Cristo resucitado nos invita a la felicidad eterna

En la misa del domingo 27 de marzo, en la celebración de la Pascua de Resurrección, el Cardenal Juan Luis Cipriani recordó a los fieles que el Señor nos pide ser testigos e ir enseñando a los demás lo que Jesús nos enseñó y el sacrificio que ha hecho por todos nosotros:

“Debemos recordar que el mandato del señor es el de ser testigos. El Señor desde el primer instante en los hechos de los apóstoles, a través del espíritu santo les dice a sus apóstoles, vayan y enseñen lo que han visto. (…) El testigos tiene dentro de su alma, de su pensamiento, de su corazón, tiene la seguridad, vio y creyó”.

“El testigo no solamente habla, sino que también con su vida, con su ejemplo, con su conducta, se ve. Los demás pueden decir: mira, este chico, esta mujer, cree y por qué te das cuenta, porque los ves alegres, porque perdonan, porque son generosos en ayudar a los demás, porque no huyen del dolor, son testigos y están haciendo lo que Jesús les enseño y lo que el espíritu santo nos va explicando a cada uno”.

 

Mi reino no es de este mundo

Luego, el Primado del Perú recordó la importancia de la vida eterna y que en la Pascua de Resurrección, todas las dudas que tenemos se resuelven:

“Justamente en el día de la Pascua de Resurrección nos damos cuenta de esa incertidumbre que todos tenemos: ¿Y que habrá después de la vida? ¿Y cómo será? ¿Y dónde estarán mis parientes que ya han muerto? ¿Y qué será de este enfermo y de esta otra persona? Uno tiene esas grandes preguntas. Hoy en la Pascua de Resurrección, todas esas preguntas tienen una respuesta: Jesucristo, resucitando me dice: “Voy a prepararte un lugar. Te invito a la eternidad””.

“Por eso uno va por esta vida trabajando, ofreciendo su esfuerzo, confesándose, enseñando, cansándose, sufriendo, pero va con un corazón sereno. Me espera la felicidad eterna, me espera la alegría eterna, me esperan tantos santos y santas en el cielo”.

 

Soy hijo de Dios en Cristo

Asimismo, recordó que siempre habrá dudas y momentos difíciles diariamente, pero que todo lo humano, bueno o malo, pasa, no es eterno, porque la felicidad eterna está en el reino de Dios:

“A veces hay dudas, a veces hay un poco de oscuridad: “No entiendo cómo mi hijo… cómo mi hermano… cómo mi esposa… cómo mi abuela… cómo este enfermo… no entiendo ¿Por qué tanta mentira?, no entiendo”. Y el señor te dice: “Mi reino no es de este mundo, si conmigo actuaron así, ¿por qué te sorprende que el Señor te diga: “Ayúdame, ofrece tu vida en la cruz”, pero te adelanto, te espero en la alegría de la resurrección””.

“No hay para siempre, todo lo humano termina, todo: la vida, la salud, el trabajo, la familia, termina. Lo que no termina es lo que Dios, a través de su hijo, nos ha invitado: “Te invito a la felicidad eterna” (…) “El demonio existe, con cara, con nombre, con apellido y con modo de ser, personas endemoniadas, existen, pero hoy nuestra esperanza al contemplar a Jesús resucitado nos llena de alegría. El motivo de mi alegría es: “Soy hijo de Dios en Cristo”, Cristo me dice: “Ánimo, ven””.

 

La felicidad eterna es una oferta que está en tus manos

Finalmente, mencionó que la felicidad que Dios nos ofrece está en nuestras manos, depende de nuestras acciones para poder alcanzarla:

“Y de manera muy especial, hoy, está llena de alegría la Virgen. La Virgen de la Alegría, la Virgen de la Esperanza, nuestra Madre. Nuestra Madre está como a la entrada de esta gran fiesta en el cielo recibiéndolos a todos: “Vengan, entren a la felicidad eterna”. Pero no nos engañemos, Jesús quiere necesitar de tu libertad. Tú tienes que portarte bien, tú tienes que rezar, tú tienes que ayudar a los demás, en tus manos está. Esa felicidad eterna es una oferta que está en tus manos, conquístala con tus obras, con tu humildad, con tu fe. Por eso le pedimos a nuestra Madre: Danos esa humildad, danos esa fe para estar convencidos de que vale la pena luchar por amor hasta el último instante”.

Concelebraron los obispos auxiliares, el Monseñor Adriano Tomassi y el Monseñor Raúl Chau.