Guadix, 13 de febrero de 2013, Miércoles de Ceniza
Queridos hermanos cofrades:
Al comenzar la cuaresma, como cada año, quiero dirigirme a vosotros, los que formáis ese extenso y rico mundo de la piedad popular en nuestra diócesis. Mis palabras quieren confirmaros en la fe, mucho más en este año que estamos celebrando, convocados por el Papa Benedicto XVI, el Año de la Fe.
La Cuaresma, camino hacia la Pascua del Señor, es un momento extraordinario para detenernos y reflexionar sobre nuestra fe, sobre la calidad de nuestra fe. En la carta del año pasado ya os hablaba de la fe. Me vais a permitir que este año vuelva sobre el mismo tema, incidiendo en otros aspectos de la fe que profesamos en Cristo Jesús, Señor nuestro.
La fe parte de la iniciativa de Dios que encuentra en la respuesta libre del hombre el terreno propicio para poder crecer y desarrollarse. Por eso, cuando hacemos profesión de fe siempre decimos: “Sí, creo”. Sin embargo, la fe cristiana necesita un campo más amplio en el que alimentar el don de Dios. Decir Creo exige un Creemos. No creo sólo, creo con los otros, creo con la Iglesia. La fe es comunitaria porque así lo ha querido Dios, Dios ha querido salvar al hombre en comunidad (Cf. LG 2). Hemos nacido a la fe por y en la Iglesia. En el bautismo somos acogidos en la gran familia de los hijos de Dios que es la Iglesia. No es válido, porque no es posible, aquello de “Cristo sí, la Iglesia no”. Pues, ¿cómo has conocido a Cristo?, ¿quién te lo anuncia?, ¿quién te lo da cada día?, la Iglesia que es el Cuerpo del Señor, su Esposa. Sin la Iglesia estamos abocados a construir a un Cristo a nuestra medida, según nuestros gustos, deseos o necesidades. En la Iglesia, a pesar de los pecados de los que la formamos, está el Cristo real, Cristo vivo. Desestimar a la Iglesia es consentir que Cristo se vaya desdibujando del alma, sencillamente, porque ya no está en ella.
Las hermandades y cofradías, y los que las forman, se han de distinguir por el amor a la Iglesia, un amor que ha de ser afectivo y efectivo. El desafecto a la Iglesia es el mejor caldo de cultivo para la división y la esterilidad. Las hermandades han nacido y viven en el seno de la Iglesia, y cuanto hacen lo hacen en nombre de la Iglesia. Os invito a renovar vuestra fe en la comunión de la Iglesia, a adheriros con cordialidad y obediencia a su doctrina, y a vivir, a lo largo de todo el año, su vida y acción.
Otro aspecto sobre el que quiero reflexionar, referido también a la fe, es su incidencia en nuestra vida. “La fe no es una teoría que se puede seguir o abandonar. Es algo muy concreto: es el criterio que decide nuestro estilo de vida” (Benedicto XVI, al Consejo Pontificio Cor Unum, 23 de enero de 2006). La fe es criterio y crea criterios, es decir, que la fe cambia al hombre que la profesa, es una realidad que no sólo se comprende sino que se hace vida. Podemos decirlo de otro modo: no se puede creer y vivir como si no se creyera. La fe no es un aspecto de la vida del hombre, un elemento más del que me valgo en momentos concretos, la fe ilumina y conforma todos los ámbitos de la vida del hombre, el personal, familiar, social, profesional, etc. El creyente cuenta con los criterios que le proporciona la fe para mirar y juzgar la realidad. Por eso, no es lo mismo creer que no creer. Creer es sumergirte en una realidad que te supera, y que ilumina tu existencia llenándola de sentido y alegría. Creer es el encuentro con Dios que es amor y que llena tu vida de amor para darlo a los demás.
Un cofrade ha de vivir de la fe, y no dejarse llevar por los pensamientos del mundo o por la moda del momento, que lo más que pueden dar son destellos de verdad, pero no son la verdad. Sólo el Evangelio es verdadero, por eso no muere nunca. Hoy, esas pequeñas verdades pueden ocultar la Verdad que es Jesucristo, pero son efímeras, caerán. Jesucristo, sin embargo, siempre será novedad y vida.
Por último, quiero traer la relación indisoluble que tiene la fe con la caridad. Os invito a leer y difundir el Mensaje del Papa para la Cuaresma de este año que trata sobre este tema, “Creer en la caridad suscita caridad”.
La fe es la prueba del amor de Dios, por eso la fe sólo se hace efectiva y creíble cuando nosotros amamos a Dios y a los hermanos. Si Él nos amó primero, nosotros debemos amarnos como Él nos amó (cf 1Jn 4,10). “El cristiano es una persona conquistada por el amor de Cristo y movido por este amor, está abierto de modo profundo y concreto al amor al prójimo”.
En definitiva, nuestra fe sólo es creíble cuando se expresa en el amor a los demás, un amor concreto, un amor de entrega como la de Cristo. La caridad no es dar sino darse. Nuestras hermandades y cofradías han de vivir la caridad en su seno. En primer lugar la caridad que supone el ser hermano –de ahí el título de Hermandad-. La evangelización es un acto de caridad, por eso, es caridad mostrar a Cristo a aquellos que no lo conocen o que lo conocen mal. También con gestos de caridad, material y espiritual, a aquellos que lo necesitan.
Queridos hermanos cofrades, sólo me queda pediros que viváis estos días con espíritu de fe, lo que exige una vida de oración más intensa, la escucha de la Palabra de Dios, la partipación en la Santa Misa y en el sacramento de la Penitencia, la vida fraterna y la práctica de la caridad.
Os emplazo a realizar la peregrinación a la Catedral, con todas la Hermandades y Cofradías de la diócesis, con motivo del Año de la Fe; así como la participación en el Encuentro convocado por el Papa Benedicto XVI, el próximo 5 de mayo, en Roma.
Con mi afecto y bendición.
+ Ginés García Beltrán
Obispo de Guadix