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PREDICAR EL PERDÓN Y LA CRUZ EN TIEMPO DE MUJERES GOLPEADAS

MARIA CECILIA JAURRIETA, Orden Franciscana Seglar, raices885@gmail.com

ARGENTINA.

ECLESALIA, 04/06/13.- La comunicación es un arte difícil. Y la predicación en una homilía comparte muchas de sus limitaciones. Uno de los tantísimos aspectos que intervienen tiene que ver con los malentendidos y sobreentendidos. El malentendido hace alusión a lo que el receptor del mensaje entiende en forma muy distinta de lo que el emisor dijo o quiso decir. En el sobreentendido el emisor cree que el receptor entiende lo que dijo, de la misma manera que quiso decirlo. Todos nos hemos visto envueltos en estas situaciones. Las mamás tenemos una casuística maravillosa y a pesar de nuestra experiencia volvemos a equivocarnos una y mil veces. Por eso entre las reglas para una buena comunicación están las de aclarar siempre y no dar nada por sobreentendido.

Convengamos que desde la predicación de un texto evangélico es muy difícil no caer en malentendidos y sobreentendidos. Me pregunto si las bellas exegesis, tan útiles para llenar nuestra sed de la Palabra de Dios, no acometen con la difícil tarea de encarnar el mensaje, precisamente por eso, por ser muy difícil. Necesitaríamos habilitar un tiempo extra luego de la Eucaristía para satisfacer todos los cuestionamientos que pudieran surgir.

¿Cómo entiende la prédica del perdón una mujer maltratada?

Entre los textos evangélicos más difíciles de “ajustar” a la mentalidad del participante, están aquellos que se refieren al perdón, al poner la otra mejilla, el perdonar setenta veces siete, el de negarse a uno mismo y tomar su cruz, el de no juzgar para no ser juzgados…

Quiero aclarar que el perdón sin condiciones que nos enseña Jesús forma parte de mis convicciones más queridas. Además tratar de ser imitadores del Padre, que perdona siempre, Jesús nos invita a sacarnos del corazón la emoción más nefasta, la más destructiva: el odio.

Sin embargo al ocasional predicador especialmente, el de los grandes santuarios, me gustaría presentarle a esa mujer (o victima de la violencia familiar): Seguramente padece desde hace años esa cruz, seguramente no tiene confianza con nadie como para compartir semejante vergüenza, seguramente ha ido a la Iglesia a llorar, a tener un poco de paz. Y tal vez, escuche alguna de estas frases muy rara vez puestas en el contexto de su vida.

Acá volvemos a la comunicación. Todos nos comunicamos por palabras. Pero dicen los que saben que nuestra comunicación es en un 90 % gestual. Esa mujer que intenta separarse de su victimario, vuelve a su casa con la necesidad de confirmar un perdón “de palabra” con un “gesto” mucho más elocuente: la convivencia.

La cohabitación tal vez fue interrumpida por la violencia desatada que la llevó a la guardia de un hospital, o a la casa de una amiga. Esa mujer tiene la necesidad de perdonar porque los victimarios, en su gran mayoría, piden perdón y prometen no volver a la agresión. Además acaba de escucharlo en la prédica de la iglesia sin que nadie se acuerde de ella y su circunstancia.

La mujer siente culpa si no expresa ese perdón. No sabe (o elige no saber) que el agresor tiene una conducta que no puede controlar. Ese sobreentedido o malentendido, podría convertirse en una trampa mortal. Solo en la Argentina cada 48 horas una mujer muere por acción de su actual o anterior pareja. Aquellas relaciones violentas con final feliz solamente lo fueron luego de la admisión del problema y posterior abordaje terapéutico de ambos.

El papel de las iglesias

La Conferencia Episcopal de los Estados Unidos ha emitido un documento en el que proporciona precisas indicaciones al clero y demás líderes religiosos sobre cómo predicar y cómo proceder en las situaciones de violencia domestica. Su versión de 1992 se actualizó en el 2012. Se llama ”Cuando una mujer golpeada pide ayuda”.

El texto recoge entre otras, tres constataciones: que la pareja violenta, a pesar de ser intrínsecamente controladora, acepta que la víctima asista a los servicios religiosos de su iglesia; que la pareja violenta manipula a su conveniencia mensajes evangélicos como el del perdón; que los curas no predican adecuadamente este tema para no recibir demandas de ayuda que no pueden satisfacer.

Desde el lugar del feligrés atento a la predicación de estos temas tan espinosos uno tiene la percepción de que los mismos predicadores no tienen en cuenta el valor de la homilía y el efecto transformador que tiene en su ocasional audiencia. Cuando predican sobre estos temas ¿no podrían hacer un aparte para encarnar el mensaje de Jesús de manera que estos particulares destinatarios, ni los sobreentiendan ni los malentiendan?

Entre las recomendaciones figura el de tener a mano las direcciones de los servicios de atención a las víctimas y más aun, los refugios para las situaciones de emergencia.

La buena noticia

Solamente Jesús es capaz de transformar y sanar nuestras heridas emocionales. Esas que abundan tanto en la víctima como en su agresor. Solo Jesús es capaz de hacernos sentir que gracias al misterio de la Redención, hemos sido llamados a vivir como seres portadores de las mayor de las dignidades, la de ser hijos e hijas de Dios.

Por eso si bien los recursos sociales que aportan todos los organismos involucrados en la lucha contra la violencia domestica son útiles, ninguno es efectivo si no se enciende una luz en ambos protagonistas.

La primera en arder es el “¡basta!” de la víctima que pone un límite a una forma de convivencia inhumana. La segunda puede –o no- encenderse cuando la segunda víctima – el victimario- reconoce su propia fragilidad y emprende un camino de cambio

Tareas para un presente mejor

Aunque se conciba como difícil ó imposible- la buena noticia es también la de que no hay finales cerrados al misterio del hombre: para Dios no hay imposibles. Somos nosotros, los seres humanos quienes tenemos que hacer la conversión imprescindible que incluye:

Involucrarnos para que el otro recorra el camino de su re dignificación. Si una mujer golpeada y su victimario únicamente se separan están destinados a multiplicar el número de víctimas: si no sanan, ambos recomenzaran convivencias con otras parejas, tendrán hijos y como una epidemia sin control realimentaran el círculo de la violencia social.
Privilegiar una pastoral que promueva la autoestima de la víctima, sea varón o mujer. Tanto la capacitación laboral para la independencia económica, como las estrategias de educación en la autoestima son recursos imprescindibles que forman parte de las historias con final feliz.
Considerar la posibilidad de destinar o compartir edificios desocupados para ser utilizados como refugios. Es este el punto más débil de las políticas que luchan contra la violencia doméstica. Existe, lamentablemente la convicción de que son los otros –el Estado, por ejemplo- los que tienen que ocuparse. Dios nos pedirá cuentas a nosotros de lo que hicimos, no a los otros…
“Soy yo, acaso, el guardián de mi hermano” (Génesis 4,9) Aquella pregunta con que Caín intento evadirse de la responsabilidad del homicidio de Abel, viene siendo la actitud negadora con que una generación tras otra pospone su compromiso de amor con el hermano concreto. Solo los santos supieron dar respuestas creativas y audaces a enormes problemas sociales. La galería incluye desde redimir cautivos hasta enseñar a comunicarse a sordomudos, pasando por la atención de los leprosos o la eterna lucha contra el hambre.

Quienes creemos con San Pablo que somos ”Templos de Dios y que el Espíritu de Dios” habita en nosotros (1 Cor 3,16) deberíamos reflexionar sobre tantos pecados de omisión contra la dignidad del hombre. Tal vez dejarían de ser ignorados si nos atreviéramos a encarnar el evangelio en las realidades cotidianas… Pero para asumirlas hay que conocerlas de verdad. Como dice un fraile amigo:”nunca prediques si no conoces el precio de un kilo de papas”.

Mensaje a una víctima de violencia doméstica (para colocar en la puerta de todas las iglesias)

El perdón es un don que se pide a Dios: no es un esfuerzo de olvido, de no aceptación o de negación sino una liberación interior para no someterse a las consecuencias de aquello que una vez nos hirió.
Sólo el perdón nos libera de su indiferencia, el resentimiento, el rechazo, la negación, el deseo del mal y del odio. Hay que perdonar para no seguir torturando el propio corazón.
Si al menos no querés perdonar por el otro, hacelo por el bien de tu propio corazón, el cual no merece que siga sufriendo un viejo dolor.
Perdoná al otro por vos. al menos así tendrás más salud espiritual.
El perdón es una gracia que se pide a Dios y se recibe. No hace falta nada más.
NO ES NECESARIO NINGÚN GESTO PARA CON EL OTRO. EL PERDÓN NO REQUIERE NECESARIAMENTE DE RECONCILIACIÓN, LA CUAL NECESITA DE LA PRESENCIA EL RE-ENCUENTRO, EL DIÁLOGO, LOS GESTOS, EL » HACER LAS PACES» el otorgarse nuevamente una renovación de confianza mutua y brindarse recíprocamente una segunda oportunidad.
La reconciliación siempre requiere del perdón, pero al perdón NO LE ES NECESARIA LA RECONCILIACIÓN. EL PERDON REQUIERE SOLO A UNO, LA RECONCILIACIÓN A DOS O MÁS.
Hay historias de las cuales NO SE VUELVE. No hay vuelta atrás, no conviene resucitar viejas heridas y añejos traumas. AVECES ES MEJOR DEJAR ATRÁS TODO Y TOMAR OTRO RUMBO. Para este tipo de situaciones hay que dar el perdón aunque no sea posible la reconciliación.
Perdoná por vos y tu corazón. Liberate de la historia de heridas que siempre vuelven, te arrastra al pasado y no te deja seguir. Liberate emocionalmente del recuerdo. Liberate psicológicamente del peso. Liberate espiritualmente de la culpa, la vergüenza, la angustia, la frustración y el miedo. Permitite ser otro. Cambiá todo lo que necesitás.
Empezá de nuevo una y otra vez. No dudes de amar, después de todo, sólo el amor es la única realidad humana de la cual no tenemos que arrepentirnos. En el amor siempre encontrás la esperanza. En el amar hay siempre algo de felicidad. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Fuentes
Cuando pido ayuda: una respuesta pastoral a la violencia contra las mujeres- Conferencia Episcopal de los Estados Unidos de Norteamérica-1992, actualizada en el 2002- En el buscador colocar When I call for help-NBC- Se accede a la versión en castellano del documento más antiguo
Rosa y José-una historia de amor y violencia- Editorial San Pablo
¿Por qué me pegas? Viacrucis de una mujer golpeada- Misiones Franciscanas Conventuales
Entrevista a la Subcomisaria Adriana Melo, Comisaría de la Mujer Municipio de Avellaneda- Provincia de buenos Aires
Aporte de la periodista Gladys Salerno- Celebra la vida- Radio Cadena AM1470 Lanus

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