Lecturas diarias: 24 de Setiembre – Tus palabras

Martes, 24 de setiembre de 2013
Semana 25ª durante el año
Memoria obligatoria – Blanco
Esdras 6, 7-8. 12b. 14-20 / Lucas 8, 19-21
Salmo responsorial Sal 121, 1-5
R/. “¡Vamos con alegría a la Casa del Señor!”

Santoral:
Nuestra Señora de la Merced

Tus palabras

Que tus palabras sean como aguas
mansas pero en constante movimiento,
que con paciencia se van abriendo camino.

Que sean una bendición para los campos áridos,
que sean dadoras de vida para todas las plantas
que se nutran de tus palabras convertidas en agua.

Que con dulzura se introduzcan en la vida
de los sedientos, que necesitan de un trago
para seguir viviendo, no te fijes quién
se aprovecha de ellas, simplemente fluye.

Las palabras pueden ser una poesía,
una frase célebre, un consejo, un cuento,
una felicitación, una reflexión, incluso
hasta un chiste, sin embargo deben seguir
un cauce de amor para que llegue a todos.

Tus palabras pueden ser también,
en un momento dado, como las aguas
que bajan con fuerza, velocidad y,
en grandes cantidades, destructivas
y mortales, pues a su paso se desbordan
y ahogan.

Esta diferencia la marca los sentimientos
que nos embargan en el momento que
las emitimos, de cada quien depende
que nuestras palabras den vida o,
por el contrario, destruyan y asesinen.

Transformémonos igual que el agua,
que nuestras palabras y pensamientos,
cuando no sean positivos, se conviertan
en hielo, y queden mudas y estáticas.

Que cuando sean para compartir,
éstas sean líquido, que se usa
para conservar y crear la vida.

Y que sean vapor, cuando queramos
que lleguen a las alturas, para que el Buen Dios,
las distribuya más sabiamente,
en forma de lluvia, a todos sin distinción.

Benditas sean todas las palabras
de amor que de ti procedan,
pues eso demuestra que tu corazón
está en buenas manos…

Liturgia – Lecturas del día

Martes, 24 de Setiembre de 2013

Terminaron la Casa del Señor y celebraron la Pascua

Lectura del libro de Esdras
6, 7-8. 12b. 14-20

Darío, rey de los persas, escribió a los gobernadores de la región que está al otro lado del río Éufrates:
«Dejen trabajar en esa Casa de Dios al comisionado de Judea y a los ancianos de los judíos. Que se reconstruya esa Casa de Dios en el mismo sitio. Éstas son mis órdenes acerca de la conducta que ustedes deben observar frente a los ancianos de los judíos, para la reconstrucción de esa Casa de Dios: los gastos que ellos hagan serán pagados totalmente y sin interrupción de los fondos reales, utilizando los impuestos percibidos en la región del otro lado del Éufrates. Yo, Daría, he promulgado este decreto. Que sea cumplido estrictamente».
Los ancianos de los judíos llevaron adelante la obra, bajo el impulso del profeta Ageo y de Zacarías, hijo de Idó. Así terminaron la construcción, conforme a la orden del Dios de Israel y a los decretos de Ciro y Darío. La Casa fue concluida el día veintitrés del mes de Adar, en el sexto año del reinado de Darío. Todos los israelitas -los sacerdotes, los levitas, y el resto de los repatriados- celebraron alegremente la Dedicación de esta Casa de Dios. Para su Dedicación, ofrecieron cien novillos, doscientos carneros y cuatrocientos corderos. Además, ofrecieron doce chivos, según el número de tribus de Israel, como sacrificio por el pecado de todo el pueblo.
Después establecieron a los sacerdotes según sus categorías ya los levitas según sus clases, para el servicio de Dios en Jerusalén, como está escrito en el libro de Moisés.
Los repatriados celebraron la Pascua el día catorce del primer mes. Como todos los levitas se habían purificado, estaban puros e inmolaron la víctima pascual para todos los que habían vuelto del destierro, para sus hermanos los sacerdotes y para ellos mismos.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 121, 1-5

R. ¡Vamos con alegría a la Casa del Señor!

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la Casa del Señor»!
Nuestros pies ya están pisando
tus umbrales, Jerusalén. R.

Jerusalén, que fuiste construida
como ciudad bien compacta y armoniosa.
Allí suben las tribus,
las tribus del Señor. R.

Según es norma en Israel
para celebrar el Nombre del Señor.
Porque allí está el trono de la justicia,
el trono de la casa de David. R.

EVANGELIO

Mi madre y mis hermanos
son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican

a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
8, 19-21

La madre y los hermanos de Jesús fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud. Entonces le anunciaron a Jesús: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte».
Pero Él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican».

Palabra del Señor.

Reflexión

Esd. 6, 7-8. 12. 14-20. Darío ordena que no se interrumpa el trabajo de la reconstrucción del templo de Dios en su antiguo sitio; y una vez concluido se realiza su dedicación mediante varios sacrificios. Y se celebra la Pascua, como signo del final del destierro, e inicio de un nuevo caminar en la libertad.
Dios nos llama para que, por más que nos veamos acosados por una serie de diversas tentaciones, jamás dejemos de esforzarnos, ayudados por su Gracia y su Espíritu, en hacer de nuestra vida personal y de toda la comunidad de creyentes, una digna morada para Él.
Entonces seremos dignos de celebrar el Memorial de su Misterio Pascual, pues la vida de la Iglesia se construye en torno a la Eucaristía; sin ella la vida y el apostolado de la Iglesia no tiene significado alguno, pues, finalmente la Eucaristía nos hace pregustar los bienes eternos, ya que la vida de la Iglesia se encamina a la celebración del Banquete eterno, Pascua que ya no acaba, pues el Cordero de Dios iluminará para siempre nuestra vida por los siglos de los siglos.

Sal. 122 (121). Qué alegría estar nuevamente en Jerusalén; qué alegría poder en ella alabar al Señor en su templo; esta es la razón por la que se buscará la felicidad de esa ciudad, pues de ella recibimos la paz y la felicidad.
Nosotros, creyentes en Cristo, hemos recibido la paz, el perdón, la misericordia de Aquel que no rehuyó manifestarnos su amor hasta el extremo, yendo a Jerusalén, pues no es bueno que un profeta muera fuera de Jerusalén.
Dios nos quiere entregados en favor de los demás; hemos de ser para ellos motivo de paz y de felicidad; jamás motivo de tristeza, dolor, sufrimiento y muerte, pues Jesús no nos envió a destruir, sino a construir su Reino de justicia, de santidad y de paz.

Lc. 8, 19-21. María, la Mujer siempre fiel a la Voluntad Divina; aquella que escuchó la Palabra de Dios y, llena de amor, le dice al Señor: He aquí tu esclava, hágase en mí según tu Palabra, es para nosotros el modelo de todo aquel que ha sido redimido y salvado; y no lo es sólo por su Maternidad Divina, sino también por su fidelidad a Dios. Ella, más que cualquiera de nosotros, es la que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica; por eso es bienaventurada. Por eso se dice que, antes que concebir al Hijo de Dios para que se hiciera hombre en su seno, lo concibió en su corazón.
Las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy, más que constituir un desprecio hacia su Madre, se convierten en un descubrir la grandeza de María ante Dios especialmente por su amor fiel.
Dios no toma tanta importancia al lugar, tal vez muy importante, que ocupemos en su Cuerpo, que es la Iglesia, sino a nuestra fidelidad que nos hace testigos y signos creíbles de su amor ante nuestros hermanos.
En esta Eucaristía no sólo hemos llegado a los umbrales del templo para celebrar a Aquel que es nuestra reconciliación y nuestra paz; sino que por medio de Cristo Jesús nos acercamos hasta el Misterio de Dios, y no como esclavos sino como hijos.
El Señor no sólo se nos muestra para que le demos culto, sino que nos hace entrar en comunión con Él de tal forma que se convierte para nosotros en nuestro Camino de salvación. Él, a pesar de nuestras infidelidades, nos concede el perdón y la paz.
Que su vida, en nosotros, no se convierta en esterilidad, sino que encuentre en nosotros un terreno fértil capaz de producir abundantes frutos de salvación para que la paz, la felicidad, la armonía y el amor, que proceden de Dios, llegue, por medio de su Iglesia, a todos los pueblos.
El Señor nos hace partícipes de su vida. Pero esa vida es para hacerla parte de nuestra existencia, que manifieste nuestra fidelidad a la Palabra y al Amor recibidos no sólo con actos de culto, sino con nuestras obras buenas, convertidas en una continua alabanza al Nombre de Dios.
Ante Dios no contará sólo el culto que le tributemos en el templo; junto con nuestra alabanza hemos de pasar haciendo el bien si no queremos que al final el Señor nos diga que no nos reconoce, no tanto porque no nos hayamos sentado a su Mesa y lo hayamos escuchado por las plazas, y en su Nombre hayamos, incluso, expulsado demonios, sino porque nuestra vida se convirtió en un obrar la iniquidad, haciendo, así, por desgracia, que nuestras obras personales no concordaran con aquello que anunciábamos.
Vivamos y caminemos en la justicia y en la paz, de tal forma que, ya desde la construcción de la ciudad terrena, vayamos construyendo entre nosotros el Reino de Dios que, en la eternidad llegará a su Plenitud cuando, reunidos como hijos en torno a nuestro Padre, junto con Jesús sea Él nuestra la Paz eterna.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir, a ejemplo de ella, escuchando su Palabra y poniéndola en práctica hasta que, finalmente, alcancemos los bienes eternos y gocemos, así, de la Bienaventuranza sin ocaso. Amén.

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