Reflexiones para el Papa Francisco

Reflexiones para el Papa Francisco
A la atención del Papa
JOSÉ JESÚS SOLCHAGA, solchaga741@gmail.com
ZARAGOZA.

ECLESALIA, 26/01/15.- Estimado Papa Francisco:
Me llamo José Jesús Solchaga, aunque me llaman “Joseje”. He tenido que resistirme a la tentación de presentarme diciendo: “Soy…”, como si “ser español”, o “ser francés”, o “ser congoleño”, o “ser argentino”… añadiera o restara peso a las razones y argumentos que uno tiene; o como si “ser cristiano”, o “ser ateo”, o “ser musulmán”… le ofreciera o quitara a uno algún tipo de inmunidad, o intocabilidad, o inseguridad, o bien le diera o quitara excusas para los comportamientos; o como si “ser varón” o “ser mujer”, “ser niño” o “ser joven” o “ser adulto” concediera o quitara algún tipo de validez a las convicciones que uno tiene o a la ética de nuestros actos… Soy… una persona y un ciudadano de este mundo global tan injustamente y cruelmente globalizado a favor de tan pocos y en contra de tantos y tantos…

Le escribo para decirle que se equivocó el otro día al decir “Si alguien insulta a mi madre, puede recibir un puñetazo… es normal”. No, Papa Francisco, no es normal. Muchas personas no devuelven los insultos, ni las zancadillas, ni el odio. Tampoco los olvidan, o los dejan pasar, o los trivializan. Porque muchas personas, de países, razas, edades, credos, sexos… distintos, viven con normalidad –no exenta de conflictividad- el no alimentar las espirales de violencia, las pequeñas… o las grandes. No alimentarlas… pero sí tratar de romperlas.
Y muchas personas educan a sus hijos, a sus alumnos, a sus discípulos, a sus amigos… para plantar cara a la violencia sin alimentar la espiral de la violencia. Como lo hicieron Jesús de Nazaret (esto significa la metáfora “poner la otra mejilla”, o el “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”), o el Mahatma Gandhi (“ojo por ojo y todos quedaremos ciegos”), o Martin Luther King… y aquí está lo serio y lo grave de lo que dijiste el otro día en el avión, Papa Francisco.

Y es serio no porque fuera en estos días después de los atentados de París (maldita hipocresía nuestra, que todos los días asesinan por las mismas razones a decenas, y todas las semanas a cientos, y todos los meses a miles… pero sólo salimos millones a la calle cuando matan “a los de aquí”, y los otros a veces ni siquiera llegan “a ser noticia”), sino que es serio por otras razones: Porque no es normal para muchas personas responder a la violencia con violencia. Porque, a la vez, vivimos en un mundo que desde muchos sitios quiere normalizar el responder con violencia a la violencia, ¿sin saber? (yo creo que sabiendo) que esto sólo aumenta la violencia y el odio. Porque es contrario al mensaje y actuación de Jesús de Nazaret, que luchó contra las violencias sin alimentar la espiral de las violencias.

Jesús de Nazaret, y junto a él, en todos los tiempos, también en los nuestros, muchas personas de todo tipo y color, saben que la espiral de violencia sólo la puede romper el agredido, y no el agresor. Pero que al romperla, el agresor se ve interpelado en su violencia y tiene en ello una posibilidad de ponerse en camino de abandonarla. Por eso la portada del Charlie Hebdo “Tout est pardonné” es tan fuerte, tan seria y se podría decir hasta “tan cristiana”.

Papa Francisco, los únicos límites a la libertad de expresión son los derechos humanos. No las leyes. Las leyes lo serán siempre y cuando estén en consonancia con los Derechos Humanos. ¡Cuántas leyes, en países con sistemas democráticos y en países con sistemas no democráticos, son contrarias a los Derechos Humanos! Éstos son los únicos límites a la libertad de expresión. y los que uno mismo decida, libremente, ponerse.
Por eso le suplico: Papa Francisco, debería usted pedir perdón, públicamente, por lo que dijo, pues públicamente lo dijo. Pero no para “aclararlo”, “interpretarlo” o “excusarlo”. Y para eso se me ocurre que…
Podría usted salir al balcón de la Plaza de San Pedro y decir que fue un error, una equivocación inexcusable. Podría usted decir que nada justifica la violencia, al menos la violencia de agresión, de invasión o de opresión (adopte las formas que adopte: físicas, psicológicas, legales –con o sin legalidad internacional-, de embargo, militares, estructurales, económicas…).
Podría usted salir, y decir que no son admisibles leyes ni gobiernos que pongan como sistema legal de sus países las leyes religiosas, sean cuales sean.
Podría usted salir y decir que los países que impusieron las leyes de lo católico como leyes civiles se equivocaron y no humanizaron el mundo. Y como Papa, pedir perdón por ello.
Podría usted salir y decir que los países que imponen las leyes de “lo musulmán” como leyes civiles se equivocan y no humanizan el mundo.
Podría usted salir y decir que los países que imponen las leyes del capitalismo y del dinero camufladas como leyes civiles se equivocan y no humanizan el mundo.
Podría usted salir y decir que “Si insultan a mi madre…” callaré y me daré la vuelta; o les diré “Te pido que no insultes a mi madre”, o “le daré la importancia que tiene y lo dejaré pasar”, o “les miraré con la cara alta y me iré”, o “lo haré saber a quien corresponda para que dejen de hacerlo”…, pero que no devolveré el insulto y, menos aún, aumentaré el grado de la violencia pasando a la agresión del puñetazo.
Podría usted salir y decir que ojalá aprendamos a hacer y a comprender que esto último es normal, es lo más normal –puesto que nos hace lo más normal que somos, que es seres humanos-, y desde luego lo más humanizador.
Con cariño, un abrazo de hermano. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Joseje.

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