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TODOS LOS DÍAS DEBEN SER PARA NOSOTROS EPIFANÍA DEL SEÑOR

TODOS LOS DÍAS DEBEN SER PARA NOSOTROS EPIFANÍA DEL SEÑOR

1.- Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Epifanía significa literalmente manifestación. La fiesta de la Epifanía del Señor es, pues, la fiesta de la manifestación del Señor, referida, en este caso, a los reyes Magos, es decir, a los pueblos no judíos, a los pueblos paganos. Referido a nosotros, debemos pensar y sentir que todos los días se nos está manifestando Dios, de un modo o de otro. Todos los días se nos manifiesta el Señor, todos los días Dios amanece sobre nuestras vidas. Lo importante es que seamos capaces de verlo, que lo veamos en el pobre que sufre y en el rico que comparte sus bienes, en nuestros éxitos y en nuestros fracasos, en los días grises del alma y en los días llenos de luz, en la salud y en la enfermedad, en el amor y en desamor.

El alma profundamente religiosa sabe descubrir a Dios en medio de los acontecimientos de cada día. Pero sí, muchas veces necesitamos que una estrella nos guíe, que la luz de Dios se haga más visible a través de signos especiales. Puede ser la lectura de la vida de un santo, o la lectura en el periódico del comportamiento heroico de una persona valiente y generosa, en defensa de los derechos humanos o de alguna víctima inocente, o en la oración, o en el recogimiento, o en la muerte de un ser querido, singularmente bueno. Dios siempre está se nos está manifestando, lo importante es que tengamos los ojos y el corazón limpios, para saber ver a Dios a través de los acontecimientos interiores y exteriores. También debemos pensar que Dios quiere valerse, a veces, de cada uno de nosotros para que seamos luz y estrella que oriente el camino de los demás. Con mucha humildad y con mucha generosidad, ofreciendo, no imponiendo, viviendo, más que hablando. La luz de Dios, su estrella, cuando se hace presente, de verdad, en nuestras vidas, nos llena de una alegría interior y profunda. Saber que la luz de nuestra vida orienta por el buen camino a otras personas nos da confianza y alegría. En estos casos, es fácil descubrir a Dios, caer de rodillas delante de él y adorarle.

2.- Fiesta de los Reyes Magos: Abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos. La fiesta de los Reyes Magos también es, para muchos de nosotros, la fiesta del regalo. El regalo exterior debe ser representación de nuestro regalo interior, del regalo de nuestra amistad, de nuestro cariño y de nuestro amor. A las personas mayores, sobre todo, lo que más nos gusta del regalo es el cariño de la persona que nos hace el regalo. Generalmente, estamos más necesitados de cariño que de cosas materiales. Regalemos, con generosidad, nuestra amistad, nuestro cariño y nuestro amor a todas las personas que lo necesiten y estén deseosas de recibirlo. Seamos buenos reyes magos para los demás, abriéndoles los cofres de nuestro cariño sincero y generoso. Cristo nos regaló su vida, para salvarnos; regalemos nosotros algo bueno de nuestras vidas, para ayudar a los que más nos necesiten.

3.- También lo gentiles son coherederos. Cuando San Pablo escribe esta carta a los Efesios, la Iglesia cristiana ya era católica, ya era universal, ya había roto las barreras judías que le impedían abrirse al mundo de los gentiles. También ahora, en nuestra sociedad actual, los cristianos debemos luchar contra todas las barreras que ponen los más fuertes y los más poderosos, para que los débiles y desprotegidos no se acerquen a ellos y les perturben su riqueza y su paz económica y social. La religión cristiana es una religión universal, de fraternidad y de amor para todos; nuestro compromiso cristiano no puede quedarse encerrado en nuestros templos y en nuestras sacristías. Debemos ser cristianos no sólo en el templo, sino también en la calle, en la cultura y en la sociedad. Ser cristiano debe ser sinónimo de hombre universal, fraterno y solidario, sobre todo con los más pobres y necesitados. Los cristianos debemos regalar en este momento nuestra ayuda a los pueblos y a las personas más pobres y necesitadas del mundo. Ese debe ser ahora nuestro mejor regalo.

4.- Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra. Esta debe ser nuestra humilde súplica hoy, día de la manifestación del Señor: que el Señor se manifieste a todos los pueblos de la tierra. Que todos los pueblos adoren al autor de la Verdad, del Bien, de la Justicia y de la Paz. ¡FELICES REYES A TODOS!

Gabriel González del Estal
www.betania.es

CAMINAR CON SEGURIDAD, CON ESPERANZA, CON ALEGRÍA Y PAZ
1.- LA ENTREGA DE UN DON.- En la segunda lectura vuelve a la palestra de la Liturgia de la Palabra el profeta Isaías: «Vienen todos los de Sabá, trayendo incienso y oro…» (Is 60, 6). El profeta canta lleno de alegría y exhorta a Jerusalén que también se llene de gozo. Contempla como la luz hace retroceder a las tinieblas. Como el Bien vence al Mal y se inicia la salvación de los hombres que sólo Dios puede otorgarnos. Vislumbra extasiado como el Dios de los cielos nace en la tierra. El nuevo y definitivo Rey de Israel, el Hijo de David anunciado como redentor nace y con él la esperanza, la alegría y la paz.
Y como a Salomón, el otro hijo de David, vienen desde las tierras del sur y de este, de Sabá y de Madián, a festejar su grandeza, a rendirle pleitesía. Para ello llegan cargados de dones: oro, incienso y mirra. Elementos valiosos y altamente significativos. Expresión de su amor y de su fe. Ratificación de sus sentimientos mediante la entrega de algo de sí mismos, de un don que pruebe la autenticidad de su reconocimiento y admiración.
2.- LA LLAMADA DE UNA ESTRELLA.- Hoy es el día en que conmemoramos, revivimos, el momento en el que Dios se manifiesta a los gentiles, es decir, cuando el Señor abre las puertas de su Reino a todos los hombres, sean o no hebreos, pertenezcan o no al pueblo judío, el elegido en primer lugar. Hasta que Cristo nace los que no fueran descendientes de Abrahán no podían entrar en el Reino de Dios. Eran los gentiles, gente impura cuya cercanía manchaba hasta el punto de que no se podía entrar en sus casas sin quedar impuros ante Dios.
Todo aquello desaparece y el Señor destruye sus fronteras. Con el nacimiento de Cristo una nueva estrella se enciende en lo alto de los cielos, su luz brilla con claridad y fuerza, es un signo visible del amor de Dios, de su llamada insistente y persuasiva para que cada uno siga el camino marcado por la luz de la fe en Cristo, un camino distinto para cada uno, pero igual para todos ya que a todos nos llama Dios a ser santos.
En varias ocasiones, al visitar Belén al frente de algunos grupos de peregrinos, un franciscano palentino, el P. Agripino consideraba que, como los Magos «…se marcharon a su tierra por otro camino» (Mt 2, 12). Así también nosotros, hemos de abandonar los caminos peligrosos y andar por el único posible: Jesucristo. Yo soy el Camino, dijo bien claro. Así lo hicieron y Dios premió su constancia y abnegación, su firme fe y su acendrada esperanza. Aquella estrella tenía un brillo especial, les llamó la atención desde el primer momento quizá. Por otra parte había un clima de expectación, de una parte y de otra se oía decir que vendría un Salvador. Además la situación en muchos lugares de la tierra era cada vez más penosa, los anhelos de salvación eran profundos. Por eso no era extraño que Dios se apiadara y enviase al Mesías esperado.
Aquellos hombres vinieron por un camino y se marcharon por otro, vinieron con la ansiedad de quien busca y se marcharon con el gozo del que ha encontrado lo que tanto buscaban. El camino de ida era incierto y penoso, el de vuelta seguro y alegre… La estrella sigue brillando, «se han abierto los caminos divinos de la tierra», repetía San Josemaría. Pero es preciso recorrerlos, encontrar a Cristo para seguir caminando con seguridad, con esperanza, con alegría y paz.

Antonio García-Moreno
www.betania.es

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