¿Qué es catequizar? | Catequistas

¿Qué es catequizar? – Catequistas

La catequesis es un «ministerio de la Palabra» en la Iglesia. Por eso entra en el mandato evangelizador de Jesús.

Recoge, pues, en general todos los rasgos de la evangelización y por eso es desafío permanente del Espíritu.

Es participación en la misma misión de Jesús y entra de lleno en la misión de la Iglesia que es, como la de Jesús, anunciar la salvación y el amor de Dios.

1. Definiciones de la Catequesis

Definir la catequesis no es tarea sencilla, como no lo es definir otras realidades religiosas: fe, oración, moral, conciencia, sacramento, liturgia, etc. Es más fácil describir, comentar y comparar que definir. Pero es bueno hacer un intento

Juan XXIII

Juan XXIII la definió como «Enseñanza ordenada y sistemática de la doctrina cristiana revelada por Dios y transmitida por la Iglesia para ser conocida y vivida cada vez más profundamente» (Disc. al Congreso Cateq. Internacional de Venecia. 1961)

Los elementos de esta definición van a ser claves en la comprensión y clarificación del concepto de catequesis.

– Se resalta la dimensión intelectual de «enseñanza» y por lo tanto su carga de instrucción y de formación.
– Se recoge la doble realidad del orden y de la sistematización en esa enseñanza y se alude a lo que diferencia la catequesis de otros ministerios de la Palabra: predicación, reflexión teológica, celebración litúrgica, anuncio evangelizador.
– Se precisa el objeto de la catequesis que es la «doctrina» de Cristo, no las opiniones teológicas o los consejos ascéticos, sino aquello que es obligado creer.
– Y se clarifica que esa doctrina tiene la doble cualidad de ser «revelada» y de ser «transmitida» por la Iglesia, que la ha recibido para darla a los hombres.
– Se pone de manifiesto la finalidad que motiva la transmisión, que es doble: conocer la doctrina y vivir según sus consecuencias.
– Y se alude a la progresión, es decir a la intención de hacerlo «cada vez más profunda y vitalmente».

Pocas definiciones o frases aclaratorias se han pronunciado por parte de la autoridad eclesial con tanta precisión, estructuración y clarificación como esta.
Y con ser clara y sugestiva, no deja claramente resaltados otros aspectos necesarios: sujeto, ámbito, método, condiciones

Otras definiciones

Pueden ser de muy diversos estilos, alcances y configuración intelectual. El «Directorio general para la catequesis» reconoce que «la concepción que se tenga de la catequesis condiciona profundamente la selección y organización de contenidos (cognoscitivos, experienciales, comportamentales), precisa sus destinatarios y define la pedagogía que se requiere para la consecución de los contenidos» (N? 35).

– El «Directorio internacional de pastoral catequética», de 1971, la definía como «La acción eclesial que conduce a las comunidades y a los cristianos en particular a la maduración de la fe». Es el segundo ministerio de la Palabra. Antes viene la evangelización o primer anuncio y luego viene la celebración u homilía y la profundización o Teología. (N? 17)

– La Congregación Romana para la Evangelización de los Pueblos entendía en 1993 en su ¿Guía para los catequistas? la acción catequística como: la instrucción religiosa, la preparación a los sacramentos, la promoción de la oración y de las obras de caridad, que ayudan a los bautizados a crecer en el fervor de la vida cristiana ( N? 1)

– Y el «Directorio General» de 1997, que pluraliza y diversifica los conceptos y las interpretaciones, entre las muchas ideas definitorias que presenta, la entiende como «la acción que promueve y hace madurar la conversión inicial, educando en la fe del convertido incorporándolo a la comunidad de fe» (N? 61)

– Los viejos catequistas la miraban en su dimensión más intelectual. Daniel Llorente decía: «Es la enseñanza metódica y educación religiosa de los niños y jóvenes y de las personas adultas poco instruidas en la religión.» (Tratado dePed. Cateq. Lecc. 1)

– Pío X la concebía en forma moral como «acción de comparar lo que Dios manda obrar y lo que los hombres hacen, de modo que, con el ejemplo de la Sda. Escritura o de la vida de los santos, se enseña el camino que aleja del vicio y ayuda practicar la virtud». (Encíclica Acerbo Nimis)

– Y Juan Pablo II la entiende EN 1979 como «La educación de la fe de los niños, jóvenes y adultos en la doctrina orgánica y sistemática para lograr la plenitud de la vida cristiana». (Catech. Tradendae 18).

– Los Obispos suramericanos la socializaban y decían en 1968 en Medellón: «Es la acción por la cual un grupo humano interpreta su situación, la vive y la expresa a la luz del Evangelio.» (Renov. De la Catequesis)

Y también los Obispos de Latinoamérica, cuarenta años después, dentro de su visión un tanto clerical de la Iglesia entendieron en su Documento del CELAM en Aparecida en el 2007 el siguiente concepto de la formación religiosa. La iniciación cristiana es la manera práctica de poner en contacto con Jesucristo y puede revestir formas de catecumenado bautismal para los no bautizados o formas de catecumenado postbautismal para los catecúmenos no suficientemente catequizados en los misterios de la fe. Esta segunda forma está estrechamente unida a los sacramentos de la iniciación cristiana, bautismo, confirmación y eucaristía (Aparecida 2007. N? 288)

Entre las definiciones más intelectuales y las más morales, las que hacen referencia a la comunidad en que el creyente se integra y las que presuponen una dimensión más de fe, la variedad es grande. Incluso se puede decir que no es posible una definición entitativa, aunque se hayan formulado muchas descriptivas y fenomenológicas, puesto que decir lo que es resalta abstracto y describir lo que se hace es más cómodo.

2. Rasgos esenciales

Con todo interesa aclarar la identidad de la catequesis, pues de ello depende el que se pueda clarificar la identidad del catequista, del acto o proceso catequístico y de la perspectiva en la que se sitúe el concepto de catequizando.

Hay aspectos o elementos en el concepto de catequesis que deben ser resaltados y en los que todos llegan a una concordancia, sobre todo si se la mira como labor primordial en la Iglesia.

Pablo VI dijo: «Evangelizar constituye la dicha y vocación de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar». (Evangelii Nuntiandi 1)

La catequesis se presenta como singular ministerio de la Palabra y, por lo tanto, no es una acción superficial y fugaz. Su naturaleza evangélica es el rasgo radical. Se identifica con la oferta de la buena nueva, al paso que la aleja de cualquier visión proselitista, apologética, indoctrinadora, meramente informativa o
socializadora.
Los rasgos comunes a toda acción evangelizadora quedan recogidos por Pablo VI de manera sugestiva:
«Es un proceso complejo, con elementos variados:
– renovación de la humanidad….
– testimonio, anuncio explícito…
– adhesión del corazón…
– entrada en la comunidad
– acogida de los signos…
– iniciativas de apostolado… (Evangelii Nuntiandi, N? 24)

Los Obispos Espa?oles, tambi?n se hicieron eco de esos signos claros:
«Se entiende, pues, por evangelizaci?n el proceso total, mediante el cual la Iglesia, Pueblo de Dios, movida por el Esp?ritu Santo:
– anuncia al mundo el Evangelio del Reino de Dios…
– da testimonio ante los hombres de nueva manera de ser y vivir…
– educa en la fe a los que se convierte a El y viven seg?n su esp?ritu…
– celebra (mediante los sacramentos en comunidad) la presencia del Se?or Jes?s y el don del Esp?ritu…
– impregna y transforma con toda su fuerza el orden temporal». (Catequesis de la Comunidad. 24-29)

Uno y otro documento hablan de evangelizaci?n como de un proceso e introducen en esa acci?n la catequesis como una forma selecta que sigue cronol?gicamente al primer anuncio.
Los rasgos peculiares y espec?ficos de la acci?n catequ?tica son m?s iluminadores, precisos y exigentes.

Dimensi?n misionera.

Es la proyecci?n, la apertura al misterio cristiano de la persona libre, infantil o adulta, al resultar formada, consolidada y comprometida. Se entiende como «anuncio misionero», el cual representa el primer paso de un camino, la llamada inicial a una vida, la proclamaci?n alegre de una novedad, el ofrecimiento gratuito del mensaje de Cristo cuando se ha comprendido su valor.

La necesidad de anunciar el misterio de Jes?s se encuentra, pues, en el coraz?n de la Iglesia. La catequesis conduce hacia esa necesidad. Por eso informa, instruye, ilumina, orienta, sugiere, ofrece formas de vida y pensamientos a la luz de la fe. Pero esa necesidad no se identifica con la «predicaci?n». Se expresa por el testimonio de los cristianos, que es m?s aut?ntico cuanto mayor es su formaci?n de criterios, la promoci?n de virtudes y la apertura a relaciones.

Cuando este anuncio provoca en quien lo recibe un deseo de conocer a Jes?s y de seguirle, la personas as? «convertida» es creyente. Y cuando se siente la nece?sidad de compartirlo con los dem?s, entonces la persona se hace ap?stol. A partir de esa fe proyectiva, comienza la madurez cristiana.

Variedad y analog?a

La catequesis puede orientarse de variadas formas seg?n la situaci?n de los
catequizandos. No se entiende la catequesis como algo compacto, un?voco siempre equivalente, pues los destinatarios de la misma pueden moverse en diversidad de situaciones.

– Unas veces la «labor catequ?stica» es roturar la tierra, pues los destinatarios, aunque bautizados, apenas si tienen ingredientes cristianos en sus vidas. Puede deberse a ignorancia, al vicio, al abandono o a la simple indiferencia que impide una situaci?n de partida propia del creyente.
Acontece as? en ambientes indiferentes y poco religiosos, en los que lo cristiano se halla oculto por la indiferencia social. Se precisa all? una catequesis de novedad, de primer anuncio. La labor educativa se mueve en la frontera de la evangelizaci?n.
– Otras veces la «acci?n» exige colaborar con los diversos agentes que aportan nuevas semillas en la vida de los destinatarios, y se entrelazan las acciones de diversos agentes: familias, parroquias, escuela y el entorno social. Entonces la catequesis es de construcci?n, de progreso y edificaci?n. Con m?s o menos coordinaci?n los sujetos reciben aportaciones de variadas fuentes.

– En ocasiones hay que formular la catequesis de forma recuperadora, pues los «potenciales catequizandos» se han alejado de la fe o de la virtud, aunque conservan algunos rescoldos cristianos.

Cuando se trata de desenterrar valores que existieron y los vicios o el error destruyeron, la catequesis se puede llamar de «restauraci?n». Es el caso de la «reeducaci?n cristiana» de los alejados por la herej?a o el vicio, de los que han sido v?ctimas de corrupci?n moral o ideol?gica, de los alejados de la fe cristiana o de las virtudes b?sicas. Todos ellos necesitan algo m?s que un maquillaje espiritual. Necesitan una curaci?n.

Sinton?a vital y mental.

Toda catequesis implica no s?lo sinton?a sino tambi?n sincron?a de lo vital y de lo mental. Sinton?a equivale a coherencia y concordancia en los tonos, formas e intensidades. Y sincron?a alude a los tiempos, ritmos y procesos.

La catequesis tendr? siempre que cuidar la dimensi?n de instrucci?n y de formaci?n, pues conduce por su naturaleza a conocer cada vez mejor el mensaje evang?lico. Pero implica la dimensi?n vivencial: la que conduce a asimilarlo, a convertirlo en vida el mismo tiempo que se conoce y en proporci?n a la intensidad del conocimiento.

Precisamente este es un rasgo significativo en la tarea catequ?stica. Si se desajusta la armon?a, se anula la eficacia catequ?stica: o se vive lo que no se conoce y se cae en el ritualismo; o no se vive lo que ya se conoce y se incurre en el hedonismo y en el indiferentismo.

Resonancia personal

La catequesis requiere claro y decidido sentido de acercamiento individual. En la medida en que atiende a las personas, y no s?lo a los grupos, es catequesis cristiana, viva, din?mica, comprometedora. Es peligroso hablar de catequesis a la medida de cada uno. Pero m?s nocivo es hacer una catequesis impersonal, ritualista, de cristiandad sociol?gica m?s que de cristianismo personal.

Lo catequ?stico tiene como objetivo la educaci?n de la fe. Y el concepto «fe» como el concepto «educaci?n» no son asumibles sin la referencia personal en el contexto de la fe eclesial. En esa dimen?si?n personalista es donde reside su riqueza espiritual y lo que diferencia la catequesis de otros conceptos cercanos como son «instrucci?n, adoctrinamiento, inculturaci?n, cristianizaci?n», etc.
Por eso en catequesis es decisivo el trato personal, el acercamiento, el encuentro con el creyente que madura. Se debe este criterio a la certeza de que Dios ama a cada hombre individualmente y de que lo primero que debe importar al educador de la fe es la identidad y la situaci?n de cada persona.

Sin sentido personal, el amor evang?lico no puede entenderse y desde luego no puede ponerse en funcionamiento. Toda catequesis es eclesial por su naturaleza. Pero la Iglesia es la unidad de todos, no la colectividad.
3. Catequesis como proceso

Los rasgos y condiciones apuntadas hacen pensar en que la catequesis como tal es un proceso seguido durante un tiempo largo. No es acci?n fragmentaria y coyuntural. Es como un camino, no como un encuentro o una circunstancia. Implica un tiempo largo, con etapas graduadas, con diversidad de ritmo, incluso con desigualdad de resultados personales. Por eso la catequesis debe ser entendida como una ruta con se?ales, como una sucesi?n de momentos que se van superando.

– Un cristiano, un catequista, un creyente, no se hacen «en un d?a». La pedagog?a de Dios ense?a que es mejor avanzar poco a poco, con paciencia. Y la pedagog?a del mensajero de Dios como es el catequista debe acomodarse a esas formas divinas. La idea de itinerario est? en la entra?a de la catequesis cristiana.

– El comienzo del camino implica inter?s, curiosidad de lo que se va a encontrar, a veces la sorpresa de lo nuevo. El final del itinerario es el encuentro con Cristo, es la satisfacci?n de la conquista. Es la forma ordinaria que tiene de desenvolverse la semilla, la palabra, la luz, la verdad, la posesi?n del mensaje.

Es interesante confrontar que no otro es el procedimiento de Jes?s seg?n los relatos evang?licos. As? aparece en muchas par?bolas, discursos, milagros y gestos, ense?anzas a los disc?pulos.

Sucesi?n de momentos

La formaci?n de la fe se desarrolla en pasos, en etapas. Cada momento se apoya en el anterior. De la solidez de uno depende la eficacia del siguiente y la consistencia del conjunto.

La pedagog?a catequ?tica debe apoyarse en la realidad de ese proceso y presentarse como acompa?amiento del mismo. Pero deben entender los que la cultivan que no se trata s?lo un proceso humano y psicol?gico, sino que es est? relacionado con el don divino, pues no es la cultura ni la religiosidad su centro de atenci?n, sino la fe que es algo misterioso e interior, pero tambi?n evolutivo.
Por eso la catequesis asume la historicidad del hombre, su ritmo, su creatividad y su compromiso.

Habitualmente la idea de catequesis se vincula con los estadios iniciales del camino. Los mismos Obispos espa?oles la definen a veces desde una ?ptica meramente inicial, por ejemplo en su Documento sobre Catequesis de la Comunidad: «Catequesis es la etapa del proceso evangelizador en la que se capacita b?sicamente a los cristianos para entender, celebrar y vivir, el Evangelio del Reino, al que han dado su adhesi?n, y para participar activamente en la realizaci?n de la Comunidad eclesial y en el anuncio y difusi?n del Evangelio. Esta formaci?n cristiana (integral y fundamental) tiene como meta prioritaria la confesi?n de la fe. (N? 34)

Pero la instrucci?n y la formaci?n religiosa no es labor exclusiva de los primeros estadios de la vida sino de toda la existencia. Con frecuencia se disimula la acci?n educativa con otros t?rminos, ya que el de catequesis evoca connotaciones de inmadurez religiosa.

El cristiano debe seguir siempre profundizando su fe con itinerarios culturales y vivenciales cada vez m?s exigentes y comprometedores del proceso de educaci?n de la fe, la catequesis no termina nunca. Pero en cuanto acto concreto y temporal que se dise?a y realiza para conse?guir un objetivo, la catequesis puede describirse de forma m?s precisiva.

– Un plan o acci?n catequ?stica tiene un principio y un fin. Dura un tiempo. Se caracteriza por una sistematizaci?n.

– Persigue la consecuci?n de un plan o programa que, incluso, puede ser sometido a criterios de evaluaci?n objetiva.

– Requiere una metodolog?a inspirada en estilos del Catecumenado bautismal.
– Supone, en consecuencia, una iniciaci?n en el Misterio cristiano, pero tambi?n un perfeccionamiento: experiencia de vida evang?lica, encuentro de oraci?n, celebraci?n lit?rgica. Incluso conduce a una maduraci?n: fomenta alg?n tipo de compromiso apost?lico en referencia a la comunidad creyente.

– La cumbre del proceso culmina con el gozo del descubrimiento de Jes?s y de su mensaje. Y encontrar a Jes?s es de nuevo comenzar a desear acercarse m?s a El y profundizar su mensaje sin cesar.

Por eso, con Juan Pablo II, hay que reconocer que «la Catequesis no consiste ?nicamente en ense?ar la doctrina, sino en iniciar a toda la riqueza de la vida cristiana». (Cat. Tradendae. 33). Es una riqueza interminable; por eso la acci?n catequ?stica nunca finaliza.

Exigencias del proceso

El proceso catequ?tico tiene sus peculiares exigencias. Si se tienen en cuenta, se asegura la bondad del camino.

– Exige previsiones, «proyectos organizados y sistem?ticos», preparados con seriedad y creatividad, con objetivos claros, con etapas previstas, con din?micas coordinadas. En catequesis hay que planificar, programar, tener claros los objetivos, graduar los contenidos, adaptar los instrumen?tos de trabajo, respetar los estadios evolutivos. Entonces la catequesis resulta eficaz.

– Quienes se mueven en este sentido de maduraci?n progresiva, de crecimiento espiritual, son los que pueden llegar a entender lo que es la fecundidad en la Iglesia y en la formaci?n de la fe.

Los que creen que por ser capaces de memorizar una f?rmula ya pueden transmitir vida a los dem?s, no pueden hacer labor de catequistas.

– Multitud de campos o aspectos demandan la aplicaci?n de las leyes del crecimiento intelectual y espiritual: liturgia y oraci?n, dogma y moral, historia ecle?sial y relaciones interpersonales, servicios de caridad y experiencias espirituales.

Entre las principales exigencias del proceso podemos recordar algunas

– Su car?cter temporal. Hay un principio y hay un final. Hay que disponer el primero y hay que prevenir el segundo.

– Su armon?a constitutiva. Garantizar la realizaci?n acertada de cada momento es asegurar la bondad de la totalidad.

– Su singularidad. Cada caminante es diferente de los dem?s. Cada catequizando dispone de una singularidad que debe ser conocida, respetada, compartida, alentada y conjuntada con los otros.

– Acompa?amiento singular. El catequista debe sentirse como c?mplice y protagonista en el camino hacia el Se?or de cada uno de los suyos. Debe saber qui?n es el compa?ero y qu? necesidades tiene. S?lo as? podr? llevarle a una fe aut?ntica: personal y comunitaria, individual y eclesial.
Etapas del proceso

Las clasificaciones y distribuciones del proceso catequ?stico pueden ser muchas, tantas casi como catequistas o sistemas existan y como catequizandos las desarrollan a lo largo un «per?odo» catequ?stico.

Pero es bueno recordar lo que es natural: lo que en todo proceso de signo moral o espiritual acontece. Hay momentos de iniciaci?n, los incipientes. Hay momentos de desarrollo, los proficientes; y hay estadios finales o de culminaci?n, los concluyentes, los de perfecci?n.

En los tratados de catequ?tica se suelen diferenciar en cinco momentos significativos los procesos de alguna manera incipientes de la catequesis:

I. El despertar religioso: supone la iniciaci?n en la fe (3 a 6 a?os). Se identifica con la etapa m?s infantil. La tarea se centra en la mejor «predisposici?n»: moral, sensorial, verbal, asistem?tica, afectiva, egoc?ntrica, fragmentaria, ocasional, animista, mim?tica y experiencial.

II. La primera comprensi?n (6 a 9 a?os). Es tiempo de leve sistematizaci?n religiosa y, de alguna forma, de iniciaci?n eclesial y sacramental. Es infancia activa, memor?stica, observativa, de cordialidad e inmediatez.

III. Infancia adulta (10 a 12 a?os). Exige una catequesis participativa por ser ?poca expresiva, discursiva, social y comunicativa, consciente, reflexiva, de sensibilidad comunitaria y de apertura moral.

IV. Axiol?gica. (12-15 a?os). Exige una catequesis paciente, dialogante y personal. La preadolescencia es intimista, sensible, apta ante los valores, ansiosa de afianzarse a s? mismo ante los dem?s. Tiempo de intimidad, de conciencia, de sensibilidad ?tica y responsabilidad. Momento de crisis de identidad tanto pubertaria como convivencial. El chico y la chica se distancian madurativamente.
V. Adolescente y aut?noma (15-18 a?os), en el comienzo de una adultez insegura, pero independiente. Es tiempo de catequesis din?mica, apost?lica, pastoral. Las opciones religiosas de la vida anterior proporcionan apertura o clausura, creencia o incredulidad juveniles.

Las etapas posteriores, las de proficientes y las de culminaci?n, las de la madurez y las de la tercera edad, pueden tambi?n presentarse en m?ltiples categor?as, estadios o clasificaciones. Pero todas tienen que ver con los proce?sos de iniciaci?n de la infancia y de la juventud

4. Leyes de la catequesis

Si la catequesis es acci?n continuada y compromiso eclesial que reclama profunda reflexi?n, atenci?n y discernimiento, no podemos olvidar los grandes criterios o leyes que deben regirla.
Teniendo claros los criterios, el camino se sigue con serenidad, seguridad, armon?a y con fundamentaci?n. Sin criterios los caminantes van a la deriva y conf?an al azar los resultados y los beneficios.

Por eso podemos aludir a diversos criterios o referencias que diluciden lo que realmente es la catequesis cristiana y ofrezcan se?ales de alarma cuando no se cubren suficientemente en el esfuerzo por conseguir su realizaci?n.

1. Cristoc?ntricas

La catequesis se debe regir por la persona, el mensaje y el misterio del mismo Jes?s. Sin una referencia cristoc?ntrica muy clara y decisiva no habr? autenticidad catequ?stica.
No bastan las referencias evang?licas y las alusiones prof?ticas para asegurar el cristocentrismo. El Evangelio tiene ejes radicales que son los que verdaderamente definen la presencia misteriosa del Se?or: caridad fraterna, confianza en la Providencia, justicia, esperanza, fidelidad, renuncia y cruz, valent?a y sobre todo amor a Dios.
El cristocentrismo evang?lico es el eje central de cualquier mapa de leyes teol?gicas a las que podamos aludir: sentido de la paternidad divina, acogida de la acci?n del Esp?ritu Santo, disposici?n a la conversi?n, cultivo de la esperanza escatol?gica.
Eclesiales

Cristo quiso una comunidad en la cual El prometi? mantenerse presente hasta la consumaci?n de los siglos. La Iglesia es comunidad, pero no al modo humano de las sociedades terrenas, sino al estilo sagrado del Cuerpo m?stico, del Pueblo elegido, del Reino de Dios.

Al hablar de leyes eclesiales se alude a la comunidad y a la fraternidad, pero tambi?n a la jerarqu?a y la magisterio, a la catolicidad y a la unidad, a la misi?n y a los sacramentos, a la plegaria y al servicio, a la apostolicidad y a la santidad, que todo ello contiene la idea de Iglesia.

No hay que reducir el proceso catequ?tico a la sola integraci?n en la comunidad creyente. Hay que descubrir el aspecto vital y vocacional de esa comunidad. Pero no puede darse formaci?n aut?ntica al margen de la comunidad.
La catequesis verdadera exige miradas de amor y claridad a la Encarnaci?n del mismo Jes?s. Pero del mismo modo reclama comuni?n con la Iglesia.

El proceso catequ?tico de los ni?os y j?venes hay que situarlo siempre en estas coordenadas. Situarse fuera de ellas es disgregarse. Y ello conduce a la desorientaci?n, a la esterilidad espiritual y al alejamiento eclesial.
Pedag?gicas y educativas

La catequesis es educaci?n de la fe. Todo proceso educativo implica exigenCias pedag?gicas: acompa?amiento, protagonismo personal, colaboraci?n, continuidad, claridad de objetivos, evaluaci?n continua, juego de est?mulos, relaciones personales s?lidas y adecuadas.

Hay que tener en cuenta todo ello en la buena catequesis, pues si se pierde de vista la identidad de la educaci?n de la fe se incurre en el pragmatismo una veces y en la utop?a m?stica en otras ocasiones.
La catequesis exige lo mismo que requiere un proceso educador serio y eficaz. Pero con la peculiaridad de que su perspectiva, contenido y metodolog?a tienen que ver con lo relativo a la fe, a la uni?n con Dios, al defensa del mensaje divino, a la acogida de la gracia.

Psicol?gicas

Y algo parecido acontece con los criterios o dinamismos psicol?gicos. Hay que tener en cuenta que el sujeto de la catequesis es una persona humana, con cualidades y limitaciones, con dinamismos humanos y aspiraciones espirituales.
Sin una comprensi?n psicol?gica del sujeto catequizando no se podr? obrar correctamente a la hora de educar la fe. La acci?n divina es misteriosa y original, Pero dios no act?a al margen de las condiciones y conyunturas terrenas.
Entender y atender lo que es la inteligencia, la afectividad, la voluntad libre, la sociabilidad, la sensibilidad ?tica o los dinamismos humanos de la espiritualidad tampoco facilita la buena educaci?n.

Sin entender c?mo es el recipiente, lo que en ?l se deposite poca riqueza significar?, pues pronto quedar?a evaporado si es que llega a tocar la superficie del receptor.

Sociol?gicas

El hombre, incluso en su dimensi?n de creyente y de ser espiritual y libre, se halla siempre condicionado por el entorno en el que nace, se desarrolla y convive. Cultura y tradici?n, influencia familiar y referencias convivenciales, experiencias del entorno y sistemas escolares, evasiones y trabajos preferentes, le van dando una configuraci?n propia y peculiar.

Es normal que se hable de leyes o criterios sociales a la hora de explorar y entender sus procesos religiosos. Habremos de ser siempre sensible al mundo y a la cultura para entender las actitudes y los juicios de valor en todo lo que a Dios se refiere. Y poco se podr? hacer en catequesis si se procede al margen de la realidad ambiental en la que el catequizando se mueve y en la que va a discurrir su vida humana y cristiana.

Se puede pensar que en estas afirmaciones hay cierto determinismo sociologista. Pero la experiencia se encarga de demostrarlo sin necesidad de especulaci?n.
5. Referencias catequ?sticas

Las leyes de la catequesis llevan espont?neamente a juzgar la catequesis como algo divino por el fondo y la intenci?n y algo muy humano, excesivamente humano, por las circunstancias y la realizaci?n.
Habremos de aceptarlo as? y orientar la educaci?n cristiana para que el catequizando tenga como referencia el adulto y maduro que llegar? a ser y no el sujeto en camino que hoy se presenta: para que descubra la madurez y la fecundidad, la proyecci?n, como ?ltimo destino de todo creyente pleno y bien formado; para que viva de proyectos y objetivos, no de acciones en el momento presente.
Son tres referencias que ayudan a entender lo que de verdad es la formaci?n religiosa, la catequesis.

1. Adulto como referencia

El proceso catequ?tico corre el peligro de asociarse naturalmente a la etapa infantil; al menos as? se ha hecho frecuentemente. Pero en los tiempos recientes se reclama la perfecci?n supuesta del hombre maduro como ideal y destino, y no la cuyuntural y pasajera situaci?n del que est? adquiriendo formas.

Por lo tanto el dise?o adulto, no el de ni?os o el del joven, es el modelo b?sico de referencia para toda catequesis bien ordenada. Esto supone que se debe aspirar a juicios equilibrados, a voluntad firma y libre, a sentimientos equilibrados, a relaciones estables, a capacidad de dar a los dem?s m?s que a esperar mucho de los otros. Dicen los Obispos espa?oles: «La catequesis de adultos es el proceso paradigm?tico en el que los dem?s deben inspirarse» (Cat. de la comunidad. N. 20)

Y en el Directorio General de Pastoral Catequ?tica se expl?cita: «La catequesis de adultos ha de ir dirigida a hombres capaces de una adhesi?n responsable, debe ser considerada como forma principal de catequesis a la que todas las dem?s, ciertamente necesarias, de algu?na manera se ordenan. Todo creyente tiene que estarse continuamente formando y reformando. Nunca conocer? lo suficiente a Cristo y a su Evangelio. Cada vez se debe sentir m?s llamado a vivir su fe con m?s claridad. (N? 237))

2. Catequesis y fecundidad

Por otra parte, la madurez del adulto implica por naturaleza la tendencia a la fecundidad. El ni?o es receptor en exclusiva; el joven es receptor pero siente los anuncios de la entrega; el adultos, si es maduro, tiende a la fecundidad.

Por eso la catequesis debe aspirar a que, al final del proceso de formaci?n espiritual de la persona, se llegue al estadio espiritual de la madurez cristiana. Ello significa actitud donativa, deseo de hacer el bien, capacidad de renuncia a s?, sentido apost?lico, compromisos responsables, en una palabra acci?n pastoral.
Acci?n pastoral es la que realizan los que, ya catequizados, est?n dispuestos a comprometerse en obras de salvaci?n y de servicio fraterno, que la Iglesia debe ofrecer por mandato del mismo Jes?s. No se reducen esas obras a trabajos ocasionales en forma individual y a entre?tenimientos, como si de ocurrencias particulares se tratara. Son m?s bien entregas desinteresadas y compromisos de dar a otros lo que cada uno ha recibido.

Esas tareas reclaman la acci?n compartida de una Comunidad madura y corresponsable, en donde cada uno aporta lo que es capaz de dar. Sin acci?n compartida apenas si se puede hablar de fecundidad. Ciertamente s? puede hablarse de actividad. La catequesis en la Iglesia es ministerio y por lo tanto reclama esfuerzo, constancia, colaboraci?n, objetivos claros.

3. Cultivo de ideales

Los signos de la fecundidad de la fe se realizan en perspectivas eclesiales, no en intereses individuales y pasajeros. Esos intereses se realizan unas veces en el interior de la comunidad, para bien de sus miembros y de forma familiar y cercana. Pero el mensaje cristiano tiene una dimensi?n de universalidad, de estabilidad y trascendencia.

La buena catequesis no mira al presente y menos al pasado. Aspira a crear un futuro mejor en cada uno de los catequizandos y en la comunidad de todos los que aman a Jes?s. Requiere claridad de ideas para preparar a los catequizandos para que un d?a ellos mismos puedan ser catequistas.

Esa acci?n y disposici?n precisa, como es normal, cierta madurez humana en quienes han sido catequizados, es decir educados en la fe, y se sienten llamados y tambi?n enviados para dar gratuitamente lo que ellos han recibido. Para hacerlo de forma suficiente, abierta y profunda, no hay que tener prisa. No es bueno quemar etapas, ya que la naturaleza humana, y tambi?n el desarrollo de la fe, pide tiempo y condiciones.

Pero no hay que perder oportunidades, ya que la personalidad s?lo progresa y se desarrolla si oportunamente se va alimentando con experiencias y compromisos claros y cautivadores.

Por una parte est? el ideal de la buena catequesis: claridad en la oferta del mensaje de Jes?s y superaci?n de las propias opiniones o aficiones religiosas.

Por otra parte se requiere la conciencia de mediaci?n. S?lo en cuanto se siente mediador, el catequista puede formarse como responsable mensajero de la verdad. Si busca la acci?n catequ?stica con actitud dominadora, su labor se atrofia inmediatamente. Se busca a s? mismo, no la verdad.

La humildad pedag?gica y la sencillez en las relaciones, la cordialidad y la responsabilidad de que quien lleva entre manos una tarea hermosa y valiosa, es la otra dimensi?n. Si el catequista se siente mediador entre Dios y los hombres, debe mostrarse dependiente. Es un ministro de la luz no productor de resplandores. El que hace la obra espiritual s?lo es Dios. El catequista pone los soportes humanos para que Dios act?e.

Por eso la catequesis sincera y correcta, jam?s puede fracasar. Aunque los resultados aparentemente no sean los esperados, la acci?n misteriosa de Dios late en las acciones exteriores que se hacen siguiendo los dictados de su voluntad. El catequista se descubre entonces como lo que realmente es: mensajero, no propietario, del misterio de Dios. Entonces entiende por que Jes?s le dice: «Os he destinado para que deis fruto y vuestro fruto permanezca para siempre» (Jn. 6. 71) Se siente «elegido por El» (tambi?n Lc. 17-10; Jn. 8. 45). Y act?a como Pablo con total desinter?s: «Ni el que siembra ni el que siega es nadie.

TEMAS DE REFLEXION PARA CATEQUISTAS

Entre las definiciones de de catequesis hay cuestiones que interpelan la conciencia del catequista. Hay que construir5 la propia definici?n, para ajustar a ella la propia tarea de educador del a fe.

?Qu? definici?n de las aludidas es la que m?s me agrada en lo intelectual?
?Cu?l de ellas define mejor lo que veo hacer en mi entorno?
?Cu?l de las recogidas aqu? se ajunta m?s alo que hago y a lo que quiero hacer?

Un vocabulario b?sico viene bien recordar

Fe. Es un don de Dios, una virtud sobrenatural, una adhesi?n a Cristo y al misterio que Crist5o revela y que el Padre le conf?a entregar a los hombres para su salvaci?n

Misterio. Es la verdad religiosa que s?lo se conoce por comunicaci?n divina, a lo cual se llama revelaci?n, y que queda en la Escritura sagrada por inspiraci?n divina a quien es elegido para dejarlo por escrito.

Catequ?tica. Es la ciencia teol?gica o rama de la teolog?a que trata de c?mo se debe educar alcristiano para que descubra el misterio divino y vive en conformidad con sus exigencias

Catequeta Es el te?logo que se entrega de lleno a estudiar la acci?n catequistaca y las exigenias de la catequ?tica

Mensaje Es verdad revelada por Dios que debe ser comunicada a todos los hombres para que con su aceptaci?n se preparan para la vida eterna a la que Dios llama a todos los hombres

Doctrina cristiana. Es el misterio cristiano en cuanto se encierra en una forma de expresi?n cultural y social y que la Iglesia se encarga, por mandato de Jes?s, de hacer llegar a todos los hombres, de forma especial a los que la recibe libremente y la practica con sincero coraz?n

Cultura cristiana. Es la forma de entender la vida y de explicar lo que rodea al hombre de modo que todos los principios y las aplicaciones se acomoden a las exigencias del Evangelio.

Ideal catequ?stico Es el deseo o el afan, intelectual y pr?ctico, que se proponen quienes ajustan su pensamiento y su comportamiento a las exigencias de ese Evangelio

Los Catequistas no son maestros o docentes escolares ni son predicadores. Su acci?n no es ?transmisi?n de cultura religiosa? ni es mera exhortaci?n moral, espiritual o evangelizadora.

CUESTIONES PARA PLANTEARNOS

La acci?n del Catequista le lleva a dar a conocer el Evangelio a sus catequizandos para que acomoden su forma de pensar y de vivir a sus exigencias. Si su personalidad y su acci?n es tan original, ello le compromete a actuar con cierta originalidad, en la cual debe pensar con frecuencia

Preguntas como estas tienen que hacerse con frecuencia

– ?C?mo es mi actuaci?n en la catequesis? ?Te?rica, pr?ctica, individualista, solidaria, ejemplarizante o s?lo expositiva?

– ?Me siento como un profesor de religi?n s?lo o como un modelo de vida, ante aquellos que siguen mis ense?anzas y son testigos de mi forma de vivir?

VOY AQU? CAMBIR LO QUE SIGUE

? Comprendo que puedo hacerme esta pregunta en triple sentido:
– en cuando a cultura e instrucci?n religiosa …
– en cuanto a la vivencia cristiana que poseo de mi fe …
– en cuanto a la preparaci?n espec?fica que he recibido …?

– ?Por qu? soy catequista?… ?Cu?les son la motivaciones m?s serias que pesan en mis planteamiento y compromisos con la catequesis…?

– ?Cu?l es lo que noto m?s en falta en m? a la hora de ejercer mi funci?n catequ?stica? ?Por qu?? ?C?mo puedo subsanarlo?

– ?C?mo debo comportarme cuando me muevo en una tarea delicada, que es m?s de evangelizaci?n que de promoci?n cultural? ?O c?mo debo actuar si quiero hacer labor m?s de catequesis que de profesorado?

A veces nuestra reflexi?n puede realizarse en grupo. Nos debemos preguntar en esos momentos de reflexi?n compartida.

1. ?Qu? podemos hacer en grupo… con esp?ritu de comunidad… que nos resultar?a m?s dif?cil conseguir en solitario?

2. ¿Qué puedo realmente y objetivamente aportar yo a la tarea catequística de mi parroquia o de mi ambiente concreto, que no puedo ni debo dejar de aportar o de hacer, pues otros no harán ni aportarán…?

Fuente: GUIA DE CATEQUISTAS, Pedro Chico González f.s.c.
www.archivalladolid.org