Pan Vivo, en un mundo muerto

El alimento de la nueva vida
El alimento de la nueva vida
Pan Vivo, en un mundo muerto

Fortaleces, con tu pan,
al que, hambriento de otros panes,
cae bajo el peso de su propia debilidad.
Nos sacias, Señor, con tu ternura
y, cuando falla el calor humano,
te haces encuentro, caricia,
abrazo, respuesta y amor entregado.

Eres pan vivo, Señor,
en un mundo que, creyéndose seguro,
es zarandeado al viento de su propio egoísmo.

Eres pan vivo, Señor,
que, cuando se recibe con fe,
produce el milagro del amor sin farsa,
el milagro de la fe sin fisuras,
el milagro de las manos abiertas,
el milagro de darse sin agotarse.

Eres pan vivo, Señor,
y quien te recibe, vive eternamente,
quien te recibe, cree y espera,
quien te come, ama y se entrega,
quien te comulga, perdona y olvida.

Eres pan vivo, Señor;
ayúdame a responderte con mi fe,
enséñame a ver más allá de mí mismo,
condúceme hasta tu regazo,
para que, allá donde yo vaya,
siempre contigo me encuentre.
Y, cuando yo crea sentirme demasiado vivo,
haz que, con tu pan,
comprenda que el mundo
está demasiado muerto,
cuando es incapaz de reconocerte
como el pan vivo y verdadero sustento.
Amén.

P. Javier Leoz