Religión y política – Reflexiones cristianas

Religión y política – Reflexiones cristianas

Nunca han sido fáciles las relaciones entre fe y política.

Unas veces son los políticos los que tratan de utilizar lo religioso para defender su propia causa y otras es la Iglesia la que pretende servirse de ellos para sus propios intereses.

¿Qué nos dice la palabra de Dios sobre este tema?

Por una parte, el proyecto del reino de Dios que pone en marcha Jesús busca promover una transformación profunda en la convivencia humana que promueva el bien común en la sociedad.

Pero, por otra, Jesús no utiliza el poder para llevar adelante su proyecto, y por ello se aleja de la “política” en el sentido moderno de la palabra, que es el uso técnico del poder para estructurar la convivencia.

El reino de Dios no se impone por el poder, la fuerza o la coacción, sino que penetra en la sociedad por la siembra y la acogida de valores como la justicia, la solidaridad o la defensa de los débiles.

El episodio del tributo al César es iluminador. La respuesta de Jesús dice así: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.

Es un anacronismo erróneo ver en estas palabras una “separación entre política y religión”, como si la primera se ocupara de los problemas terrenos y la segunda solo de lo espiritual. Su sentido es otro.

A Jesús le preguntan por los derechos del César, pero él responde recordando los derechos de Dios, por los que nadie le ha preguntado.

La moneda imperial lleva la imagen de César, pero el ser humano es “imagen de Dios” y su dignidad de hijo de Dios no debe quedar sometida a ningún César.

El político cristiano no ha de utilizar nunca a Dios para legitimar sus posturas partidistas; la fe cristiana no se identifica con ninguna opción de partido, pues los valores evangélicos pueden promoverse desde mediaciones técnicas diversas.

Pero esto no significa que se deba arrinconar la fe al ámbito de lo privado. El evangelio le ofrece al político cristiano una inspiración, una visión de la persona y unos valores que pueden orientar y estimular su quehacer.

El gran reto para él es cómo hacer políticamente operativos en la vida pública esos valores que defiendan al ser humano de cuanto lo pueda deshumanizar.

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