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4 de Octubre – Dame fe, Señor – Evangelio tiempo ordinario

Evangelio del día 4 de octubre

Evangelio del día 4 de octubre

Dame fe, Señor por el Padre Javier Leoz

Dame fe, Señor.
Y que no me desangre
por las cosas estériles e inútiles
que no merecen la pena.

Dame fe, Señor.
Y que sienta el brotar de una nueva vida,
cuando te palpo por la oración y la Eucaristía.

Dame fe, Señor.
Y elévame cuando, postrado en mil problemas,
tengo la sensación de que se impondrán
a mis posibilidades de hacerles frente.

Dame fe, Señor.
Y que me levante para siempre escucharte,
y que me levante para nunca perderte.

Dame fe, Señor.
Para que, siendo débil como soy,
pueda ser enérgico como Tú quieres
que yo lo sea.

Dame fe, Señor.
Y cura y venda mis heridas,
por las que, en hemorragia continua,
siento que se malogra o se pierde mi vida.

Dame fe, Señor.
Y, cuando pases a mi lado en situaciones distintas,
yo sepa reconocerte y, con mi mano,
tocar y aprovechar la salud que irradia tu manto.

Dame fe, Señor.
Porque la fe, es ver lleno el vacío.
Porque la fe, es confiar en lo prometido.
Porque la fe, es levantarse aún
a riesgo de volver a caer.

Porque la fe, es poner a Dios
en el lugar que le corresponde.
Porque la fe, es atisbar luz donde algunos
se empeñan en clavar sombras.

Dame fe, Señor.
Y, cuando algunos me den por muerto o vencido,
grítame a lo más hondo de mi conciencia:
¡A ti te lo digo! ¡Levántate!

Para que, de esa manera, vean
que tu presencia invisible es más
poderosa que los eternamente visibles;
tu voz es autoridad y sana calmando las heridas;

tu paso no deja indiferente al que te mira
con amor y te acaricia con fe.
¡Gracias, amigo y Señor de la vida!

Javier Leoz

Evangelio del día 4 de octubre con el Padre Guillermo Serra – Festividad de San Francisco de Asís

Disfruta cada día de la Palabra de Dios y compártela para que llegue a los corazones de tantos cristianos que necesitan este alimento diario.

EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 10, 38-42

En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra.

Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: «Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude».

El Señor le respondió: «Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así


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Rezo del Santo Rosario en el mes de Octubre

ORACIÓN A SAN FRANCISCO DE ASÍS


ORACIÓN del Ángelus por el Papa Francisco


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