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ESPAÑA – Cuaresma, 40 últimos

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Incho y María Jesús viven en Santa Fe (Granada). Ellos y sus tres hijos se visten desde hace años, por opción, con ropa usada. «A veces no es fácil, sobre todo cuando tienes hijos y se alinean con ciertas estéticas. Empiezan a demandar vestir modas y marcas, simplemente como factor de igualación. Entonces es cuando es más necesario explicar el por qué de vestir de segunda mano, y de hacernos conscientes de que, en un mundo con recursos limitados, debemos empezar por aprovechar y ser responsables con aquello que está en nuestra mano cambiar», dice Mª Jesús. «Para nosotros, está siendo una gran experiencia, una forma de mostrar resistencias al sistema y de apostar por fórmulas de austeridad en nuestro día a día», añade Incho. Son pequeñas formas de actuar, pero necesarias. Con pequeñas cosas como éstas, familias así están cambiando el trozo de mundo que nos rodea.

Son cinco matrimonios y un total de 17 vástagos. Nueva Tierra es el nombre que le pusieron, hace ya más de veinte años en Huelva, a un proyecto comunitario que mantiene el objetivo de un estilo de vida evangélico: comparten la vida, los compromisos, la oración… y también los bienes, haciendo bolsa común de todos los ingresos. «La experiencia de compartir los bienes ha sido un proceso casi inadvertido –nos cuentan Gonzalo y Begoña–, que nos ha dejado entre las manos una forma de vida solidaria, generosa y colectiva, a partir del principio de “cada uno según sus posibilidades y a cada uno según sus necesidades”». Esto les ha servido para situarse con mucha libertad ante los bienes materiales: «Hemos aprendido a ser más personas, más gratuitos, más austeros, más generosos». Y también para dejar listos los mimbres para otros elementos que fueron llegando con el tiempo, encajando sin mayor problema en el estilo de vida comunitario: el Comercio Justo y el consumo responsable, el cooperativismo o el decrecimiento, cuestiones con las que este grupo cristiano tiene vínculos muy concretos y a los que dedica mucha parte de su tiempo y de su compromiso.

En otro extremo geográfico, Rubén y José comparten con siete amigos una masía a 25 Km. de Barcelona, en la que se coordinan para trabajar en el huerto o mejorar aislamientos de la casa, además de atender las tareas domésticas. Se trata de una forma cooperativa de habitar que, en su caso, combinan con una jornada laboral reducida fuera de casa: la edición de la revistaOpciones. Una de sus vocaciones es desvelar qué tiene que ver nuestro consumo con las condiciones de vida en países empobrecidos, algo que tiene muchísimos puntos en común con esta campaña. «Investigar para que seamos conscientes de estas realidades y podamos actuar de acuerdo con nuestra moral es nuestra pasión y la de nuestros compañeros», manifiestan.

En los últimos tiempos están surgiendo multitud de iniciativas relacionadas con el consumo responsable, colaborativo, consciente, transformador… Los grupos de consumo, en todas sus modalidades, son algo de todo esto y siempre algo más. El Rincón Lento, además de una referencia en Guadalajara, es un local multiespacio dedicado al consumo responsable (productos ecológicos, artesanía, comercio justo, reutilización, préstamo, trueque…), a la difusión cultural (libros, música, charlas, proyecciones…) y a la creación de tejido social (campañas, tertulias, intercambio de ideas…). Un espacio financiado por las cuotas de sus casi 300 socios, las ventas de la tienda y las múltiples actividades que se realizan en él. «Pero el Rincón es mucho más que eso –nos cuenta Jesús–; es, sobretodo, un espacio de encuentro donde fluye la vida». Todo esto es posible gracias a mucha gente concreta: Analleva el día a día de la tienda; PaulinaSara o Sergio son voluntarios en la tienda; JoseRa lleva la contabilidad; Camarasa y Chechu entre otros ayudan con el bricolaje; MercyCoralie y Juan Carlos hacen cursos y talleres periódicos; Jesús echa una mano con algunos pedidos y organiza charlas junto con Alberto, quien también organiza un cenador vegano mensual… y así un largo etcétera.

Jose Luis vive en Vitoria-Gasteiz y lleva tiempo constatando que la nueva cultura de cooperación y de compartir el conocimiento puede formar parte de nuestra vida cotidiana: más concretamente, en nuestro ordenador. José Luis utiliza software libre, sin depender de grandes multinacionales, como Microsoft. Esto no le impide realizar las tareas cotidianas habituales que podemos necesitar de un ordenador. ¡Y hasta se ha olvidado de problemas como los virus!
El software libre son aplicaciones informáticas gratuitas que se han desarrollado según la filosofía de compartir el conocimiento, permitiendo acceder al código de cómo se ha hecho, y permitiendo también distribuirlo libremente. «Es como hacer un postre magnífico y compartir la receta con nuestros amigos, de forma que pueden aprender de ella, al tiempo que a su vez comparten sus ideas con otros para mejorarla; todos ganamos con este intercambio de conocimiento», nos cuenta José Luis. «Utilizando software libre en nuestro ordenador estamos participando de esa cultura del conocimiento compartido y, de este modo, poniendo nuestro granito de arena para la construcción de ese mundo colaborativo que tanto nos gustaría».

A la hora de construir otro mundo mejor posible, todo es importante y necesario. Hace ahora cinco años, el Centre d’Estudis per a la Pau J. M. Delàs (Barcelona) comenzó una campaña denunciando las relaciones entre los bancos y la industria de armamento. Nos lo cuenta Jordi, su coordinador: «El primer banco al que fueron dirigidas las críticas fue el BBVA, por sus enormes inversiones en armas, lo que dio lugar a la campaña BBVA sin armas. La participación en sus Juntas de Accionistas fue una de las actividades clave de denuncia. Después ampliamos la campaña al Banco Santander e incluso otros grupos se animaron a hacer lo mismo con Banca Cívica, todas ellas bajo el nombre de las “sin armas”. Seguimos ampliando la campaña y emprendimos el estudio de toda la banca. Aparecieron más de 60 entidades financieras en dos informes que dieron lugar a la página de internet www.bancaarmada.org, donde se puede comprobar que en la banca tradicional es difícil encontrar quien no invierta en armas. Todo ello pese a sus políticas de Responsabilidad Social Corporativa. Tan pronto como pude dejé de participar con mis ahorros en la banca armada y me pasé a la banca ética, única opción para mantener la coherencia en este aspecto.»

Josema ha conocido el nacimiento de la Experiencia Cooperativa de Mondragón (Guipúzcoa) durante su vida laboral en la Escuela de Ingeniería de esa localidad. Ha estado buscando un banco que financie proyectos en plan cooperativo y lo haga dando preferencia a los últimos. Y ha encontrado a FiareEn Fiare, además de clientes, hay también socios/as y voluntarios/as. Para saber cómo funcionaba, estuvo en un congreso de 300 personas en Rivas Vaciamadrid en abril de 2012. Allí vio cómo participaba la gente con la convicción de estar creando una entidad financiera propia al servicio de la comunidad. Josema había hecho una aportación a Fiare hace años como cliente, pero quería participar también como socio y como voluntario. Como socio ha pasado a formar parte de la cooperativa de crédito entre Fiare (España: 3.000 socios) y Banca Popolare Ética (Italia: 30.000 socios). Como voluntario, con el apoyo inestimable de Periko, antiguo trabajador de la banca, ha puesto en marcha un grupo en Mondragón dedicado a la promoción de esta entidad de crédito, casi siempre a través del boca a boca. Fiare financia proyectos por valor superior a 27 millones de euros, de los cuales la mayoría son de inserción social.

Otro de los referentes de banca ética es Triodos Bank, que cuenta con 100.000 clientes en España. Entre ellos están Ángel y Begoña (Madrid), desde que se preguntaron qué estaban haciendo los bancos con el dinero de sus ahorros. «Si solo nos mueve la rentabilidad, por un lado estaremos compadeciéndonos del hambre y de las miserias que hay en el mundo y por otro lado, sin darnos cuenta, tal vez estemos financiando alguna venta de armas o a alguna constructora que arrase nuestras costas y naturaleza con el único objetivo de enriquecerse de manera rápida», argumenta convencido este matrimonio curtido en la Plataforma 0,7 %. «La banca solidaria no requiere gran esfuerzo por nuestra parte; mientras seguimos con nuestros compromisos a pie de calle, nuestro dinero ayuda a más gente a donde nosotros no llegamos y está siendo útil para construir un mundo más justo», añaden.


¡Gracias, Señor! Gracias por todas estas personas que vamos conociendo y otras muchas más.

Gracias porque nos muestran, de forma sencilla y concreta, la responsabilidad que tenemos como consumidores.
Gracias por tanta buena gente que, desde su realidad, hace lo que está en su mano para contribuir a otro mundo mejor posible, para que venga a nosotros tu Reino.

 

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