Obispos en, con y por México

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De cuando en cuando, algún despistado sigue afirmando que los obispos somos ciudadanos de El Vaticano, y que hasta que no renunciemos a esa “dependencia”, no se nos pueden reconocer más derechos ciudadanos. Con esos juicios, sólo demuestran su ignorancia o su mala fe. ¡Somos tan mexicanos como el que más! Estamos encarnados en nuestras realidades nacionales, con sus luces y sombras, y comulgamos con los gozos y las esperanzas, los dolores y los sufrimientos del país. Nos preocupan sus problemas y tratamos de ofrecer nuestro aporte a su solución.

Estamos reunidos 110 obispos en asamblea ordinaria de nuestra Conferencia Episcopal, para revisar y aprobar los programas de trabajo de las ocho Comisiones Episcopales y de sus respectivas Dimensiones, cada cual con su propia identidad y misión. El tema central no es la pederastia clerical, aunque en las ruedas diarias de prensa que se programan se tuvo que decir una palabra al respecto, en respuesta a las reiteración ya morbosa de los medios informativos, que con frecuencia prescinden del fondo de nuestra asamblea y sólo resaltan asuntos puntuales y transitorios. Hay temas mucho más graves y urgentes, como la pobreza, la inseguridad, la violencia, el narcotráfico, las reformas que el país requiere, y que debemos tomar en cuenta en nuestra pastoral evangelizadora.

JUZGAR

Hace dos meses, con mucho cuidado elaboramos un documento colegial ante la violencia y el narcotráfico, titulado “Que en Cristo, nuestra paz, México tenga vida digna”. Lamento que muchos presbíteros, diáconos, religiosas, catequistas y fieles no lo conozcan, y que la prensa no le haya dado la importancia que merece.

En una primera parte, ante la escalada del crimen organizado, expresamos que hay varios factores que contribuyen a la inseguridad y violencia, como la pobreza y la desigualdad, la insuficiencia de las reformas económicas, el desempleo y subempleo, la corrupción e impunidad, la delincuencia común, las deficiencias en la procuración de Justicia, las inequidades en el sistema penitenciario, la violencia institucionalizada, los excesos de las fuerzas de seguridad. Señalamos que hay diferentes formas de violencia: intrafamiliar, contra las mujeres, infantil, entre los jóvenes y adolescentes, en la vida comunitaria. Hablamos de la importancia que tiene educar para la justicia, el respeto y la paz, desde la escuela, los medios de comunicación, la religión y la cultura.

En la segunda parte, con la luz del Evangelio y de nuestra doctrina social, presentamos a Dios que es Creador y Padre de todos, que nos ama con amor misericordioso. El pecado acecha a nuestra puerta, pero podemos dominarlo. El Padre nos envió al Príncipe de la paz, Cristo, en quien no hay lugar para la violencia. Desde el Bautismo, estamos llamados a formar una humanidad nueva, al servicio de la unidad, la reconciliación y la paz, dando frutos de justicia. Con la fuerza del amor y en comunión con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, hemos de preocuparnos por el bien común universal.

ACTUAR

En la tercera parte del documento, insistimos en promover el desarrollo humano pleno, el respeto de los derechos y deberes humanos, la justicia y la solidaridad, la reconciliación social, como camino para construir la paz y la tranquilidad. Para ello, formar mujeres y hombres nuevos en Cristo, a partir de una adecuada transmisión de la fe, de una integral tarea educativa, de familias que viven en armonía y de una vida comunitaria fraterna.

Educarnos para la paz significa difundir pensamientos de paz, fomentar sentimientos de paz, impulsar gestos de paz, promover un lenguaje de paz, educar para la legalidad y aprender de la historia. Los medios de comunicación han de estar al servicio de la paz.

Conozcamos, difundamos y pongamos en práctica este documento, y hagamos lo que nos toca para que en nuestra patria se superen la violencia y la inseguridad, y vivamos en la paz que todos anhelamos. No deleguemos esta responsabilidad sólo en la autoridad civil y en la fuerza de las policías y los ejércitos. Todos podemos y debemos hacer algo.

+ Felipe Arizmendi Esquivel

Obispo de San Cristóbal de Las Casas