Historia de la festividad litúrgica de Nuestra Señora del Rosario (7 de octubre)

Historia de la festividad litúrgica de Nuestra Señora del Rosario (7 de octubre)

(Desde El Cañamelar, Valencia, José Ángel Crespo Flor).- Si miramos cualquier calendario de octubre veremos que la fiesta que corresponde al día 7

de octubre hacen mención a Nuestra Señora del Rosario. Y como ocurre siempre la elección no se ha hecho porque sí sino que corresponde a una situación y a un hecho que tuvo lugar hace muchísimo tiempo. Tantos como 440 años pues fue el 7 de octubre de 1571 cuando tuvieron lugar los hechos.

Es importante pues que no se pierda esta perspectiva del 7 de octubre pues hacerlo sería poco menos que traicionar lo que es todo un hecho histórico. Por ese mismo motivo, para no traicionar la realidad, para mantener siempre vigente el 7 de octubre y para marcar la fecha en la que toda la Iglesia celebra la Fiesta de la Virgen del Rosario, titular entre otros muchos capitales y barrios del Cañamelar (Valencia), la Hermandad del Cristo de los Afligidos, que también está insertada en El Cañamelar, ha pensado -y lo ha hecho bien- clausurar su I Gran Muestra de Cruces y Crucifijos precisamente en esa fecha. Será, si se quiere, una clausura sencilla pero definitiva porque ya no se podrá visitar.

Por supuesto que ese día no se quitarán todas las cruces, solo una y es intención de la Hermandad que sea el propio párroco del Rosario, José Polo, quien tenga el privilegio de iniciar esta clausura de la I Gran Muestra de Cruces y Crucifijos con la que la Hermandad ha querido ensalzar la Cruz donde padeció y murió Jesús.

Esa cruz que otros la quieren hacer desaparecer, ningunear y hasta ocultar de nuestras vidas.

Pero antes, antes incluso de la Eucaristía vespertina, en la parroquia del Rosario del Cañamelar tendrá lugar el rezo del Santo Rosario como corresponde a un templo en el que la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario, es la Titular del templo y la Señora y Patrona del barrio.

LA FECHA DEL 7 DE OCTUBRE

La institución de la fiesta de Nuestra Señora del Santísimo Rosario tuvo lugar en tiempos de Santo Padre Pío V (1566 – 1572).

Durante el transcurso de su pontificado, los musulmanes controlaban el Mar Mediterráneo y preparaban la invasión de la Europa cristiana. Los reyes católicos de Europa estaban divididos y aparentemente no notaban el peligro inminente.

El Papa pidió que se rezara el Santo Rosario y también les solicitó ayuda sin recibir de ellos una respuesta positiva, hasta que el peligro se hizo muy real y la invasión era certera, cuando los musulmanes en 1570 avanzaron sobre la isla de Chipre, al oriente del Mediterráneo, invadiéndola.

El 7 de octubre de 1571 se produjo el enfrentamiento de las dos flotas, la cristiana y la musulmana, en el Golfo de Corinto, cerca de la ciudad griega de Lepanto.

La flota cristiana llamada La Liga Santa, fue formada especialmente para ésta misión y estaba compuesta de soldados de los Estados Papales, de Venecia, Génova y España y comandada por Don Juan de Austria. La flota musulmana era un enemigo muy superior en número y buques de guerra. El final de ésta batalla decidiría el destino de la Europa cristiana.

Antes del ataque, las tropas cristianas rezaron el Santo Rosario con gran devoción y según se dice, durante la fervorosa oración, los vientos que soplaban sobre las aguas cesaron, obligando a las embarcaciones contrarias tener que replegar las velas y avanzar remando.

La batalla que se libró en Lepanto duró hasta altas horas de la tarde pero, al final, los cristianos resultaron victoriosos. Liberaron así 12.000 esclavos cristianos que eran forzados en las galeras turcas y dieron fin a la supremacía naval turca en el Mediterráneo.

Mientras la batalla transcurría, en Roma el Papa que recitaba el Rosario en su capilla, tuvo una visión en la que se le anunció la victoria. Entonces decidió salir de su capilla para anunciar que la Santísima Virgen les había concedido la victoria a los cristianos. Semanas mas tarde llegó finalmente el mensaje de la victoria de parte de Don Juan de Austria, quién, desde un principio, atribuyó el triunfo cristiano a la poderosa intercesión de Nuestra Señora del Rosario. Agradecido con Nuestra Madre, el Papa Pío V instituyó el día de la victoria en Lepanto como la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias y agregó a las Letanías de la Santísima Virgen el título de «Auxilio de los Cristianos». Más adelante, el Papa Gregorio III cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra Señora del Rosario.

Misterios Gozosos (Lunes y Sábado)

Misterios Luminosos (Jueves)

Misterios Dolorosos (Martes y Viernes)

Misterios Gloriosos (Miércoles y Domingo)

La batalla de Lepanto por Paolo Veronese

El papa Piio V

PLEGARIA A LA VIRGEN DEL ROSARIO
Por Antonio DÍAZ TORTAJADA (Sacerdote-periodista)

Santísima Virgen del Rosario:
Contigo queremos peregrinar a la casa de Dios nuestro Padre
junto con tu Hijo, Jesucristo, animados por el Espíritu Santo.
Te felicitamos Virgen María, por tu cercanía
y por tu bondad de Madre.

Te felicitamos Virgen María
porque tu has contribuido a hacernos más concientes
de nuestra condición de hijos de Dios
y de nuestra común dignidad. a lo largo del camino.
María, madre nuestra, desde el “bendito el fruto de tu vientre”,
hasta el “ahí tienes a tu hijo”; María madre nuestra, desde el “haced lo que os diga”,
hasta el cenáculo, acompañando a la Iglesia orante
en la espera del Espíritu Santo prometido,
queremos expresarte nuestro amor,
nuestro agradecimiento y nuestra súplica,
porque te has manifestado como madre
para recordarnos el camino del encuentro con Jesús
y fortalecer el vínculo fraterno que nos distingue
como miembros de la gran familia cristiana.

Te felicitamos Virgen María
por tu respuesta fiel al proyecto de Dios,
asociada a su plan salvífico a favor de su gloria y de nuestro bien.
Te felicitamos Virgen María porque fuiste coronada
por encima de todo lo creado,
gozando del triunfo de la victoria de Jesús
sobre el dolor, el pecado y la muerte
Te felicitamos Virgen María
porque participas de esa plenitud alcanzada
porque fuiste la servidora del Señor,
misión que se prolonga para nosotros en este tiempo
en el que libramos la gran batalla,
iluminados y aleccionados por tu ejemplo.

Te felicitamos Virgen María
llenos de esperanza en tu mediación maternal,
para que podamos también nosotros alcanzar la victoria.
La humildad y pequeñez
de tu servicio incondicional al querer de Dios
ha significado tu mayor grandeza,
porque gracias a tu actitud de despojo Él creció
y te hizo partícipe, asociándote a su obra redentora.
Tu camino va de la mano con el de Jesús, nuestro camino,
y así, te has convertido en el fruto más espléndido de su obra
y, para nosotros en el modelo de santidad
y adhesión al plan de Dios.

Vemos en tu vida y persona una expresión dócil y sencilla,
y, a la vez, totalizante de cómo debe ser para nosotros
el modo de vivir esta relación con Dios,
sin dudas, ni temor de equivocarnos,
convirtiéndote en un signo de esperanza.
Te felicitamos Virgen Madre del Rosario
pues nos diste al Redentor
que alcanzó pan para nosotros, la gracia y la salvación.
Eres el gran prodigio que creó Dios por bondad.
Eres la promesa de victoria,
nuestro triunfo sobre el mal.

Madre del Rosario:
hoy queremos proclamar tu grandeza
en la magnitud de tu servicio de amor,
hoy queremos confesar
nuestra gratitud y cercanía desde siempre,
que reconocemos y valoramos y anunciamos
de generación en generación.
Esta peregrinación,
reflejada en los misterios del rosario la hacemos contigo;
tu nos ayudas a recorrer un camino de discípulos,
que transitamos en la fe, y nos hace amigos de Cristo.

Él es el maestro que nos forma como los discípulos,
El que nos educa interiormente
para escuchar y asimilar su Palabra, que es la del Padre.
Caminar por los misterios de gozo, luz, dolor y gloria
es una peregrinación espiritual,
a la que estamos invitados a recorrer contemplando
los misterios de la vida de Jesús.

La meditación de cada uno de ellos
es una profunda oración,
y nos mueve a contemplar con María el rostro de Cristo.
Ellos nos permiten ahondar en la profundidad
de todo el mensaje evangélico,
el cual es como un compendio.
Esta familiaridad con el misterio de Jesús
nos es facilitada por el rezo del rosario,
donde aprendemos de ti,
Madre nuestra, a contemplar la belleza del rostro de Cristo
y a experimentar la profundidad de su amor.

Al contemplar sus misterios de gozo, luz, dolor y gloria
creemos y anunciamos la buena noticia de Jesús,
Mesías, Hijo de Dios.
Como hijos obedientes a la voz del Padre,
queremos escuchar a Jesús
porque Él es el único Maestro.
Como discípulos suyos sabemos
que sus palabras son Espíritu y Vida.

Con la alegría de la fe,
enséñanos a ser misioneros
para proclamar el Evangelio de Jesucristo,
y, en Él, la buena noticia de la dignidad humana, y de la vida,
de la familia y del trabajo,
de la ciencia y de la solidaridad con la creación.
Enséñános a conocer y contemplar
los misterios de la vida de tu Hijo en forma amistosa
y haznos crecer como seguidores y discípulos de Cristo.
Conocer a a tu hijo Jesús
es el mejor regalo que podemos recibir cualquier persona;
haberlo encontrado nosotros
es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida,
y darlo a conocer con nuestras palabras y obras
es nuestro gozo y nuestra alegría.

María:
Al desgranar las cuentas de tu rosario,
nos dirigimos directamente a ti.
Que este acto de amor, contigo y por ti
se dirija a Jesús que nos atrae a sí,
y nos ofrece la paz que conquistó para nosotros.
Por eso, Madre del Rosario,
llénanos de alegría;
eres tu, quien orienta nuestra oración;
tu eres aquella que con ojos de misericordia
nos muestra el modo de abrir nuestro corazón
a la voz del Espíritu Santo,
y a su Hijo, para ser anunciado a todo el mundo.
Tu has vivido por entero toda la peregrinación de la fe
como la Madre de Cristo
y luego, también de sus discípulos.
Enséñanos a peregrinar contigo y hacia Cristo.
Así como desde la anunciación,
tu silencio te permitió recibir y responder con fidelidad
a la voz del Ángel,
así también
la fe te acompañó a lo largo de todo tu camino terreno,
peregrinando en los misterios de Cristo.
Ayúdanos a recorrer contemplando
los misterios de la vida de tu Hijo Jesús.
Como pueblo peregrino que se pone bajo tu amparo,
te pedimos que nos hagas semejantes a Jesús
y podamos mostrar su rostro
labrando la amistad entre nosotros
para adelantar aquí el gozo de la patria futura.
Tu eres la reina del corazón,
de la mano tendida,
del cobijo y el acompañamiento,
del estar y caminar juntos,
de tu mirada serena y de tu ofrenda divina
al entregarnos a tu Hijo.
Tu eres la inspiradora de nuestros grandes ideales
de comunión y fraternidad,
ayudándonos a vivir en la alegría y en el dolor,
en la siembra y en la poda y en la sazón del fruto
que madura al calor de tu mirada.
Tu has entrado en el quehacer cotidiano de nuestras vidas,
haciendo de nuestras casas tu Nazareth;
de nuestras vidas, tu misión;
de nuestras conductas, tu obrar;
de nuestra oración, tu disponibilidad,
a lo que Dios te pidió de nuestras comunidades,
la fraternidad que nos imprime tu presencia de Madre.
Esta presencia en nosotros nos convierte
en discípulos de Jesús,
de quien eres la maestra que eligió la mejor parte,
en Iglesia como lugar de encuentro y vivencia,
porque al darnos a Jesús te convertiste en nuestra madre.
Queremos ser un signo visible y fuerte y gozoso
de todo lo que haces y significas para cada uno de nosotros,
que con fe grande y amor de correspondencia,
queremos expresarte el lugar que ocupas en nuestras vidas.
Bajo tu amparo, madre del Rosario
confiamos las personas que viven en viviendas degradadas
que se les aseguren condiciones de vida dignas,
la satisfacción de las necesidades fundamentales
y la posibilidad de realizar sus propias aspiraciones,
en particular en el ámbito familiar
y en una convivencia social pacífica.
Te pedimos que la cultura
no se vacíe de los valores trascendentes;
y que la vida sea más fuerte que la muerte,
que la tercera edad sea querida y reconocida,
que la el niño por nacer sea aceptado
porque ya es un hijo de Dios y hermano nuestro.
Ponemos bajo tu amparo, Virgen del Rosario,
la esperanza de los rostros sufrientes
que nos duelen.
particularmente los de aquellas personas
que tienen mayores necesidades,
y que la sociedad las ha arrinconado en la cuneta,
que viven en la calle,
que requieren especial cuidado y atención.
Que tu amor sea una luz en el camino de nuestra vida
–en el fondo la única– que debe iluminar a un mundo oscuro
y nos de la fuerza para vivir y actuar.
Madre del Rosario:
Enséñanos a amar con tu corazón.
Sabemos que como Madre
curarás las heridas de nuestras caídas
y como maestra nos indicarás el camino para no volver a caer.
Somos tuyos:
Te ofrecemos hoy nuestra vida y nuestro corazón,
tu guárdanos y defiéndenos como una posesión tuya.
Madre del Rosario:
Te sentimos tan cercana,
tan Madre y tan nuestra
que nos fusionas en la intimidad de Dios,
¡haznos uno, para que el mundo crea!
Amén.

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