Lectura del Día: 15 de Mayo

Lectura del Día: 15 de Mayo

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Lunes de la quinta semana de Pascua

Libro de los Hechos de los Apóstoles 14,5-18.
Al producirse en Iconio un tumulto los paganos y los judíos, dirigidos por sus jefes, intentaron maltratar y apedrear a Pablo y Bernabé.
Estos, al enterarse, huyeron a Listra y a Derbe, ciudades de Licaonia, y a sus alrededores;
y allí anunciaron la Buena Noticia.
Había en Listra un hombre que tenía las piernas paralizadas. Como era tullido de nacimiento, nunca había podido caminar,
y sentado, escuchaba hablar a Pablo. Este, mirándolo fijamente, vio que tenía la fe necesaria para ser curado,
y le dijo en voz alta: «Levántate, y permanece erguido sobre tus pies». El se levantó de un salto y comenzó a caminar.
Al ver lo que Pablo acababa de hacer, la multitud comenzó a gritar en dialecto licaonio: «Los dioses han descendido hasta nosotros en forma humana»,
y daban a Bernabé el nombre de Júpiter, y a Pablo el de Mercurio porque era el que llevaba la palabra.
El sacerdote del templo de Júpiter que estaba a la entrada de la ciudad, trajo al atrio unos toros adornados de guirnaldas y, junto con la multitud, se disponía a sacrificarlos.
Cuando Pablo y Bernabé se enteraron de esto, rasgaron sus vestiduras y se precipitaron en medio de la muchedumbre, gritando:
«Amigos, ¿qué están haciendo? Nosotros somos seres humanos como ustedes, y hemos venido a anunciarles que deben abandonar esos ídolos para convertirse al Dios viviente que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos.
En los tiempos pasados, él permitió que las naciones siguieran sus propios caminos.
Sin embargo, nunca dejó de dar testimonio de sí mismo, prodigando sus beneficios, enviando desde el cielo lluvias y estaciones fecundas, dando el alimento y llenando de alegría los corazones».
Pero a pesar de todo lo que dijeron, les costó mucho impedir que la multitud les ofreciera un sacrificio.

Salmo 115(113B),1-2.3-4.15-16.
No nos glorifiques a nosotros, Señor:
glorifica solamente a tu Nombre,
por tu amor y tu fidelidad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«¿Dónde está su dios?»

Nuestro Dios está en el cielo y en la tierra
él hace todo lo que quiere.
Los ídolos, en cambio, son plata y oro,
obra de las manos de los hombres.

Sean bendecidos por el Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
y la tierra la entregó a los hombres.

Evangelio según San Juan 14,21-26.
Jesús dijo a sus discípulos:
«El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él».
Judas -no el Iscariote- le dijo: «Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?».
Jesús le respondió: «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él.
El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes.
Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.»

 

 

15 de mayo ciclo A
Cuarta Semana de Pascua
Feria – Blanco
Hechos 13, 13-25 / Juan 13, 16-20
Salmo responsorial Sal 88, 2-3. 21-22. 25. 27
R/. «¡Cantaré eternamente tu amor, Señor!”

Santoral:
San Torcuato, San Isidro Labrador, Santa Dionisia,

Santos Pablo y Andrés, San Victorino,
San Aquileo, Santa Juana

Las pruebas en nuestra vida

Es verdad que solamente cada uno
de nosotros puede decidir realmente
qué hacer luego de una crisis:
podemos quedarnos lamentando o llorando;
o podemos sacar un verdadero
provecho mirando hacia el futuro.

Cada crisis puede convertirse para nosotros
en una semilla de algo muy grande:
de las grandes pruebas que verán
nuestros ojos, de las señales y milagros,
de la mano poderosa y el brazo extendido.

Dios nos saca adelante en cada prueba,
no debemos temer; así es como, muchas veces,
nos ayuda a decidir para que podamos
transformar un problema, para ayudarnos
en fortalecer nuestro espíritu y
poder arribar a mejores soluciones.
Sin embargo, también es importante
reconocer que el Creador ha permanecido
siempre junto a nosotros en las pruebas.
Qué tontería es en la vida cuando comenzamos
a creer, que somos los únicos y que el mundo
depende sólo de nosotros.

En la vida estamos rodeados de personas
y cada uno tiene un papel vital que desarrollar.
Necesitamos aprender a considerar al otro
y saber que cada uno es experto en algo
y que cuando nos unimos, el barco
de la vida puede marchar mejor.

Dios nos ha dado dones y capacidades
a cada uno, pero siempre dejemos que
Él sea el verdadero capitán del barco.

Liturgia – Lecturas del día

Jueves, 15 de Mayo de 2014

CUARTA SEMANA DE PASCUA

De la descendencia de David,
Dios hizo surgir un Salvador; que es Jesús

Lectura de los Hechos de los Apóstoles
13, 13-25

Desde Pafos, donde se embarcaron, Pablo y sus compañeros llegaron a Perge de Panfilia. Juan Marcos se separó y volvió a Jerusalén, pero ellos continuaron su viaje, y de Perge fueron a Antioquía de Pisidia.
El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron. Después de la lectura de la Ley y de los Profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir: «Hermanos, si tienen que dirigir al pueblo alguna exhortación, pueden hablar».
Entonces Pablo se levantó y, pidiendo silencio con un gesto, dijo:
«Escúchenme, israelitas y todos los que temen a Dios. El Dios de este Pueblo, el Dios de Israel, eligió a nuestros padres y los convirtió en un gran Pueblo, cuando todavía vivían como extranjeros en Egipto. Luego, con el poder de su brazo, los hizo salir de allí y los cuidó durante cuarenta años en el desierto. Después, en el país de Canaán, destruyó a siete naciones y les dio en posesión sus tierras, al cabo de unos cuatrocientos cincuenta años. A continuación, les dio Jueces hasta el profeta Samuel.
Pero ellos pidieron un rey y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, por espacio de cuarenta años. Y cuando Dios desechó a Saúl, les suscitó como rey a David, de quien dio este testimonio: «He encontrado en David, el hijo de Jesé, a un hombre conforme a mi corazón que cumplirá siempre mi voluntad».
De la descendencia de David, como lo había prometido, Dios hizo surgir para Israel un Salvador, que es Jesús. Como preparación a su venida, Juan Bautista había predicado un bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel. Y al final de su carrera, Juan decía: «Yo no soy el que ustedes creen, pero sepan que después de mí viene Aquél a quien yo no soy digno de desatar las sandalias”».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 88, 2-3. 21-22. 25. 27

R. ¡Cantaré eternamente tu amor, Señor!

Cantaré eternamente el amor del Señor,
proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.
Porque Tú has dicho: «Mi amor se mantendrá eternamente,
mi fidelidad está afianzada en el cielo». R.

«Encontré a David, mi servidor,
y lo ungí con el óleo sagrado,
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga poderoso». R.

Mi fidelidad y mi amor lo acompañarán,
su poder crecerá a causa de mi Nombre:
Él me dirá: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora». R.

EVANGELIO

El que reciba al que Yo envíe me recibe a mí

a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
13, 16-20

Antes de la fiesta de Pascua, Jesús lavó los pies a sus discípulos, y les dijo:
«Les aseguro que
el servidor no es más grande que su señor,
ni el enviado más grande que el que lo envía.

Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican. No lo digo por todos ustedes; Yo conozco a los que he elegido. Pero es necesario que se cumpla la Escritura que dice:
«El que comparte mi pan
se volvió contra mí».

Les digo esto desde ahora,
antes que suceda,
para que cuando suceda,
crean que Yo Soy.
Les aseguro
que el que reciba al que Yo envíe
me recibe a mí,
y el que me recibe, recibe al que me envió».

Palabra del Señor.

Reflexión

Hech. 13, 13-25. En Jesús culminan todas las escrituras; sin Él las promesas divinas habrían quedado en el aire. Dios cumple a David la promesa de que uno de sus hijos ocuparía su trono eternamente. Dios se ha hecho Dios-con-nosotros.
Meditar en la Palabra de Dios nos debe conducir a depositar nuestra fe en Jesús. La proclamación de la Palabra de Dios sólo tiene sentido en su referencia a Cristo.
Meditemos en la vida de nuestros antepasados; contemplemos cómo ellos esperaron el cumplimiento de las promesas divinas. Imitemos su fe y su comportamiento y, como ellos, vivamos vigilantes ante el Señor que está cerca y quiere habitar en cada uno de nosotros. A partir de nuestra fe, depositada en Cristo y preparada a través de tantas generaciones, podremos contemplar el futuro como la tarea que tenemos por delante para dar a conocer a Cristo a toda la humanidad como Aquel que colma las esperanzas de todos los que lo buscan con un corazón bueno y sincero.

Sal. 89 (88). Dios no es como las aguas engañosas, ni como las arenas movedizas; Dios es fiel a sus promesas; y, aunque pareciera que a veces la vida se nos complicara, sin embargo, a pesar de todas las pruebas por la que tengamos que pasar, Dios llevará a cabo su obra, su plan de salvación en nosotros. Él siempre vela por nosotros, nos protege y nos salva como lo hace un buen padre respecto a sus hijos.
Confiar en el Señor no debe hacernos dejar todo en sus manos esperando que Él lo haga todo. Él nos ha confiado el cuidado de la tierra y la difusión del Evangelio. Quienes creemos en Cristo hemos de vivir nuestro compromiso de fe en medio de las realidades temporales. A pesar de que, por nuestra rectitud y honestidad, por nuestro amor y generosidad seamos criticados y perseguidos, sepamos que Dios llevará adelante su obra de salvación en favor de toda la humanidad por medio nuestro; y, finalmente, Él mismo nos dará la victoria sobre el último de nuestros enemigos, la muerte. Entonces, libres de la persecución, de la corrupción y de la muerte, viviremos eternamente con Dios.

Jn. 13, 16-20. Nosotros hemos sido enviados por Dios como siervos a favor del Evangelio. Quien recibe al enviado, recibe a quien lo envió; y quien rechaza al enviado, rechaza a quien lo envió. Jesús, Evangelio viviente, enviado por el Padre para manifestarnos el amor de Dios, y el llamado que nos hace a participar de su vida, nos pide que lo acojamos con gran amor para que la salvación se haga realidad en nosotros. Rechazarlo es rechazar el único camino que nos conduce al Padre para hacernos partícipes de su Salvación y de su Vida.
No basta comer a la misma mesa y compartir el pan con Jesús; si entregamos a nuestro hermano a la muerte, si lo destruimos, si lo oprimimos, si somos injustos con él, estamos traicionando a Cristo y a su Evangelio. Tal vez tengamos los oídos abiertos, pero no el corazón, para que Dios habite en él, y para que su Espíritu nos ayude a realizar el bien, conforme a la voluntad del Señor; por eso el Señor nos pide que entendamos sus palabras y las pongamos en práctica, y que no pensemos que le somos gratos por habernos puesto un rato de rodillas en su presencia, pues también quien participa en la Eucaristía puede, por desgracia, vivir como un traidor.
La Eucaristía de este día nos reúne en torno a Cristo, centro de toda la historia de salvación. En Él Dios ha cumplido su promesa de salvación y se ha convertido para nosotros en alimento y fuente de vida eterna. Nosotros compartimos con Él el pan que nos vivifica y fortalece para que seamos testigos suyos, y para que cumplamos con la misión que Él nos ha confiado, al enviarnos a proclamar su Evangelio de salvación a todos los pueblos.
Jesús, en la última cena, lavó los pies de los discípulos y los invitó a comportarse no como opresores, sino como siervos del Pueblo de Dios. Nosotros, en esta Eucaristía, recibimos la prueba más grande del amor y del perdón del Dios misericordioso. Nuestro compromiso, a partir de la Eucaristía, consiste en proclamar, ante todos, lo bueno que Dios ha sido para con nosotros; esto nacerá no de imaginaciones, sino de la experiencia personal de sentirnos amados por Dios.
Al retornar a nuestra vida ordinaria debemos volver como un signo auténtico de Cristo para nuestros hermanos. Con ellos hemos de compartir nuestro pan y todo lo que somos, para que vivan con mayor dignidad. El Señor debe estar en el centro de nuestra historia personal, familiar y social. A partir de Él podremos encontrar caminos de paz, de fraternidad, de amor, de justicia. Sin tenerlo a Él, como punto de referencia en nuestra la vida, todo puede convertirse en destrucción y muerte, porque habrán desaparecido los auténticos valores, que, nacidos del Evangelio y fortalecidos por el Espíritu Santo, se convierten en Luz y Camino, Verdad y Vida para toda la humanidad. Quienes estamos bautizados no debemos traicionar el Evangelio, no podemos rechazar al Enviado del Padre; seamos congruentes con nuestra fe y, a partir de ella, seamos constructores del Reino de Dios entre nosotros.
Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser, como ella, fieles al sí amoroso que dimos a Dios el día de nuestro bautismo, y que debe pronunciarse, día a día, con mayor madurez y con una decisión cada día más firme para que el Reino de Dios irrumpa cada momento, con mayor fuerza, en nuestra historia. Amén.

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