CONGRESO OTORGA MEDALLA A MONS. SÁNCHEZ MORENO, ARZOBISPO EMÉRITO DE AREQUIPA, POR SU FECUNDA LABOR

“La primera obligación que tengo hoy es agradecer a Dios tantas gracias que nos da; y pedirle a ese Dios bueno que sigamos siendo capaces de salir adelante en estos momentos críticos que estamos viviendo en el país. Como cristiano, peruano y arequipeño contemplo con pesar como se pone en riesgo el fruto del trabajo de muchos habitantes de este país. Hay toda una labor destructora que tenemos que denunciar, pero nosotros tenemos fe en Dios de que podemos hacer lo que tenemos que hacer para defender la civilización cristiana, peruana –y arequipeña- en el hogar y el trabajo, en toda la sociedad y en la Iglesia”, afirmó Mons. Luis Sánchez Moreno Lira, Arzobispo Emérito de Arequipa, al recibir la Medalla de Honor del Congreso de la República, en el grado de Comendador, por su fecunda labor pastoral en Chiclayo, San Vicente de Cañete y Arequipa.

La ceremonia privada estuvo presidida por el Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, Arzobispo de Lima, y la Congresista Fabiola Morales Castillo, Tercera Vicepresidenta del Congreso, quien le otorgó la Medalla, después de resaltar las labores apostólicas, educativas y asistenciales a favor de los más pobres en los lugares en los que ha trabajado, promoviendo comedores populares, asilos de ancianos y cunas infantiles. Concretamente, subrayó el valioso impulso a los seminarios diocesanos en Cañete, Chiclayo y Arequipa, lugares en los que desarrolló su labor episcopal.

Víctor Andrés García Belaunde, congresista proponente del otorgamiento de la Medalla de Honor, dio testimonio del servicio a la comunidad que Mons. Sánchez Moreno ha realizado especialmente los 28 años que fue Obispo Prelado de Cañete, donde impulsó y desarrolló el Instituto Pedagógico de esa ciudad, el Santuario de Nuestra Señora Madre del Amor Hermoso, y la predicación constante de la santificación del trabajo ordinario, siguiendo el espíritu de san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei.

Asistieron al acto el Cardenal Juan Luis Cipriani, los congresistas Fabiola Morales y Víctor Andrés García Belaunde y su señora esposa, Mons. Ricardo García, Mons. Raúl Chau, Mons. José Luis López Jurado, Mons. Frutos Berzal, Mons. Guillermo Oviedo Gambetta y varios sacerdotes. Igualmente, el embajador Gustavo Texeira, el rector de la Universidad Santo Toribio de Mogrovejo Hugo Calienes Bedoya, los periodistas Patricio Ricketts, Pedro Cateriano y Federico Prieto Celi, el doctor Roberto Salinas Durand, el jurista Pedro Cateriano Bellido, entre otros distinguidos invitados.

La ceremonia se realizó en el domicilio de Mons. Sánchez Moreno, hoy 25 de junio de 2009, a las nueve de la mañana. Se adjunta las palabras de agradecimiento de Mons. Sánchez Moreno.

PALABRAS DE AGRADECIMIENTO DE MONS. LUIS SÁNCHEZ MORENO LIRA AL RECIBIR LA MEDALLA DE HONOR DEL CONGRESO DE LA REPÚBLICA

Recibo, acepto y asumo esta distinción que me otorga el Congreso de la República, con el deseo de que se siga incrementando la fe religiosa de nuestro pueblo. Recuerdo que cuando llegué a Cañete como Prelado, el Obispo anterior, Monseñor Ignacio Orbegoso, con un grupo de sacerdotes españoles, había enfrentado una situación dura: trabajaron sin carreteras transitables, sin alojamientos dignos, en condiciones que exigían un gran espíritu de sacrificio. El resultado fue que se dio una vuelta a la realidad espiritual. Esos sacerdotes maravillosos lograron, en una década, incrementar el fervor religioso de la Prelatura.

Construir el Santuario de Nuestra Señora Madre del Amor Hermoso en San Vicente de Cañete parecía una labor imposible, por el momento en el que se decidió levantarlo. Lo debatimos en la Curia con los sacerdotes diocesanos. Cada cual aportó sus sugerencias. Había dificultades y carencias, pero Dios actúa a pesar de lo poco que somos y lo poco que tenemos. El Señor estuvo de por medio, nos ama con locura. El esfuerzo humano –fuimos leales con el Señor y con su Madre santa María- y la gracia de Dios, a pesar de los pesares, hicieron posible que el esfuerzo de los sacerdotes y laicos de Cañete levantaran el Santuario de Nuestra Señora Madre del Amor Hermoso, fruto del poder de Dios, que tanto ha servido y sirve a los fieles.

La primera obligación que tengo hoy es agradecer a Dios tantas gracias que nos da; y pedirle a ese Dios bueno que sigamos siendo capaces de salir adelante en estos momentos críticos que estamos viviendo en el país. Como cristiano, peruano y arequipeño contemplo con pesar como se pone en riesgo el fruto del trabajo de muchos habitantes de este país. Hay toda una labor destructora que tenemos que denunciar, pero nosotros tenemos fe en Dios de que podemos hacer lo que tenemos que hacer para defender la civilización cristiana, peruana –y arequipeña- en el hogar y el trabajo, en toda la sociedad y en la Iglesia.

Podemos tener la sensación de que todo lo que hemos hecho, con muy buena voluntad, es solamente un mamarracho, pero debemos ser muy optimistas. Seamos hombres y mujeres recios que saben defender lo que es necesario en un mundo donde hay un evidente declive moral, descenso familiar y pobreza espiritual. Seamos muy optimistas, a pesar de los pesares, y el Señor pondrá el incremento a nuestro esfuerzo; y la Iglesia y el Perú seguirán desarrollándose, y sus habitantes continuarán mejorando.

Cuando Atila amenazó la Roma decadente al final del Imperio, los generales no estaban dispuestos a ir a su encuentro, se disculparon con cobardía, tuvo que ir un Papa a dialogar con el invasor y conjurar el peligro. La Iglesia es la salvaguarda de la humanidad, es la defensora del derecho natural, de la dignidad de la persona, de la espiritualidad en la sociedad. Puede ocurrir que falte energía moral para defender a la persona y a la sociedad, la mayoría puede dejarse llevar por un relativismo ético, pero nosotros los cristianos debemos estar presentes para evitar la pérdida de los valores humanos y morales.

Agradezco al Congreso de la República por esta Medalla de Honor, en el grado de Comendador que me ha sido otorgada, y que necesito como un estímulo que me da fuerzas para seguir siendo fiel a mi vocación sacerdotal y episcopal de servicio. De veras, muchas gracias a ustedes, los congresistas, embajadores, hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, amigos de Lima y de Arequipa. Mucho les agradezco que hayan querido acompañarme en estos momentos.

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