Eres bueno, Senor, cuando nos regalas a tus hijos
lo mejor que tenemos: nuestra vida.
Tu nos la diste, Senor, como un don maravilloso.
En el origen de esta entrega a manos llenas
no cuentas con nosotros, porque no existimos.
Es todo iniciativa tuya,
Plena explosion de amor.
La dejaste en nuestras manos
como un cantaro , lleno de agua fresca para el viaje.
Hoy, han roto el cantaro se brutalmente,
y el agua de la vida se derrama
y corre como un rio de gracia hacia tu encuentro.
En esta noche oscura de la muerte,
nuestros ojos no ven, cegados por el llanto,
pero resisten firmes, confiados,
que vendrá la manana luminosa
de la Resurrección feliz de tu Hijo Amado.
Gracias, Padre,
por sentarle a ERNESTO a tu lado
en el hogar caliente de tu casa,
mientras vamos caminando nosotros a su encuentro.