18 de Febrero Santa Bernardita Soubirous (1879)

18 de Febrero Santa Bernardita Soubirous (1879)

https://youtu.be/NEk5N-YJHiU?list=PLecGob6YkTPvXoFTUnmxVu3jDv2Nis9LH

(Desde El Cañamelar, José Ángel Crespo Flor).- Aunque en Francia se la festeja el 18 de febrero, para el resto de los paises la Fiesta de Bernardita, santa Bernadita, es el 16 de abril. Sea como fuere lo bien es cierto es que tanto en una fecha como en otra lo importante será rezar por Ella para que Ella, desde el cielo, interceda por todos nosotros, en particular por los enfermos, brancadiers, médicos, enfermeras, personal de servicio y peregrinos que, año tras año, han hecho de Lourdes un lugar de peregrinación mundial desde que La Señora se le apareció en 1858.

Además, resulta aleccionador y muy práctico leer, de vez en cuando, la vida de esta joven ya que toda ella es un ejemplo de leartad a Jesucristo, amor a la Eucaristía y obediencia a sus superiores. Se podría decir que en la vida de Bernardita no se encuentra mancha alguna, por eso hoy está en los altares para que todo el mundo la tenga como una de sus santas favoritas, como una refertencia, como un ejemplo a emular.

Si uno está en Lourdes y no ha visto, por lo menos una vez, la casa donde nació y los sitios que más frecuentaba se puede decir que no ha visto Lourdes en su totalidad aunque haya pasado interminables horas rezando ante la Gruta de Massabielle donde la Señora se apareció a esta chiquilla en 1858.

Les dejo ahora con su biografía y les animo para que no desaprovechen la oportunidad de peregrinar a Lourdes ya que allí todo resulta diferente porque todo parece tocado de la mano de La Señora. Seguro que si lo hacen y viajan, repiten porque Lourdes tiene un algo, un imán que, a quien lo conoce, queda atrapado y vuelve a pereghrinar un año si y otro también hasta hacerse un asiduo de este lugar

UNOS DATOS DE SU BIOGRAFÍA

Nació en Lourdes (Francia) en 1844. Hija de padres supremamente pobres. En el bautismo le pusieron por nombre María Bernarda (nombre que ella empleará después cuando sea religiosa) pero todos la llamaban Bernardita.

Era la mayor de varios hermanos. Sus padres vivían en un sótano húmedo y miserable, y el papá tenía por oficio botar la basura del hospital.

La niña tuvo siempre muy débil salud a causa de la falta de alimentación suficiente, y del estado lamentablemente pobre de la habitación donde moraba.

En los primeros años sufrió la enfermedad de cólera que la dejó sumamente debilitada. A causa también del clima terriblemente frío en invierno, en aquella región, Bernardita adquirió desde los diez años la enfermedad del asma, que al comprimir los bronquios produce continuos ahogos y falta de respiración.

Esta enfermedad la acompañará y la atormentará toda su vida. Al final de su existencia sufrirá también de tuberculosis. En ella se cumplieron aquellas palabras de Jesús: «Mi Padre, el árbol que más quiere, más lo poda (con sufrimientos) para que produzca más frutos» (Jn. 15).

En Bernardita se cumplió aquello que dijo San Pablo: «Dios escoge a lo que no vale a los ojos del mundo, para confundir las vanidades del mundo». Bernardita a los 14 años no sabía leer ni escribir ni había hecho la Primera Comunión porque no había logrado aprenderse el catecismo.

Pero tenía unas grandes cualidades: rezaba mucho a la Virgen y jamás decía una mentira. Un día ve unas ovejas con una mancha verde sobre la lana y pregunta al papá: ¿Por qué tienen esa mancha verde?

El papá queriendo chancearse, le responde: «Es que se indigestaron por comer demasiado pasto». La muchachita se pone a llorar y exclama: «Pobres ovejas, se van a reventar». Y entonces el señor Soubirous le dice que era una mentirilla.

Una compañera le dice: «Es necesario ser muy tonta para creer que eso que le dijo su padre era verdad». Y Bernardita le responde: ¡Es que como yo jamás he dicho una mentira, me imaginé que los demás tampoco las decían nunca!

Desde el 11 de febrero de 1859 hasta el 16 de julio del mismo año, la Sma. Virgen se le aparece 18 veces a Bernardita. Las apariciones las podemos leer en detalle en el día 11 de febrero. Nuestra Señora le dijo: «No te voy a hacer feliz en esta vida, pero sí en la otra». Y así sucedió .

La vida de la jovencita, después de las apariciones estuvo llena de enfermedades, penalidades y humillaciones, pero con todo esto fue adquiriendo un grado de santidad tan grande que se ganó enorme premio para el cielo.

Las gentes le llevaban dinero, después de que supieron que la Virgen Santísima se le había aparecido, pero ella jamás quiso recibir nada. Nuestra Señora le había contado tres secretos, que ella jamás quiso contar a nadie.

Probablemente uno de estos secretos era que no debería recibir dineros ni regalos de nadie y el otro, que no hiciera nunca nada que atrajera hacia ella las miradas. Por eso se conservó siempre muy pobre y apartada de toda exhibición. Ella no era hermosa, pero después de las apariciones, sus ojos tenían un brillo que admiraba a todos.

Le costaba mucho salir a recibir visitas porque todos le preguntaban siempre lo mismo y hasta algunos declaraban que no creían en lo que ella había visto.

Cuando la mamá la llamaba a atender alguna visita, ella se estremecía y a veces se echaba a llorar. «Vaya «, le decía la señora, ¡tenga valor! Y la jovencita se secaba las lágrimas y salía a atender a los visitantes demostrando alegría y mucha paciencia, como si aquello no le costara ningún sacrificio.

Para burlarse de ella porque la Virgen le había dicho que masticara unas hierbas amargas, como sacrificio, el sr. alcalde le dijo: ¿Es que la confundieron con una ternera? Y la niña le respondió: ¿Señor alcalde, a usted si le sirven lechugas en el almuerzo? «Claro que sí»

¿Y es que lo confunden con un ternero? Todos rieron y se dieron cuenta de que era humilde pero no era tonta.

Bernardita pidió ser admitida en la Comunidad de Hijas de la Caridad de Nevers. Demoraron en admitirla porque su salud era muy débil. Pero al fin la admitieron. A los 4 meses de estar en la comunidad estuvo a punto de morir por un ataque de asma, y le recibieron sus votos religiosos, pero enseguida curó.

En la comunidad hizo de enfermera y de sacristana, y después por nueve años estuvo sufriendo una muy dolorosa enfermedad.

Cuando le llegaban los más terribles ataques exclamaba: «Lo que le pido a Nuestro Señor no es que me conceda la salud, sino que me conceda valor y fortaleza para soportar con paciencia mi enfermedad. Para cumplir lo que recomendó la Sma. Virgen, ofrezco mis sufrimientos como penitencia por la conversión de los pecadores».

Uno de los medios que Dios tiene para que las personas santas lleguen a un altísimo grado de perfección, consiste en permitir que les llegue la incomprensión, y muchas veces de parte de personas que están en altos puestos y que al hacerles la persecución piensan que con esto están haciendo una obra buena.

Bernardita tuvo por superiora durante los primeros años de religiosa a una mujer que le tenía una antipatía total y casi todo lo que ella hacía lo juzgaba negativamente. Así, por ejemplo, a causa de un fuerte y continuo dolor que la joven sufría en una rodilla, tenía que cojear un poco.

Pues bien, la superiora decía que Bernardita cojeaba para que la gente al ver las religiosas pudiera distinguir desde lejos cuál era la que había visto a la Virgen. Y así en un sinnúmero de detalles desagradables la hacía sufrir. Y ella jamás se quejaba ni se disgustaba por todo esto. Recordaba muy bien la noticia que le había dado la Madre de Dios: «No te haré feliz en esta vida, pero sí en la otra».

Duró quince años de religiosa. Los primeros 6 años estuvo trabajando, pero fue tratada con mucha indiferencia por las superioras. Después los otros 9 años padeció noche y día de dos terribles enfermedades: el asma y la tuberculosis. Cuando llegaba el invierno, con un frío de varios grados bajo cero, se ahogaba continuamente y su vida era un continuo sufrir.

Deseaba mucho volver a Lourdes, pero desde el día en que fue a visitar la Gruta por última vez para irse de religiosa, jamás volvió por allí. Ella repetía: «Ah quién pudiera ir hasta allá, sin ser vista. Cuando se ha visto una vez a la Sma. Virgen, se estaría dispuesto a cualquier sacrificio con tal de volverla a ver. Tan bella es».

Al llegar a la Comunidad reunieron a las religiosas y le pidieron que les contara cómo habían sido las apariciones de la Virgen. Luego le prohibieron volver a hablar de esto, y en los 15 años de religiosa ya no se le permitió tratar este tema. Son sacrificios que a los santos les preparan altísimo puesto en el cielo.

Cuando ya le faltaba poco para morir, llegó un obispo a visitarla y le dijo que iba camino de Roma, que le escribiera una carta al Santo Padre para que le enviara una bendición, y que él la llevaría personalmente.

Bernardita, con mano temblorosa, escribe: «Santo Padre, qué atrevimiento, que yo una pobre hermanita le escriba al Sumo Pontífice. Pero el Sr. Obispo me ha mandado que lo haga. Le pido una bendición especial para esta pobre enferma». A vuelta del viaje el Sr. Obispo le trajo una bendición especialísima del Papa y un crucifijo de plata que le enviaba de regalo el Santo Padre.

El 16 de abril de 1879, exclamó emocionada: «Yo vi la Virgen. Sí, la vi, la vi ¡Que hermosa era!» ella empezó a conseguir milagros de Dios en favor de los que le pedían su ayuda. Y el 8 de diciembre de 1933, el Santo Padre Pío Once la declaró santa.

Bernardita: tú que tuviste la dicha de ver a la Sma. Virgen aquí en la tierra, haz que nosotros tengamos la dicha de verla y acompañarla para siempre en el cielo.

ORACIÓN A SANTA BERNADETTE SOUBIROUS (1844-1876)

Por Antonio DIAZ TORTAJADA
Sacerdote-periodista

¡Bienaventurada Bernadette Soubirous,
mujer de salud frágil y cuerpo endeble!
En el marco de los Altos Pirineos
te encontraste con la estrella de la mañana,
la puerta del cielo.
la primera criatura resucitada:
María Inmaculada, la “hermosa Señora”;
ella fue y es la hermosura transfigurada,
la imagen de la nueva humanidad;
ella te enseñó a descubrir la luz de la gruta de Massabielle.
Tú aprendiste en la escuela de María a ser la humilde sierva del Señor.
Nosotros queremos acudir también a los pies de la Señora
contigo pequeña Bernardette.
Queremos contemplar a la Madre
siempre disponible para con sus hijos y consagrarle
toda nuestra vida para ser fieles al Evangelio.
Desde entonces Dios escogió esta gruta en las hermosas montañas de los Pirineos franceses
para reflejar un destello especial de su belleza.
Enséñanos a ponernos de rodillas ante tan extraordinaria cercanía entre el cielo y la tierra.
Tú contemplaste
la sonrisa de María y la alegría que vive su corazón,
ella fue y es la sonrisa de Dios,
el reflejo de la luz de Cristo,
la morada del Espíritu Santo.
La mirada de María Inmaculada acarició
tu cuerpo cargado de enfermedades y dolencias
y te expresó el amor del Padre que nunca nos abandona.
Tú encontrarse en la sonrisa de la Virgen María
la gran riqueza que el amor de Dios nos regala.
Enséñanos Bernadette
a buscar esa sonrisa que desprende siempre el rostro
de tan tierna Madre,
acoger con veracidad y gratuidad el amor que ella entrega
y ser testigos de el para con nuestros hermanos.
La sonrisa de María es fuente de agua viva,
de su corazón de Madre brotó
y brota un agua que purifica y cura.
Que aprendamos a sumergirnos en las piscinas de Lourdes
y beber en la fuente del amor que nunca falla
y dejarnos guiar hacia la única fuente de salvación:
Jesús Salvador.
La enfermedad,
el dolor,
las penalidades,
los desprecios nos acosan.
ayúdanos a vivir todo en silencio
como viviste tú
para agradar a Jesús.
Enséñanos a descubrir
que en la sonrisa de María
se encuentra el sentido para continuar luchando
contra lo que corroe nuestro cuerpo y nuestro espíritu
y que nuestra vida
sea una lucha constante a favor de la cultura de la vida.
Intercede ante nuestra Madre
por todos nosotros que somos pecadores.
Santa Bernadette Soubirous:
Ayúdanos a contemplar,
a adorar, a amar,
a amar cada día más a quien nos amó tanto,
para vivir eternamente con Él.
Contigo bienaventurada Bernadette Soubirous
invocamos la presencia tantos santos y santas
que ardientemente enamorados de María y su Hijo Jesucristo
interceden hoy por nosotros,
curando nuestras heridas,
que en ellas veamos la gloria de la Cruz
que tú ya gozas en el cielo
El es nuestro huésped y nuestra morada.
¡Dichosos nosotros
que tenemos tan grande intercesora!
¡Qué gozo ser nosotros mismos
amigos de la confidente y enamorada de María Inmaculada!

Amén.

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