Domingo II de Adviento

DOMINGO II DE ADVIENTO

Reflexión para el segundo Domingo de Adviento [Vídeo]

DIOS ESTÁ EMPEÑADO EN QUE SEAMOS FELICES

     Los primeros creyentes vieron en Jesús, antes que nada, una buena noticia. Una buena noticia trata siempre de un acontecimiento feliz que no es todavía conocido, aunque en el fondo, se espera que suceda y se busca.

     La mayor originalidad de Jesús consiste en anunciar de manera convencida que con Él comienza ya a realizarse una utopía que es tan vieja como el corazón del ser humano: la desaparición del mal, de la injusticia, del dolor y de la muerte. Jesús anuncia que algo nuevo se ha puesto en marcha en la historia, que la humanidad no camina sola, abandonada a sus propios recursos, que hay Alguien empeñado en la felicidad última del hombre, que hay Alguien que es bondad, acogida, liberación, plenitud, ese Alguien es Dios, nuestro Padre. 

       Esto lo cambia todo. Comienza una situación nueva en la que se nos invita a vivir nuestra existencia de una manera nueva construyendo una convivencia fraterna, hecha de justicia, verdad y paz. 

    Es posible que los que creemos en Jesús proclamemos el reino de Dios, pero no hagamos nada para que a nuestro alrededor haya más justicia, verdad y fraternidad. 

LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA 

1ª LECTURA

Lectura del libro del profeta Isaías 40,1-5. 9-11

Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle: que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados.

Una voz grita en el desierto: preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que los montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale.

Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos -ha hablado la boca del Señor-. Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios.

Mirad: el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres».

Palabra de Dios. 

COMENTARIO A LA 1ª LECTURA

     La 1ª lectura del profeta Isaías es un texto de los conocidos como «poemas de consolación», dirigidos al pueblo de Israel que está en el exilio en Babilonia, pero que ya vislumbra su próxima liberación.

El profeta interpreta la liberación del pueblo como el fin del castigo sufrido a causa de su infidelidad a Dios. Por eso, junto a la feliz noticia del perdón, el profeta hace una llamada a la conversión; una llamada a preparar el camino al Señor y a quitar los obstáculos que dificulten o retrasen su venida.       

Sal 84, 9ab-10. 11-12. 13-14
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. 

  • Voy a escuchar lo que dice el Señor:
    «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos».
    La salvación está ya cerca de sus fieles
    y la gloria habitará en nuestra tierra. R:
  • La misericordia y la fidelidad se encuentran,
    la justicia y la paz se besan;
    la fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo. R:
  • El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto.
    La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos. R: 

2ª LECTURA

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro 3,8-14

Queridos hermanos:
No perdáis de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años y mil años como un día.
El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos. Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan.
El día del Señor llegará como un ladrón. Entonces el cielo desaparecerá con gran estrépito; los elementos se desintegrarán abrasados y la tierra con todas sus obras se consumirá.

Si todo este mundo se va a desintegrar de este modo, ¡qué santa y piadosa ha de ser vuestra vida!  Esperad y apresurad la venida del Señor, cuando desaparecerán los cielos consumidos por el fuego y se derretirán los elementos. Pero nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia. Por tanto, queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con Él, inmaculados e irreprochables.

Palabra de Dios 

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA 

     La venida definitiva del Salvador, de Cristo Jesús, era entendida por algunos de los primeros cristianos como un acontecimiento inminente. De ahí que vivieran intensamente esa espera. El Apóstol Pedro tuvo que salir al paso de los desalientos: el Señor viene y se hace presente continuamente.

Dios tiene una noción del tiempo muy distinta a la nuestra, ya que «mil años son como un día». Por eso tiene paciencia asombrosa para con el hombre, una paciencia amorosa porque «no quiere que nadie perezca sino que todos se conviertan».

Lo importante es que, cuando venga, nos encuentre en paz con Él. El día del Señor llegará, sin duda y ese día habrá, para siempre, «un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia». 

EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1,1-8

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Está escrito en el profeta Isaías: – Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos».

Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán.

Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: – Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.

Palabra de Dios  

COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO

    El Bautista anuncia la cercanía del Salvador y llama, fuertemente a la conversión como único camino para alcanzar la salvación. La conversión supone un cambio de actitud, una transformación interior, la conversión exige frutos. Allanar caminos es corregir, rectificar, luchar diariamente en nuestra vida y, así, hacer posible un mundo más justo, más humano. 

PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL

¿POR QUÉ NOS CUESTA TRABAJO HACER LAS COSAS DE OTRA MANERA?

    Nuestra vida es a veces una contradicción, porque mientras nos quejamos de casi todo, no hacemos nada para mejorar las cosas. La mayoría de las veces nos tapamos los oídos para no escuchar llamada alguna que nos obligue a cambiar, a pensar sobre el sentido de lo que estamos viviendo.

Sobre esto cada uno tiene sus propias excusas y razones con las que intentamos legitimar nuestra mediocridad: todos hacen lo mismo, yo no puedo ser una excepción, es difícil vivir de otra manera. Mientras tanto, atrapados por los afanes y preocupaciones de cada día, vamos perdiendo cada vez más el sentido de lo que es importante y de lo que no es. Poco a poco, caemos en la resignación: «yo soy así, eso es todo». 

      La verdad es que no nos atrevemos a pensar cómo podría ser nuestra vida si actuáramos de otra manera, no queremos vivir con metas más elevadas.       

      Dios comienza a ser algo real en nuestra vida cuando la vivimos de manera más humana, empezamos a escucharle cuando escuchamos lo mejor que hay en nosotros mismos.                                


Baruc 5, 1-9 / Filipenses 1, 4-11
/ Lucas 3, 1-6
Salmo Responsorial, Sal 125, 1-6
R/. «¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!»

Santoral:
San Pedro Fourier, San Juan Diego
y Beato Bernardino Silvestrelli

DOMINGO II° DE ADVIENTO

Dios mostrará tu resplandor

Lectura del libro de Baruc
5, 1-9
Quítate tu ropa de duelo y de aflicción, Jerusalén,
vístete para siempre con. el esplendor de la gloria de Dios,
cúbrete con el manto de la Justicia de Dios,
coloca sobre tu cabeza la diadema de gloria del Eterno.
Porque Dios mostrará tu resplandor
a todo lo que existe bajo el cielo.
Porque recibirás de Dios para siempre este nombre:
«Paz en la justicia» y «Gloria en la piedad.»

Levántate, Jerusalén, sube a lo alto
y dirige tu mirada hacia el Oriente:
mira a tus hijos reunidos desde el oriente al occidente
por la palabra del Santo,
llenos de gozo, porque Dios se acordó de ellos.
Ellos salieron de ti a pie, llevados por enemigos,
pero Dios te los devuelve,
traídos gloriosamente como en un trono real.

Porque Dios dispuso que sean aplanadas
las altas montañas y las colinas seculares,
y que se rellenen los valles hasta nivelar la tierra,
para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios.
También los bosques y todas las plantas aromáticas
darán sombra a Israel por orden de Dios,
porque Dios conducirá a Israel en la alegría,
a la luz de su gloria,
acompañándolo con su misericordia y su justicia.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 125, 1-6

R. ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía que soñábamos:
nuestra boca se llenó de risas
y nuestros labios, de canciones. R.

Hasta los mismos paganos decían:
«¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!»
¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros
y estamos rebosantes de alegría! R.

¡Cambia, Señor, nuestra suerte
como los torrentes del Négueb!
Los que siembran entre lágrimas
cosecharán entre canciones. R.

El sembrador va llorando
cuando esparce la semilla,
pero vuelve cantando
cuando trae las gavillas. R.

Manténganse puros e irreprochables para el Día de Cristo

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Filipos
1, 4-11

Hermanos:
Siempre y en todas mis oraciones pido con alegría por todos ustedes, pensando en la colaboración que prestaron a la difusión del Evangelio, desde el comienzo hasta ahora. Estoy firmemente convencido de que Aquél que comenzó en ustedes la buena obra la irá completando hasta el Día de Cristo Jesús. Y es justo que tenga estos sentimientos hacia todos ustedes, porque los llevo en mi corazón, ya que ustedes, sea cuando estoy prisionero, sea cuando trabajo en la defensa y en la confirmación del Evangelio, participan de la gracia que he recibido.
Dios es testigo de que los quiero tiernamente a todos en el corazón de Cristo Jesús. Y en mi oración pido que el amor de ustedes crezca cada vez más en el conocimiento y en la plena comprensión, a fin de que puedan discernir lo que es mejor. Así serán encontrados puros e irreprochables en el Día de Cristo, llenos del fruto de justicia que proviene de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.

Palabra de Dios.

EVANGELIO

Todos los hombres verán la Salvación de Dios

a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
3, 1-6

El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías:

«Una voz grita en el desierto:
Preparen el camino del Señor,
allanen sus senderos.
Los valles serán rellenados,
las montañas y las colinas serán aplanadas.
Serán enderezados los senderos sinuosos
y nivelados los caminos desparejos.
Entonces, todos los hombres
verán la Salvación de Dios».

Palabra del Señor.

Reflexión

ES ABSOLUTAMENTE NECESARIA OTRA CONVERSIÓN

1.- Y vino la Palabra de Dios a Juan en el desierto, no en Jerusalén o en Cesarea de Felipe. Allí hay demasiado ruido para que el susurro de la voz de Dios se pueda oír. Vino en la soledad del desierto.

Soledad, paz que necesitamos todos para escuchar la Palabra de Dios con tanta televisión, tanta radio, tantos periódicos, tanto Internet, tanta música insufrible…cegamos los oídos y el corazón y es imposible escuchar a Dios. Todos necesitamos momentos de soledad, de paz interior.

Y cuántas veces en el mismo interior necesitamos silencio. Cuántas veces aun hablando con Dios lo apabullamos con nuestros argumentos filosóficos y conocimientos teológicos. Dios se admira de nuestro saber y se olvida de comunicarnos lo único que sólo Él sabe.

Y no pocas veces son las palabras de los curas las que impiden que Dios se comunique. Palabras que en vez de ser tímidas, sencillas, a tono con el susurro de la voz de Dios, con trompetería doctísima ante la que el mismo Dios se asusta. Pues esta es la primera conversión que nos pide Juan el Bautista: del ruido al silencio.

2.- Y creo que no nos vendría mal… o más diría que es absolutamente necesaria otra conversión, del mercantilismo y contabilidad religiosa, que fiándonos de los muchos actos buenos que hacemos, chalaneando con Dios, a abandonarnos por completo al amor que Dios en que vivimos envueltos.

Como peces en pecera de agua todos vivimos rodeados de esta atmosfera en la que respiramos sin darnos cuenta del aire que por todas partes nos rodea, pues así vivimos envueltos en el amor de Dios sin darnos cuenta que nos envuelve su cariño por todas partes, seamos buenos y malos, porque para Dios no hay nadie malo, sino insolvente, ni bueno, sino querido por Él…

Conversión al amor de Dios, jugárnoslo todo a la sola carta del amor de Dios.

3.- Y a propósito de esa primera conversión de que os hablaba del parloteo al silencio, dice un salmo:
El cielo en su silencio proclama la gloria de Dios
El firmamento pregona la obra de tus manos.
El día al día le pasa su mensaje…
La noche a la noche se lo susurra.
Sin que hablen, sin que pronuncien
sin que resuene su voz
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
¿Aprenderemos alguna vez a hablar con cariño? ¿A estar con cariño?

José María Maruri, SJ
www.betania.es

DIOS NOS LLAMA A LA CONVERSIÓN

1.- Juan Bautista, un personaje singular. El eco de la predicación de Juan Bautista ha llegado hasta nuestros días en este segundo Domingo de Adviento. Juan Bautista es un personaje singular, fiel siempre a su vocación y a su misión con humildad.

Ni siquiera «se sentía digno de soltar las correas de las sandalias de aquel» a quien anunciaba. Pero aún atrae más su sentido espiritual, el mensaje ascético de Juan. Es un mensaje que se hacía durísimo con los poderosos: «No te es lícito vivir con la mujer de tu hermano»; cortante con los fariseos: «Son una raza de víboras»; fuerte con los soldados: «No hagáis extorsión a nadie y conténtense con la paga»; suplicante con los publicanos: «No pidáis más de lo tasado». Y todo esto, consciente de que estaba «preparando los caminos del Señor», «enderezando las sendas», Nos hace falta Juan en nuestros días.

En estas ciudades rebosantes de multitudes, de muchedumbres informes y masificadas, en estas ciudades que, bajo otros aspectos, son verdaderos desiertos, está haciendo falta que aparezca Juan con su mensaje: «Yo soy la voz del que clama en el desierto».

2.- Necesidad de conversión. Juan iba al grano y sin rodeos en su papel de precursor: Hay que cambiar, hay que convertirse. Porque “el hacha está tocando ya la raíz, y todo árbol sin frutos será talado y echado al fuego».

Él nos invita también a ti y a mí, diciéndonos con potente y penetrante voz: ¡Endereza tus pasos! ¡El Señor viene, y ya está a la puerta!».

Sí, el Señor que vino hace dos mil años y que vendrá al final de los tiempos, viene también a nosotros en el hoy de nuestra historia y de muchas formas se acerca para tocar suave o fuertemente a la puerta de nuestros corazones.

Por tanto: ¡despójate de la impaciencia con que sueles tratar a algunas personas y revístete de la paciencia, tratando a todos con máxima afabilidad! ¡Despójate del egoísmo y apego a los bienes materiales para revestirte de actitudes de generosidad y desprendimiento! ¡Despójate de la insensibilidad frente a las necesidades del prójimo y revístete de la caridad que se hace concreta en actitudes e iniciativas de solidaridad! ¡Despójate de los chismes, de la difamación, de la calumnia, de hablar mal de personas ausentes!

3.- Nuestra tarea es preparar los caminos del Señor: «que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale». ¿Cuál nuestra colina? Quizá sea nuestro orgullo y nuestra autosuficiencia.

El gran pecado del hombre actual es prescindir de Dios y creerse él mismo el todopoderoso. Pero podemos también vivir sin valorarnos, con una falsa humildad y abatimiento. Por eso se nos dice que nos levantemos y reconozcamos los dones que Dios nos ha dado para ponerlos a disposición de los hermanos. A veces nos empeñamos en caminar por caminos tortuosos o escabrosos.

Dios quiere que eliminemos los baches y las curvas que nos desvían de la senda verdadera. Prepara los caminos al Señor y le abre la puerta quien con humildad reconoce que necesita del Señor y endereza sus pasos torcidos, quien se convierte de su mala conducta, quien abandona el camino del mal y de la mentira para recorrer el sendero del bien que conduce a la Vida.

Prepara los caminos al Señor quien se afana seriamente en quitar todo obstáculo del camino, despojándose de todo lo que retarda o impide su llegada a nuestra morada interior. Prepara los caminos al Señor y le abre la puerta quien se esfuerza en «rellenar los valles y abismos», quien con sistemático trabajo lucha para se acaben las desigualdades y triunfe de una vez para siempre la justicia.

José María Martín OSA
www.betania.es

¿CONVERTIRNOS? ¿Y POR QUÉ? ¿Y DE QUÉ?

1.- Algo bueno debemos de tener los hombres, cuando Dios, quiso nacer y hacerse hombre. Y ¡qué confianza tiene en nosotros Dios, cuando –desde siglos y siglos– ha querido contar para su obra, con la colaboración del ser humano!
Juan Bautista, este domingo y el próximo, centra nuestra atención. La Historia de la Salvación no es cosa exclusiva de Dios. Si, El quisiera, por supuesto que la podría llevar a cabo en cuestión de horas, en décimas de segundos. Pero, Dios, sabe y quiere trabajar en equipo.
¡Hacen falta colaboradores! Solemos leer con frecuencia a la puerta de muchas iglesias. Juan Bautista representa a todo aquel que sabe y quiere trabajar con Dios y con Jesús, sin confundir ni perder los papeles.
El Bautista fue puesto en la antesala de la misión de Jesús. Pero nunca pretendió ni luchó por el sillón de su Señor. ¡Cuántos “Juanes” necesita la iglesia y hasta el mundo mismo! Al contrario que el Bautista, nosotros, nos creemos más que nadie. Nos cuesta doblegarnos, ya no para soltar los cordones de las sandalias del que viene, sino –incluso– para ayudar o ceder un asiento al que más lo necesita.
Juan vivió de una forma impresionante el adviento. La Palabra de Dios vino sobre él, y cuando la Palabra sopla con fuerza, cambia la vida de las personas y, también, la de aquellas que rodean al iluminado por la Palabra.
Juan intuía que algo iba a ocurrir. Que el Mesías andaba cerca. Que había que apresurarse para que, cuando el Señor llegase, encontrase los caminos de las personas, los rincones de corazones, la claridad de las conciencias y la vida de los pueblos de aquellos tiempos, a punto: sin baches, sin precipicios peligrosos que entorpecieran la entrada del Señor. Unos le creían. Otros lo maldecían. Unos le admiraban y otros… le odiaban.
2. La historia se repite. Hoy como entonces, la Iglesia, es ese Juan que –a los cuatro vientos– anuncia por activa y por pasiva y hasta la saciedad: ¡convertíos, viene el Señor!
¿Convertirnos? ¿De qué? ¿Y por qué? Rebate el hombre que huye de desiertos o de saltamontes y que prefiere rascacielos o merluza a la romana. ¡Pues sí! Convertirnos de los caminos equivocados. Convertirnos de los corazones endurecidos por el paso del tiempo. Convertirnos de la insensibilidad que nos impide contemplar, por la oración y en la vida ordinaria, a Dios.
Unos verán la salvación de Dios. Otros se quedarán mirando al sin sentido de los adornos navideños. Unos seguirán pensando que somos unos ilusos. Otros se abrirán a la fe
Como el nacimiento de Juan Bautista entonces, nuestro nacimiento y nuestra misión, entra y está en los planes de Dios para seguir empleándonos a fondo en la Historia de la Salvación.
Y, el momento que estamos viviendo, es la etapa que Dios nos tenía asignada. Miremos lo que nos rodea de otra manera; pongamos ilusión en nuestro trabajo; sembremos con fe lo que llevamos entre manos; demos un margen a Dios. Si Él nos ha llamado a vivir en este tiempo es porque “algo nuevo” se está cociendo sin que nuestros ojos lo vean o nuestros sentidos lo perciban.
Llega la Navidad. ¿De qué caminos tenemos que volver? ¿Qué senderos tenemos que rectificar en nuestra forma de ser, pensar y actuar?
Que este Año de la fe sirva para saber que, el Señor, viene y, por El, merece la pena esforzarse en el arreglo de los caminos de nuestra vida.

Javier Leoz
www.betania.es