Amor, sí con mayúsculas, y la solidaridad trascienden los límites de las nacionalidades, de las institucionalidades, y aún del miedo (esa pulsión-pasión difícil de refrenar) impuesto por regímenes totalitarios. Le reconozco a Vd. el sentido de justicia que tuvo también su implícito reconocimiento acerca de que Angelo Giuseppe Roncalli realizó esas destacadas acciones «mientras cumplía funciones como Delegado Apostólico en Estambul durante la segunda guerra mundial fue el responsable de salvar a numerosos judíos». Como Delegado Apostólico, justo es reconocer que representaba a quien era el Sucesor de Pedro.

El Santo Padre Benedicto nos ha pedido hoy en la Sinagoga de Roma que continúe el diálogo entre nosotros, que recordemos nuestra «común tradición» y nos ha exhortado a «reconocer al único Señor, contra la tentación de construirse otros ídolos, de hacerse falsos becerros de oro», así como a «despertar en nuestra sociedad la apertura a la dimensión trascendente, dar testimonio del único Dios» lo cual constituye «un servicio precioso que judíos y cristianos pueden ofrecer juntos».

Gracias al Señor, porque se puede dialogar. Gracias por la acogida del Gran Rabino, de Rabinos y representantes del mundo hebraico, al Papa. Gracias al Señor porque podemos aceptarnos mutuamente, gracias al Señor porque un Papa, Sucesor de Pedro, puede dirigir esas palabras en la Sinagoga de Roma, habiendo ingresado entre el aplauso cerrado de los ciudadanos italianos, de religión o tradición judía, y también de otros de colmaban el Templo.

Gracias al Señor porque podemos ver las diferencias que permanecen, y algunas dudas o heridas que quizá no estén del todo cerradas, pero podemos hacerlo con respeto, con mutua estima, y mirando hacia delante en un proyecto de vivir en armonía, mutua escucha, sana colaboración, y construcción de la civilización según principios cívicos y trascendentes.

Recientemente ha dicho el Gran Rabino de Roma, Riccardo Di Segni: «Nuestra amistad debe servir para demostrar que se puede testimoniar la propia fe en modo no ofensivo, no agresivo y no violento respecto de los otros creyentes, y de los otros seres humanos. Y es un mensaje importantísimo en la fase actual» (http://www.avvenire.it/Chiesa/intervista+Di+Segni_201001161304599400000.htm).

Un ejemplo significativo en nuestros días lo constituyen las reuniones entre la Santa Sede y el Internacional Jewish Congress, cuyo comité de enlace, por ejemplo, se reunió en Buenos Aires en julio de 2004 para tratar el tema Tzedek y Tzedaka, Justicia y Caridad, y en una declaración conjunta redactada entre católicos y judíos afirmó que «nuestro compromiso conjunto con la justicia tiene una profunda raíz en ambos credos. Recordamos la tradición de ayudar a la viuda, al huérfano, al pobre y al extranjero, según el mandato de Dios (Ex 22,20-22; Mt 25,31-46)».

Nuestra corresponsabilidad en el diálogo interreligioso y en las acciones correspondientes, señor Baruj, creo que podríamos orientarla, junto con la profundización de nuestra herencia común, hacia la realización de la Justicia y la Caridad en el mundo de hoy, y las pongo así, con mayúsculas, porque son virtudes mayúsculas por excelencia, magníficas, humildes, instituyentes, hermanantes.

Son virtudes, o valores, si se los quiere ver así, que hemos de profundizar, acrecentar y poner en práctica, en particular en las religiones del tronco abrahamítico, resumidas en su origen más hondo: la paternidad de Dios Misericordioso y Fiel. Y esto en apertura y valoración de quien quizá no cree, o no profesa religión, pero espera un mundo mejor y está dispuesto a poner mente, manos y corazón para ello, para la consecución de la paz en un sentido integral.

Ojalá nos lo conceda Dios y lo pongamos en obra. El Amor todo lo vence.

Felicitaciones por su obra.

+Oscar Sarlinga

Obispo de Zárate-Campana

Argentina