EXPOCIÓN “ESPERAZA NUESTRA” EN HUÉSCAR

Cartel "Esperanza nuestra" en Húescar
Cartel "Esperanza nuestra" en Húescar
Aún quedan días para poder contemplar la Exposición sobre Arte Sacro “Esperanza Nuestra”, que se presenta en la Iglesia de Santa María de Huéscar. Estará abierta hasta el 4 de septiembre y en ella se encuentran obras relacionadas con las Hermandades y Cofradías de la zona norte de la provincia. Fue inaugurada el 15 de julio pasado y ya son muchísimas las personas que la han visitado.

Esta Exposición se ha organizado para conmemorar el XXV aniversario de la imagen de María Santísima de la Esperanza, de Huéscar, cuya Hermandad es quien la patrocina. Se puede visitar en el coro y trascoro de la Iglesia de Santa María de esta localidad granadina. También se organizan visitas guiadas y concertadas para grupos de más de 5 personas. El horario de visita es de lunes a domingo, de 11 a 13’30 horas y de 19 a 22 horas.

GUÍA DE LA EXPOSICIÓN
“Esperanza Nuestra”
Exposición de arte sacro y cofrade
Querido visitante: La presente exposición tiene como motivo el XXV aniversario de la bendición de la Sagrada Imagen de Nuestra Señora de la Esperanza, cotitular de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Expiración. La Imagen la podrá admirar, y si es creyente podrá orar ante ella, accediendo al coro en el recorrido expositivo que hemos establecido.
Si usted no es de Huéscar, sepa que esta exposición está ubicada en el templo parroquial de Santa María de la Encarnación. Una hermosa iglesia construida en estilo renacentista entre los siglos XVI al XVIII. Es el templo más grande de la Diócesis de Guadix y uno de los más importantes de la geografía andaluza; considerado una de las siete maravillas de la provincia de Granada.
Recuerde que está en un lugar sagrado por lo que pedimos que su comportamiento esté acorde con el sitio en el que se encuentra. Procure durante su visita guardar silencio, y no tenga prisa; deténgase todo el tiempo que necesite para admirar las obras de arte expuestas. Le invitamos a sumergirse en el lenguaje de la belleza que es siempre un camino hacia uno mismo y hacia Dios. ¡¡¡ RECÓRRALO!!!

Sala 1ª
Recuerdos
Recordar es traer a la memoria o pasar por el corazón aquellas cosas que hemos vivido y que forman parte de nuestra historia, de nuestro pequeño o gran mundo. En el primer capítulo de la exposición se encuentra recogido parte de lo que ha sido la vida de la Banda de Cornetas y Tambores del Santísimo Cristo de la Expiración. Puede observar fotografías, medallas, los distintos trajes que han usado como uniforme desde su fundación hasta hoy, banderines, etc. Son cuarenta y cinco años de historia, pero sobre todo de ilusión de muchos jóvenes, y ya no tan jóvenes, que aprendieron a tocar las marchas procesionales, tan características de la Semana Santa andaluza, a la vez que crecían. Y que han llevado con orgullo el nombre de la Cofradía del Cristo y de Huéscar por los muchos lugares en los que han interpretado sus sones.
A continuación podemos ver parte del patrimonio procesional del Paso de la Santísima Virgen de la Esperanza. Cabe destacar las sayas, el frontal del nuevo palio y el manto de capilla. También en el “altar de la candelería” puede admirar dos pequeñas imágenes en terracota, obra del artista malagueño David Anaya, y que nos hablan del buen hacer de los actuales imagineros andaluces.

Sala 2ª
Sostenidos y alentados por la Eucaristía
La Cofradía tiene como mayor y más noble título el de Hermandad Sacramental. Este espacio es un tributo de agradecimiento a Nuestro Señor Jesucristo que nos dijo: “Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos” (Mt 28,20). Promesa que se cumple cuando dos o tres se reúnen en Su nombre, pero sobre todo, de manera real y verdadera, cuando los cristianos celebramos el Santo Sacrificio de la Misa. Presencia que continua en la Sagrada Hostia guardada en el sagrario o expuesta a la adoración de los fieles en la custodia. La inteligencia, adentrándose con estupor en el misterio, reconoce en la Eucaristía la presencia viva y verdadera de Jesús, que se nos da como sustento que fortalece nuestra vida cristiana, nos une más a Dios y a la Iglesia y nos hace crecer en el amor a Dios y al prójimo.
Fue el papa Urbano IV, en 1264, quien instituyó la solemnidad del Corpus Christi como fiesta de precepto para la Iglesia universal, el jueves siguiente a la celebración de Pentecostés.
Merece la pena detenerse y contemplar la custodia de asiento llamada la “Torrecilla” y que ocupa el centro de este espacio reclamando la atención del visitante. Es sin duda la mayor obra de arte que se expone. Salida de las manos del Jienense Francisco Muñiz, que la realizó en el S. XVI para la procesión del Corpus; es de planta exagonal con zócalo y tres cuerpos.
El zócalo está decorado con figuras en alto relieve. En cuatro de sus lados se representan escenas del Antiguo Testamento que prefiguran la Eucaristía: Abraham y Melquisedec, la lluvia del maná, Abraham con Sara y los tres Ángeles y el sueño de Elías; en los lados de frente y detrás una batalla imposible de determinar.
El primer cuerpo presenta balaustres y pilares con relieves de grutescos y trofeos, muy del gusto del renacimiento español. Este cuerpo alberga la custodia viril a modo de sol para alojar el Santísimo Sacramento.
El segundo tramo de la torre presenta pilares cuadrados que tienen delante de cada uno de ellos ángeles pasionistas; de los arcos de este segundo cuerpo, también en el tercero, penden unas pequeñas campanillas que suenan con el movimiento de la custodia, este sonido avisa de la presencia del Señor Sacramentado. El interior está rematado por una bella cúpula gallonada bajo la cual se encuentra la figura de María Inmaculada, copia de la realizada por Pedro de Mena para la Columna del Triunfo de Granada, ésta es un añadido posterior, realizado en los talleres Moreno de la misma capital.
El tercer cuerpo está sostenido por tres cariátides y tres telamones, y está rematado por la vigorosa y portentosa figura de Cristo resucitado, que porta en su mano izquierda la bandera del triunfo sobre la muerte representada por un cráneo que aplasta con su pie izquierdo. Todo el bello y armónico conjunto es un monumento a la presencia real de Cristo en la Eucaristía.
También admire el histórico terno verde de los Duques de Alba del S. XVI, las custodias, cálices y niños Jesús expuestos en las vitrinas, así como los crucifijos y el bellísimo lienzo de María Inmaculada adorando la Sagrada Hostia con los cuatro Padres de la Iglesia: San Jerónimo, San Agustín, San Gregorio Magno y San Ambrosio; que aquí tienen una relación esencial con la Eucaristía, porque sus interpretaciones de las Sagradas Escrituras los hacen piedras angulares de la fe católica.

Sala 3ª
Esperanza nuestra
En el bello coro, que realizara el oscense Jerónimo Fernández Caballero en el S. XVIII, se muestra la imagen de Nuestra Señora de la Esperanza, obra del escultor murciano Sánchez Mengual. La imagen fue restaurada en Jaén por Francisco Tirao Carpio en 2002, y recientemente por el malagueño David Anaya, que le ha dado la configuración que podemos observar. La Virgen es una niña que llora “desconsoladamente” su pena. Cabe reseñar el manto que luce para la ocasión, que es el llamado manto Imperial de la Virgen de la Esperanza de Granada; los candelabros de cola, realizados en plata y marfil, pertenecen a la Hdad de la Virgen de las Lágrimas de Guadix, y el palio que protege la Sagrada Imagen es de la Hdad del Resucitado de Granada. La imagen de la Santísima Virgen está expuesta no sólo para contemplarla como una obra de arte, sino como una obra de fe para la veneración de los fieles. ¡Deténgase y rece ante ella!
Sala 4ª
El tiempo en su plenitud
El Apóstol San Pablo nos dice que, cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. (Ga 4,4) Nacido bajo la Ley significa nacido bajo el imperio del pecado para salvar a los pecadores haciéndolos hijos por el bautismo. La plenitud del tiempo es el periodo histórico en que nació Cristo, pero esta plenitud dio comienzo con la concepción inmaculada de la Virgen María. De ahí el nombre de esta parte de la exposición y el que la imagen de la Virgen y de Jesús niño sean los protagonistas indiscutibles. Contemple cada uno de los cuadros, son todas obras de excepcional calidad, y admire como los artistas, tanto al pintar a la Virgen en su concepción inmaculada, como en su maternidad virginal, han sabido aunar en la representación iconográfica de María la belleza perfecta y la pureza sin mancha.

Sala 5ª
El árbol de la vida

El último apartado de la Exposición está presidido por la Cruz, de ahí el nombre que recibe: El árbol de la vida. Para captar su simbología tenemos que detenernos en la serie de cuadros, cinco, que representan a Eva desde que cae en el engaño del pecado hasta que ofrece el fruto a Adán.

Eva toma la manzana y en su mirada y postura se refleja la firme creencia en la promesa de la serpiente: cuando comas del fruto del que os ha prohibido Dios, seréis igual a Él, seréis como dioses. Se lo lleva a la boca mirando hacia arriba, desafiante…, y gusta del fruto del Árbol del Bien y del Mal, pero no ocurre nada de lo que esperaba, no se ha convertido en una diosa; el rostro y la postura delatan la decepción y la vergüenza, sin embargo no aparta de sí el fruto prohibido, sino que lo ofrece a Adán que duerme placidamente y complacido en la gracia en la que ha sido creado, recostado sobre un mundo donde todo bello en el que se sentía profundamente alegre. Pero, ¿sólo ofrece el fruto a Adán? Muévase en torno al cuadro y verá como lo ofrece al espectador que lo contempla. El pecado desencadenó la enfermedad, el dolor, el sufrimiento y, la mayor desgracia: la muerte. La vida humana se convirtió en una existencia de continuos altibajos, de alegrías y sufrimientos, de éxitos y fracasos, amor y odio, comienzo y fin. Pero la última palabra en la historia del hombre no la tiene el Demonio y su engaño, ni Adán y Eva y su pecado. Porque, tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca sino que tenga vida eterna. Pues Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él (Jn 3,16-17).

En la historia del hombre hay dos comidas, la que ofrece Eva; que lleva a la muerte, y la que ofrece Cristo, que lleva a la Vida: Como el Padre que vive me envió, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí (Jn 6,57)

A la crucifixión le precedió la celebración de la Santa Cena, donde el Señor anticipó su entrega y perpetuó su presencia hasta el fin de los tiempos. La Eucarística no es la representación simbólica de un hecho histórico, es la presencia cercana y real de Jesús a todo hombre y mujer de cualquier tiempo y lugar; «que se ha inclinado hacia el hombre, como buen Samaritano, para socorrerlo y devolverle la vida, y se ha arrodillado ante nosotros para lavar nuestros pies sucios. Por eso allá donde encontramos un sagrario, adoramos el Cuerpo de Cristo, que quiere decir creer que allí, en ese pedazo de pan, se encuentra realmente Cristo, el cual da verdaderamente sentido a la vida, al inmenso universo y a la criatura más pequeña, a toda la historia humana y a la existencia más minúscula. En la eucarística el alma se alimenta de amor, de verdad, de paz; se alimenta de esperanza, pues Jesús no nos juzga, no nos aplasta, sino que nos libera y nos transforma. La Eucaristía es encontrarse con “el Maestro que pasa”, como acontecía en los caminos de Galilea, de Samaria y de Judea; para que cada uno, recibiéndolo, pueda quedar curado y renovado por la fuerza de su amor.» (Cfr. Benedicto XVI, homilía 26 de mayo de 2005) Esta “aventura” de la Cruz continúa en la Santa Misa celebrada el domingo y vivida durante toda la semana. En los hermanos que sufren, en los que Jesús también se ha quedado para que podamos amarlo en ellos, acudiendo con diligencia al servicio del otro, que es Él, que nos necesita. La Eucaristía es el Sacramento del Amor, que nos hace participar del fuego que quema en el Corazón de Jesús, y que nos perdona y rehace, para que podamos amar con el mismo amor con que hemos sido re-creados.

La meditación de los misterios de la pasión y muerte del Señor nos lleva a desear el alimento que Cristo nos ofrece, su propio cuerpo, que es fruto que pende del árbol de la vida: La Cruz.

Como punto final, según el sentimiento barroco, está representando el momento culminante de la vida de Jesús: su Pasión y muerte. El espíritu barroco busca una religiosidad y piedad realistas para llegar a despertar o consolidar la fe del espectador a través del sentimiento herido por la belleza, conmocionado por la impresión. Contemple el encuentro de Jesús con su madre cuando cargaba con la cruz camino del Calvario; deténgase ante la imagen del Crucificado teniendo a sus pies a María y a San Juan. Medite frente al sepulcro. Verán como estas imágenes despiertan en usted los mejores sentimientos del alma humana.

Con la bella imagen de la Virgen de la Soledad, que ora ante la cruz desnuda del hijo resucitado, nos despedimos. Esta imagen de la Virgen quiere recordarnos que nadie camina sólo en esta vida, a los pies de cada necesidad, como a los pies de la cruz del Hijo que moría se encuentra la Madre. Su fe resplandece en las tinieblas del dolor, es la luz que la vela que alumbra junto a la imagen nos quiere trasmitir. No importan las vicisitudes por las que tengamos que pasar en la vida, si la vela de la fe se mantiene encendida, como la mantuvo la Virgen. Todas las velas que se vayan apagando en nuestro caminar se podrán encender de nuevo. La condición es que la luz de la fe se mantenga siempre, siempre, viva.
GRACIAS por su visita, si quiere más información sobre las piezas expuestas la encontrará en la ficha técnica que están junto a las obras.

Antonio FAJARDO RUIZ, Comisario de la Exposición.