NOTA DE LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE SOBRE EL PRESERVATIVO

A propósito de las palabras del Papa en el libro “Luz del mundo”

CIUDAD DEL VATICANO, martes 21 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos
a continuación la nota aclaratoria de la Congregación para la Doctrina de
la Fe Sobre la banalización de la sexualidad. A propósito de algunas
lecturas de “Luz del mundo”, que ha sido hecha pública hoy por la
Santa Sede.

* * * * *

Con ocasión de la publicación del libro-entrevista de Benedicto XVI, Luz
del mundo, se han difundido diversas interpretaciones incorrectas, que han
creado confusión sobre la postura de la Iglesia Católica acerca de
algunas cuestiones de moral sexual. El pensamiento del Papa se ha
instrumentalizado frecuentemente con fines e intereses ajenos al sentido de
sus palabras, que resulta evidente si se leen por entero los capítulos en
donde se trata de la sexualidad humana. El interés del Santo Padre es
claro: reencontrar la grandeza del plan de Dios sobre la sexualidad,
evitando su banalización, hoy tan extendida.

Algunas interpretaciones han presentado las palabras del Papa como
afirmaciones contrarias a la tradición moral de la Iglesia, hipótesis que
algunos han acogido como un cambio positivo y otros han recibido con
preocupación, como si se tratara de una ruptura con la doctrina sobre la
anticoncepción y la actitud de la Iglesia en la lucha contra el sida. En
realidad, las palabras del Papa, que se refieren de modo particular a un
comportamiento gravemente desordenado como el de la prostitución (cfr. Luz
del mundo, pp. 131-132), no modifican ni la doctrina moral ni la praxis
pastoral de la Iglesia.

Como se desprende de la lectura del texto en cuestión, el Santo Padre no
habla de la moral conyugal, ni tampoco de la norma moral sobre la
anticoncepción. Dicha norma, tradicional en la Iglesia, fue reafirmada con
términos muy precisos por Pablo VI en el n. 14 de la encíclica Humanae
vitae, cuando escribió que «queda además excluida toda acción que, o en
previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de
sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer
imposible la procreación». Pensar que de las palabras de Benedicto XVI se
pueda deducir que en algunos casos es legítimo recurrir al uso del
preservativo para evitar embarazos no deseados es totalmente arbitrario y
no responde ni a sus palabras ni a su pensamiento. En este sentido, el Papa
propone en cambio caminos que sean humana y éticamente viables, que los
pastores han de potenciar «más y mejor» (cf. Luz del mundo, p. 156), es
decir, caminos que respeten plenamente el nexo inseparable del significado
unitivo y procreador de cada acto conyugal, mediante el eventual recurso a
métodos de regulación natural de la fertilidad con vistas a la
procreación responsable.

En cuanto al texto en cuestión, el Santo Padre se refería al caso
completamente diferente de la prostitución, comportamiento que la doctrina
cristiana ha considerado siempre gravemente inmoral (cf. Concilio Vaticano
II, Constitución pastoral Gaudium et spes, n. 27; Catecismo de la Iglesia
Católica, n. 2355). Con relación a la prostitución, la recomendación de
toda la tradición cristiana –y no sólo de ella– se puede resumir en
las palabras de san Pablo: «Huid de la fornicación» (1 Co 6, 18). Por
tanto, hay que luchar contra la prostitución; y las organizacio­nes
asistenciales de la Iglesia, de la sociedad civil y del Estado han de
trabajar para librar a las personas que están involucradas en ella.

En este sentido, es necesario poner de relieve que la situación que en
muchas áreas del mundo se ha creado por la actual difusión del sida, ha
hecho que el problema de la prostitución sea aún más dramático. Quien
es consciente de estar infectado con el VIH y que por tanto puede contagiar
a otros, además del pecado grave contra el sexto mandamiento comete uno
contra el quinto, porque conscientemente pone en serio peligro la vida de
otra persona, con repercusiones también para la salud pública. A este
respecto, el Santo Padre afirma claramente que los profilácticos no son
«una solución real y moral» del problema del sida, y también que la
«mera fijación en el preservativo significa una banalización de la
sexualidad», porque no se quiere afrontar el extravío humano que está en
el origen de la transmisión de la pandemia. Por otra parte, es innegable
que quien recurre al profiláctico para disminuir el peligro para la vida
de otra persona, intenta reducir el mal vinculado a su conducta errónea.
En este sentido, el Santo Padre pone de relieve que recurrir al
profiláctico con «la intención de reducir el peligro de contagio, es un
primer paso en el camino hacia una sexualidad vivida en forma diferente,
hacia una sexualidad más humana». Se trata de una observación
completamente compatible con la otraafirmación del Santo Padre: «Ésta no
es la auténtica modalidad para abordar el mal de la infección con el
VIH».

Algunos han interpretado las palabras de Benedicto XVI valiéndose de la
teoría del llamado “mal menor”. Esta teoría, sin embargo, es
susceptible de interpretaciones desviadas de tipo proporcionalista (cf.
Juan Pablo II, Encíclica Veritatis splendor, nn. 75-77). No es lícito
querer una acción que es mala por su objeto, aunque se trate de un mal
menor. El Santo Padre no ha dicho, como alguno ha sostenido, que la
prostitución con el recurso al profiláctico pueda ser una opción lícita
en cuanto mal menor. La Iglesia enseña que la prostitución es inmoral y
hay que luchar contra ella. Sin embargo, si alguien, practicando la
prostitución y estando además infectado por el VIH, se esfuerza por
disminuir el peligro de contagio, a través incluso del uso del
profiláctico, esto puede constituir un primer paso en el respeto de la
vida de los demás, si bien el mal de la prostitución siga conservando
toda su gravedad. Dichas apreciaciones concuerdan con lo que la tradición
teológico moral ha sostenido también en el pasado.

En conclusión, los miembros y las instituciones de la Iglesia Católica
deben saber que en la lucha contra el sida hay que estar cerca de las
personas, curando a los enfermos y formando a todos para que puedan vivir
la abstinencia antes del matrimonio y la fidelidad dentro del pacto
conyugal. En este sentido, hay que denunciar también aquellos
comportamientos que banalizan la sexualidad, porque, como dice el Papa,
representan precisamente la peligrosa razón por la que muchos ya no ven en
la sexualidad una expresión de su amor. «Por eso la lucha contra la
banalización de la sexualidad forma parte de la lucha para que la
sexualidad sea valorada positivamente y pueda desplegar su acción positiva
en la totalidad de la condición humana» (Luz del mundo, p. 131).

[Versión española distribuida por la Congregación para la Doctrina de la
Fe]

OFICINA DE COMUNICACIONES Y PRENSA
ARZOBISPADO DE LIMA

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