Celebremos la Nochebuena con alegría cristiana

Celebremos la Nochebuena con alegría cristiana

1.- Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín.

Todos sabemos que las fiestas de Navidad sustituyeron, en su origen, a unas fiestas bulliciosas y desmadradas, llenas de crápula y desenfreno. Eran las fiestas que la sociedad celebraba en honor al sol invicto. Como se creía que el 25 de diciembre comenzaba el solsticio de invierno, es decir, que ese día el sol comenzaba a crecer, pues ese día comenzaban unas fiestas ruidosas y bullangueras, desmadradas, como hemos dicho, fiestas que duraban hasta el fin del año y el comienzo del año nuevo. Los cristianos participaban, como ciudadanos que eran, de la alegría de esas fiestas y también se podían ver envueltos en el clima de juergas y atropellos que se cometían en esos días. Contra estas fiestas quiso luchar la Iglesia y buscó un motivo religioso que pudiera cambiar estas celebraciones paganas por una celebración religiosa.

Estamos a finales del siglo III y comienzos del siglo IV y la Iglesia dice a los cristianos que nuestro sol invicto es realmente Cristo Jesús y que debemos celebrar su nacimiento con más alegría aún que la que demostraban los paganos en memoria del nacimiento del sol. En esos momentos y de esa manera comenzó a celebrarse la Navidad cristiana. Frente a la alegría ruidosa y desmadrada de las fiestas paganas, los cristianos debemos manifestar en estos días una alegría igualmente grande, pero no una alegría pagana y externa, sino una alegría interior y religiosa. Siguiendo este deseo de la Iglesia, también ahora nosotros, los cristianos, debemos celebrar la <nochebuena> y las fiestas de Navidad con una gran alegría humana, interior y exterior. En esta noche santa debemos vestir el alma con traje de inocencia, de ilusión confiada, de fe sencilla y niña, de alegría santa. La alegría es una nota distintiva de estas fiestas navideñas, alegría individual, alegría familiar, alegría comunitaria, alegría interior y religiosa, alegría también social y pública.

 

2.- No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. El principal motivo de nuestra alegría navideña no puede ser otro que la esperanza y la certeza de la venida de un Dios que, por amor, ha venido a salvarnos. Ha venido a salvarme a mí y, por eso, mi alegría es, en primer lugar, una alegría personal e íntima. Sé que, por mí mismo, no voy a merecer la salvación, pero también sé que, por los méritos de Cristo, Dios me va a salvar. Esto es motivo de profunda e íntima alegría religiosa y espiritual; la Navidad es tiempo propicio para experimentar y saborear esta alegría. La alegría navideña debe ser también una alegría familiar, celebrando familiarmente estas fiestas con una especial alegría. De hecho, en estos días de Navidad las familias se acogen y se reúnen con especial alegría. Estas reuniones alegres son un fruto bueno que debemos colgar del árbol de la Navidad. También los cristianos debemos expresar nuestra alegría navideña comunitariamente, como Iglesia de Cristo. Nos reunimos en la iglesia y expresamos nuestra alegría navideña contemplando el belén, cantando villancicos, y, sobre todo, participando espiritualmente en el misterio litúrgico de la eucaristía. En fin, que nuestra alegría debe ser humana, es decir, interior y exterior, íntima y privada, también exterior y pública. Una alegría llena de paz, de fraternidad, de compromiso con los miembros más necesitados del cuerpo de Cristo. Una alegría sin crisis, o a pesar de la crisis, humanamente cristiana y espiritualmente contagiosa. ¡FELIZ NAVIDAD!

 

Gabriel González del Estal

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