Lecturas diarias: 14 de Setiembre – Trátame con amor

Sábado, 14 de setiembre de 2013
La Exaltación de la Santa Cruz
Fiesta – Rojo
Filipenses 2, 6-11 / Juan 3, 13-17
Salmo responsorial Sal 77, 1-2. 34-38
R/. «No olviden las proezas del Señor»

Santoral:
Exaltación de la Santa Cruz, San Materno,
Santa Notburga y Beato Gabriel
Taurino Dufresse

Trátame con amor

La cajera de un establecimiento había

puesto en su ventana un recorte de una caja

de bombones en el que se podía leer:

“Hemos sido hechos con amor; por favor,

trátenos también así”.

Hemos sido creados por Dios con amor.

Para amar hemos nacido y sólo el amor

nos dará vida y nos mantendrá eternamente vivos.

El amor es lo único que cuenta y perdura.

Según amemos, así seremos juzgados.

Todos necesitamos del amor.

“Toda persona necesita más amor

del que merece”. (Jörg Splett)

Es cierto. Si muchas personas hubiesen

recibido un poco más de amor, les hubiera

ido distinto en la vida.

Eugen Biser reduce los problemas básicos

de la humanidad a tres:

“exigencia excesiva, soledad y angustia”.

El problema más importante de nuestra humanidad,

el único problema verdadero, es la falta de amor.

Es necesario, pues, descubrir la importancia

del amor y optar por el amor.

Jesús nos mostró el único camino para tener vida:

el amor. El único mandamiento que nos dejó fue

el de amarnos como Él nos había amado,

es decir, hasta el final. El amor es el único

distintivo de los cristianos. (Jn 13,34-35)

El núcleo del amor lo define san Juan:

Nosotros hemos conocido y creído

en el amor que Dios nos tiene. (1 Jn 3, 4)

El amor de Dios no tiene principio, ni fin,

ni límites, ni medida. “El amor de Dios

no se mide en nosotros, sino en Él”. (Peter Knauer)

Dios se hizo carne.

Dios me ama como soy y quiere que me ame

a mí mismo. Esto mismo recomienda también

un dicho judío: “No te tengas en poca estima,

pues Dios no te tiene en poca estima”.

Precisamente, quien ha descubierto la belleza

en sí mismo, la descubre en los otros y se la revela.

“Amor es revelar a otro su propia belleza”,

decía Jean Vanier. Cuando se le considera

al otro importante, semejante a uno mismo,

y se le ama como a un hermano, la vida cambia.

Así le sucedió a Francisco de Asís cuando,

después de sentir asco y temor al pasar junto al leproso,

se vuelve, se acerca a él y lo besa.

El amor da unos ojos nuevos para ver el valor

de las cosas, para ver más allá de las apariencias.

El amor hace ver todo lo bueno: la mariposa en una oruga,

el águila en un huevo, el santo en un egoísta,

la bondad en un criminal. El amor nos hace ver

en la muerte hasta la misma vida, en el ser humano a Dios.

El amor acerca siempre, perdona y disculpa. No juzga.

Los que han conocido el amor de Dios, no pueden

dejar de amar. Quien juzga a otro y lo desprecia,

es porque no ha conocido a Dios y no lo ha visto

en su corazón.

P. Eusebio Gómez Navarro OCD

Liturgia – Lecturas del día

Sábado, 14 de Setiembre de 2013
LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

Se anonadó a sí mismo. Por eso, Dios lo exaltó

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Filipos
2, 6-11

Jesucristo, que era de condición divina,
no consideró esta igualdad con Dios
como algo que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de servidor
y haciéndose semejante a los hombres.
Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte
y muerte de cruz.

Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús,
se doble toda rodilla
en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:
«Jesucristo es el Señor».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 77, 1-2. 34-38

R. No olviden las proezas del Señor

Pueblo mío, escucha mi enseñanza,
presta atención a las palabras de mi boca:
yo voy a recitar un poema,
a revelar enigmas del pasado. R.

Cuando los hacía morir, lo buscaban
y se volvían a Él ansiosamente:
recordaban que Dios era su Roca,
y el Altísimo, su libertador. R.

Pero lo elogiaban de labios para afuera
y mentían con sus lenguas;
su corazón no era sincero con Él
y no eran fieles a su alianza. R.

El Señor, que es compasivo,
los perdonaba en lugar de exterminarlos;
una y otra vez reprimió su enojo
y no dio rienda suelta a su furor. R.

EVANGELIO

Es necesario que el Hijo del hombre
sea levantado en alto

a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
3, 13-17

Jesús dijo:
«Nadie ha subido al cielo,
sino el que descendió del cielo,
el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera, que Moisés
levantó en alto la serpiente en el desierto,
también es necesario
que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en Él
tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo,
que entregó a su Hijo único
para que todo el que cree en Él no muera,
sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo
para juzgar al mundo,
sino para que el mundo se salve por Él».

Palabra del Señor.

Reflexión

SU CRUZ, NUESTRA CRUZ
1.- Al coincidir la fecha de este domingo –el 14 de Septiembre—con la fiesta de la Exaltación de la Cruz, prevalece esta celebración sobre la habitual que del Domingo 24 del Tiempo Ordinario, en este ciclo A. La Exaltación de la Cruz ha ido siempre unida a la dedicación de dos basílicas de los tiempos del Emperador Constantino: la del Gólgota y la de la Resurrección. Y ello tuvo lugar el día 13 de septiembre del año 355. Y al día siguiente fue expuesta ante los fieles la reliquia de la Cruz de Cristo. La tradición ha marcado que la cruz fue encontrada un 14 de septiembre. La madre del Emperador Constantino, Santa Helena dedicó mucho tiempo y muchos recursos para encontrar en Jerusalén los restos de la cruz en la que murió Jesús de Nazaret. Y consiguió encontrarla y de ahí que se construyeran las citadas basílicas. La inauguración de las mismas, un 13 de septiembre, de cara a la presentación de la cruz ante los fieles al día siguiente, demuestra que ya hacia tiempo que se conmemoraba la fecha en que la cruz apareció. Estamos pues ante una fiesta muy antigua, una de las más antiguas de la cristiandad. Y, desde luego, merece la pena darle la amplitud y relevancia que siempre tiene un domingo, donde en la Eucaristía se reúnen muchísimos más fieles que en las fiestas cristianas—aún las más importantes—celebradas en días laborables.
2.- Y, en fin, las cuestiones históricas importan y mucho, pero en la fiesta de este domingo nos vamos a encontrar con la significación que la Cruz de Cristo tiene para cada uno. Bien podría parafraseando la pregunta de Jesús a sus apóstoles –¿”y que es Cristo para ti?”—hacérnosla respecto a la Cruz: “¿qué es la Cruz para ti? Es verdad que resulta difícil pensar en la cruz y no recordar el día difícil y aciago del Viernes Santo. La muerte de Jesús en la Cruz es un hecho doloroso, difícil e, incluso, incompresible a veces. ¿Para que tuvo que morir? Es una pregunta que muchos nos hacemos de manera inevitable, aún comprendiendo la importancia redentora de la Cruz. Pero, claro, no es esa la cuestión.
3.- Las lecturas de hoy –junto al resto de los textos litúrgicos—manifiestan la importancia de la Cruz como símbolo de salvación. En la primera lectura, que procede del capítulo 21 del Libro de los Números, se nos muestra el camino que llevaría a la cruz a ser estandarte de salvación. Tras ser atacados los israelitas por serpientes venenosas en el desierto, la serpiente de bronce, construida por Moisés y expuesta como bandera, curaba a todos. Bastaba con mirarla. En el Evangelio de Juan, Jesús habla con Nicodemo y le pone el ejemplo de la serpiente-estandarte. Promete que todo aquel que mire a la Cruz, que crea en Él, tendrá vida eterna. Y añade la clave más sublime que originó la salvación del género humano: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen el él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”. Por eso es necesario acercarse a la cruz con la alegría de que va a salvar, que va a llevarnos a la felicidad.
San Pablo por su parte también nos aporta una definición portentosa. Y es como un Dios se abaja hasta lo más profundo, hasta someterse a la muerte, “y una muerte de cruz”. La ponderación de que “hasta” murió en la Cruz no demuestra lo terrible y degradante que la muerte en cruz era entre judíos y griegos, entre los contemporáneos de Jesús. Y Pablo nos ayuda a configurar el sacrificio y como Dios, el mismo Dios, “lo levanto sobre todo”. Dios Padre muestra la salvación desde su Hijo resucitado al modo de cómo Moisés levantó el estandarte de la serpiente en el desierto. Todas estas lecturas nos enseñan el significado de la cruz, su poder salvífico. Hemos de tenerlo muy en cuenta
4.- El otro aspecto que hoy no podemos dejar de mencionar es que Jesús en varios lugares de los evangelios menciona su cruz… y la de otros. Nos anuncia que nosotros tendremos que asir nuestra propia cruz. No se trata ayudarle a Él a transportar Su cruz, como lo hizo Cirineo. Hemos de tomar la nuestra y seguirle. Que en la vida humana hay grandes cruces no cabe la menor duda: el dolor, la enfermedad, el infortunio, la muerte de los seres queridos. Esas son cruces fácilmente visibles y apreciables. El ejemplo de Jesús al aceptar el sufrimiento de la crucifixión y muerte es un buen ejemplo para el que sufre, es una compañía en el difícil trance. Pero no hemos de pensar que no tenemos cruz aquellos que estamos sanos o somos aceptablemente felices. Nuestra cruz también está ahí y tiene importancia, dimensión. Nuestra cruz es el pecado, tantas veces repetido y que no somos capaces de erradicarlo. Es el defecto habitual del que habla Ignacio de Loyola. O es nuestra incapacidad para comprendernos y aceptar nuestras propias limitaciones. Siempre habrá algo que verdaderamente nos crucifique. Y cada uno deberá para conocer su cruz, y aceptándola, llevarla, junto a Jesús, por esta vida.
Hoy es una buena fecha para perseverar en la Cruz de Cristo, en su efecto terrible y doloroso para el Maestro. Pero también en su condición de vehículo de salvación. Será necesario que meditemos también es la realidad de nuestra propia cruz y que seamos capaces de asumirla y comprenderla. Aceptándola, seguiremos el consejo que Jesús nos da, pero además iniciaremos un camino de felicidad que nos llevará a la vida eterna.

Ángel Gómez Escorial
www.betania.es

LA ENTREGA DE JESÚS POR AMOR
1- Signo de liberación. La cruz en el Imperio Romano era un signo de tortura reservado a los peores malhechores. Jesús, que no había cometido ningún delito, murió en la cruz por nosotros. El Evangelio predicado por El es una Buena Noticia liberadora para los oprimidos, pero ponía en tela de juicio el poder establecido. La cruz fue la consecuencia de la vida de Jesús. Fue consecuente, y por eso le mataron. Ahora este instrumento de tortura se ha convertido para nosotros en signo de amor y liberación. Por eso hoy celebramos su “Exaltación”. Glorificación y levantamiento frente a la humillación y abajamiento. En las tres lecturas subyacen dos adverbios que resumen el itinerario seguido por Jesús: abajo-arriba.
2- Signo de salvación. La primera lectura, del libro de los Números, nos sitúa junto al pueblo de Israel en el camino hacia la tierra prometida. El pueblo, que tiene hambre y sed en el desierto, murmura contra Dios y contra Moisés. La murmuración es su gran pecado, pues expresa la desconfianza en el amor y el poder de Dios para cumplir lo que ha prometido: sacarles de la esclavitud y llevarles a una tierra fecunda, que mana leche y miel. Entonces le sobreviene al pueblo un castigo: serpientes venenosas provocan la muerte de muchos. El pueblo reconoce su pecado y pide a Moisés que interceda ante Dios por ellos. Dios les da la curación a través de un signo: una serpiente de bronce elevada sobre un mástil, a la que todos los mordidos debían mirar para vivir. El evangelista Juan vio en esta serpiente alzada una figura de Cristo levantado en la Cruz y Resucitado. El verbo «levantar» es sinónimo de «resucitar» Fijémonos en el dinamismo de vida de Jesús: Él es «el que bajó del cielo», «se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz». En la concepción de Juan, Jesús preexiste en la intimidad del Padre y es igual a Él, uno con Él y Dios como Él. Del seno del Padre baja y se hace carne, por amor a nosotros, para darnos la vida abundante.
3.- Abajamiento y exaltación. La cruz es, en esa historia de amor, el mayor abajamiento y despojamiento del Hijo (kénosis) y su mayor exaltación, pues es ahí donde nos mostró que su amor no tenía límites y que ni siquiera el miedo a la muerte podía hacerle retroceder en su compromiso por la salvación de todos. Esa humillación de morir en cruz, como un maldito, siendo el Hijo amado del Padre, fue el comienzo de su glorificación, pues el Padre mismo lo «levantó» de entre los muertos y lo resucitó como primicia de nuestra propia resurrección.
4.- Proclamación del amor de Dios. La fiesta de la exaltación de la cruz no significa que el cristianismo proclame una exaltación del sufrimiento, del dolor o del sacrificio por el sacrificio. Si así fuera, el Dios que pide esto de nosotros sería un Dios sádico que no merecería nuestro amor. Lo que exaltamos en esta fiesta no es la cruz (un instrumento más de tortura y ejecución como el cadalso o la silla eléctrica). Lo que exaltamos es el amor incondicional de un Dios que compartió nuestra condición humana y se comprometió con la realización del Reino hasta el final. Exaltamos al Crucificado que, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo. Y exaltamos al Dios que, como Abrahán, entregó a su Hijo Único, a su amado, para que todos tengamos vida en su nombre.

José María Martín OSA
www.betania.es

¡VIVA LA CRUZ!
1.- No estamos acostumbrados a escuchar, cantar o decir un “viva la cruz”. Y, en cambio, si hay algo que nos ha traído vida, futuro, eternidad y redención total, fue precisamente el valor de la cruz.
*Dios, en la noche de Belén, quiso dejar el cielo y hacerse humanidad en la tierra.
*Dios, en la hora nona en el Calvario, quiso derramarse en sangre de amor sobre la tierra.
*En la cruz y en la noche de Belén, convergen un mismo deseo de Dios: todo por el
hombre.
2.- Con razón, en este domingo, la Iglesia venera y se vuelve hacia la cruz. Cuando en muchos lugares tienen lugar las labores de la vendimia, la cruz, es para los cristianos esa vid que, al exprimirse, nos da el vino de una entrega fecunda, sacrificada: el buen vino de la Redención del hombre. ¿Somos conscientes de ello? ¿Qué hemos hecho de la cruz? ¿Un adorno o un estilo de vida? ¿Una gran lección o algo estéticamente bello? ¿Un modelo de referencia para encarar la vida o algo que ya no significa nada?
¡Viva la Cruz! Esos dos maderos, que cruzados entre si, pretenden abrazar al hombre para siempre en un abrazo iniciativa de Dios.
¡Viva la Cruz! Esos dos maderos que, cuando uno los mira sin fe, es escándalo, demasiado, un sin sentido, una locura
¡Viva la Cruz! Esos dos maderos que, cuando uno los mira, sabe que Alguien nació, creció y sufrió para elevar a la humanidad a las mismas cumbres de los cielos.
3.- Si Dios, que es bueno, ha querido humillarse naciendo pobre en Belén; si Dios, que es grande, ha querido humillarse en una cruz, será por algo. El rostro de Dios es el amor. La cruz es la prueba suprema, el no va más, de lo mucho que Dios nos ama. Esa es la sabiduría, el tesoro, la razón de ser, lo que sostiene desde hace casi 2000 años en pie la Santa Cruz. Sólo así, desde ese pensamiento: Dios lo ha hecho por mí, podemos gritar un ¡Viva la Cruz del Señor!
Hoy exaltamos este gran símbolo de nuestra fe cristiana porque, entre otras cosas, detrás de la puerta de la muerte, se encuentra la antesala de la vida. Hoy exaltamos la cruz porque, ella, sostiene un cuerpo que nos trae libertad, afán de superación, fe, esperanza y ganas de resucitar. La cruz nos recupera, nos rescata… ¡nos redime!
Hoy exaltamos la cruz porque, cuando las cosas se nos presentan en contra, sabemos que –cumplir la voluntad de Dios y ver a Dios en todo- nos hace esperar un mañana más feliz, una mañana de resurrección, un amanecer con respuestas.
Hoy exaltamos la cruz porque, entre otras cosas, los cristianos sabemos que, el amor de Dios, ha sido roturado, sacrificado, molido por el hombre en beneficio del propio hombre. Tal vez nunca lleguemos a entender en toda su profundidad el Misterio que ello abarca. Hagamos una oración: Dios lo ha hecho por mí. Dios se ha dejado clavar por mí. ¿No nos sugiere esto fe, conformidad, emoción, agradecimiento y no despierta muchos sentimientos de fe hacia Cristo?
¡Viva la Cruz! Y ¡cómo no! ¡El fruto de la cruz! En ella Dios nos levanta, como al tercer día, levantó a Jesús de la muerte. A veces, Dios, nos levanta sobre el madero, pero otras tantas, Dios, de igual manera, Dios nos levanta de esas situaciones de amargura, de pena y de tristeza.
4.- Si al Señor, siendo Señor, no le fue ahorrado el sufrimiento, algo de bueno tiene que tener la cruz cuando, Dios, permitió que su único Hijo subiera al madero.
En Belén, Dios, se hizo amor entre un pesebre de madera. En el Calvario, Dios, se deshizo en amor en dos trozos de madera en forma de Cruz. ¿Aprenderemos esta lección para nosotros mismos y en generosidad hacia los demás?
Con San Pablo, en este Año Paulino, decimos: Estoy seguro de que nada ni nadie «podrá separarnos del amor de Dios que se nos ha manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro»
¡Viva la Cruz!

Javier Leoz
www.betania.es