UN MANDAMIENTO NUEVO – V Domingo de Pascua

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RASGOS DE UNA COMUNIDAD PASCUAL

       Siguiendo el texto de Hechos de los Apóstoles nuestra Iglesia, o nuestra comunidad concreta, debería ser hoy una comunidad de creyentes que se reúnen por su fe en Cristo, por su fe en Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios, por el que tenemos vida, porque Él es el «primero y el último», el Señor de la historia.

        Debería ser una comunidad misionera en crecimiento a la que Jesús le ha dado la misión de ser sus testigos en medio del mundo, a la que infunde su Espíritu para que cumpla el encargo que nos dio, una comunidad abierta y dinámica, una comunidad fraterna y servidora, que continúa haciendo el bien lo mismo que hizo siempre nuestro Maestro, una comunidad que practique la fraternidad y esté siempre al lado de los que peor lo pasan.

      Nuestra Iglesia o nuestra comunidad concreta debería ser hoy una comunidad que se reúne cada domingo para celebrar su fe y su encuentro con Jesús Resucitado, una comunidad sacramental no sólo por la Eucaristía, en la que es alimentada por la Palabra y el Alimento de Vida, sino además por los demás sacramentos, bautismo, confirmación y penitencia, que podemos recibir y que nos transmiten la fuerza y el Espíritu de Jesús.  

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA

1ª LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 14,21b-27 
En aquellos días, Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios. 
En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Predicaron en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquía, de donde los habían enviado, con la gracia de Dios, a la misión que acababan de cumplir. Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe. Palabra de Dios.

COMENTARIO A LA 1ª LECTURA

   El apóstol Pablo sigue proclamando el Evangelio de Jesús en muchos lugares. En todas las comunidades los exhorta y anima a permanecer fieles a la fe y les manifiesta que «es necesario pasar muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios». El apóstol Pablo, junto a Bernabé, van dejando a personas responsables que se hacen cargo de las comunidades fundadas para que aseguren la fidelidad a la fe recibida.                   

SALMO 

Sal 144, 8-9. 10-11. 12-13ab 
R. Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey.
 

  •  lento a la cólera y rico en piedad; 
    el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. R:
  •  que te bendigan tus fieles; 
    que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. R:
  •  la gloria y majestad de tu reinado. 
    Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad. R:

2ª LECTURA

Lectura del libro del Apocalipsis 21,1-5a 
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo. Y escuché una voz potente que decía desde el trono: 
– Ésta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado. Y el que estaba sentado en el trono dijo: Todo lo hago nuevo. Palabra de Dios.

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA

   El apóstol Juan con un lenguaje apocalíptico nos dice que Dios hará un cielo y una Tierra nueva donde no existirá ni el llanto ni el dolor, ni muerte. Dios lo hará todo nuevo. Sin embargo esta realidad que se ofrece no es una realidad «para el otro mundo», para «el más allá», porque Jesús nos dijo que el Reino de Dios está ya en nosotros.                                              

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 13,31-33a. 34-35 
Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: 
– Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. 
Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. 
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros. Palabra de Dios 

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COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO

     Jesús, el Señor, en su testamento, pocas horas antes de morir, no deja normas ni leyes ni pautas ni recetas, sino que nos ofrece «un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado». El mandamiento nuevo de Jesús será la señal por la que se conocerá a sus discípulos.       

PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL

LO QUE QUIERE JESÚS DE SUS SEGUIDORES

      Tú nos quieres hacer, Señor, maestros del amor. Dices que en eso se notará que somos tu gente, en que amamos intensamente, somos tolerantes y comprensivos, no tenemos rencor ni resentimientos, sabemos encontrar lo mejor del otro, nos brotan los detalles de ternura, nos es fácil comprender, sentimos empatía por las personas, no nos cae mal nadie.

      Seremos de los tuyos si sabemos cuidar la amistad, si nos entendemos también con los enemigos, si no somos vengativos ni violentos, si frenamos las críticas y las maledicencias, si hablamos bien de los demás, si a nuestro lado la gente se siente importante.

       Podremos llamarnos cristianos, seguidores de Cristo, porque somos justos y honrados como ciudadanos, porque cuidamos el medio ambiente y la ecología, porque anteponemos el bien de todos al nuestro, porque buscamos el beneficio común antes que el personal, porque nuestra familia es más que los nuestros, porque nada que le ocurre al otro nos deja indiferentes.

       Somos amigos de Jesús cuando tratamos como hermanos a todos los humanos, cuando nuestro corazón palpita misericordiosamente con el mundo, cuando nos has regalado el no ser hijos únicos, sino hermanos de toda la humanidad…

         Así nos quieres Tú, Señor, haznos como Tú. Impulsa en nosotros tu Amor

para que vivamos como auténticos discípulos tuyos.