La HUMILDAD y la GENEROSIDAD | Reflexiones cristianas

     La virtud de la humildad es una virtud que no tiene una alta cotización en nuestra sociedad ni entre nosotros, porque nos parece que tiene dimensiones negativas que hacen referencia a lo que nos avergüenza, a lo que nos pueden echar en cara o a lo que nos gustaría esconder de nosotros mismos.

Nuestra sociedad se parece algo a un gran banquete del que todos queremos sacar una buena tajada, en el que todos queremos estar en la mesa presidencial o en los primeros puestos, aunque sea a costa de pisotear, calumniar, poner zancadillas, ser injustos y todo porque nos creemos con el derecho de que reconozcan nuestros méritos, nuestra fama, nuestro prestigio, nos creemos con derecho a las alabanzas, los honores, los privilegios.

     Toda persona debería empezar por reconocer sus cualidades y también sus defectos, sus cosas buenas y también sus cosas malas, toda persona debería reconocer cómo es realmente. Debemos sentirnos felices y gozosos porque Dios nos ama tal como somos y a la vez hemos de ser conscientes de que tenemos la responsabilidad de administrar bien, utilizar y saber hacer fructificar todo eso que el Señor ha puesto en nuestras manos, para nuestro bien y para el bien de los demás.     

Hemos de reconocer con humildad que tenemos carencias, que somos débiles y que algunas veces no hacemos las cosas bien y por ello deberíamos estar dispuestos  a pedir perdón. Tenemos que aprender de nuestro maestro Jesús a ser comprensivos, tolerantes y misericordiosos con nuestros prójimos, o sea próximos, igual que Dios lo es con nosotros y como querríamos que los demás fueran con nosotros.