Camino de Cuaresma – La libertad en un corazón de carne

Camino de Cuaresma – La libertad en un corazón de carne

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Breve silencio para ponernos en presencia de Dios, rogando a María Santísima sea nuestra compañera y guía en este camino hacia el encuentro con su Hijo Jesucristo.

ORACIÓN INICIAL

Jesús, gracias por invitarme al desierto de la libertad. Es un desierto que me va a costar porque no hay nada más mío que mi libertad.

¡Cuánto me cuesta entregarla! Ilumíname para que pueda entender cómo usarla para mi santificación; cómo entregarla para aprender a amar más y cómo purificarla para que me acerque más a ti.

Yo quiero entregarte mi inteligencia y mi voluntad para cumplir siempre fielmente el plan que tú has dispuesto sobre mi vida.

CITA

Yo les daré un corazón nuevo, infundiré en ustedes un espíritu nuevo, quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que se conduzcan según mis preceptos y observen y practiquen mis normas. Habitarán la tierra que yo di a sus padres. Ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios.

Ezequiel 36, 26-28

REFLEXIÓN

Al llegar a la oración muchas veces buscamos presentarnos ante Dios con un corazón perfecto, sin heridas ni remiendos. Pensamos que primero tenemos que arreglarlo para luego poder amarle y olvidamos que la perfección está en el amor, no en la “perfección del corazón” y que nuestra relación con el Señor no parte de nuestra fidelidad sino de la suya.

Así hay que aprender a quitar muchos muros de piedra alrededor de nuestro corazón. Esta es la verdadera libertad espiritual, la madurez profunda del alma que vive para Dios. Desde su debilidad, experimenta la más alta expresión del amor de Dios: su misericordia.

Al caer los muros, nuestras defensas, exponemos ese corazón de carne. Sin esta experiencia vivencial de la misericordia, estaríamos incompletos en nuestro amor a Dios porque no lograríamos comprender que lo que Él desea es que le entreguemos ese corazón de carne, que late, está vivo, busca, llora, ríe y ama. Ese corazón humano limitado, no un corazón espiritualizado, idealista, casi perfecto, ese que quisiéramos tener algún día, para entonces sí, amar a Dios.

Recordemos la parábola de la oveja pérdida. Dios sale en su búsqueda, quiere su corazón herido, lastimado, imperfecto, ese que teme, que quisiera querer pero no se atreve. El que a veces se esconde en los placeres del mundo, en la búsqueda de un Dios que no existe en la vanidad, en la soberbia ni en la sensualidad. Es ese el corazón que quiere rescatar Dios. No se lo ocultes, tus heridas son las puertas por donde Él va a entrar. Ámalo con un corazón de carne, herido y déjale que entre y te sane. No quieras el regalo perfecto, no existe el corazón sin heridas. Ni siquiera el de Cristo estuvo libre de heridas, pues fue traspasado.

ORACIÓN

PEREGRINO VOY POR ESTE MUNDO

Dejé mi tierra hace tiempo, voy buscando una meta
lugar de mi sentido y mi descanso
Como peregrino, pasos doy, confiando en el camino
Mas sé que el camino, es la huella del que me llama

Me canso, sí, de tanto andar y no encontrar sentido
Muchas veces pienso en el regreso a mi lugar de origen
Vivir sin salir de sí es más fácil y menos peligroso
Sentirse seguro en el yo enorgullecido

Necesito un signo que venza mis dudas
Una señal, que me haga volar sin preguntar
que marque mi camino para no dar marcha atrás
Compartir contigo un poco de pan y una amistad
Sal de tu cielo, si es que vives allá a lo lejos
Mi soledad me pesa y me enloquece cada día
Adelante quiero ir, pero ya no sé ser peregrino
Busco al que me llama y me deja siempre herido

Tengo sed de ti y de tu destino
Háblame Tú, que me llamas peregrino
Pon tu tienda divina junto a la mía
Necesito un hermano para contar estrellas
y soportar el peso del camino

PROPÓSITO

Entregar en la oración a Jesús una herida con la seguridad de que por esa puerta entrará Él para enseñarme a amar.

Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.