La diócesis de Zárate-Campana puso en experiencia el estado de «misión permanente» en Pentecostés y María Madre de la Iglesia, porque «Esposa del Espíritu Santo».

Conforme a los consensos profundos acerca de la renovación del plan pastoral en el sentido de la misión paradigmática y programática, y al estado de misión permanente, que se plasmaron en las últimas fiestas patronales diocesanas en Exaltación de la Cruz, el 4 de mayo, en las Jornadas Pastorales, la diócesis de Zárate-Campana experimentó una interacción pastoral de distintos grupos apostólicos que obraron en las vigilias de Pentecostés, en el mismo día de Pentecostés y en el día de María, Madre de la Iglesia. Las vigilias de jóvenes se sucedieron en las distintas parroquias, lo cual puede seguirse tanto en sus propias páginas como en las páginas web diocesanas (véase por ejemplo www.obispadozaratecampana.org o bien www.obispadodezaratecampana.org) y los links a páginas parroquiales, de asociaciones y movimientos o a perfiles de Facebook. Particular alcance tuvieron las Vigilias de Pentecostés en Campana, Cocatedral de Belén de Escobar y Pilar, donde participaron jóvenes de los distintos grupos misioneros, y a ello mismo alentó la delegación diocesana de misiones.

Al mismo tiempo, en época cercana a Pentecostés se sucedieron las celebraciones del sacramento de la Confirmación, administrado por el mismo Mons. Oscar Sarlinga como por el vicario general, Mons. Ariel Pérez, u otros delegados, y esto a lo largo y a lo ancho del territorio diocesano tanto en cuasi-parroquia de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa (Capilla de Santa Teresita, del Moorlands, con 60 confirmados, y tres turnos más en espera), en la cancha de fútbol del colegio «María Madre Nuestra» de Manuel Alberti (500 jóvenes confirmados) de la parroquia de Santa Rosa de Lima, en la escuela n. 19 de Los Cardales (100 jóvenes confirmados), en Nuestra Señora del Carmen, de los PP. Rogacionistas, de Campana, en la iglesia catedral de Santa Florentina, en dos turnos de 50 jóvenes cada uno, y en Nuestra Señora de Luján, de Zárate, y María de Nazaret, de la misma ciudad. En total fueron 900 los jóvenes (y algunos adultos) confirmados. El mismo día de Pentecostés el Obispo Mons. Oscar Sarlinga concurrió a la pequeña y creciente ciudad de Lima, dentro del partido de Zárate, para la Fiesta de Pentecostés, que se había hecho coincidir (por traslado litúrgico) con la festividad del Santo Patrono, San Isidro Labrador, en esa zona de campos, industrias, comercio, puerto y centrales atómicas. La persistente lluvia durante toda la mañana había hecho prever concentrar a toda la gente en el recientemente restaurado templo parroquial (puede vérselo restaurado en el perfil de Facebook de la parroquia de San Isidro Labrador de Lima) pero unos pocos minutos antes cesó de llover y el grupo de jóvenes misioneros de la parroquia de San Antonio de Padua (de Buenos Aires) que se encontraban en el lugar (misionando en el barrio aledaño a Santa Rosa, de los Hnos. Menesianos) ayudó a trasladar todo, con palco y banco incluidos, fuera, hacia la plaza central, donde en efecto tuvo lugar la misa, presidida por el Obispo y concelebrada por el P. Javier Portillo y el P. Boyle) luego de la cual se tuvo la tradicional procesión por las calles del pueblo con la histórica imagen de San Isidro Labrador, y la bendición de Mons. Sarlinga a los campos y a los instrumentos de trabajo. Pidió un aumento de la solidaridad en las comunidades y el apoyo para el afianzamiento de los «espacios de solidaridad, o de caridad social» que se están creando en la diócesis.

El lunes siguiente a Pentecostés se celebró en la diócesis a María, Madre de la Iglesia: el obispo concurrió a la parroquia de Nuestra Señora de Luján de Zárate, donde confirmó al primer grupo surgido del «centro parroquial» (no de colegio) que hizo todo el itinerario desde el bautismo hasta la confirmación, guiados por el Pbro. Osvaldo Montferrand, cura párroco. Al mismo tiempo, Mons. Ariel Pérez, vicario general, celebró las fiestas patronales con confirmaciones en María de Nazaret, junto con el pastor local, Pbro. Adrián Lázaro y la comunidad de esa parroquia.

El Obispo Mons. Oscar Sarlinga relacionó la festividad de María Madre de la Iglesia con su ser «Esposa del Espíritu Santo», para lo cual citó a San Francisco de Asís, uno de los primeros santos que divulgó ese título de la Ssma. Virgen, y emitió un mensaje a través de las redes sociales, tanto en el perfil de Facebook del Obispado de Zárate-Campana como en el suyo propio (gestionado por el grupo de comunicación del Obispad y por el mismo) en el que destacó el revivir la experiencia de la Iglesia naciente como un «dejarnos hacer por la gracia» para «nacer de nuevo», es decir, añadió «re-nacer, en la Iglesia, como Iglesia, revivificando nuestro «ser discípulos» y nuestro condiscipulado». El tema del «condiscipulado» lo considera Mons. Sarlinga un componente fundamental para la nueva evangelización porque nos pone -dijo- «en un también renovado camino evangelizador, impulsados por el dinamismo de la presencia del Espíritu (…) purificados por la dinámica de nuestra propia «muerte-resurrección-ser enviados».
Texto integral

María, Madre de la Iglesia, porque «Esposa del Espíritu Santo».

San Francisco de Asís (quizá habiendo escuchado la expresión del poeta Prudencio) y ciertamente iluminado de lo Alto, cuando se refería a María la vinculaba «con la Iglesia», habiendo sido este extraordinario santo uno de los que llamaba a la Virgen «esposa del Espíri…tu Santo». Por serlo, la Virgen, en Cristo, «gesta y da a luz» a todo discípulo, cumpliendo lo que el Señor Jesús muriente, señalando a Juan (y en él, a todo discípulo): le encargó desde la cruz: «Mujer, aquí tienes a tu hijo», como narra el Evangelio de hoy (+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 19, 25-27).

Podemos decir que este lunes después de la Fiesta de Pentecostés significa una muy especial visión de María, la Virgen Madre, como «ícono de la Iglesia», ícono «renovador en el Espíritu, su Esposo», ícono nada estático sino lleno de serena dýnamis para, con su intercesión poderosa, actualizar en nosotros, los discípulos, la imagen del Hijo, y para fortalecer nuestro con-discipulado…

En verdad, una renovación en el Espíritu nos ha de llevar a ver en todo discipulado un con-discipulado (salvados «en racimo»), porque el «espacio de verdadera fraternidad» que crea Pentecostés, como Ekklesía, Iglesia convocada y convocante, tiene su surgiente en María, siendo ella, a la vez, miembro «excelentísimo y enteramente singular» (Lumen gentium, 53) y «verdadera madre de los miembros de Cristo» (ib.).

El Papa Francisco, en el rezo del Regina coeli de ayer, 19 de mayo, nos decía que habíamos vivido «(…) un renovado Pentecostés que ha transformado la Plaza de San Pedro en un Cenáculo a cielo abierto. Hemos revivido la experiencia de la Iglesia naciente, unidos en oración con María, la Madre de Jesús (Cf Hch 1,14). Pienso que el revivir la experiencia de la Iglesia naciente significa para nosotros «dejarnos hacer por la gracia» para «nacer de nuevo», re-nacer, en la Iglesia, como Iglesia, revivificando nuestro «ser discípulos» y nuestro condiscipulado poniéndonos en un también renovado camino evangelizador, impulsados por el dinamismo de la presencia del Espíritu. Seremos así, cada día, purificados por la dinámica de nuestra propia «muerte-resurrección-ser enviados», compartidos por Cristo, que vive por siempre y nos envió junto con el Padre el Espíritu de Amor.

No defraudemos ese «ultimo encargo» de Cristo muriente, es su legado. Rechazar su encargo sería como ofenderlo en su cara en el momento mismo en que, desde la Cruz, nos dijo a cada uno de nosotros: «Aquí tienes a tu madre». Aunque seamos pecadores y necesitados de conversión (o precisamente por eso), lo que nos toca es, «recibirla en nuestra casa», a la Virgen y a nuestros hermanos y hermanas, los «condiscípulos»; tanto cuanto lo habremos hecho, así seremos juzgados cuando «desaparezca la figura de este mundo» y no quede lugar más que para la Verdad misma, ante los ojos de Cristo, ojos «mil veces más brillantes que el Sol». Ninguna mentira, y ni siquiera la mínima «excusa» tendrán lugar en ese «día», «dies illa».

Recibir a María y a los condiscípulos será nuestra colaboración para que la presencia de la Virgen Madre en Pentecostés pueda, por la Gracia de Cristo y con la contribución de nuestra libertad, garantizar de edad en edad, en todos los tiempos, «hasta el final» una renovada efusión del Amor, el cual sigue «creando» la Iglesia y la humanidad, lastimada, doliente (como nosotros), tan necesitada de sanación y renovación.

+Oscar Sarlinga