SOLO EL SEÑOR NOS DA LA PAZ

1.- «El Señor nuestra justicia». Contra los pastores que no supieron cuidar el rebaño del Señor alza su voz el profeta Jeremías.

En parte por culpa de ellos vino la deportación a Babilonia el año 587. El destierro a Babilonia fue ciertamente un castigo de Dios, pero la dispersión de las ovejas de Israel se debió igualmente a la negligencia y a los abusos de sus pastores. Por eso el Señor promete volver a reunir de nuevo a su pueblo, pero bajo otros pastores que sean dignos de su confianza. La repatriación prometida no es más que el anticipo y el anuncio de los tiempos mesiánicos en los que, al fin y de una forma imprevisible, todo llegaría a su cumplimiento en Jesús, el Hijo de David, el Buen Pastor. El reino mesiánico no se fundará en la violencia sino en la sabiduría y en la justicia. Por eso llamarán al Mesías «El Señor nuestra justicia». Este nombre significa que el Señor establecerá el derecho, es decir, el orden moral y social en el pueblo, la salvación. El pueblo confesará así que el Mesías es su rey y su salvación, confesará que el Mesías y la salvación que traerá para el pueblo vienen de Dios. Esto supone que el pueblo llegará a conocer a Dios por la acción de Dios, por su obra salvadora, por la sabiduría y la justicia que se manifestarán en el Mesías. Este es el rasgo que distinguirá al Mesías, los demás no importan.
2.- Con el Señor presente nada me falta. Ya no es tan común ver a un pastor cuidando sus ovejas. Pero todavía en nuestros campos se puede ver la figura del pastor que saca a su rebaño a pastar en los rastrojos en medio de la canícula del verano. Las ovejas retozan a placer, pacen a su gusto, descansan a la sombra. Nada de prisas, de agitación o de preocupaciones. Ni siquiera miran al pastor; saben que está allí, y eso les basta. Libres para disfrutar en amplios campos de labor. Felicidad abierta bajo el cielo. Alegres y despreocupadas, las ovejas no calculan. ¿Cuánto tiempo queda? ¿Adónde iremos mañana? ¿Habrá lluvias que garanticen los pastos del año que viene? Las ovejas no se preocupan, porque hay alguien que lo hace por ellas. Las ovejas viven de día en día, de hora en hora. Y en eso está la felicidad. “El Señor es mi pastor”, decimos nosotros. Solo con que yo llegue a creer eso, cambiará mi vida. Se irá la ansiedad, se disolverán mis complejos y volverá la paz a mis atribulados nervios. Vivir de día en día, de hora en hora, porque él está ahí. El Señor de los pájaros del cielo y de los lirios del campo. El Pastor de sus ovejas. Si de veras creo en él, quedaré libre para gozar, amar y vivir. Libre para disfrutar de la vida. Cada instante es transparente, porque no está manchado con la preocupación del siguiente. El Pastor vigila, y eso me basta. Es bendición el creer en la providencia. Es bendición seguir las indicaciones del Espíritu en las sendas de la vida porque “El Señor es mi pastor. Nada me falta”

3.- Necesitamos el descanso y la quietud. La velocidad es una característica omnipresente en el mundo desarrollado. Al móvil o celular se le pide más rapidez, a la vez que mejores prestaciones. El coche, el avión, el ordenador y la impresora han de ir venciendo el tiempo. Los frutos y las flores se colocan en atmósferas artificiales para que crezcan antes. Por desgracia, tampoco el hombre se libra de esta moderna tiranía. Y no estamos refiriéndonos a los atletas ni a las cadenas industriales de producción, sino a toda la vida del hombre corriente. Todo ha de ser hecho tan deprisa que se podría decir que vivimos una vida subliminal. Vemos sin poder disfrutar de nuestro entorno; oímos, pero no nos queda tiempo para escuchar; leemos y casi no nos enteramos de lo que allí se dice. Hemos de tragarnos continuamente avalanchas de ruidos e imágenes. Cada vez hemos de hacerlo todo más deprisa. Cuanto más hacemos, más nos queda por hacer. Hasta las comidas son «de trabajo», o “comida rápida”. Es frecuente oír y decir: «Esto no es vida». Pero, si esto no es vida, ¿es esto ser hombre? ¿Cuándo se puede disfrutar del entorno, de los amigos, o del mismo silencio? ¿Para cuándo el pensar, criticar, crear… o simplemente saborear la vida? Nuestra vida media dura más, pero la realidad es que vivimos menos. Se estudia el desgaste que la velocidad ocasiona en la materia, pero ¿es que no desgasta también el hombre? Con palabras que suenan a armonía musical, se dice que éste es el ritmo de vida, pero la verdad es que se trata sólo de una loca carrera por adelantar al futuro. Qué futuro, para qué y para quiénes, es otro tema. En medio de esta carrera loca y deshumanizante se pueden escuchar las palabras de Jesús: «Vamos a un sitio tranquilo a descansar un poco». Necesitamos el descanso y la quietud. Nos lo pueden dar las vacaciones, pero sólo alcanzaremos el pleno sosiego si alimentamos nuestro espíritu, ahora que tenemos más tiempo libre. Jesús es el pastor del salmo 22: “Nos hace recostar en verdes praderas y nos conduce hacia fuentes tranquilas”.

José María Martín OSA
www.betania.es