La credibilidad del Papa Francisco

Credibilidad del Papa Francisco

(Alfredo Barahona Zuleta, revista claretiana TELAR).- Si no asombra ya el insólito pontificado del papa Francisco, a nadie ha podido dejar indiferente la forma en que logró detener -al menos hasta ahora- el bombardeo «ejemplarizador» con que el mandatario norteamericano, Barack Obama, porfiaba en castigar al gobierno de Siria por el supuesto uso criminal de armas químicas.

Decepcionante, a lo menos, resulta semejante empeño en un mandatario tan singular de USA, que apenas iniciada su gestión fuera honrado con el Premio Nobel de la Paz; homenaje tan insólito como apresurado, según diversos analistas.

Pero decepciona aun más que ese paradigma del pacifismo insistiera en rematar con misiles a un país ya arrasado por una guerra civil que ha dejado en dos años más de 110.000 muertos y ha expulsado de sus hogares a 3 millones de emigrantes.

Cuando ya parecía inevitable tamaña barbarie, se alzó la voz del papa Francisco, una de las pocas aún creíbles en el escenario mundial, por su coherencia de palabra y vida. Con su sencillez característica, Francisco llamó a la cristiandad a una jornada de oración y ayuno por la paz en Siria y el Medio Oriente. A los misiles de Obama opuso el poder de las únicas armas que han esgrimido los luchadores de la noviolencia activa; las de cristianos y nocristianos dignificadores de la racionalidad humana; las de Gandhi, Luther King, Oscar Arnulfo Romero y otros auténticos profetas de la paz.

Y hasta ahora triunfa la racionalidad; es más poderosa la fuerza moral que el arsenal bélico de la mayor potencia mundial.

José Stalin, el más controvertido jerarca de la era soviética, ironizó una vez ante la sugerencia de que el Vaticano tuviera voz en las negociaciones de paz de la segunda posguerra. «¿Cuántas divisiones tiene el Papa?, preguntó. Como el de entonces, Francisco no tendría más que la Guardia Suiza para enfrentar la prepotencia de quienes, en nombre de «la democracia» y «la libertad», han sobrenriquecido su patrimonio inundando el mundo con armas cada día más temibles, para atacar después selectivamente a quienes se las compran.

Personas como Francisco pueden mover a buena parte del mundo con sólo su palabra, porque son creíbles. No así quienes han urdido artimañas para masacrar a países como Irak, Afganistán y Libia, y hoy pretenden engrosar la lista impresionante de guerras que lucen como sus mayores glorias nacionales.

La amenaza de escarmiento con misiles se funda en que el gobierno sirio habría utilizado en agosto último armas químicas, provocando más de 1.300 muertos. El presidente Bashar al Assad sostiene que tales elementos, prohibidos por numerosas convenciones internacionales debido a sus horrendos alcances y consecuencias, fueron empleados por grupos rebeldes que lo combaten apoyados por aliados de Occidente.

USA señala a un culpable y amenaza castigarlo. Lo cierto es que devastadoras armas químicas y bacteriológicas -gases asfixantes, paralizantes del sistema neurológico, venenos sobre aguas y cultivos, mortales plagas diseminadas con insectos, y numerosas otras- se han utilizado profusamente desde la Primera Guerra Mundial, y más que nadie por los Estados Unidos. Las usaron al menos en Filipinas, Puerto Rico, China, Corea del Norte,Vietnam, Laos, Camboya, Cuba, Canadá y sobre emigrantes haitianos.

Es innegable que organimos norteamericanos secretos y de defensa han diseminado una variedad de agentes tóxicos e infecciosos incluso sobre miles de sus propios conciudadanos, matando a innumerables en función de experimentos bélicos.

«El uso de armas químicas en cualquier lugar del mundo es una afrenta a la dignidad humana y una amenaza a la seguridad de la gente en todas partes», ha dicho en estos días Barack Obama. Ojalá sea consecuente partiendo por su propia casa. El más fuerte se puede imponer sobre el débil, garrote en mano, pero la autoridad pública es atributo de la auténtica razón humana. «La fuerza es el derecho de las bestias», sostuvo, al ser derrocado, Juan Domingo Perón.