9 de Julio – Que yo no te rechace, Señor – Tiempo ordinario
Si por la puerta de mi vida entra el sufrimiento,
la prueba que intenta debilitarme,
la contradicción que me desestabiliza,
la sin razón que intenta doblegarme.
Que yo no te rechace, Señor.
Que sepa aceptar todo lo que Tú me propones,
el amor, y no sólo acoja mis amores,
tu caridad, y no sólo regale mis detalles a cuentagotas,
tu perdón, y no sólo venda mi escasa comprensión.
Que yo no te rechace, Señor.
Tu Palabra, y no sólo escuche las que me convienen.
Tu cruz, y no sólo la lleve a pequeños trozos.
Tu Verdad, y no sólo defienda la mía.
Que yo no te rechace, Señor.
Ante la indiferencia, yo proclame tu presencia.
Ante el vacío, yo lleve el contenido de tu Gracia.
Ante el absurdo, yo siembre el horizonte de tu cielo.
Ante la confusión, anuncie la clave de tu reinado.
Que yo no te rechace, Señor.
Que no me conforme con decir que Tú eres el Hijo de Dios,
que lo sepa e intente vivir en propias carnes.
Que no vea camino fácil el escuchar tu evangelio,
que lo sepa gritar por los cuatro senderos de mi existencia.
Que no confunda mi altruismo con tu amor,
tu alegría con mi sonrisa, tu entrega con mi dedicación,
tu corazón con mis impulsos, tu oración con mi corta piedad.
Que yo no te rechace, Señor.
P. Javier Leoz
Evangelio del día 9 de julio – Ciclo B con el Padre Guillermo Serra
Disfruta cada día de la Palabra de Dios y compártela para que llegue a los corazones de tantos cristianos que necesitan este alimento diario.
Evangelio según San Mateo 10, 16-23
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: «Yo los envío como ovejas entre lobos. Sean, pues, precavidos como las serpientes y sencillos como las palomas.
Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos.
Pero, cuando los enjuicien, no se preocupen por lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque en ese momento se les inspirará lo que han de decir.
Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes.
El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin, se salvará.
Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra. Yo les aseguro que no alcanzarán a recorrer todas las ciudades de Israel, antes de que venga el Hijo del hombre».