Siervas del Hogar de la Madre afectadas por el terremoto en Ecuador

Las Siervas del Hogar de la Madre tenemos tres comunidades en Ecuador. Una en Guayaquil y dos en la provincia de Manabí, en las localidades de Chone y Playaprieta. Ha sido precisamente esta última la más afectada por el terremoto. Allí nuestras hermanas dirigen el Colegio Sagrada Familia, que da formación humana y religiosa a más de cuatrocientos niños del lugar. La vivienda de las hermanas se encontraba en el segundo piso de uno de los edificios que componen las instalaciones del colegio. En el momento del terremoto, a las 18:58 horas (hora de Ecuador) se encontraban en el interior del edificio cuatro hermanas profesas de la comunidad: hna. Estela Morales (40 años, España), hna. Therésè Ryan (36 años, Irlanda), hna. Merly Alcybar (34 años, Ecuador) y hna. Clare Crockett (33 años, Irlanda del Norte) y siete jóvenes postulantes, de origen ecuatoriano: Jazmina, Mayra, M Augusta, Valeria, Catalina, Guadalupe y Mercedes. Todas ellas, además del trabajo en el Colegio, realizan a diario una importante labor humanitaria y de evangelización, que se había multiplicado en los días precedentes al seísmo a causa de las fuertes inundaciones que habían ya devastado la zona, dejando a numerosas familias en una situación de total desprotección. Un amigo de la comunidad nos había escrito días antes en tono admirativo: “He visto a las hermanas, con sus sonrisas de siempre, pero se nota que están agotadas de tanto trabajar”. Al ser periodo estivo en Ecuador no había alumnos en el recinto.

Las primeras noticias que nos llegaron a España – a las 3:10 AM hora española del domingo 17 de abril de 2016, apenas una hora después de suceder el terremoto – fueron que todas las hermanas y postulantes de Playaprieta estaban bajo los escombros. Todas nuestras comunidades – en España, Italia y EEUU – fueron inmediatamente avisadas. Todas las hermanas nos pusimos en oración, rezando ante el Santísimo ininterrumpidamente el Rosario, una hora tras otra.

Poco después llegó la noticia de que la hna. Therésè había sido rescatada con un tobillo fracturado y diversas contusiones. Se escuchaba la voz de la hna. Estela, superiora de la comunidad, y el improvisado equipo de rescate, formado por algunos vecinos, avanzó entre las ruinas del edificio hasta dar con ella. La descubrieron también con un pie roto, la cara amoratada y llena de magulladuras. Pero había algo más. Al sentir el impacto del temblor, la hna. Estela, salió corriendo hacia la capilla para rescatar el Santísimo Sacramento. Cuando ya tenía al Señor entre sus manos todo se desplomó a su alrededor cayendo hasta el piso inferior. Ella había pensado en rescatar al Señor antes que en su propia vida, y el Señor la rescató a ella, de ello estamos seguras. Ambas hermanas fueron inmovilizadas en una casa cercana en espera de poder ser atendidas por un médico.

Los voluntarios escuchaban también a la hna. Merly, a Guadalupe y a Mercedes. Costó mucho más trabajo llegar hasta donde estaban ellas. Ellas se animaban entre sí rezando y cantando al Señor, sobre todo cuando se sentían sofocar por la falta de oxígeno. A la hna. Merly se le derrumbó un muro encima de la cabeza que le produjo una fuerte contusión. Guadalupe y Mercedes sufrieron diversas magulladuras de menor importancia.

Los trabajos avanzaban a duras penas en medio de la oscuridad de la noche, pero eran pocos hombres trabajando con herramientas insuficientes. Las hermanas de la comunidad de Guayaquil, que habían sido afectadas mucho más levemente (apenas un muro agrietado en la residencia de universitarias), se organizaron con un equipo de hombres, miembros de nuestro movimiento “Laicos del Hogar de la Madre”, que con gran generosidad y con peligro de sus vidas (son incalculables las réplicas que se han sentido en la zona, algunas de bastante intensidad), recorrieron en coche, en medio de la noche las tres horas de camino que les separaban de Playaprieta. A su alrededor, el espectáculo era desolador. De Guayaquil y más tarde – cuando se pudo acceder- desde Chone otros grupos de Laicos y amigos del Hogar de la Madre acudieron en auxilio de las hermanas de Playaprieta, que se unieron a los voluntarios del lugar.

Las hermanas llegadas de Guayaquil atendieron en primer lugar a las hermanas y postulantes heridas. El hospital más cercano, el de Portoviejo – capital de la provincia – se había desplomado. El Arzobispo don Lorenzo Voltolini, las acogió en el Obispado, junto con otros sacerdotes y familias que habían quedado sin hogar. Ante la situación en que se encontraba todo Manabí, decidieron trasladar a las hermanas heridas a Guayaquil, para poder recibir una atención médica adecuada. Con la ayuda del grupo de laicos, improvisaron una ambulancia acoplando unos colchones en la parte trasera de una furgoneta, donde acomodaron a las hermanas Estela, Therésè y Merly junto con Mercedes y Guadalupe. Alrededor de las dos de la tarde (hora ecuatoriana) del domingo 17 de abril, acompañadas por dos hermanas de la comunidad de Guayaquil, ingresaban en el hospital. Horas más tarde todas recibieron el alta y se van recuperando poco a poco.

Mientras tanto, se consiguió mejor maquinaria para retirar los escombros. También el Ejército ecuatoriano pudo llegar a Playaprieta para colaborar en las labores de rescate. Pasaban las horas y cada vez era más preocupante no sentir a las hermanas que continuaban bajo los escombros. La preocupación aumentó cuando una réplica de bastante intensidad consiguió desplomar lo que quedaba en pie del edificio.

Quedaban bajo los escombros todavía la hna. Clare y cinco postulantes. Las familias de las jóvenes consiguieron llegar al lugar del siniestro. A las ocho menos diez de la tarde (hora española) llegó la primera temida noticia. Habían localizado el cuerpo sin vida de Jazmina. Nosotras, en España, estábamos rezando las vísperas. Al recibir la noticia, muchas hermanas no pudieron ocultar su emoción. Cuando finalmente una voz consiguió reanudar el rezo, la palabra de Dios brillo iluminando el doloroso momento. No había sido preparado por nosotras, pero sí por la Providencia llena de ternura del Señor. Era el Salmo 111, de las segundas Vísperas del Domingo del Buen Pastor: “No temerá las malas noticias, su corazón está firme en el Señor. Su corazón está seguro, sin temor”. Horas después, alrededor de la una de la madrugada del lunes 18 de abril, nos llegó la confirmación de que el equipo de rescate había conseguido localizar los cuerpos sin vida de la hna. Clare, Mayra, M Augusta, Valeria, Catalina.

Como hermanas que se quieren de verdad, en el Señor, lloramos la pérdida de nuestras hermanas, pero la fe nos asegura que la “muerte no es el final del camino”. La hna. Clare llevaba casi quince años entregada a Dios. Era una hermana generosísima, con un don de simpatía muy especial y con un carisma único para tratar con niños y jóvenes. Las postulantes apenas hacía un año que habían entrado y se preparaban con generosidad para llegar a ser hermanas. Pero a todas encontró el Señor preparadas. Desde que el teléfono sonó por primera vez, pedimos a nuestra Madre del Cielo que las protegiera a todas bajo su manto. No dudamos de que lo ha hecho. Y ahora nuestra mirada se dirige hacia el Cielo, donde esperamos – por la misericordia del Señor – que el Señor las haya recibido.

Aprovechamos la oportunidad que nos brindan estas líneas para agradecer tantas muestras de cariño que estamos recibiendo. En primer lugar en el mismo Ecuador, y desde todas partes del mundo nos llegan continuamente muestras de este afecto. Gracias a todos. Os pedimos oraciones por nuestras hermanas, si aún las necesitan, y por sus familias. Nuestro corazón no se cierra en nuestro propio sufrimiento sino que quiere abrazar el sufrimiento de todo el pueblo ecuatoriano. Pedimos al Señor que el dolor no les escandalice ni les aparte de Él, sino que sean momentos de abandonarse confiadamente, más que nunca, en su amor.

Recen por nosotras, para que seamos verdaderamente lo que tenemos que ser, y vivamos plenamente nuestra vocación de “Esposas del Crucificado”.

Junto a la Cruz, en esta Pascua de la Resurrección del Señor.
Que el Señor y nuestra Madre del Cielo les bendiga a todos.

Hna. Beatriz Liaño, SHM