Lecturas diarias: 27 de Setiembre – Un alma de pobre

Viernes, 27 de setiembre de 2013
Semana 25ª durante el año
Memoria obligatoria – Blanco
Ageo 1, 15b-2, 9 / Lucas 9, 18-22
Salmo responsorial Sal 42, 1-4
R/. “Espero en el Señor y le daré gracias”

Santoral:
San Vicente de Paúl
Un alma de pobre

Danos, Señor, un alma de pobre,
lo suficiente audaz para dejar,
como Abrahám, nuestra propia tierra,
los ídolos del propio hogar,
toda la familia e, incluso, si Tú lo pides,
el hijo sobre el altar, a fin de caminar
a la luz de una Fe que atraviesa montañas.

Danos, Señor, un alma de pobre,
suficientemente contemplativa
para escuchar, como el pequeño Samuel,
una y otra vez tu voz.
Suficientemente humilde
para levantarse, una y otra vez,
diciendo con corazón atento:
ya voy, Señor.

Señor, un alma de pobre,
lo suficientemente desprendida
para avanzar de campamento
en campamento sin cansarse,
para vivir provisionalmente en una tienda
sin instalarse, para comer un maná
que cada día cae de tu mano.

Danos Señor, un alma de pobre,
que cuando alguien que necesita comer
llame a nuestra puerta, siempre encuentre
un modo de compartir la comida,
el maná que cada día tu mano nos da.

Danos, Señor, un alma tan pobre,
que sea capaz de competir contigo
por diez justos de una ciudad.
Capaz de contemplarte, cara a cara,
quedándole el rostro iluminado.
Y, con simplicidad y alegría franca,
capaz de bailar delante del Arca.

Liturgia – Lecturas del día

Viernes, 27 de Setiembre de 2013

Dentro de poco tiempo, llenaré de gloria esta Casa

Lectura de la profecía de Ageo
1, 15b-2, 9

El segundo año de Darío, rey de Persia, el día veintiuno del séptimo mes, la palabra del Señor llegó, por medio del profeta Ageo, en estos términos:
«Di a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, a Josué, hijo de Iehosadac, el Sumo Sacerdote, y al resto del pueblo: ¿ Queda alguien entre ustedes que haya visto esta Casa en su antiguo esplendor? ¿Y qué es lo que ven ahora? ¿No es como nada ante sus ojos? ¡Ánimo, Zorobabel! -oráculo del Señor-. ¡Ánimo, Josué, hijo de Iehosadac, Sumo Sacerdote! ¡Ánimo, todo el pueblo del país! -oráculo del Señor- ¡Manos a la obra! Porque Yo estoy con ustedes -oráculo del Señor de los ejércitos- según el compromiso que contraje con ustedes cuando salieron de Egipto, y mi espíritu permanece en medio de ustedes. ¡No teman!
Porque así habla el Señor de los ejércitos: Dentro de poco tiempo, Yo haré estremecer el cielo y la tierra, el mar y el suelo firme. Haré estremecer a todas las naciones: entonces afluirán los tesoros de todas las naciones y llenaré de gloria esta Casa, dice el Señor de los ejércitos.
¡Son míos el oro y la plata! -oráculo del Señor de los ejércitos-. La gloria última de esta Casa será más grande que la primera, dice el Señor de los ejércitos, y en este lugar Yo daré la paz».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 42, 1-4

R. Espero en el Señor y le daré gracias.

Júzgame, Señor,
y defiende mi causa
contra la gente sin piedad;
líbrame del hombre falso y perverso. R.

Si Tú eres mi Dios y mi fortaleza,
¿por qué me rechazas?
¿Por qué tendré que estar triste,
oprimido por mi enemigo? R.

Envíame tu luz y tu verdad:
que ellas me encaminen
y me guíen a tu santa Montaña,
hasta el lugar donde habitas. R.

Y llegaré al altar de Dios,
el Dios que es la alegría de mi vida;
y te daré gracias con la cítara,
Señor, Dios mío. R.

EVANGELIO

Tú eres el Mesías de Dios.
El Hijo del hombre debe sufrir mucho

a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
9, 18-22

Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con Él, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy Yo?»
Ellos le respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado».
«Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy Yo?» Pedro, tomando la palabra, respondió: «Tú eres el Mesías de Dios».
Y Él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles:
«El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día».

Palabra del Señor.

Reflexión

Ag. 1, 15-2, 9. No es bueno hacer comparaciones, sino esforzarnos para que lo que hagamos sea lo mejor, aun cuando no alcancemos a realizar lo que otros hicieron en otros tiempos.
Ciertamente los Israelitas, vueltos del desierto, no contaban con todos los recursos que David había dejado a su hijo Salomón para la construcción del Templo, que se considera como una de las siete maravillas del tiempo antiguo. Quienes lo conocieron y se entristecieron por su destrucción, ahora, al levantar un nuevo santuario en honor del Señor, comparando lo sencillo de este con el esplendor del primero, pueden decir que es muy poca cosa a sus ojos. Sin embargo, no es lo externo, sino el corazón que busca al Señor para darle culto, aun cuando sea en un lugar muy sencillo, lo que importa; por eso hay que vivir con fidelidad a la alianza pactada con el Señor; entonces Él será Dios-con-nosotros, pues su Espíritu estará con nosotros.
Al llegar los tiempos Mesiánicos el Señor, finalmente, será el Dios-con-nosotros; el Dios, cuyo Espíritu habita en nosotros como en un templo, sin importar nuestro porte externo, sino nuestro amor fiel que nos lleve a escuchar su Palabra y a ponerla en práctica.
Que otros tiempos fueron mejores en el camino de la fe; que no había tantos desórdenes ni tentaciones como ahora se nos presentan; que era más fácil creer; esto no debe desanimarnos, sino por el contrario, hacernos poner el mejor de nuestros empeños, pues, en medio de un mundo de voces contrarias, el Señor nos concede los medios necesarios para que podamos proclamar su Nombre a todas las naciones; y de este esplendor no podía gozar antes la Iglesia; ojalá y lo aprovechemos para que el Señor sea cada vez más conocido y más amado.

Sal. 43 (42). En Cristo Jesús no sólo encontramos refugio en contra de nuestros enemigos, sino que, elevados a la dignidad de hijos de Dios en el Hijo, disfrutamos de la Victoria lograda por el Señor.
Quien camina en las tinieblas del error y del pecado, quien continúa destruyendo a su prójimo, quien destruye la paz y provoca dolor, sufrimiento y muerte, ni conoce a Dios ni lo ama.
Si queremos disfrutar de un mundo más fraterno, quienes creemos en Cristo hemos de manifestar nuestra fe no sólo con palabras, sino con nuestra vida entregada a hacer el bien y a amar a todos a imagen de como Dios nos ha amado en Cristo Jesús.

Lc. 9, 18-22. ¿Quién es Jesús para nosotros? No podemos responder a esa pregunta con palabras magistrales nacidas del estudio. Nuestra respuesta debe ser muy sencilla; nacida de la vida, de lo que realmente hemos experimentado de Él; de cómo le hemos permitido entrar en nuestra vida y darle un cambio a nuestro ser y actuar; o, por desgracia, de cómo lo hemos ignorado o, peor, aún, de cómo lo hemos expulsado de nuestra vida para poder llevar una existencia conforme a nuestros caprichos e inclinaciones equivocadas.
Cuando el Señor nos dice: Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los anciano, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día, nos está dando a conocer qué somos nosotros para Él; ante Él valemos el precio de su sangre, de su muerte, de su resurrección. Él nos ama de tal manera que ha salido a nuestro encuentro para ofrecernos el perdón y darnos la oportunidad de participar de su Gloria a la diestra de su Padre. El quiere, así, que seamos sus amigos y hermanos, de su misma sangre, disfrutando de la misma herencia que le corresponde como Hijo.
Ojalá y el Señor también signifique mucho en nuestra existencia, y aceptando en nosotros su Vida, y dejándonos guiar por su Espíritu no sólo digamos que Él es el Mesías, el Hijo de Dios Vivo, el Salvador, sino que esa realidad de fe nos ayude a darle un nuevo sentido a nuestra existencia y a convertirnos en testigos de su amor en medio de nuestros hermanos.
El Señor nos manifiesta su amor hasta el extremo en este Memorial de su Pascua; Él sigue amándonos y confiando en nosotros; Él continúa llamándonos para que estemos con Él en este momento de soledad, convertido en momento de soledad sonora por estar en un diálogo de amor con Él.
Así como Jesús se retiró con sus discípulos a un lugar solitario a orar, así ahora estamos solos con Él para que en un encuentro personal podamos responder a su cuestionamiento sobre lo que Él significa en nuestra vida.
Este momento de encuentro entre Dios y nosotros no puede reducirse a un desgranar oraciones por costumbre; es el momento de tomar conciencia de lo que Dios es en nuestra vida y de lo que nosotros somos para Dios.
Abramos todo nuestro ser para que en Él habite el Señor; entonces será posible esa Comunión de Vida entre Él y nosotros; y nuestro volver a la vida ordinaria será un ir como criaturas renovadas que podrán manifestar su fe viviendo a la altura de hijos de Dios, y esforzándose para que su Reino se haga realidad en medio de las actividades de todos, reinando la paz, la justicia, la bondad, la fraternidad, la alegría, la solidaridad. Entonces, en verdad, no sólo habremos venido a visitar a Cristo, sino que Él irá con nosotros, e impulsará nuestra vida para que trabajemos de tal forma que no sólo anunciemos su Evangelio con los labios, sino que nosotros mismos nos convirtamos en una Buena Noticia del amor salvador de Dios para todos los pueblos.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir nuestra fe en Cristo como un esfuerzo constante que nos lleve a hacer de nuestro mundo un signo verdadero del Reino del amor, de la justicia y de la paz que Dios nos ha ofrecido en Cristo Jesús, Señor nuestro. Amén.

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