Moneda única mundial del evangelio de Mateo

MONEDA ÚNICA MUNDIAL

Del Evangelio de Mateo, 20, 1-16

MARI PAZ LÓPEZ SANTOS, pazsantos@pazsantos.com
MADRID.

ECLESALIA, 22/09/14.- Pasan los siglos y el mensaje del evangelio sigue llegando fresco y lozano, con la misma intensidad del primer día. Cosa distinta es seguir escuchando el mensaje con esa misma frescura y lozanía, abiertos a la sorpresa y animados a que cale hondo. Desconectamos con mucha frecuencia: “¡Ah sí… es el del injusto propietario de la viña que paga a todos igual aunque no hayan trabajos lo mismo!”
No nos engañemos, el espíritu de Jesús sigue proclamando la frescura revolucionaria del reino de los cielos para cada momento de nuestra vida como personas individuales y como humanidad.
Antes de seguir, hagamos un inciso: te animo a que leas despacio los versículos de Mt 20,1-16 dejando entrar el silencio en tu corazón y en cada palabra escrita, atendiendo lo que te dice a ti. Después habrá tiempo de seguir, si te animas.
Durante mucho tiempo el propietario de la viña de esta parábola me pareció un injusto que no sabía reconocer el trabajo y el esfuerzo de sus jornaleros. Pero hace ya algunos años, releyendo otra vez este texto, mi comprensión interior cambió:
“Este evangelio es piedra de choque. Nos introduce en un mundo de contradicción, nos revuelve y nos hace clamar por un reparto más equitativo, más justo. La medida del empresario trastoca los esquemas razonables del sistema económico en el que nos movemos que, cuando trata de dinero, no admite frivolidades.
Jesús comienza diciendo: “El reino de los cielos se parece…” y desde este primer momento hemos de esperar que los esquemas salten. Ya nada se parecerá a nada. Debemos prepararnos para las sorpresas y los cambios, porque “mis planes no son vuestros planes” (Is 55, 6-9) y la moneda de pago, tampoco.
Me serenó mucho la comprensión de este evangelio entendiendo que la moneda de curso legal en el reino de los cielos no tiene que ver con el vil dinero sino con el amor total. El camino de cada persona es saberse hijo de Dios y comprometerse en las tareas del reino siendo este un camino de conocimiento que dura toda la vida. Unos tienen la suerte de comprenderlo al amanecer; otros, a media mañana, se dan cuenta de que están siendo llamados; y todavía al caer la tarde, unos cuantos más entienden que son enviados; por fin, al anochecer, todos recibirán el pago a su entrega, su esfuerzo y su confianza en Dios. El amor de Dios no se fracciona como el dinero. El amor de Dios es total o no es. Paga sin importarle cuando se dieron cuenta de cómo ama Dios. En el amor misericordioso de Dios están implícitas la justicia y la alegría”. (ECLESALIA, 16/09/05).
El amor es lo único que puede ser comprendido por todos. El amor es el medio para hacer que las diferencias caigan, las distancias desaparezcan, los errores se enmienden y la violencia se extinga, el perdón sane y el abrazo reconforte. Es la única posibilidad.
Considerando el denario de la parábola como el amor total de Dios, que no puede ser troceado, que no hace distingos y que no considera ni forastero ni excluido a nadie, es preciso y urgente ponerlo al uso como “moneda única mundial”.
No seamos ingenuos ni perdamos el tiempo pensando y esperando que el FMI (Fondo Monetario Internacional) o cualquier otro organismo financiero vaya a interesarse por este cambio de moneda, ya que ni cotiza en las Bolsas, ni se custodia en los paraísos fiscales, ni fluctúa su valor según convenga a quienes mueven los hilos financieros, poniendo una guerra por aquí, un conflicto económico disfrazado de religioso o de rapiña energética por allá, una venta de futuros cuando el presente esta depreciado, o unos fondos buitre que comen economías en vez de carroña…
No esperemos nada desde fuera, porque el denario de la parábola cotiza en el corazón humano y quien comprende su valor querrá compartirlo con cada persona que habita este mundo, empezando por los que “al caer la tarde” están parados, refugiados, enfermos; son niñas y niños sin educación ni atención sanitaria, son ancianos que no pueden tener una vejez digna y feliz junto a sus familias, inmigrantes, jóvenes sin futuro abocados a la violencia; son profesionales que no pueden ejercer lo que saben… ¡son tantos los que aguardan!
Cuando se logre el “cambio de moneda”, se pondrán en alza valores como la paz, la tolerancia, la fraternidad, el equilibrio entre la naturaleza y la justa satisfacción de las necesidades; la ética y el sentido común se aplicarán en el desarrollo controlado, en la ciencia y en la tecnología sin estar condicionados por el beneficio económico.
Como le pasó al capataz de la parábola mientras repartía denarios, se escucharán las protestas de quienes no comprenden el cambio de moneda con la que paga el Dueño de la Viña; y eso creará situaciones de conflicto que no eximen de seguir adelante desde la convicción de que el reino de los cielos exige compromiso y fidelidad en la realización de este “cambio monetario”.
El Amor no se parte… se reparte y se comparte. El Amor no se fracciona… así funciona.
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