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Lecturas para la fiesta de Cristo Rey – Domingo 34 del tiempo ordinario

Cristo Rey, tu rey, tu amigo | Dinámicas para grupos:

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Lecturas para la fiesta de Cristo Rey – Domingo 34 del tiempo ordinario – CICLO A

AL FINAL NOS EXAMINARÁN DE AMOR

    Los cristianos llevamos veinte siglos hablando de amor. Repetimos y repetimos constantemente que el amor es el criterio último de toda actitud y comportamiento de las personas.    

     Según el texto del juicio final se nos juzgará sobre lo que hemos hecho cuando nos hemos encontrado con alguien que nos necesitaba, sobre cómo hemos reaccionado ante los problemas y sufrimientos de personas concretas que hemos ido encontrando en nuestro camino. Lo decisivo de nuestra vida cristiana no son nuestros pensamientos ni nuestras creencias, no son nuestros sentimientos hermosos hacia los demás, ni nuestra compasión, lo importante y decisivo es ayudar a quien nos necesita.

No se trata de sentirnos satisfechos y tranquilos porque no hacemos a nadie ningún mal especialmente grave, lo importante es no cerrar nuestros ojos a las necesidades ajenas, sino echar una mano para que haya un poco más de justicia, solidaridad, tolerancia y amistad entre las personas con quienes convivimos diariamente. 

      El Reino de Dios ya está entre nosotros y Dios reina allí donde hay hombres y mujeres capaces de amar y preocuparse por los demás, capaces de ayudar, de echar una mano gratis. Se pueden encontrar acompañando a jóvenes toxicómanos, aliviando a ancianos solos, visitando enfermos, atendiendo a vagabundos, escuchando a gentes desesperanzadas, cuidando a niños abandonados o trabajando en diferentes servicios sociales.        

LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA 

1ª LECTURA

Lectura del libro del profeta Ezequiel 34,11-12. 15-17 

Así dice el Señor Dios: 
– Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas siguiendo su rastro. Como un pastor sigue el rastro de su rebaño cuando se encuentra las ovejas dispersas, así seguiré yo el rastro de mis ovejas; y las libraré, sacándolas de todos los lugares donde se desperdigaron el día de los nubarrones y de la oscuridad. Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear -oráculo del Señor Dios-. 

Buscaré las ovejas perdidas, haré volver las descarriadas, vendaré a las heridas, curaré a las enfermas; a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré debidamente.

En cuanto a vosotras, ovejas mías, así dice el Señor Dios: «He aquí que yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío».

Palabra de Dios. 


COMENTARIO A LA 1ª LECTURA              

El profeta nos muestra a un Dios que se presenta como un buen pastor que va a reconstruir la unidad de su pueblo elegido hasta hacer que haya un solo rebaño y un solo pastor. Formará un gran pueblo en donde reinará la armonía y la paz, porque el Señor es su único y auténtico «rey-pastor». 

Sal 22, 1-2a. 2b-3. 5. 6 
R. El Señor es mi pastor, nada me falta. 

2ª LECTURA

Lectura de la 1ª carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15,20-26a. 28 

Hermanos: 
Cristo ha resucitado, primicia de todos los que han muerto. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección.

Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo como primicia; después, cuando él vuelva, todos los cristianos; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.

Cristo tiene que reinar, hasta que Dios «haga de sus enemigos escabel de sus pies». El último enemigo aniquilado será la muerte. Al final, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos.

Palabra de Dios 

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA

     La resurrección de Cristo y la de los cristianos no se pueden desvincular. Lo mismo que Cristo venció a la muerte resucitando también los que crean en Él resucitarán. Con la destrucción de la muerte por Cristo también quedará destruido todo poder y dominación del maligno en este mundo. Por eso, aunque el «Reino» de Cristo ha comenzado ya en este mundo, no tendrá su culminación hasta que todo esté purificado y victorioso en manos de Dios.                    

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Mateo 25,31-46 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 
– Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. 
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. 
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. 

Entonces dirá el rey a los de su derecha: 
– Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. 

Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. 
Entonces los justos le contestarán: 
– Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? 

Y el rey les dirá: 
– Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. 

Y entonces dirá a los de su izquierda: 
– Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. 

Entonces también éstos contestarán: 
– Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos? 
Y él replicará: 
– Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo. 
Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.

Palabra de Dios  

COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO

    En el Evangelio de hoy Jesús nos habla de su última venida para la que convocará a todas las gentes y dirá a unos: «venid, benditos de mi Padre y heredad el reino preparado para vosotros». Es el momento definitivo de la implantación del Reino de Dios para reunir a unos en la bienaventuranza y para excluir a otros de la misma. El único requisito para pertenecer a ese Reino es el de «amar a Dios con toda el alma y al prójimo como a nosotros mismos».  

PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL

LO DECISIVO EN LA VIDA DEL CRISTIANO 

    El juicio de las naciones, es una imagen que nos provoca incertidumbre, desasosiego… porque aún no sabemos la sentencia. La clave para vivir con calma y paz es confiar en la misericordia de Dios, confiar en que su juicio, al que estamos destinados, sea misericordioso, porque en el fondo sabemos que podemos hacer más con los que tienen hambre y sed, podemos hacer más con los enfermos, podemos hacer más con los que sufren.

A veces nos preguntamos: ¿dónde está Dios? Es la pregunta que tantas veces nos hacemos. Dios está con el que sufre. Y allí es donde nos encontraremos con Él. 

    Lo que da valor a nuestra vida no es nuestra condición social, ni el talento personal o el éxito logrado a lo largo de los años, sino el amor práctico y solidario a los necesitados de ayuda que se traduce en hechos muy concretos que alivien      un poco el sufrimiento que hay en el mundo. Según las palabras de Jesús en el Evangelio, lo que hacemos o dejamos de hacer con los necesitados, se le está haciendo o dejando de hacer al mismo Dios encarnado en Cristo.

Este sorprendente mensaje nos pone a todos mirando a los que sufren. En cada persona que sufre Jesús sale a nuestro encuentro, nos mira, nos interroga y nos suplica. Nada nos acerca más a Él que aprender a mirar detenidamente el rostro de los que sufren con compasión.   


Lecturas para la fiesta de Cristo Rey – Domingo 34 del tiempo ordinario

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY

Un Rey Diferente, como Ninguno
Un Rey en el Trono de la Cruz
Saludo (Ver Segunda Lectura)

Para ustedes, todas las bendiciones de Jesucristo,
nuestro Rey y Señor salvador,
el principio y fin de todo lo que existe,
el que es, el que era y el que viene.

Que su paz y su gracia estén siempre con ustedes.

Introducción por el Celebrante

1. Un Rey diferente, como Ninguno

La palabra “Rey” nos remite a poder, riquezas, esplendor. En la fiesta de hoy de Cristo Rey, ¿qué clase de rey se nos presenta? Un hombre que lleva una corona de espinas, vestido con un manto de púrpura para mofarse de él como de un rey farsante, y de pie como un criminal acusado ante Pilatos, quien representa a los poderes del mundo.

¿Dónde se puede encontrar el verdadero poder de Cristo como Rey? En la verdad del poder del amor de Dios, para el que Cristo vino a testificar, amando hasta el fin con auténtica actitud de servicio. Dios Padre nos ama totalmente en su Hijo Jesús. Por eso Jesús es nuestro Señor y Rey.

2. Un Rey en el Trono de la Cruz

Jesús colgó de la cruz, y así murió. Junto a él había uno de los dos criminales que morían también con él. Y allí tuvo lugar uno de los más extraños diálogos nunca realizados: El bandido, impresionado por la mesura y serenidad de Jesús, le dijo, “Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino”.

Y Jesús respondió: “Hoy estarás conmigo en el paraíso.” ¡Un hombre condenado a muerte, agonizando en la cruz aparentemente por una causa criminal, promete un reino y un paraíso de felicidad! Esto proclama por sí solo, fuertemente, qué clase de rey celebramos hoy: Cristo, el rey no de poder y riqueza, sino de verdad, entrega, amor y paz.

Acto Penitencial (Dos Opciones)

1. Rey Diferente, como Ninguno

¿Hasta qué medida hemos seguido a Cristo nuestro rey
en su actitud de servicio, amor y verdad?
Examinémonos brevemente ante el Señor.
(Pausa)
Señor Jesús, rey de nuestros corazones,
tú naciste uno de nosotros
en la pobreza de un pesebre en una cueva de Belén:
R/ Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo Jesús, rey de los hombres,
tú viniste a ser el siervo de todos,
especialmente de los enfermos, los débiles y pecadores:
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.

Señor Jesús, rey del universo,
tu amor llegó tan lejos y tan profundo
que te llevó a entregar tu propia vida por todos:
R/ Señor, ten piedad de nosotros.

Concédenos, Padre compasivo, tu perdón sanador
y haznos participar en tu reinado
ayudándonos a crecer en tu verdad,
tu amor y tu espíritu de servicio.
Llévanos a la vida eterna. R/ Amén.

2. Un Rey en el Trono de la Cruz

No hemos hecho suficientemente visible
el reino del amor de Dios.
Por ello pidamos perdón al Señor.
(Pausa)
Señor Jesús, tuyo es el reino
de un amor totalmente entregado.
¡A ti toda alabanza!
R/ Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo Jesús, tuyo es el reino
de justicia, administrada hasta a los más débiles y pobres.
¡A ti toda alabanza!
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.

Señor Jesús, tuyo es el reino
de la verdad fiable y sincera
¡A ti toda alabanza!
R/ Señor, ten piedad de nosotros.

Señor, por tu gran misericordia perdona nuestros pecados .
Vive y reina en nosotros,
y llévanos al gozo de la vida eterna. R/ Amén.

Oración Colecta

Roguemos para que sepamos reinar con Jesús,
sirviendo como él.
(Pausa)
Oh Dios, Padre nuestro:
Cuando quisiste mostrarnos
que tú eres el dueño de todo
y el Señor de todos los hombres,
nos enviaste a Jesús tu Hijo
como el humilde siervo de tu amor,
que ofreció su vida por todos en la cruz.

Danos suficiente fe para aprender de él
que servir es reinar
y que dar nuestra vida por nuestros hermanos
es encontrar una alegría y felicidad
que nadie nos puede arrebatar.

Te lo pedimos en el nombre de Cristo,
que es nuestro Rey y Señor, ahora
y por los siglos de los siglos.

Primer Lectura (Dan 7,13-14): Hijo del Hombre y Rey Eterno

En la visión de Daniel, un “hijo del hombre” unificará al pueblo en su reino. Este “hijo del hombre” apunta precisamente Jesús.

Segunda Lectura (Ap 1,5-8): Todo Poder y toda Gloria a Cristo

Hemos sido escogidos para participar en la victoria de Cristo sobre el mal y la muerte, y para invitar a todos los hombres y a todo el mundo a dar culto a Dios.

Evangelio (Jn 18:33b-37): Mi Reino no es de Este Mundo

Jesús reconoce ante Pilatos que es rey. Pero su reino no se basa ni en fuerza ni en violencia. Es el reino de los que aceptan libremente la verdad y la vida de Cristo.

Oración de los Fieles (Basado en un texto de René Mouret)

Oremos a Cristo, nuestro Rey, para que reine en medio de todos los hombres por el poder de su amor. Digamos: R/ Señor, que venga a nosotros tu reino.
Bendito seas, Señor, rey del universo, que viniste a hacer de nosotros un pueblo libre. Por los líderes de las naciones que aman la libertad y la instauran en sus países, y también, por el contrario, por los que la estrangulan y matan, oprimiendo así a sus pueblos, con confianza te pedimos:


R/ Señor, que venga a nosotros tu reino.
Bendito seas, Señor, rey del universo, que viniste a hacer de nosotros un pueblo de hermanos. Por los que respetan y defienden la dignidad y los derechos de los demás, y también, por el contrario, por los que oprimen a sus hermanos y sólo defienden sus propios intereses egoístas, con confianza te pedimos:
R/ Señor, que venga a nosotros tu reino.
Bendito seas, Señor, rey del universo, que viniste a hacer de nosotros un pueblo de testigos. Por los cristianos que viven intensamente su fe, y también, por el contrario, por los que desgraciadamente han dejado enfriar o incluso morir su fe, con confianza te pedimos:
R/ Señor, que venga a nosotros tu reino.
Bendito seas, Señor, rey del universo, que viniste a hacer de nosotros un pueblo que viva en la verdad. Por aquellos en cuyas palabras y obras podemos confiar, y también, por el contrario, por los que engañan, viven de la mentira y te traicionan a ti y a los hermanos, con confianza te pedimos:
R/ Señor, que venga a nosotros tu reino.
Bendito seas, Señor, rey del universo, que viniste a hacer de nosotros un pueblo orientado hacia servicio. Por todos los que ayudan y se cuidan de los demás, y también, por el contrario, por los que solamente piensan en sí mismos sin importarles nada los demás, con confianza te pedimos:
R/ Señor, que venga a nosotros tu reino.
Bendito seas, Señor, rey del universo, que viniste a hacer de nosotros un pueblo de esperanza. Por todos los que con optimismo siguen esforzándose y trabajando por todo lo bueno, y también, por contraste, por los que se rinden y se dejan llevar por el pesimismo y desaliento, con confianza te pedimos:
R/ Señor, que venga a nosotros tu reino.
Señor y Rey nuestro, contigo queremos llevar las cargas de nuestros hermanos. Que su peso sea ligero, ya es una carga de entrega y amor. Danos fortaleza ahora y por siempre. Amén.

Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios, Padre nuestro:
Tú has puesto en nuestras manos
un pedazo de pan y un sorbo de vino,
pero también nos has confiado
el crecimiento de tu reino
y el futuro del mundo.
Haz tangible y efectivo este crecimiento y este futuro
dándole el nombre y la fuerza de Jesús, tu Hijo.
Como él y con él, queremos entregarnos totalmente
a ti y a los hermanos,
con amor generoso y con dedicado servicio.
Te lo pedimos en nombre del mismo Jesús, el Señor.

Introducción a la Plegaria Eucarística
En esta eucaristía celebramos cómo Cristo nos liberó del pecado por su sangre derramada y nos trajo vida por su resurrección. Con él damos gracias a nuestro Padre del cielo, y pedimos que sepamos vivir seriamente entregados a él y a su reino.

Introducción al Padre Nuestro
Con Jesús, nuestro Señor y Rey,
rogamos a nuestro Padre en el cielo
que su reino crezca entre nosotros.

Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males
y concede a este nuestro mundo dividido
la paz del reino de tu Hijo.
Líbranos de los pecados
por los que él por amor murió en la cruz.
En las dificultades y pruebas de la vida,
danos la certeza,
de que los que le sirven lealmente
tendrán parte en su alegría
en la venida gloriosa del reino
de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

Invitación a la Comunión
Este es Jesucristo, nuestro Rey y Señor,
que es el principio y el fin,
y quien da sentido a nuestras vidas.
Dichosos nosotros invitados
a la mesa de su reino. R/ Señor, no soy digno…

Oración después de la Comunión
Oh Dios y Padre nuestro:
Pilatos dijo de Jesús, tu Hijo:
“He aquí al hombre – Miren a su rey.”
Jesús ha estado con nosotros ahora
y le hemos reconocido en fe
como tu Hijo eterno, como un hombre y como nuestro rey.
Haznos responder generosamente a este desafío
para llegar a ser, como él, gente que vive para los demás,
que puede dar un rostro, una voz,
un corazón y un nombre a tu amor
siempre listo para el servicio.
Ayúdanos a acogerle como al origen y al fin
de todo lo que somos y hacemos.
Que él sea nuestro Rey y Señor
por los siglos de los siglos.

Bendición Solemne
Hermanos: Inclinen la cabeza con reverencia
y rueguen por la bendición del Señor.

Que la Buena Noticia del reino se extienda y enriquezca
a todos los pueblos y culturas
por todas partes del ancho mundo. R/ Amén.
Que el reinado de Cristo crezca entre nosotros
como un reino de justicia, amor y paz. R/ Amén.
Que la luz de la verdad de Cristo ilumine a todos
y que su amor servicial esté vivo en todos nosotros. R/ Amén.

Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre. R/ Amén

Podemos ir en la paz y en el nombre de Cristo, Rey y Señor.

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