El apostolado de los laicos

El apostolado de los laicos
“¿Y tú, sabes que eres Apostolado Seglar?”
Conferencia Antonio Cartagena

Consideraciones previas

a) ¿En la actualidad de dónde nacen los reales problemas de la Iglesia? Nacen de la afirmación masiva del ateísmo, del laicismo dominante, del relativismo que lleva al individualismo, de la secularización de muchas conciencias, del cambio que experimenta lo sdgrado en la sociedad, de la dificultad de encontrar caminos éticos que dignifiquen el ejercicio moral de la vida e integren las conquistas de la ciencia, de la economía y de la política, de una cultura de la inmediatez y de la opulencia, que olvidan al prójimo pobre y rechazan al diferente. Ante esta situación, ¿cuál debe ser nuestro compromiso y qué actitud hay que tener, como Iglesia y dentro de ella el laicado? ¿Qué podemos hacer?

b) La palabra “apóstol” está en la base de la palabra “apostolado”, de origen reciente, al menos en el sentido que aquí nos interesa; a saber, la participación en el oficio apostólico de la Iglesia. La realidad, si no la palabra, existía desde el principio: las acciones que denominamos apostólicas, o parte del apostolado, aparecen frecuentemente en el Nuevo Testamento y en la tradición patrística. En la tradición medieval, la palabra “apostolado” tendía a usarse en relación con el oficio de los apóstoles originarios. Parte del contenido que hoy asignamos a la palabra “apostolado” se colocaba entonces bajo la denominación de “vida activa”;» Hasta el siglo XIX la palabra “apostolado” no se usó referida a los laicos. En el siglo XX se difundió la idea de la Acción Católica. Pío X fue el primer Papa en usarlo. Pero fue Pío XI quien habló del valor de la labor de los laicos: “Unidos a sus pastores y obispos, participan en las labores del apostolado, tanto individual como social”(AA, 14 ( 1925) 695.

c) Una Teología del Laicado como la que plantea el Concilio Vaticano II, la exhortación del Papa “Christifideles Laici” y el documento de nuestros Obispos “Los Cristianos Laicos, Iglesia en el Mundo”, exige una verdadera transformación del funcionamiento de nuestras iglesias locales y de la pastoral que en ellas se realiza. En la actual organización difícilmente tiene cabida un laicado como el que plantean esos documentos.

l. El APOSTOLADO LAICAL
1.1. En el proceso de los debates conciliares empieza a verse el apostolado de los laicos como una tarea encomendada por Cristo a través del bautismo y de la confirmación. Tiene su origen en los dones específicos que estos han recibido. Pueden además ser llamados “a una colaboración más inmediata con el apostolado de lajerarquía” (LG, 33)

1.2. El Decreto sobre el apostolado de los laicos considera el apostolado de los seglares como una participación en la misión de la Iglesia que les es propia y, al mismo tiempo, es indispensable para ésta (AA, 1), habla de su participación en los oficios sacerdotal, profético y real de Cristo (LG, 34~36); el decreto señala además la llamada a la santidad en su propio estado de vida (AA, 4), actividades, formación, campos de apostolado en los que uno debe comprometerse según su vocación y sus dotes (AA, 10) … Con este decreto, la Iglesia adquiere una visión del apostolado más amplia, como tarea que incumbe a todos y cada uno de los laicos.

1.3. Las concepciones del Vaticano II son desarrolladas y aclaradas en la Chistifideles laici (1988) sobre la vocación y misión de los fieles laicos en la Iglesia y en el mundo. En línea con Apostolicam actuositatem, desarrolla la variedad de las vocaciones y formas de apostolado de los laicos en la Iglesia y en el mundo (CL, 45-57); y trata por último de la maduración y de la formación (CL, 57-63).

1.4. El apostolado de los laicos tiene dos centros de gravedad: por un lado, participan en la misión general de la Iglesia como miembros de ella y, por otro, tienen un papel especial en la difusión del Evangelio en el mundo. Pero hay que evitar el peligro de considerar lo sagrado ligado al clero, relegando a los laicos a lo secular. Al laicado le corresponde un apostolado genuino en la Iglesia.

Es tarea de la teología pastoral reconocer este apostolado y tratar de no clericalizarlo. Cuanto más firmemente enraizado esté en los sacramentos de iniciación, menos peligro habrá de caer en esta aberración; la clericalización surge cuando se considera que el laicado colabora en las tareas del clero en lugar de realizar una misión específica. Las diferentes Iglesias locales, las diferentes culturas y tiempos determinarán el modo en que obispos, sacerdotes, laicos y religiosos habrán de comprometerse en la única misión de la Iglesia a través de las actividades del apostolado.

II. CAUCES DE PARTICIPACION PARA LA MISION DE LA IGLESIA EN LA HISTORIA Y EN EL MUNDO.
Vivir la misión de la Iglesia, participando en el dinamismo de la historia es, para los laicos, un desafío a arraigarse con más profundidad en la comunión eclesial. Esto les exige.

2.1. Participar activamente en la vida de las comunidades eclesiales. Así pues:
Deben estar presentes en las estructuras de corresponsabilidad pastoral: Consejo Diocesano de Pastoral, Delegaciones Diocesanas, Apostolado Seglar (CLIM, 110, pág. 81), Consejo parroquial, Comisiones, etc.;
Deben de buscar nuevas formas de responsabilidad; se les debe confiar servicios adecuados a su índole secular;
Tienen que descubrir que su servicio no es exclusivo, sino complementario con otros; la diócesis, parroquia, comunidad, asociación o movimiento tienen que hacer visible la unidad de la misión. El sujeto que evangeliza es toda la Iglesia y la Iglesia toda;
Debe participar activamente en la vida sacramental y litúrgica; o sea, sentir con y como Iglesia.

Al participar en la vida de las comunidades, los laicos aportan la riqueza de su propia existencia y su competencia “seculares”:
Deben de contribuir, ante todo, haciendo presentes en la Iglesia los problemas, situaciones y conflictos del mundo que viven.
Su presencia debe recordar a la Iglesia, a sus comunidades, y de manera incansable que ella es, por su misma naturaleza, misionera y enviada al mundo.
De igual forma deben recordar continuamente la disponibilidad al diálogo, la apertura, la capacidad de escucha, la solidaridad, el compartir, la presencia activa en el mundo.

2.3. Al organizarse en grupos, movimientos y asociaciones, en el seno de la Iglesia, los laicos encuentran nuevas fuentes de mutua ayuda y colaboración que les permiten incorporarse más profundamente a la Iglesia para testimoniar y comprometerse con y como Iglesia para la liberación-salvación del mundo. Estos deben lograr ser:
plataformas de diálogo e intercambio intraeclesiales.
ayudas concretas y específicas para que haya una presencia cristiana en la sociedad.
lugar, instrumento y cauce de formación.
apoyo de una comunidad.
expresiones comunitarias de la fe y de las diversas opciones.
expresiones de colaboración entre sacerdotes, laicos, religiosos, as.
tejido eclesial que vertebra la Iglesia particular.

2.4. Los laicos que no son miembros de grupos o movimientos, y no pertenecen a las estructuras parroquiales o diocesanas, deben recibir una ayuda concreta para poder realizar su vocación y misión:
Atención de los obispos y sacerdotes y demás responsables de la Iglesia, concretada en: formación
dialogo programas pastorales

De igual forma las estructuras existentes y/o los grupos o movimientos deben complementarse aún más al servicio de todos los seglares con: iniciativas abiertas
buscar nuevas formas de colaboración e intercambio
respeto de la diversidad y de la complementariedad
renuncia al “elitismo”
respeto a la autonomía y a la originalidad.

En resumen, para que la Iglesia cumpla su misión en el mundo actual, es indispensable hacer hincapié en la calidad (santidad, oración … estilo) de la participación de los laicos en la evangelización.
Se deberá ayudar a los laicos a contemplar su compromiso partiendo de las raíces culturales e históricas de su propio pueblo. Es el fundamento sobre el cual podrán prepararse a construir una nueva sociedad según los criterios y valores del Evangelio. El método, ya clásico, del “ver, juzgar y actuar”, que ha contribuido, a lo largo de toda la historia de la Acción Católica, a formar laicos capaces de participar en la vida social y política como testigos del Evangelio, puede adaptarse a las necesidades de los laicos, hoy, y dar todavía muchos frutos en cuanto a su formación.

III. LOS CAUCES DE LA COMUNIÓN ..
Recordemos brevemente los cuatro grandes cauces por los que los laicos acceden a la corresponsabilidad con su Iglesia:

3.1. El de la participación en estructuras comunitarias de consulta, principalmente los Consejos Pastorales.
En la Exhortación apostólica “Christifideles laici” el Papa afirma que “el reciente Sínodo ha solicitado que se favorezca la creación de los Consejos Pastorales diocesanos, a los que se pueda recurrir según las ocasiones. Ellos son la principal forma de colaboración y de diálogo, como también de discernimiento, a nivel diocesano. La participación de los fieles laicos en estos Consejos podrá ampliar el recurso a la consulta, y hará que el principio de colaboración -que en determinados casos es también de decisión- sea aplicado de un modo más fuerte y extenso “(CFL, 25).

Mucho se ha debatido el carácter consultivo o deliberativo de los Consejos y sus repercusiones sobre la corresponsabilidad. A este respecto hay que considerar la siguiente reflexión de E. Corecco: El voto consultivo de los presbíteros y de los laicos es parte integrante del proceso a partir del cual surge el juicio vinculante de fe del obispo … Por eso el voto consultivo posee una fuerza vinculante intrínseca, que le viene de la complementariedad estructural existente entre el oficio episcopal, los presbíteros y los laicos. Su función puede aparecer como una reducción indebida de la participación en la gestión del servicio eclesial sólo desde un enfoque mundano, incapaz de comprender la fuerza vinculante de la communio y del significado constitucional de la sinodalidad eclesial, que no está fundada en el principio de división del poder, sino sobre el hecho de que la responsabilidad del obispo es indivisible y no puede ser sustituida por la responsabilidad de la mayoría” (Sinodalidad NDT).
El de las asociaciones laicales, particularmente aquéllas de carácter público que, según el Derecho Canónico, actúan “en nombre de la Iglesia[1], y las que hayan sido “elegidas” y “promovidas de un modo peculiar” por la autoridad eclesiástica, “asumiendo respecto de ellas responsabilidad especial” (AA, 24). En este terreno hay que situar a muchas de las asociaciones que forman parte del Foro y a la propia plataforma que él mismo es.

3.2. El de los ministerios confiados a laicos. Cuestión que no planteamos.

3.3 Y, por último, el de aquellos que “han sido llamados de diversos modos a una colaboración más inmediata con el apostolado de la Jerarquía … Por lo demás, los laicos poseen aptitud para ser asumidos por la Jerarquía para ciertos cargos eclesiásticos, que habrán de desempeñar con una finalidad espiritual (LG,33)predicar, juez, la cura pastoral de una parroquia).
¿En qué lugar de este cuadro habremos de situar al apostolado individual, cuya legitimidad e importancia se ha reconocido? El problema no es saber cuál es el cauce, sino lograr que el laico que realiza su apostolado de forma individual tenga y quiera tener (si quiere, la encontrará) una conexión válida con alguna de las estructuras de corresponsabilidad; así evitará el riesgo de “correr en vano” o sea, de ser un evangelizador por libre. A través de su pertenencia y vinculación con la Parroquia, principalmente, habrá de mantener el espíritu de comunión que le llevará a ser consciente de los proyectos comunes de evangelización y a orientar su apostolado en esa misma línea.

Digamos para cerrar este apartado que ese modo de pertenencia eclesial -pertenencia de corresponsabilidad-reclama adultez humana y cristiana. Amparándose en la deficiente vitalidad de una fe adulta, que a veces se constata en nuestra Iglesia, se ha mantenido a muchos cristianos bajo tutela en no pocas comunidades eclesiales. Hay que terminar de una vez con esta situación, que compromete la propia vitalidad de nuestra Iglesia: si los cristianos no han madurado mínimamente como para asumir las responsabilidades que se derivan de su participación eclesial, todos hemos de poner manos a la obra para que esta laguna se supere; pero quienes tienen. el ministerio de unidad, coordinación y dirección de las comunidades no deberían seguir invocando acríticamente esta excusa, si es que todavía la usan, y entrar francamente en un régimen de responsabilidad compartida ( corresponsabilidad) que tiene toda la fuerza vinculante de la comunión eclesial.

IV. BREVE SINTESIS DE LA DOCTRINA SOBRE EL APOSTOLADO LAICAL
Esta síntesis catequética constituye una breve CARTA MAGNA del apostolado laical individual y organizado:
sus fundamentos teológicos y sociológicos,
su fuerza y su autonomía, su respaldo canónico,
su eclesialidad
su necesaria variedad y unidad,
su imprescindible comunión con la Jerarquía.

4.1. Apostolado individual indelegable.
El Concilio Vaticano II, al dar un nuevo impulso al apostolado de los laicos, tuvo la solicitud de afirmar que la primera, fundamental e insustituible forma de actividad para la edificación del cuerpo de Cristo es la que llevan a cabo individualmente, los miembros de la Iglesia (AA.16). Todo cristiano está llamado al apostolado; todo laico está llamado a comprometerse personalmente en el testimonio, participando en la misión de la Iglesia. Eso presupone e implica una convicción personal, que brota de la fe y del “sensus Ecclesiae” que la fe enciende en las almas. Quien cree y quiere ser Iglesia, no puede menos de estar convencido de la “tarea original, insustituible e indelegable” que cada fiel “debe llevar a cabo para el bien de todos” (CFL 28).

4.2. Edificación de la Iglesia y animación de lo temporal.
Es preciso vincular constantemente en los fieles la conciencia del deber de cooperar en la edificación de la Iglesia, en la llegada del Reino. A los laicos corresponde también la animación evangélica de las realidades temporales. Muchas son las posibilidades de compromiso, especialmente en los ambientes de la familia, el trabajo, la profesión, los círculos culturales y recreativos, etc.; y muchas son también en el mundo de hoy las personas que quieren hacer algo para mejorar la vida, para hacer más justa la sociedad y para contribuir al bien de sus semejantes. Para ellas, el descubrimiento de la consigna cristiana del apostolado podría constituir el desarrollo más elevado de la vocación natural al bien común, que haría más válido, más motivado, más noble y, tal vez, más generoso su compromiso.

4.3. La vocación a asociarse.
Pero existe otra vocación natural que puede y debe realizarse en el apostolado eclesial: la vocación a asociarse. En el plano sobrenatural, la tendencia de los hombres a asociarse se enriquece y se eleva al nivel de la comunión fraterna en Cristo: así se da el “signo de la comunión y de la unidad de la Iglesia en Cristo, quien dijo: “Donde dos o tres están congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18,20)” (AA.18).

4.4. Origen teológico y sociológico de la asociación.
Esta tendencia especial al apostolado asociado tiene, sin lugar a dudas, su origen sobrenatural en la “caridad” derramada en los corazones por el Espíritu Santo (Rom. 5,5), pero su valor teológico coincide con la exigencia sociológica que, en el mundo moderno, lleva a la unión y a la organización de las fuerzas para lograr objetivos comunes. También en la Iglesia, dice el Concilio, “la estrecha unión de las fuerzas es la única que vale para lograr plenamente todos los objetivos del apostolado moderno y proteger eficazmente sus bienes” (ib ). Se trata de unir y coordinar las actividades de todos los que quieren influir, con el mensaje evangélico, en el espíritu y la mentalidad de la gente que se encuentra en las diversas condiciones sociales. Se trata de llevar a cabo una evangelización capaz de ejercer influencia en la opinión pública y en las instituciones, y para lograr este objetivo se hace necesaria una acción realizada en grupo y bien organizada (cf. ib).

4.5. Derecho de los laicos a asociarse.
La Iglesia, por consiguiente, impulsa tanto el apostolado individual como el asociado, y, con el Concilio, afirma el derecho de los laicos a formar asociaciones para el apostolado “Guardada la relación debida con la autoridad eclesiástica, los seglares tienen el derecho de fundar y dirigir asociaciones y el de afiliarse a las fundadas (ib. 19).

4.6. El derecho a asociarse nace del bautismo.
La relación con la autoridad eclesiástica implica que se quiere mantener la armonía y la cooperación eclesial. Pero no impide la autonomía propia de las asociaciones. Si en la sociedad civil, el derecho a crear una asociación es reconocido como un derecho de la persona, basado en la libertad que tiene el hombre de unirse con otros hombres para lograr un objetivo común, en la Iglesia el derecho a fundar una asociación para alcanzar finalidades religiosas brota, también para los fieles laicos, del bautismo, que da a cada cristiano la posibilidad, el deber y la fuerza para llevar a cabo una participación activa en la comunión y en la misión de la Iglesia (CFL,29). En este sentido se expresa también el Código de Derecho Canónico: “Los fieles tienen la facultad de fundar Y. dirigir asociaciones para fines de caridad o piedad o para fomentar la vocación cristiana en el mundo; y también a reunirse para conseguir en común esos mismos fines” (Cn. 215).

4.7. Asociaciones antiguas y nuevas.
De hecho, en la Iglesia, cada vez con más frecuencia, los laicos hacen uso de esa facultad. En el pasado, a decir verdad, no han faltado asociaciones de fieles, que adoptaron las formas posibles en esos tiempos. Pero no cabe duda de que hoy el fenómeno tiene una amplitud y una variedad nuevas. Junto a las antiguas fraternidades, misericordias, pías uniones, terceras órdenes, etc., se desarrollan por doquier nuevas formas de asociación. Son grupos, comunidades o movimientos que buscan una gran• variedad de fines, métodos y campos de actividad, pero siempre con una única finalidad fundamental: el incremento de la vida cristiana y la cooperación en la misión de la Iglesia (Cf. CFL 29).

4.8. Variedad y unidad necesarias.
Esa diversidad de formas de asociación no es algo negativo; al contrario, es una manifestación de la libertad soberana del Espíritu Santo, que respeta y alienta la variedad de tendencias, temperamentos, vocaciones, capacidades, etc., que existe entre los hombres. Es cierto, sin embargo, que dentro de la variedad hay que conservar siempre la preocupación por la unidad, evitando rivalidades, tensiones, tendencias al monopolio del apostolado o a primados que el mismo Evangelio excluye, y alimentando siempre entre las diversas asociaciones el espíritu de participación y comunión, para contribuir de verdad a la difusión del mensaje evangélico.

4.9. Los criterios de eclesialidad.
Los criterios que permiten reconocer la eclesialidad, es decir, e] carácter auténticamente católico de las diversas asociaciones, son:
a) La primacía concedida a la santidad y a la perfección de la caridad como finalidad de la vocación cristiana;
b) el compromiso de profesar responsablemente la fe católica en comunión con el magisterio de la Iglesia;
e) la participación en el fin apostólico de la Iglesia con un compromiso de presencia y de acción en la sociedad humana;
d) el testimonio de comunión concreta con el Papa y con el propio obispo (cf. CFL 30).

4.10. Criterios válidos en todos los niveles y ambientes.
Estos criterios se han de observar y aplicar a nivel local, diocesano, regional, nacional, e incluso en la esfera de las relaciones internacionales entre organismos culturales, sociales o políticos, de acuerdo con la misión universal de la Iglesia, que trata de infundir en pueblos y Estados, y en las nuevas comunidades que forman, el espíritu de la verdad, la caridad y la paz.

4.11. Relaciones con la autoridad eclesiástica.
Las relaciones de las asociaciones de los laicos con la autoridad eclesiástica pueden tener también reconocimientos y aprobaciones particulares, cuando ello resulte oportuno o incluso necesario a causa de su extensión o del tipo de su compromiso en el apostolado (cf. ib. 31 ). El Concilio señala esta posibilidad y oportunidad para “asociaciones y obras apostólicas que tienden inmediatamente a un fin espiritual” (AA. 24). Por lo que respecta a las asociaciones “ecuménicas” con mayoría católica y minoría no católica, corresponde al Consejo Pontificio para los Laicos establecer las condiciones para aprobarlas (cf. CFL. 31 ).

4.12. La Acción Católica.
Entre las formas de apostolado asociado, el Concilio cita expresamente la Acción Católica (AA, 20). A pesar de las diferentes formas que ha tomado en los diversos países y los cambios que se han producido en ella a lo largo del tiempo, la Acción Católica se ha distinguido por el vínculo más estrecho que ha mantenido con la jerarquía. Esa ha sido una de las principales razones de los abundantísimos frutos que ha producido en la Iglesia y en el mundo durante sus muchos años de historia.

4.13. Características de la Acción Católica.
Las organizaciones conocidas con el nombre de Acción Católica – y
también con otros nombres -, o las asociaciones semejantes, tienen como fin la evangelización y la santificación del prójimo, la formación cristiana de las conciencias, la influencia en las costumbres y la animación religiosa de la sociedad. Los laicos asumen su responsabilidad en comunión con el obispo y los sacerdotes. Actúan “bajo la dirección superior de la propia Jerarquía, la cual puede sancionar esta cooperación incluso con un mandato explícito” (ib ). De .su grado de fidelidad a la Jerarquía y de concordia eclesial depende y dependerá siempre su grado de capacidad para edificar el cuerpo de Cristo, mientras la experiencia demuestra que, si en la base de su acción se coloca el disenso y se plantea casi sistemáticamente una actitud conflictiva, no sólo no se edifica la Iglesia, sino que se pone en marcha un proceso de autodestrucción que hace inútil el trabajo y, por lo general, lleva a la propia disolución.

4.14. Que el laicado manifieste la unidad eclesial.
La Iglesia, el Concilio y el Papa desean y piden a Dios para que en las formas asociadas del apostolado de los laicos, y especialmente en la Acción Católica, sea siempre manifiesta la irradiación de la comunidad eclesial en su unidad, en su caridad y en su misión de difundir la fe y la santidad en el mundo.

V. LA IGLESIA ESTÁ EN EL MUNDO GRACIAS A LOS LAICOS.
En el momento actual de la reflexión teológica es lo menos que podemos decir. Se ha hablado de la Iglesia, toda ella volcada hacia el mundo, por vocación, para anunciarle la gozosa esperanza del Reino de Dios. El documento de nuestros Obispos pone de relieve que “la inserción de la Iglesia toda en el mundo y para el mundo “ se hace concreta a través de la vivencia eclesial y misionera de la “índole secular” de los laicos (CLIM, 26-29).
Naturalmente, el hecho de que el sujeto de la evangelización sean las comunidades impone la incorporación de los laicos y laicas a sus tareas y la atribución a este sector inmenso del pueblo de Dios de un papel de protagonista en el desarrollo de la tarea evangelizadora. Un papel, que se deriva para los laicos, no de una delegación de la jerarquía, sino de su condición de bautizados que comparten con Jesús su condición real, sacerdotal y profética. No olvidemos que el Concilio les había atribuido antes la llamada a la santidad de vida, raíz de su condición de testigos; y que su forma de vida en la más estrecha relación con los hombres y mujeres que con ellos comparten las tareas de construcción de la sociedad les facilita lo esencial de la evangelización: “poner el evangelio en contacto con las necesidades y los problemas de la vida” “Amar es lo primero”.

[1] 1 No se ha aclarado satisfactoriamente qué significa actuar “nomine Ecclesiae” (can. 313). Algunos piensan que “significa nomine auctoritatis agere, es decir, las personas públicas jurídicas actúan en nombre de aquella autoridad eclesiástica que las constituye” (vid. L. Martínez Sistach. “Las asociaciones de fieles”, Barcelona 1986, pág. 53) En cambio la Instrucción de la Junta de Asuntos Jurídicos de la Conferencia Episcopal sobre las Asociaciones de Fieles dice expresamente que no puede entenderse “nomine auctoritatis agere”, sino que actúan con una vinculación mayor que la de las asociaciones privadas.