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Homilía en la Misa de Pascua de Resurrección

Basílica Catedral de Lima

Domingo, 31 de marzo de 2013

Señor Nuncio Apostólico, James Green

Muy queridos hermanos Obispos,

Sacerdotes concelebrantes,

Queridos hermanos en Cristo Jesús.

Hoy la Iglesia nos anuncia con gozo que Jesús ha resucitado, no está en el sepulcro, la vida pudo más que la muerte. Hermanos, la resurrección gloriosa del Señor es un hecho histórico, que es la clave para poder interpretar toda nuestra vida, y es el fundamento de nuestra fe. La Resurrección explica el porqué de nuestra confianza en Dios, de nuestra búsqueda de la vida eterna, de nuestro morir con Cristo al pecado para resucitar con Él a la gloriosa eternidad; es todo un modo de pensar, de actuar y de decidir; es el fundamento en el cual se apoya toda nuestra fortaleza, nuestra alegría y nuestra entrega.

Todo lo que Jesús nos enseñó es verdad; porque Él, por encima de todas las fuerzas naturales, demuestra que es dueño del mundo. Esta realidad tiene muchas consecuencias, pero es bueno que las afirmemos hoy con claridad, diciendo: “Señor, creo y espero en ti. Te amo Señor, auméntame la fe”.

La Iglesia recibe esta revelación: Cristo ha resucitado. Y lo repite año tras año para que cada uno de nosotros lo haga realidad en su vida. Cristo vive, ese es el significado de la Pascua. Hemos salido del pecado para vivir de la gracia de Dios; hemos salido de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad, y todo ello por Cristo. No es cualquier libertad, ni cualquier felicidad, es la felicidad de la verdad cristiana.

Esta es la fiesta en la que celebramos nuestra redención, basta que abramos el corazón para pedir perdón. La Resurrección de Cristo nos deja esa enorme luz; por lo tanto, hoy celebramos una gran fiesta de acción de gracias, en la que se une la Iglesia triunfante: todos los santos y santas del cielo, todos los ángeles y arcángeles, todos alrededor de la Trinidad Beatísima y de nuestra Madre la Virgen María. Es una fiesta inmensa en el cielo y también en la tierra.

La alegría de la Resurrección

Por eso, una forma cristiana de vivir la Resurrección es la alegría, que es una forma de dar gracias a Dios por los innumerables dones que nos regala. La alegría es el primer tributo que le debemos de una manera sencilla y sincera.

Demostramos con la alegría que todo lo que tenemos y todo lo que somos viene de Cristo. Con la alegría se abren muchas puertas en los corazones, en el trabajo y en la familia; mucho bien se puede hacer a nuestro alrededor y la alegría es la mejor forma de la caridad. Por eso, con el gozo de la Pascua de Resurrección, vivamos la alegría, ¡Cristo está vivo!

El cristiano vive la reconciliación

Y Dios siempre está en nuestra puerta ofreciendo el perdón en el sacramento de la Reconciliación. Son motivos para estar alegres, porque somos hijos de un Dios vivo. La Resurrección de Cristo se significa con una luz que disipa las tinieblas en el entendimiento para saber comprendernos, para saber perdonar, para saber quitar los odios y las venganzas, es una luz en toda nuestra vida para darnos a los demás.

Toda esa luz de la Resurrección nos lleva a nosotros a proclamar y a anunciar que Cristo vive: “Ir por todos los rincones del mundo”, y más aún, ir por todos los rincones de nuestras almas. Iluminemos bien nuestras almas, para que siempre haya luz, no dejar olvidados esos rincones donde se puede quedar guardada una falta de fe, una pequeña envidia, o algo que no hemos sabido perdonar.

Ir por todos los rincones, e ir a nuestra alma, para que ahí Dios nos ilumine, San Agustín, ese hombre que nos da tantos ejemplos, dice unas palabras que son muy bonitas para este día: “¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo”[1].

Piensa en esto de tener un gran invitado en el alma como Jesús que te puede decir: “tú no estabas”. “Yo estaba en ti, en tu casa, en tus pensamientos, en tus dolores. Yo estaba contigo, pero no te vi a ti”. Cuántas veces esa ausencia nuestra hace que no veamos a Dios que está más presente que nosotros mismos. Dios nunca abandona a sus criaturas, nunca se cansa de buscarnos, nunca dice “basta”, siempre estará buscándonos.

Y decía San Agustín: “Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera”[2]. Que día más bonito para elevarnos por encima de los acontecimientos menudos que tantas veces atraen nuestras pasiones, pecados e inquietudes. Hoy contemplemos las cosas del cielo, Jesús ha resucitado, el dueño de la vida ha vencido a la muerte. Nadie se queda solo porque Dios está con nosotros.

Pero te puede decir: “estoy en tu corazón y no te encuentro”. Hermanos, qué día más bonito para que sepamos en la familia que hoy -de una manera muy especial- Jesús sacó el bien de todas las formas de mal que existen en el mundo. Y Jesús nos dice: “mi resurrección constituye el contenido fundamental de mi mensaje”. Jesús con su misericordia nos mira, nos perdona y nos acompaña.

Hermanos, ser cristianos es vivir de manera pascual y gozosa. No olvidemos -en este día-de felicitar a nuestra madre, María Santísima. ¡Qué gozo de la Virgen de la Alegría al contemplar a su Hijo resucitado! Madre mía, enséñanos, acompáñanos y fortalécenos para saber acompañar a tu Hijo siempre. Te felicitamos con profundo cariño. Madre mía, Madre de la Iglesia, Madre de cada uno de nosotros.

¡Feliz Pascua de Resurrección a todas las familias del Perú!

Así sea.

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