Lecturas diarias: 24 de Junio – Qué quiero de ti, Señor – Festividad de San Juan

Lecturas diarias: 24 de Junio – Qué quiero de ti, Señor – Festividad de San Juan

Vida, de la que Tú me ofreces,
o muerte, segura, cierta que yo persigo
y que en el mundo vivo a todas horas.
Alegría, que brota desde el fondo de las personas,
o sonrisas, que en surtidores de mentiras,
me refugio en el hombre que errante, busca

¿Qué quieres ser para mí, Señor?
Respuesta que calme mis heridas,
mi soledad y mi desconcierto,
mi egoísmo y mis debilidades…
o, por el contrario,
dulces que, hoy dulcifican mi paladar,
pero que mañana me dejan insatisfecho,
con ansias de más de lo efímero
y sin referencia a lo eterno.

¿Qué quieres ser para mí, Señor?
Verdad, que se abre como un abanico,
frente a tanta mentira.
O, falsedades, que añoro y me seducen
para no complicarme demasiado mis años.

¿Qué quieres ser para mí, Señor?
El Hijo de Dios, que me ofrece VIDA ETERNA
o, por el contrario, simplemente
hombre que sale al encuentro del hombre,
sin más pretensión que llenarle de satisfacciones.

Que seas para mí, Señor
Ilusión que me empuje a trabajar por tu Reino.
Fe que me ayude a sentirte siempre presente.
Esperanza que me anime en el desaliento.
Amor que haga desplegar lo mejor de mí mismo.
Ayúdame, Señor, en este Año de la Fe,
a descubrir este tesoro que llevo entre manos.
Un tesoro que, tal vez por el paso del tiempo,
no lo veo con claridad o hasta lo he olvidado.
Un tesoro, la fe, que por mis falsas seguridades
digo conocerlo cuando, en realidad,vivo muy lejos.
Amén.

P. Javier Leoz

Evangelio del día 24 de junio, Festividad del Nacimiento de San Juan Bautista, decían: «¿Qué llegará a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él.

https://www.youtube.com/watch?v=2X-FCEIyVsc&list=PLecGob6YkTPvXoFTUnmxVu3jDv2Nis9LH

Disfruta cada día de la Palabra de Dios y compártela para que llegue a los corazones de tantos cristianos que necesitan este alimento diario.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 57-66. 80

Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.

A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: «No, debe llamarse Juan».
Ellos le decían: «No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre».

Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Éste pidió una pizarra y escribió: «Su nombre es Juan».

Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.

Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: «¿Qué llegará a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él.

El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.

Palabra del Señor.


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