Adviento para el Año de la Fe

Redescubrir la figura de María como testigo de la fe.

No estaría nada de más potenciar el tiempo de adviento

como semanas de especial culto a la Virgen María.

La Vigilia de la Inmaculada, bien preparada y anunciada,

puede ser un buen pregón de cómo queremos vivir el adviento

y qué nos trae el adviento.

Presentar a Jesús como el punto final de todas las profecías

y como centro de las próximas fiestas navideñas.

Lo fundamental, del Misterio de la próxima Navidad,

es que el Hijo de Dios se hizo hombre en Belén naciendo de

Santa María Virgen.

Incidir que, como Juan Bautista, nosotros estamos llamados

a preparar los caminos del Señor

en medio de un mundo al que le cuesta mucho reconocer los signos

de su presencia. La parroquia, en ese sentido, tiene un gran reto:

allanar senderos, recordar a Aquel que viene, pone a punto

las campanas, la megafonía y un buen servicio de lectores,

medios de comunicación, hoja parroquial, cartelera, etc.

No olvidemos que, frente a tanta competitividad,

la Iglesia tiene mucho que decir y poco que ocultar.

Preparar nuestras parroquias no al mal llamado

“espíritu navideño” sino al espíritu cristiano de la Navidad.

Los adornos, lejos de ser tibios, han de manifestar claramente

la verdad de nuestro mensaje: Dios se hace hombre.

El espíritu cristiano de la Navidad no debe de ser confundido con otros valores como ser solidarios, tener buenos sentimientos

o ser positivos por unos días. A Belén se va de una forma

y se regresa de otra: impresionados de y por el amor de Dios.

Recordar, como recientemente nos ha recordado el Papa

Benedicto XVI, que no se puede disociar fe y caridad.

La Navidad no tiene como fin sacudir unos sentimientos

más o menos nobles sino, desde el amor de Dios,

saber que nosotros estamos llamados a ofrendarnos por los demás.

“Despréndete de un kilo” puede ser una llamada a compartir

un kilo de alimentos con los más necesitados.

Invitar a la esperanza ante tanta inquietud.

En el fondo, la ansiedad y preocupación de muchas personas,

estriba en una razón de fondo: el vacío espiritual.

El gran peligro de la crisis que estamos padeciendo no sólo radica en los bolsillos empobrecidos,

sino en las almas tibias y hasta frías.

Instar a la vigilancia cristiana.

Los que esperamos a Jesús no podemos quedarnos impasibles

o adormecidos por el cloroformo dominante del relativismo

o de la timidez apostólica. El Año de la Fe nos invita, entre otras

cosas, a señalar con nuestro dedo a Aquel que esperamos: Cristo.

Y, si nosotros apuntamos hacia Jesús, algunos de los que nos rodean mirarán en la dirección señalada.

Si la Palabra se hizo carne en Belén, la Palabra, tiene que tener

una importancia relevante en nuestra vida cotidiana.

El evangelio de cada día puede ser una iniciativa a proponer en todas nuestras parroquias.

Dejémonos acompañar por su Palabra.

Con motivo del Año de la Fe una buena iniciativa sería el leer ininterrumpidamente,en un día señalado, los evangelios de la infancia de Jesús, al profeta Isaías, etc.

La próxima Navidad, además de irrupción de Dios en la humanidad,

es Misterio, adoración, silencio. Rezar, decía Teresa de Jesús,

es estar con Aquel al cual tanto se ama.

La Adoración Eucarística nos ayudará,

en este Año de la Fe,

a tomar conciencia de que Dios está mucho más

cerca de lo que pensamos.

¿Por qué no recuperar la visita al Santísimo,

las iglesias abiertas o incluso formar un grupo de “voluntarios de puertas abiertas para el Señor”?

El Señor vendrá por Navidad

y tal vez muchos de nosotros no lo recibiremos.

El Adviento, en el Año de la Fe, supone colocar a Dios en el lugar que le corresponde quitando toda hojarasca que nos impide amarlo,

celebrarlo, vivirlo, adorarlo.

Potenciar el concurso o demostración

de belenes, poesías, canciones o dibujos relativos a la Navidad

ayudará a crear un ambiente propicio a los días santos se acercan.

En el Año de la Fe se nos invita como crecimiento espiritual

a recuperar o consolidar más aún el Sacramento de la Penitencia.

Jesús no quiere nacer en cuna noble pero si entre pañales limpios.

¿Qué barreras me separan del Señor?

¿En qué he descuidado mi fe?

¿Conozco los diez mandamientos

o los he reducido a mi conveniencia?

El Adviento es tiempo de limpieza.

Dios nace en la noche oscura pero

lo hará en los corazones cristalinos.

El Adviento es una herramienta que nos ayuda a ordenar

nuestra propia vida.

A enderezar nuestros caminos, a la vigilancia.

En el Año de la Fe no podemos dejar de lado aspectos esenciales de nuestro cristianismo.

La Navidad no es sentimentalismo.

En la Navidad celebramos el Nacimiento del Hijo de Dios.

Tal vez, estas cuatro semanas,

pueden ser una oportunidad para estudiar, crecer y consolidar

las verdades más fundamentales sobre Jesucristo y su Divinidad.

El libro del Papa “La infancia de Jesús” puede ser un gran regalo

a nosotros y a los demás con motivo del cumpleaños de Cristo.

En su libro sobre la Infancia de Jesús el Papa Benedicto XVI

señala que en el Portal de Belén no estaban presentes ni el buey

ni la mula.

El Adviento, en este Año de la Fe,

nos invita a no quedarnos en los adornos que la tradición, y con buena intencionalidad,

ha ido colocando alrededor de lo importante: del Misterio.

El Adviento si que nos invita a adornar nuestros corazones, nuestras almas o nuestro interior con las mejores virtudes.

Qué importante es,

además de adornar el árbol o la vivienda,

hacerlo también con uno mismo.

El Año de la Fe nos incita a la alegría de ser cristianos.

Al orgullo de ser católicos. El Adviento jubilar del presente año

nos puede a vivir nuestra fe con más alegría.

Un INVITADO De la categoría de Jesús merece mil sonrisas y, sobre todo, una buena acogida.

Recuperar los festivales de villancicos, las parroquias bien aderezadas con la ayuda de diferentes equipos,

la colocación símbolos cristianos (estrellas, nacimientos, Niños Jesús) puede ser un claro exponente de la alegría con la que se espera el Misterio de la Navidad.

El Adviento, en este Año Santo de la Fe,

debe ser especialmente intenso para preparar la Santa Navidad.

Una de las verdades fundamentales del cristianismo es el hecho

de que Dios se hizo Hombre. ¿Cómo podemos llevar esta noticia

a una sociedad descreída? No estaría de más el incentivar

la representación de autos de navidad, belenes vivientes,

veladas musicales combinando textos y villancicos…

No olvidemos que, la fe,

no la podemos reducir al ámbito privado.

Eso no sería Navidad.

Eso sería opacidad del Misterio

que celebramos.

P. Javier Leoz