¡A todos los pueblos, Dios es para todos!

¡A todos los pueblos, Dios es para todos!

1.- A todos los pueblos ha de llegar el mensaje más profundo y certero de la Navidad: que DIOS es para todos. Que se ha hecho Niño, hombre, para enseñarnos el camino de la vida y de la verdad. Y, esto, no se puede encerrar entre los muros de un portal, olvidar en las pajas de un pesebre y mucho menos silenciarlo o reducirlo a los altavoces de un cómodo templo o de una grandiosa catedral. Tal vez, hoy más que nunca, tendríamos que escribir –con puño y letra– una carta a los Reyes Magos de Oriente para que, ellos, nos dijeran como salir de nuestros propios reinos, cómo dejar riquezas y abundancia y descubrir lo que sus realezas descubrieron: DIOS ANODADADO para llenar nuestra existencia de paz, concordia, felicidad y fe.

-Epifanía es el deseo más profundo de un Dios que, además de nacer en establo, quiere habitar en las grutas de tantos países que no le conocen. En las almas que se han enfriado. En los “nuevos Herodes” que, una vez y otra también, persiguen la inocencia antes que a la malicia.
-Epifanía es las cartas sobre la mesa de un Dios que, en Jesús, se nos muestra tal y cual es.
-Epifanía es la alegría del cielo que, cuando se descubre, es imposible venderla por cuatro sonrisas o entretenimientos que nos ofrece el mundo.

-Epifanía es la universalidad de nuestra fe frente al riesgo de creer que, nuestra fe (la de mi parroquia, la de mi Diócesis, la de mi país o continente) es la auténtica, la más verdadera o la más cercana al Evangelio.

-Epifanía es romper con nuestras barreras (especialmente las personales) y aventurarnos a descubrir un “portal” que nos ofrece salvación, claves para un amor sin desmayo y humildad como tarjeta que nos permite entrar en el espacioso cielo.

2.- Preguntémonos, en este día de Reyes, si somos Epifanía o más bien jugamos al escondite cuando se trata de llevar, el tesoro de la fe, a los ambientes más hostiles a nuestras convicciones religiosas. Los Reyes Magos no se quedaron recluidos en sus castillos y reinos. Vinieron de aquí y de allá y, tal vez, tuvieron que surcar muchas diferencias (incluso entre ellos mismos) a la hora de encontrar y de depositar ante el REY DE REYES aquellos símbolos que denotan realeza, divinidad y humanidad (oro, incienso y mirra). Fueron maestros de la Epifanía de Cristo. La pusieron en órbita y, desde ahí, marcharon a sus lugares de origen sabiendo que lo que dejaron en Belén era algo importante y positivo para su pueblo.

3.- En un tiempo donde la fe se pretende relegar al ámbito privado o se evita la referencia a la Navidad Cristiana (como si de repente el solsticio del invierno fuera lo que nos uniera), los cristianos estamos llamados a dibujar un mapa de actuación para que la Epifanía de Dios sea una realidad no ya en los pueblos que no le conocen sino, lo que es más grave, en aquellos que lo conocieron, lo adoraron y se marcharon sin volverlo a ver ni recordarlo. ¿Europa? ¿Nuestro país? ¿Las familias cristianas enfriadas espiritualmente? ¿Los políticos que esconden su ideario más o menos católico? ¿Los padres que olvidan que ellos han de ser Epifanía en la educación de los hijos? ¿Los sacerdotes cuando, tal vez, escondemos lo crudo de nuestra esencia católica por miedo a los “Herodes” de los tiempos que vivimos?

4.- En este día de Reyes, donde los niños se levantan emocionados ante unos regalos traídos por SS.MM. los Reyes, que también nosotros nos acostemos o despertemos y, abriendo la ventana o el balcón, sigamos buscando la estrella que siempre trae como divinos regalos: la paz, el bien, la dirección para llegar hasta Jesús o la pista para dar con la felicidad.

Los Reyes Magos (no las “magas”) no son algo estático y petrificados en el pasado. Siempre están en permanente peregrinación. Caminan y avanzan, otean el horizonte y esquivan el peligro, con todos aquellos hombres y mujeres que desean encontrarse cara a cara con el Señor y, luego, lanzarlo como descubrimiento allá donde sus pies avanzan.

¡DEJAD QUE DIOS OS MANIFIESTE SU BONDAD! En contraprestación, postraos y ofrecedle vuestra fe, alegría y entusiasmo por haberle encontrado.

Javier Leoz