Rezar y sostener a los sacerdotes sobre todo en las dificultades

Ciudad del Vaticano, 5 May. 10 (AICA)

En la audiencia general de hoy, celebrada en la Plaza de San Pedro, el Papa habló de la misión del sacerdote de santificar a los seres humanos.

Tras hacer hincapié en que «santificar a una persona significa ponerla en contacto con Dios», el Santo Padre afirmó que «parte esencial de la gracia del sacerdocio es el don y la misión de crear este contacto, que se realiza en el anuncio de la palabra de Dios y de un modo particularmente denso, en los sacramentos».

«En las últimas décadas -dijo-, hubo una tendencia a hacer prevalecer en la identidad y en la misión del sacerdote la dimensión del anuncio, separándola de la misión de santificar, y a veces se dijo que es necesario superar una pastoral meramente sacramental».

Benedicto XVI subrayó que «el ministro ordenado representa a Cristo, el Enviado del Padre, es su presencia, continúa su misión a través de la «palabra» y el «sacramento», que son los dos pilares fundamentales del servicio sacerdotal». En este contexto señaló que «es necesario reflexionar si en algunos casos, el haber desvalorizado el ejercicio fiel del «munus sanctificandi», no esté quizá representando una debilitación de la misma fe en la eficacia salvífica de los sacramentos y, en definitiva, en el obrar de Cristo y de su Espíritu, a través de la Iglesia, en el mundo».

«Es importante, por tanto -continuó- una adecuada catequesis para ayudar a los fieles a comprender el valor de los sacramentos, pero también es necesario, siguiendo el ejemplo del Santo Cura de Ars, estar disponibles y atentos y ser generosos para donar a los hermanos los tesoros de la gracia que Dios puso en nuestras manos, y de los que no somos «dueños», sino custodios y administradores. Especialmente en nuestro tiempo, en el que, por una parte, parece que la fe se debilita y, por otra, hay una profunda necesidad y una búsqueda general de espiritualidad, es necesario que cada sacerdote recuerde que en su misión, el anuncio misionero y el culto nunca se separan y promueva un sano ministerio sacramental para formar al Pueblo de Dios y ayudarlo a vivir plenamente la liturgia, el culto de la Iglesia, los sacramentos como dones gratuitos de Dios, actos libres y eficaces de su acción de salvación».

El Papa señaló que «cada sacerdote sabe que es un instrumento necesario para la acción salvífica de Dios, pero sigue siendo un instrumento. Esto debe hacer más humildes y generosos a los presbíteros en la administración de los sacramentos, en la observancia de las normas canónicas y también en la profunda convicción de que su misión es asegurar que todas las personas, unidas a Cristo, puedan ofrecerse a Dios como hostia viva, santa, agradable a El».

Dirigiéndose a todos los sacerdotes, el Santo Padre los alentó a «vivir con alegría y con amor la liturgia y el culto» y renovó la reciente invitación «a volver al confesionario, como lugar donde celebrar el sacramento de la Reconciliación, pero también como lugar donde «habitar» más a menudo, para que el fiel pueda encontrar misericordia, consejo y consuelo, sentirse amado y comprendido por Dios y experimentar la presencia de la Misericordia divina, junto a la presencia real en la Eucaristía».

«Quisiera invitar también a los sacerdotes -añadió- a celebrar y vivir con intensidad la Eucaristía». Los presbíteros «están llamados a ser ministros de este gran misterio, en el sacramento y en la vida».

Asimismo, añadió, «es indispensable que el sacerdote tienda a la perfección moral que debe habitar todo corazón sacerdotal»: también hay un ejemplo de fe y de testimonio de santidad que el Pueblo de Dios espera justamente de sus pastores».

Benedicto XVI terminó pidiendo a los fieles que fueran «conscientes del gran don que los sacerdotes son para la Iglesia y el mundo; a través de su ministerio, el Señor sigue salvando a los hombres, se hace presente y santifica. Den gracias a Dios, y sobre todo recen y sostengan a sus sacerdotes, especialmente en las dificultades, para que sean cada vez más pastores según el corazón de Dios».+