Domingo XXX Durante el Año – #Liturgia

DOMINGO XXX DURANTE EL AÑO

Jeremías 31, 7-9 / Hebreos 5, 1-6
/ Marcos 10, 46-52
Salmo Responsorial, Sal 125, 1-6
R/. «¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!»

Santoral:
Santos Simón y Judas,
San Rodrigo Aguilar Alemán

DOMINGO XXX DURANTE EL AÑO

Traigo a ciegos y lisiados llenos de consuelo
Lectura del libro de Jeremías
31, 7-9

Así habla el Señor:

¡Griten jubilosos por Jacob,
aclamen a la primera de las naciones!
Háganse oír, alaben y digan:
«¡El Señor ha salvado a su pueblo,
al resto de Israel!»
Yo los hago venir del país del Norte
y los reúno desde los extremos de la tierra;
hay entre ellos ciegos y lisiados,
mujeres embarazadas y parturientas:
¡es una gran asamblea la que vuelve aquí!
Habían partido llorando,
pero Yo los traigo llenos de consuelo;
los conduciré a los torrentes de agua
por un camino llano,
donde ellos no tropezarán.
Porque Yo soy un padre para Israel
y Efraím es mi primogénito.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 125, 1-6

R. ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía que soñábamos:
nuestra boca se llenó de risas
y nuestros labios, de canciones. R.

Hasta los mismos paganos decían:
«¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!»
¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros
y estamos rebosantes de alegría! R.

¡Cambia, Señor, nuestra suerte
como los torrentes del Négueb!
Los que siembran entre lágrimas
cosecharán entre canciones. R.

El sembrador va llorando
cuando esparce la semilla,
pero vuelve cantando
cuando trae las gavillas. R.

Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec

Lectura de la carta a los Hebreos
5, 1-6

Hermanos:
Todo Sumo Sacerdote del culto antiguo es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede mostrarse indulgente con los que pecan por ignorancia y con los descarriados, porque él mismo está sujeto a la debilidad humana. Por eso debe ofrecer sacrificios, no solamente por los pecados del pueblo, sino también por sus propios pecados. Y nadie se arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios como lo fue Aarón.
Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de Aquél que le dijo:
«Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy».
Como también dice en otro lugar:
«Tú eres sacerdote para siempre,
según el orden de Melquisedec».

Palabra de Dios.

EVANGELIO

Maestro, que yo pueda ver

a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos
10, 46-52

Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!» Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!»
Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo».
Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Ánimo, levántate! Él te llama».
Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia El. Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?»
Él le respondió: «Maestro, que yo pueda ver».
Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.

Palabra del Señor.

Reflexión

QUÉ DIFÍCIL ES VER LO ESENCIAL, HOY
1.- Maestro, que pueda ver. El ciego Bartimeo quería ver cosas físicas, objetos, árboles, personas, porque sus ojos estaban físicamente dañados y no podía ver. Nosotros, hoy tenemos muchísimas más facilidades para ver cosas físicas, que en los tiempos del ciego Bartimeo. Pero han aumentado tanto las cosas que se nos presentan todos los días ante nuestra vista, que lo difícil es acertar a ver qué es lo más importante y esencial en que deberemos fijar nuestra atención. Una vez más, los muchos árboles pueden no dejarnos ver el bosque. Los medios de comunicación hacen posible hoy que cualquier persona reciba al minuto cientos de rumores, noticias y libres opiniones. Es verdad que recibimos noticias de todos los colores y para todos los gustos, pero también es una triste verdad que los medios de comunicación nos atiborran diariamente con noticias superfluas, insustanciales y banales. Y aquí es donde debemos demostrar nuestra capacidad para ver lo esencial, lo que de verdad interesa a nuestra salud física, psíquica y espiritual. Esto, sobre todo para las personas más jóvenes, es muy difícil. Por eso, creemos que hoy, más que en tiempos del ciego Bartimeo, debemos tener nuestros oídos muy atentos para escuchar al Jesús que pasa junto a nosotros, al Jesús que es nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida, para suplicarle con humildad y a gritos: ¡Maestro, que vea! Que no sea la cultura de la banalidad y la superfluidad la que toque y dirija mi vista, sino que vea en cada momento qué es lo más importante y esencial para mi vida.
2.- Al momento recobró la vista y lo seguía por el camino. El ciego Bartimeo demostró ser una persona decidida y arriesgada no sólo para pedir la vista, sino también para usar correcta y santamente la vista recobrada. No sólo vio a la persona física que le había curado, sino que su fe le iluminó para ver también al Maestro espiritual que podía conducirle hasta la vida eterna. Nuestra visión de Cristo no debe ser sólo un conocimiento histórico y cultural, sino que debe ser ante todo un conocimiento vital y vivencial, un encuentro con él. Conocer a Jesús y no seguirle no sirve para mucho; el conocimiento de Cristo sólo es un conocimiento vivo y eficaz para nosotros si nos lleva hasta el seguimiento, hasta hacer de Cristo el guía y conductor del camino de nuestra vida.
3.- Entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas. También el profeta Jeremías, como el Segundo Isaías, habla a su pueblo de la experiencia dolorosa del destierro y del gozoso y feliz retorno del pueblo de Israel hacia la patria soñada, hacia Jerusalén. Hasta los ciegos y los cojos, las preñadas y las paridas, que se marcharon llorando, volverán entre consuelos. Los maestros espirituales de todos los tiempos han querido ver en el destierro del pueblo de Israel una imagen de nuestra vida, aquí en la tierra, como un destierro, un valle de lágrimas; vivimos en la tierra como desterrados hijos de Eva. Pero también nosotros caminamos, mientras vivimos, hacia la Jerusalén celestial; porque “este mundo es camino para el otro, que es morada sin pesar”, como nos dijo el poeta. Si nos dejamos conducir por Cristo caminaremos con esperanza y alegría hacia un reino nuevo, hacia un reino de paz, de vida, de gracia y de amor. En nuestro caminar terrenal hacia ese reino nuevo Cristo debe ser nuestro guía.
4.- Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. El autor de esta Carta a los Hebreos nos dice, una vez más, que Cristo, por su muerte en cruz, fue constituido por el Padre como nuestro sumo sacerdote. La vida de Cristo, ofrecida por sí mismo al Padre, nos reconcilió de una vez para siempre con Dios. Este sumo sacerdote nos comprende a nosotros, ignorantes y extraviados, porque él mismo asumió nuestras debilidades, haciéndose en todo semejante a nosotros, menos en el pecado. Cristo sabe que nosotros caminamos por la vida llenos de debilidades, como ciegos y cojos; él quiere ser nuestra luz y nuestro guía. Dejémonos conducir por él, para que en cada momento de nuestra vida veamos con claridad el mejor camino que nos conduzca hacia Dios.

Gabriel González del Estal
www.betania.es

¡NO TE QUEDES QUIETO, DA EL SALTO HACIA JESÚS!
1.- Dios cumple su promesa y salva. En el horizonte abierto por esta salvación prometida y esperada, el profeta Jeremías ve venir una gran multitud que peregrina hacia Jerusalén, dando gracias a Dios y celebrando su liberación. Se comprende que un pueblo desterrado y disperso entienda la salvación en términos de reunión y retorno a la patria querida. Pero Dios, que habla por boca de su profeta, dice mucho más. La invitación al gozo por el retorno de Jacob, por la repatriación de los hijos de Jacob, y a cantar las alabanzas de Yahvé es como una «monición litúrgica» dirigida a una asamblea festiva. Todos los congregados en esta asamblea deben saludar con júbilo al pueblo que ha sido salvado y distinguido por Yahvé entre todos los pueblos de la tierra. Pero, al celebrar el don que Jacob ha recibido, no deben olvidarse de que ha sido Yahvé el que se lo ha concedido.
2.- Seamos agradecidos. Yahvé toma la palabra y confirma su promesa de reunir a los dispersos y conducir a los desterrados, en un segundo éxodo, hacia la tierra que abandonaron. Y porque la palabra de Yahvé es verdadera y no defrauda, el profeta la da por cumplida e invita a la asamblea a celebrar lo que aún está por venir. Se descubre aquí hermosamente la solicitud del Señor que marcha delante de su pueblo, su atención preferente a los más débiles: ciegos y cojos, preñadas y paridas. Es el buen pastor que cuida de los que van a la zaga y se preocupa de que nadie se quede en el camino. La restitución de Israel será perfecta. Los que marcharon llorando a su destierro, volverán llenos de alegría, y hasta la tierra se alegrará con su regreso. La profecía termina descubriendo el corazón de Dios, de donde procede toda iniciativa de salvación. El pueblo ha de comprender que Dios, a pesar de todo, sigue siendo como un padre. Por eso, canta agradecido con el Salmo 125: “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”
3.- No nos conformemos con “pedir limosna”. El ciego Bartimeo, echado al borde del camino, ha oído hablar de Jesús y se ha enterado que va a pasar por allí. Mientras pide limosna a los peregrinos que suben a Jerusalén, este pobre ciego pone toda su confianza en el que ha de venir, en el Mesías o Hijo de David. No quiere seguir pidiendo limosna, quiere salir de su frustración, quiere algo más que le libere….Por el rumor de la gente y el griterío se da cuenta de que se aproxima Jesús y que con él ha llegado su gran oportunidad. Entonces se pone a gritar con todas sus fuerzas llamando a Jesús Hijo de David, que era el nombre o título con que el pueblo designaba al Mesías prometido. De este Mesías se esperaba la salvación nacional y el cumplimiento de todas las promesas que Dios hiciera a Israel. Se esperaba también que curara a los ciegos, de ahí la gran confianza de Bartimeo. Los que marchaban delante del grupo, al oír los gritos del ciego y lo que decía, le mandaron callar. Pero Jesús se detuvo y lo mandó llamar. Bartimeo, aumentada su confianza, se puso de un salto delante de Dios También nosotros tenemos que poner nuestra confianza en el Seños, no debemos conformarnos con “pedir limosna”, con ir tirando…Tenemos que “dar el salto” y “soltar el manto”, es decir todo aquello que nos ata, para acercarnos a Jesús. Él es el que auténticamente nos libera.
4.- Descubramos a Jesús que pasa junto a nosotros. A ello nos invita San Agustín en el comentario a este evangelio: “Pasaba él cuando el ciego gritaba; para sanarlo se paró. El pasar de Cristo ha de mantenernos atentos para gritar. ¿Cuál es el pasar de Cristo? Todo lo que sufrió por nosotros es su pasar. Nació: pasó; ¿acaso nace todavía? Creció: pasó; ¿acaso crece todavía? Tomó el pecho: ¿acaso lo toma todavía? Cansado se durmió, ¿acaso duerme todavía? Comió y bebió: ¿lo hace todavía? Finalmente fue apresado, encadenado, azotado, coronado de espinas, abofeteado, cubierto de esputos, colgado del madero, muerto, herido con la lanza y, sepultado, resucitó: todavía pasa. Subió al cielo, está sentado a la derecha del Padre: se paró. Grita cuanto puedas, que ahora te otorga la visión. Gritemos, pues, y vivamos santamente».
5.- Confesar nuestra fe. Jesús le concede la gracia que le ha pedido y le dice que su fe le ha curado. Bartimeo tiene ya luz y camino. Bartimeo no se quedará sentado en las tinieblas, seguirá a Jesús «glorificando a Dio. La confesión de este ciego, que ha aclamado a Jesús como Hijo de David, ha desvelado públicamente el misterio mesiánico del Profeta de Nazaret. Pronto será todo el pueblo el que aclame a Jesús en Jerusalén y le salude como Mesías, como el que viene en nombre del Señor. Pues ha llegado el momento en el que, si callan los discípulos de Jesús, «gritarán las piedras”. En este “Año de la fe”, Jesucristo nos invita a confesarla y dar testimonio de ella ante todos. ¿Qué pasaría si cada uno de nosotros manifestara su fe ante una persona, un amigo, un compañero de trabajo…..?

José María Martín OSA
www.betania.es

¿Y…YA VEMOS?
Qué duro resulta cuando, nuestras vidas y nuestros sufrimientos, son indiferentes a los demás. A nadie nos agrada ser un cero a la izquierda. Pero, sobre todo, es en los momentos de dolor, en la noche oscura, en las horas amargas cuando más echamos en falta alguien que esté a nuestro lado. Un amigo que, escuchando nuestros lamentos o siendo consciente de nuestra situación personal, nos aporte un poco de luz y abra delante de nosotros un horizonte de felicidad. Con razón, no sé quién, llegó afirmar: “es mejor que te odien a que te castiguen con la indiferencia. Entre otras cosas porque, el odio, está más cerca del amor”.
1.- Bartimeo tuvo esa suerte. Sabía de las andanzas de Jesús. De su gran obra y de su mano milagrosa. Era un marginado. De esos que, a la sociedad de aquel momento, interesaba poco o nada. Entre otras cosas porque, la enfermedad, era un signo de maldición. Cuando Jesús pasa, aquel que era ciego grita: “ten compasión de mí”. Al principio, como tantas veces hacemos nosotros con los demás, Jesús hace oídos sordos. Pero, Bartimeo, insiste: “ten compasión de mí”.
Muchos lo intentaron silenciar. Como, muchos medios de comunicación, instituciones de nuestros tiempos, intentan aplacar las vocesque hablan de Dios o ridiculizar las súplicas de los que quieren llegarse hasta el Señor. Pero, Bartimeo, logró captar la atención del gran Sanador y Salvador: JESUCRISTO.Supo aprovechar la ocasión y no la dejó pasar de largo. Tenía todo en su contra y saltó de la oscuridad ala luz, de la noche absurda al día lleno de luz. ¿Pudo alcanzar algo más grande Bartimeo?¿Por supuesto que sí! Lo que ofreció a Jesús de antemano: su fe.
Tenía fe en Aquel que transitaba por ese lugar. Supo brincar sonoramente por encima de inconvenientes y hacerse oir en medio de la muchedumbre. Bartimeo, en el fondo, representa a todo hombre, a todo ser humano que busca a Dios en medio de la marabunta. Representa al desahuciado que se siente desamparado, oprimido o marginado.
2.- ¿Quién de los que estamos aquí no hemos tenido alguna experiencia de Dios? ¿Quién de los que estamos en esta Eucaristía no hemos pasado de la mentira a la verdad, de la tristeza a la alegría o del llanto al gozo cuando nos hemos encomendado a Jesús?
Nadie, amigos, puede apagar el fuego que llevamos dentro. El “ten compasión” de Bartimeo, ha de repiquetear con especial fuerza en la realidad que nos toca vivir. Entre otras cosas porque, nuestros ojos, llevan gafas que distorsionan la realidad: nos hacen consentir malo como bueno; el aborto como derecho; la eutanasia como un gran logro o mil experimentos científicos como signo de los nuevos tiempos. No es buena la miopía espiritual. Aquella que nos empuja exclusivamente a lo efímero y nos previene o ciega contra lo eterno. No es positiva esa miopía espiritual que nos hace defender la humanidad de una forma sesgada e interesada, de aquella otra lucha humanitaria que quiere ser para todos justa, íntegra y basada en valores cristianos.
Algunos nos dirán ¡de qué vais vosotros! ¡El Señor os ha abandonado! ¡Estáis ciegos o vivís engañados! Ojala, también nosotros, podamos responder: sólo sé…que antes no veía, y ahora veo; las cosas más claras, mi vida más resuelta, mi fe más profunda y mis ideales más cristianos.
Que este domingo, además, nos haga abrir bien los ojos ante tantos “bartimeos” que nos dicen “tened compasión de nosotros”. Personas que viven inmersas en la duda. Hombre y mujeres desconcertados y apabullados por el ambiente dominante. Cristianos que se han cansado de esperar y han desertado del camino de Jesús. Gargantas que han cambiado el “ten compasión de mí, Señor” por el “aléjate de mí, Seño porque veo por mí mismo”.
Que lejos de vivir de espalda a las situaciones de dolor y de prueba que viven tantos hermanos nuestros, podamos responderles con toda la fuerza de nuestra fe: “Qué quieres que haga por ti?”
Que en este Año de la Fe respondamos a Jesús con nuestras fuerzas: yo creo en Ti, yo espero en Ti, yo te amo a Ti Señor.

Javier Leoz
www.betania.es