Lecturas diarias: 26 de Setiembre – Un credo para vivir

Jueves, 26 de setiembre de 2013
Semana 25ª durante el año
Feria o Memoria libre – Verde / Rojo
Ageo 1, 1-8 / Lucas 9, 7-9
Salmo responsorial Sal 149, 1-6a. 9b
R/. “¡El Señor ama a su pueblo!”

Santoral:
Santos Cosme y Damián, San Nilo, San Isaac Jogues,
San Sebastián Nam, Santa Teresa Couderc,
Santas Lucía Kim, Catalina Ni y Magdalena
Tuyo y Beato Gaspar Stanggassinger

Un credo para vivir

No te subestimes comparándote con los demás.
Todos somos diferentes y cada uno es especial.

No establezcas tus objetivos de acuerdo
con lo que otros consideran importante.
Sólo tú sabes qué es lo mejor para tí.
No des por sentado aquello más cercano a tu corazón.
Aférrate a eso como a la vida, ya que sin eso
la vida carece de sentido.
No dejes que esa vida se te escape
de las manos por vivir en el pasado
o por pensar en el futuro.
Si vives tu vida de a un día por vez,
vivirás todos y cada uno de los días de tu vida.

No te des por vencido cuando todavía
tienes algo para dar.
Nada está realmente terminado
sino hasta el momento en que dejas de intentarlo.
No temas reconocer que no eres perfecto.

Ese es el frágil lazo que nos une a los demás.
No temas enfrentar riesgos.
Es precisamente asumiendo riesgos
que aprendemos a ser valientes.

No dejes el amor fuera de tu vida
y no digas que es imposible de encontrar.
La forma más eficaz de recibir amor es dar amor;
la forma más rápida de perder el amor
es sofocarlo y aferrarse a él;
la mejor manera de conservar el amor es darle alas.

No pierdas tus sueños.
Quedarse sin sueños es quedarse sin esperanzas;
vivir sin esperanzas es vivir sin un propósito en la vida.
No corras por la vida hasta terminar olvidando
no sólo dónde has estado sino también adónde vas.

La vida no es una carrera sino un viaje
que debe ser disfrutado a cada paso.

Nancye Sims

Liturgia – Lecturas del día

Jueves, 26 de Setiembre de 2013

Reconstruyan la Casa; Yo la aceptaré gustoso

Lectura de la profecía de Ageo
1, 1-8

En el segundo año del rey Daría, el primer día del sexto mes, la palabra del Señor fue dirigida, por medio del profeta Ageo, a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, y a Josué, hijo de Iehosadac, el Sumo Sacerdote, en estos términos:
Así habla el Señor de los ejércitos: Este pueblo dice: «Todavía no ha llegado el momento de reconstruir la Casa del Señor». Y la palabra del Señor llegó, por medio del profeta Ageo, en estos términos:
¿Es éste acaso el momento de que ustedes vivan en sus casas revestidas de madera, mientras esta Casa está en ruinas? Ahora bien, así habla el Señor de los ejércitos: ¡Consideren la situación en que se encuentran! Ustedes han sembrado mucho, pero han cosechado poco; han comido, pero no se han saciado; han bebido, pero no han apagado su sed; se han vestido, pero no se han abrigado; y el asalariado ha puesto su jornal en saco roto.
Así habla el Señor de los ejércitos: Suban a la montaña, traigan madera y reconstruyan la Casa; Yo la aceptaré gustoso y manifestaré mi gloria.

Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL 149, 1-6a. 9b

R. ¡El Señor ama a su pueblo!

Canten al Señor un canto nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que Israel se alegre por su Creador
y los hijos de Sión se regocijen por su Rey. R.

Celebren su Nombre con danzas,
cántenle con el tambor y la cítara,
porque el Señor tiene predilección por su pueblo
y corona con el triunfo a los humildes. R.

Que los fieles se alegren por su gloria
y canten jubilosos en sus fiestas.
Glorifiquen a Dios con sus gargantas.
Esto es un honor para todos sus fieles. R.

EVANGELIO

A Juan lo hice decapitar.
¿Quién es éste del cual oigo decir semejantes cosas?

a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
9, 7-9

El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que Jesús hacía y enseñaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: «Es Juan, que ha resucitado». Otros decían: «Es Elías, que se ha aparecido», y otros: «Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado».
Pero Herodes decía: «A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es éste del que oigo decir semejantes cosas?» y trataba de verlo.

Palabra del Señor.

Reflexión

Ag. 1, 1-8. No sólo nos hemos de preocupar de que el lugar de culto sea digno; sino que, especialmente, nos hemos de preocupar de ser nosotros mismos una digna morada para el Señor, ya que Él habita en nosotros como en un templo.

Cuando uno mismo busca sólo sus propios intereses, está provocando la pobreza y miseria de los demás. Si en verdad dejamos que el Señor tome posesión de nuestra vida, Él se convertirá en luz que ilumine, desde nosotros, el caminar de quienes nos rodean. Tratemos, por eso, de darle cabida a Dios en nosotros, pues Él mismo, nos envió a su propio Hijo para que nuestras viejas ruinas de maldad y de muerte desaparecieran y surgiera una humanidad nueva, capaz de vivir y caminar en el amor.

Ojalá y no nos aferremos a todo aquello que en lugar de renovarnos nos destruye y nos hace vivir encerrados en nuestro egoísmo, incapaces de contemplar a nuestro prójimo en su dolor para tenderle la mano y generar, así, una vida más justa y más digna.

Que la Iglesia sea signo de unidad, de paz y de amor fraterno. Esa es nuestra misión; vivámosla con gran responsabilidad.

Sal 149. Por medio de Cristo Jesús Dios ha descubierto su santo brazo para vencer a aquel que nos había retenido bajo la esclavitud del pecado. Por eso nosotros, no sólo le vivimos agradecidos, sino que vivimos y caminamos en la fidelidad a sus enseñanzas. Aún en el lecho proclamamos su amor fiel hacia nosotros.

Enviados a proclamar su Evangelio para invitar a todos a la conversión y a unirse con el Señor, nos revestimos de Cristo usando el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios, Palabra viva, eficaz y más cortante que una espada de dos filos: penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta lo más profundo del ser y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

Por eso, debemos ser conscientes de que, en la proclamación del Evangelio y en nuestra lucha contra el mal, no vamos a nombre propio, sino a Nombre del Señor y con el Poder que nos viene de Él.

Lc. 9, 7-9. ¿Buscamos a Jesús y queremos verlo para comprometernos con Él, o sólo lo buscamos por curiosidad? Sobre su identidad podemos dar una y mil respuestas y verter miles de conceptos conforme a lo que de Él hemos oído o leído.
Muchos hablan bien o mal de Él. Sin embargo esto no es lo más importante, sino la actitud que nos lleva a Él. Todos sus beneficios, su amor por nosotros deben cuestionarnos acerca de si en verdad creemos en Él y le seguimos como discípulos, o simple y sencillamente queremos sentirnos a gusto por haber realizado en su presencia algunos actos de piedad y sentir que hemos recibido su consuelo, pero no se ha hecho huésped de nuestra vida.

Herodes finalmente se encontrará con Jesús y lo tomará como un loco y se burlará de Él. Ojalá y no busquemos al Señor para hacer de Él sólo un juguete en nuestra vida. Busquémoslo para encontrarnos con Aquel que le ha de dar un nuevo rumbo a nuestra historia, si es que en verdad somos capaces de escuchar su Palabra y ponerla en práctica.
En esta Celebración Eucarística tenemos la dicha de contemplar a Jesús con todo su amor hacia nosotros. Tenemos la dicha de escuchar su Palabra, mediante cuyo cumplimiento manifestaremos que se ha hecho realidad en nosotros la salvación que Dios nos ofrece.

En el gesto de la Paz comenzamos a vivir aquella realidad de hermanos que nos lleva a invocar a Dios como Padre nuestro. Ojalá y no hayamos venido movidos por otra cosa que no sea sólo el de estar con el Señor para que, habitando en nosotros, vayamos a nuestras labores diarias siendo portadores de la vida y no de la muerte; que vayamos empapados en el amor fraterno de tal forma que, al buscar a nuestro prójimo no queramos encontrarnos con él para despreciarlo o entregarlo a la muerte, sino para salvarlo dando incluso, si es necesario, nuestra vida por él.

¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra que abrió su boca para recibirla. El fantasma de la maldad del hombre le persigue, pues al levantarse contra su propio hermano y acabar con Él, su conciencia constantemente le reclamará el no haber procedido con la rectitud requerida que reclama el respeto y el amor fraterno.
Herodes, preocupado por la posible resurrección de Juan el Bautista, trata de apagar ese reclamo de su conciencia negando lo que otros rumorean, como si con eso pudiese recobrar la paz interior.

Jesús, que ha querido quedarse entre nosotros por medio de su Iglesia, ha de seguir actuando en la historia por medio de ella, de tal forma que, a pesar de ser perseguida, jamás dé marcha atrás en la misión que se le ha confiado.

La Iglesia ha de ser signo de la Vida de Dios entre nosotros, y signo de unión fraterna. Dios nos quiere no como curiosos inútiles en su presencia, sino como apóstoles que proclamen su Nombre sin cobardías.

Jesús, muerto y resucitado, sigue vivo también en su Iglesia; y todos han de reconocer que en verdad Él sigue haciendo el bien a todos. Esta es la responsabilidad que tenemos quienes hemos depositado nuestra fe en Él.

Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser fieles a la fe que hemos depositado en Jesús, su Hijo y Señor nuestro. Amén.

Homiliacatolica.com