Rouco y jóvenes de los 5 continentes dan la bienvenida a Benedicto XVI

Plaza de la Cibeles, 18 de agosto de 2011
Santo Padre:
Habéis llegado a Madrid, la Capital de España, para presidir la XXVI Jornada Mundial de la Juventud. Jóvenes de los cinco Continentes os han dado la bienvenida en la histórica Puerta de Alcalá después de que el Excmo. Sr. Alcalde os haya entregado las llaves de esta Ciudad abierta de corazón y noble de sentimientos, en la cual nadie es forastero, sino hermano. La Plaza de la Cibeles, en la que nos encontramos, la más emblemática y popular de todas las Plazas madrileñas, acoge hoy la presencia festiva de esta inmensa multitud de jóvenes venidos de todos los rincones de la tierra que con alborozo
y entusiasmo desbordantes os reciben como Aquel que viene en el nombre del Señor. Muchos han ido llegando a Madrid junto a un gran número de sus coetáneos españoles después de un provechoso
camino de peregrinación por las diócesis, ciudades y pueblos de España. Aquí están, querido Santo Padre, para vivir este encuentro con el Papa como hijos y hermanos de la misma Iglesia: ¡el nuevo Pueblo de Dios que no conoce fronteras! Han hecho suyo el gran proyecto y objetivo espiritual
y apostólico que el Padre y Pastor de la Iglesia Universal les propone: ¡que sus vidas se enraícen en Cristo y se edifiquen sobre Él!, ¡que se mantengan firmes en la fe! ¡la fe en Jesucristo, su Hermano, su Amigo, su Señor, su Salvador! Su júbilo, radiante y dichoso, es más que explicable, querido Santo Padre. El Sucesor de Pedro, “el Vicario de Cristo y Cabeza visible de toda la Iglesia, la casa del Dios vivo” (LG. 18) viene a su encuentro para fortalecerles en esa fe que abre su corazón a la gracia y al amor de Jesucristo, que puede cambiarles la vida para siempre y llenarla de alegría: una alegría contagiosa capaz de transformar no sólo sus vidas, sino también la de sus familias y de sus pueblos. El Papa les llama a ser “testigos de la alegría” y lo serán. España, esta antigua nación y comunidad de pueblos que inició su andadura histórica con la escucha y abrazo de la Predicación apostólica, la está experimentado
ya. A estos jóvenes que desde el pasado martes llenan las calles y plazas de Madrid −y en los días de la semana previa las de muchos lugares de España− se les nota que conocen el sentido más íntimo de sus vidas, porque no les falta nada verdadero, porque no les falta Cristo.
Madrid, querido Santo Padre, su Iglesia Diocesana, sus Diócesis sufragáneas y todas las Diócesis de España os acogen con emocionada gratitud, sintiendo y compartiendo el mismo ardor del amor al Papa que sienten y manifiestan sus jóvenes. Vuestra visita es una visita de un valor excepcional. Con Vos viene “la Iglesia Joven”, acompañada de sus Obispos diocesanos, sacerdotes, consagrados y consagradas, en número y representatividad verdaderamente “católica” ¡universal! ¡Cristo, el Señor Resucitado, pasa a nuestro lado!
Y, con la Iglesia de España, os reciben y saludan con los sentimientos de veneración y nobleza propias de un pueblo de bimilenaria tradición cristiana la sociedad española, sus autoridades, extraordinariamente generosas y bien dispuestas en todo lo necesario para la preparación de esta Jornada Mundial de la Juventud, y, sobre todo, la inmensa mayoría de los españoles: ¡el pueblo de España!
¡Bienvenido querido Santo Padre!, ¡Gracias desde lo más hondo del corazón! ¡Madrid y España, la Iglesia
y la sociedad, os acogen con las puertas de sus hogares y de sus corazones abiertas de par en par!
La plegaria de nuestras comunidades de vida contemplativa y de un sinfín de almas buenas nos acompañarán estos días con un exquisito sentido del amor al Papa, a la Iglesia y a sus jóvenes ¡Nos encomiendan al cuidado maternal de la Virgen María, Nuestra Señora de La Almudena, Patrona de Madrid!
¡Muy felices días entre nosotros, querido Santo Padre! ¡Felices en Cristo Resucitado!