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Traidor – Llama a las cosas por su nombre

«Judas hijo de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor.» Lucas 6:16 (NVI)

En Argentina somos especialistas en poner apodos. Tal vez por nuestro complejo de superioridad (infundado y perverso), nos creemos con el derecho de catalogar a las personas por lo que vemos o pensamos. Los chicos son muy crueles en este sentido y por lo general detallan los defectos más visibles para poner apodos. Los grandes, somos aún peores.

Difícilmente un apodo tenga una connotación positiva, cariñosa o amable. Todo lo contrario, por lo general son ofensivos, denigrantes, discriminadores y maliciosos. Pero lo que es más terrible es que en lugar de evitar usarlos; nos esforzamos por crearlos y mantenerlos. Esta mala costumbre argentina es común a los seres humanos. Y no tienen limitaciones temporales. Se dice que como Napoleón era de baja estatura y fue siempre burlado por ello; cuando murió dejó expresas indicaciones de la manera en que debía ser enterrado. Su sepulcro está hundido en el piso de la bóveda, para obligar a todos los que quieran verlo a inclinarse para poder mirarlo.

Lucas estaba mencionando a los doce hombres que fueron elegidos por el mismo Dios para ser sus enviados. De los cientos de discípulos que tuvo Jesucristo mientras estuvo en la tierra, eligió estos doce para que lo acompañaran durante los tres años de ministerio. Hoy se hubiera hecho un reality. Pero Dios tiene otra metodología.

Lo que me llamó la atención es como los diferencia. A Simón le agrega que era Pedro, a Andrés que era su hermano, a Jacobo que era hijo de Alfeo, a Simón que era un zelote. Y acá está lo terrible. A Judas, que era un traidor. Ya habían pasado al menos treinta años de aquella oscura noche en Getsemaní. Pero Judas sigue siendo hoy un traidor.

Nadie puede dudar que cometiera una terrible falta. Pero, siendo honestos, todos los discípulos huyeron del huerto, ninguno se quedó a defender a su Maestro. Pedro mismo lo negó tres veces. No hubo monedas, pero hubo conveniencia personal. Traicionaron la confianza del Señor para beneficiarse de alguna manera. Pero el mote de traidor, solo le quedó a Judas.

Me encanta pensar que para Dios, no existen los apodos. Que Dios no te cataloga por tus defectos o tus errores. Que para Dios, siempre sos vos: con nombre y apellido. Imitá a Dios. No catalogues a las personas.

REFLEXIÓN – Llamá a las cosas por su nombre.

Un gran abrazo y bendiciones

Dany

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