Lecturas diarias: 6 de Setiembre – Todos somos necesarios

Viernes, 6 de setiembre de 2013
Semana 22ª durante el año
Feria – Verde
Colosenses 1, 15-20 / Lucas 5, 33-39
Salmo responsorial Sal 99, 1-5
R/. «¡Lleguemos hasta el Señor cantando himnos de gozo!»

Santoral:
Santa Eva de Dreux, San Magno,
San Beltrán, San Eleuterio,
Beato Contardo Ferrini
Todos somos necesarios

Nadie es inútil en esta vida, todos somos necesarios.
A veces las caídas más aparatosas, el verse hundido
y sin salvación, es lo que salva a mucha gente
de vivir condenada a una rutina infructífera.
La conversión llega, a veces, desde el estiércol
del olvido y de la frustración. Y desde la muerte
surgen miles de espigas, que sin aquel grano
de trigo hubieran quedado sin vida y sin fruto.

Para convertirse, para cambiar, es necesario escuchar.
Escuchar es algo más que oír, es estar atento
a la llamada de Dios y a la llamada de los hermanos.
Requiere una labor continua, limpiar, espabilar el oído
mañana tras mañana, como buen discípulo y poder decir:
“Habla, Señor, que tu siervo escucha”. (1Sam 3, 10)
Saber escuchar a Dios cada día, educa el oído
para escuchar a los demás y viceversa.

Es necesario ver en los otros y en uno mismo
la obra de Dios, amarse, valorarse, sentirse feliz
y descubrir el valor de la vida.
La persona tiene que sentirse feliz de ser ella misma
y dar gracias a Dios por su existencia y por ser tal como es.
Cada persona “representa algo nuevo, algo que antes
nunca existió, algo original y único. La tarea prevista
de cada persona es la actualización de ese carácter único,
de sus potencialidades, nunca antes dadas”. (Martín Buber)

Al perder el sentido de la vida, el valor de sí mismo,
al no reconocerse uno como obra maestra de Dios
y no escuchar las voces de quienes nos piden
que les echemos una mano, se cae fácilmente
en el tedio y la rutina, en la depresión y en la desesperación,
llegando a poner en duda el valor mismo de la vida.
Descubrir que todos somos necesarios en este caminar,
llena de alegría el corazón y envuelve a toda la persona
en un gran deseo de gastar las fuerzas
por la construcción de un mundo mejor.

“Nadie es inútil en el mundo mientras pueda aliviar
la carga de sus semejantes” (Charles Dickens),
mientras pueda aligerar el peso del otro, mitigar
sus necesidades, consolar al triste, acompañar
al solitario y vendar corazones desgarrados.

Dios es el que consuela, venda, sana, convierte,
cambia, da la vida, fe, amor, esperanza.
Él es el único que puede hacer los imposible;
pero cada persona puede ayudar a Dios a hacer
que todo lo que Él hace, sea a través del canal
y pobre instrumento humano.
En este sentido, todos somos necesarios.

P. Eusebio Gómez Navarro OCD

Liturgia – Lecturas del día

Viernes, 6 de Setiembre de 2013

Todo fue creado por medio de Él y para Él

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Colosas
1, 15-20

Cristo Jesús es la Imagen del Dios invisible,
el Primogénito de toda la creación,
porque en Él fueron creadas todas las cosas,
tanto en el cielo como en la tierra,
los seres visibles y los invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades:
todo fue creado por medio de Él y para Él.

Él existe antes que todas las cosas
y todo subsiste en Él.
Él es también la Cabeza del Cuerpo,
es decir, de la Iglesia.

Él es el Principio,
el Primero que resucitó de entre los muertos,
a fin de que Él tuviera la primacía en todo,
porque Dios quiso que en Él residiera toda la Plenitud.

Por Él quiso reconciliar consigo
todo lo que existe en la tierra y en el cielo,
restableciendo la paz por la sangre de su cruz.

Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL 99, 1-5

R. ¡Lleguemos hasta el Señor cantando himnos de gozo!

Aclame al Señor toda la tierra,
sirvan al Señor con alegría,
lleguen hasta Él con cantos jubilosos. R.

Reconozcan que el Señor es Dios:
Él nos hizo y a Él pertenecemos;
somos su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

Entren por sus puertas dando gracias,
entren en sus atrios con himnos de alabanza,
alaben al Señor y bendigan su Nombre. R.

¡Qué bueno es el Señor!
Su misericordia permanece para siempre,
y su fidelidad por todas las generaciones. R.

EVANGELIO

Cuando el esposo les sea quitado, entonces tendrán que ayunar

a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
5, 33-39

Los escribas y los fariseos dijeron a Jesús: «Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y hacen oración, lo mismo que los discípulos de los fariseos; en cambio, los tuyos comen y beben».
Jesús les contestó: «¿Ustedes pretenden hacer ayunar a los amigos del esposo mientras él está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado; entonces tendrán que ayunar».
Les hizo además esta comparación: «Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque se romperá el nuevo, y el pedazo sacado a éste no quedará bien en el vestido viejo. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres; entonces el vino se derramará y los odres ya no servirán más. El vino nuevo se pone en odres nuevos. Nadie, después de haber gustado el vino viejo, quiere vino nuevo, porque dice: el añejo es mejor».

Palabra del Señor.

Reflexión

Col. 1, 15-20. Aquel que ha sido ungido desde la eternidad por participar de la plenitud de la vida que posee el Padre Dios, de tal forma que, quien contempla al Hijo contempla al Padre, se ha hecho uno de nosotros.
El Hijo, en la eternidad misma, se convierte en la imagen del Dios invisible. En Él fueron creadas todas las cosas; su presencia en cada una de sus criaturas, que lo reflejan a su modo y grado de perfección, es lo que les da unidad y consistencia a las mismas criaturas, no tanto porque, juntas formen a Dios, sino porque también ellas, no como esencia, sino como creaturas, son una imagen, un reflejo de Dios; por medio de las criaturas contemplamos a Dios como en un espejo.
Cristo, que existe antes de todo lo creado, es cabeza de la creación entera; pero lo es de un modo especial de la Iglesia; ésta manifiesta el Rostro resplandeciente de Cristo, su Señor. Por eso el Evangelio, que se le ha confiado para llevarlo a todos, es la misión principal que tiene, pues por medio del fiel cumplimiento de la encomienda recibida, hará que todo sea reconciliado con Dios y se una Él para que, participando de la Pascua de Cristo, todo sea en Él renovado y alcance la plenitud en la misma Vida que el Hijo posee recibida del Padre.

Sal. 100 (99). Alabemos al Señor porque no sólo ha creado todas las cosas, sino porque creó para sí un Pueblo para manifestarle todo su amor.
En Cristo, Dios se ha formado un Pueblo Nuevo, pueblo que ha sido elevado a la misma dignidad del Hijo de Dios, pues, unido a Él, en Él participa de su misma vida como los miembros de un cuerpo participan de la misma vida y de la misma dignidad que reside en la cabeza.
Quienes en Cristo pertenecemos a su Pueblo Santo y somos hijos de Dios, elevemos nuestras manos puras en su presencia para bendecir y alabar su Nombre, porque su Misericordia y su Fidelidad son eternas para con nosotros.

Lc. 5, 33-39. Nosotros estamos con el Señor, como amigos invitados al banquete de bodas. Él nos dice: Ustedes serán mis amigos si cumplen mis mandamientos. No basta, por tanto, estar en intimidad con Él a través de la oración, incluso prolongada. Mientras no estemos dispuestos a escuchar su Palabra y a ponerla en práctica, el Señor no podrá decir que somos sus amigos, y mucho menos de su familia como nos lo dice en otra ocasión: El que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.
Cuando en verdad permitamos al Espíritu Santo renovar nuestra vida, entonces seremos criaturas nuevas en Cristo; entonces la vida de fe en el Señor no será sólo un parche en nosotros, ni algo nuevo que llega a un corazón que continúa cargando con el hombre viejo, que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias.
De nosotros se espera una vida que manifieste la alegría de sabernos amados y unidos a Cristo; sin embargo, el contemplar que hay muchos que viven separados de Él, o que ni siquiera han oído hablar de Él, nos ha de llevar a sacrificarnos a favor de ellos, poniendo todo nuestro empeño en hacer que el Señor llegue a habitar en todos para que nuestra humanidad se renueve en el amor, en la verdad, en la justicia, en la solidaridad, y en la comunión fraterna.
En esta Eucaristía estamos reunidos en torno a Cristo como amigos suyos; más aún: como de su misma familia. Él parte su pan para nosotros para que, entrando en comunión de Vida con Él, seamos revestidos de su Ser de Hijo de Dios; Él nos comunica su Palabra que llega a nosotros como a odres nuevos, para santificarnos y ponernos al servicio de toda la humanidad.
La Iglesia de Cristo, que celebra su Misterio Pascual, al mismo tiempo está llamada a ser como el vino bueno y generoso que alegre el corazón de todos, porque se esfuerce en sembrar el auténtico amor en todos los pueblos.
Sólo cuando en verdad se ama es posible establecer relaciones auténticas, maduras, que nos ayuden mutuamente a recobrar la paz, la alegría, la capacidad de ser misericordiosos con todos y de no causar mal a alguien, sino, más bien ser para todos un signo del amor que Dios nos ha manifestado en Jesús su Hijo, Señor de la Iglesia.
La presencia del Señor en nosotros nos ha de fortalecer para que, con actitudes nuevas, manifestemos, por medio de nuestras obras, que en verdad el Señor habita en nosotros.
No podemos ser anunciadores de tristezas y de catástrofes. No nos ha de preocupar mucho el llamar a la conversión para evitar el castigo, sino el invitar a convertirse para unirse al Señor y gozar de su vida.
Hemos de proclamar el mundo nuevo del Reino de Dios que irrumpe constantemente en todos los corazones y les llena de paz, de alegría, de seguridad para vivir no como enemigos, no como destructores de la vida, sino como hermanos en torno a un mismo Dios y Padre.
Pero, puesto que nadie da lo que no tiene, nosotros proclamamos el mundo nuevo del Reino de Dios desde nuestra propia experiencia del mismo. No somos sólo transmisores, sino testigos del Evangelio de Cristo.
Así, nos presentamos ante el mundo como criaturas nuevas en Cristo que trabajan por la paz, por la justicia social, por un auténtico amor fraterno que nos haga abrir los ojos ante las necesidades de los más desprotegidos para tratar de remediarlas; y que, ante el pecado que ha dominado a muchos corazones, ponemos nuestro mejor empeño para ayudarlos, por todos los medios posibles, a retornar a la comunión con Cristo y su Iglesia.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber poner nuestra vida en sus manos, con gran confianza y amor, para que, haciendo en todo su voluntad, podamos vivir con lealtad nuestra fe, permitiendo al Espíritu de Dios que habite realmente en nosotros, para que sea Él quien nos convierta en un signo claro del Señor para todas las personas. Amén.

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