TODOS NECESITAMOS PERDÓN – V Domingo de Cuaresma
NUESTRA ESPERANZA
En el relato de la resurrección de Lázaro se nos presenta a Jesús humano, frágil y entrañable en este momento en que se le muere uno de sus mejores amigos y al mismo tiempo como el Jesús con poder salvador.
Jesús, ante la muerte de su amigo también llora su pérdida. Se le rompe el alma al sentir la impotencia de todos ante la muerte.
En el ser humano hay un deseo insaciable de vida. Nos agarramos a la ciencia y, sobre todo, a la medicina para prolongar esta vida biológica, pero siempre llega una última enfermedad de la que nadie nos salva, la muerte. Tampoco nos serviría vivir esta vida para siempre. Lo que anhelamos es una vida diferente, una vida plenamente dichosa para todos.
Aunque vivimos en una sociedad llena de incertidumbres y con un futuro incierto y amenazador, sin embargo, los que creemos en Jesús tenemos la obligación de vivir en la esperanza, teniendo presentes siempre sus palabras que nos dicen: «Yo soy la resurrección y la vida: el que crea en mí, aunque haya muerto vivirá…” Sólo en Él buscamos la fuerza para luchar por la vida y para enfrentarnos a la muerte.
LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA
1ª LECTURA
Lectura del libro del profeta Ezequiel 37,12-14
Esto dice el Señor:
– Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor: os infundiré mi espíritu y viviréis; os colocaré en vuestra tierra, y sabréis que yo el Señor lo digo y lo hago. Oráculo del Señor.
Palabra de Dios.
COMENTARIO A LA 1ª LECTURA Dios, por medio del profeta Ezequiel, promete a su pueblo escogido que los librará de todos los males, sacarlos de sus sepulcros, les infundirá su espíritu y los llevará a la tierra prometida, Israel, y de esta manera conocerán quién es el Señor, su Dios. |
Sal 129, 1-2. 3-4ab. 4c-6. 7-8
R. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
- Desde lo hondo a ti grito, Señor: Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. R: - Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto. R: - Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora. R: - Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa;
y él redimirá a Israel de todos sus delitos. R:
2ª LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8,8-11
Hermanos:
Los que están en la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia.
Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Palabra de Dios.
COMENTARIO A LA 2ª LECTURA
El apóstol Pablo les dice a los cristianos de Roma que no estén en pecado porque así no agradan a Dios, que tengan el Espíritu de Cristo y se dejen llevar por Él y así gozarán de la vida. Los bautizados en Cristo tienen en sí la vida de Dios, su espíritu hace brotar la vida de modo copioso.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 11,1-45
En aquel tiempo, un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. Las hermanas le mandaron recado a Jesús, diciendo:
– Señor, tu amigo está enfermo.
Jesús, al oírlo, dijo:
– Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.
Después añadió: – Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa.
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa.
Y dijo Marta a Jesús:
– Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.
Jesús le dijo:
– Tu hermano resucitará.
Marta respondió:
– Sé que resucitará en la resurrección del último día.
Jesús le dice:
– Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?
Ella le contestó:
– Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:
– Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.
Jesús, muy conmovido preguntó:
– ¿Dónde lo habéis enterrado?
Le contestaron:
– Señor, ven a verlo.
Jesús se echó a llorar.
Los judíos comentaban
– ¡Cómo lo quería!
Pero algunos dijeron:
– Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?
Jesús, sollozando de nuevo, llegó a la tumba. Dijo Jesús:
– Quitad la losa.
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
– Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.
Jesús le dijo:
– ¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
– Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea para que crean que tú me has enviado.
Y dicho esto, gritó con voz potente:
– Lázaro, ven afuera.
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:
– Desatadlo y dejadlo andar.
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Palabra del Señor.
COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO
Jesús, al vencer a la muerte nos dirá que Él es la vida y que quien cree en Él tendrá vida eterna. Así nos ofrece la base y fundamento de nuestra gran esperanza: vivir para siempre. Pero para tener vida es preciso tener «fe en Jesucristo». Quien no le acepte como Salvador; quien no le acoja como Redentor, permanecerá muerto.
PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL
LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO
El Evangelio de este domingo de Cuaresma es un canto a la vida. Es la proclamación de que el Dios en quien nosotros creemos es el Dios de la vida. Una vida que nos la da gratuitamente para que la cuidemos, la disfrutemos, la defendamos y la aprovechemos bien, encontrando en todo momento motivos para bendecirle y glorificarle. A pesar de ello, nosotros experimentamos de forma dolorosa el hecho de la muerte y muchos aspectos que la rodean, que nos hacen
sufrir y que muchas veces no entendemos. Como a Marta, Jesús nos dice: “Yo soy la resurrección y la vida… Quien cree en mí no morirá jamás.
Esta es nuestra fe. Ésta es la fe que a lo largo de la Cuaresma nos ha empujado y animado a salir corriendo, como Marta, al encuentro del Señor. Y si hemos buscado ese encuentro con sinceridad y constancia, el Señor nos ha ido resucitando, nos ha ido renovando y llenando de su Vida, y se ha ido afianzando nuestra fe en la Resurrección. Sigamos haciendo cada día el esfuerzo de salir al encuentro del Señor, y con la misma fe y confianza que Marta digámosle: ¡Sí, Señor! ¡Yo creo! Y con humildad y confianza pidámosle que aumente nuestra fe.
Reflexión para el quinto Domingo de Cuaresma – Ciclo C
Según su costumbre, Jesús ha pasado la noche a solas con su Padre querido en el Monte de los Olivos.
Comienza el nuevo día, lleno del Espíritu de Dios que lo envía a «proclamar la liberación de los cautivos…y dar libertad a los oprimidos. Pronto se verá rodeado por un gentío que acude a la explanada del templo para escucharlo.
De pronto, un grupo de escribas y fariseos irrumpe trayendo a «una mujer sorprendida en adulterio». No les preocupa el destino terrible de la mujer.
Nadie le interroga de nada. Está ya condenada. Los acusadores lo dejan muy claro: «La Ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras. Tú, ¿qué dices?
La situación es dramática: los fariseos están tensos, la mujer angustiada, la gente expectante. Jesús guarda un silencio sorprendente.
Tiene ante sí a aquella mujer humillada, condenada por todos. Pronto será ejecutada. ¿Es esta la última palabra de Dios sobre esta hija suya?
Jesús, que está sentado, se inclina hacia el suelo y comienza a escribir algunos trazos en tierra. Seguramente busca luz.
Los acusadores le piden una respuesta en nombre de la Ley. Él les responderá desde su experiencia de la misericordia de Dios: aquella mujer y sus acusadores, todos ellos, están necesitados del perdón de Dios.
Los acusadores sólo están pensando en el pecado de la mujer y en la condena de la Ley. Jesús cambiará la perspectiva. Pondrá a los acusadores ante su propio pecado. Ante Dios, todos han de reconocerse pecadores. Todos necesitan su perdón.
Como le siguen insistiendo cada vez más, Jesús se incorpora y les dice: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
¿Quiénes sois vosotros para condenar a muerte a esa mujer, olvidando vuestros propio pecados y vuestra necesidad del perdón y de la misericordia de Dios?
Los acusadores «se van retirando uno tras otro». Jesús apunta hacia una convivencia donde la pena de muerte no puede ser la última palabra sobre un ser humano. Más adelante, Jesús dirá solemnemente: «Yo no he venido para juzgar al mundo sino para salvarlo».
El diálogo de Jesús con la mujer arroja nueva luz sobre su actuación. Los acusadores se han retirado, pero la mujer no se ha movido. Parece que necesita escuchar una última palabra de Jesús. No se siente todavía liberada. Jesús le dice «Tampoco yo te condeno. Vete y, en adelante no peques más».
Le ofrece su perdón, y, al mismo tiempo, le invita a no pecar más. El perdón de Dios no anula la responsabilidad, sino que exige conversión. Jesús sabe que «Dios no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva».
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Anuncia el perdón inmerecido de Dios a todos. Pásalo
5 Cuaresma (C)
Juan 8, 1-11