Domingo de Resurrección | Camino de Semana Santa con el Padre Guillermo Serra

Último día de este Camino de Semana Santa con el Padre Guillermo Serra para el Domingo de Resurrección.

RESUCITÓ MI AMOR Y ESPERANZA

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Breve silencio para ponernos en presencia de Dios, rogando a María Santísima sea nuestra compañera y guía en este camino hacia el encuentro con su Hijo Jesucristo.

ORACIÓN INICIAL

Señor Dios, que por medio de tu Hijo Jesucristo, vencedor de la muerte, nos has abierto hoy las puertas de la vida eterna, concede a quienes celebramos la solemnidad de la resurrección de Jesús, resucitar también en la luz de la vida eterna, por la acción renovadora de tu Espíritu.

Gracias por el regalo de estos cuarenta días de cuaresma, por haberte seguido de cerca en la Semana Santa y por haber perseverado hasta el final.

CITA

Dícenle los ángeles: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto». Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?»

Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré». Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní» – que quiere decir: «Maestro» -.

Juan 20, 13-16

REFLEXIÓN

María Magdalena no pudo esperar. Apenas se había cumplido el plazo legal, salió muy de madrugada, todavía de noche, de ese tercer día desde tu muerte, para poder terminar lo que hicieron muy deprisa el viernes.

No iba en busca de ti Jesús como resucitado. Iba en busca de un muerto para hacer una obra de caridad terminando de preparar tu cuerpo.

Todavía no había calado en lo más profundo la profecía tuya de que al tercer día resucitarías. Tu muerte había sido tan brutal que borró toda huella de ese mensaje en su corazón.

En la cruz habían acabado todas sus esperanzas pero lo que sí había en su corazón era un amor tierno por ti, vivo y ahora muerto.

Vio dos ángeles brillantes y éstos le preguntaron: ¿por qué estás llorando mujer? Y ella respondió: porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto.

Su amor por ti era tan grande que perseveraba en la búsqueda, pero su fe era pequeña, se había casi apagado por el dolor de tu muerte. Pero ella perseveró, preguntó, buscó, lloró…

Su corazón era el de una mujer enamorada de ti. No en vano habías perdonado todos sus pecados, que fueron muchos, porque había amado mucho. Ahora amaba igual, con la misma pasión y por eso te buscaba sin cesar.

Ahora tú mismo le preguntas por qué llora y a quién busca, pero ella no te reconoce porque tu cuerpo de resucitado es glorioso. Te confunde con el jardinero hasta que tú, pronuncias su nombre: “María”.

¿Qué habrá sentido ese corazón enamorado al escuchar pronunciar su nombre nuevamente por el Maestro? Ya no tuvo dudas, ni siquiera te preguntó cómo habías resucitado, por qué no estabas muerto. Ella ya tenía a su amado y eso le bastaba.

Y a mí Jesús esta narración me dice tanto. Primero me cuestiono sobre mi amor por ti, si realmente estoy enamorado y si estaría dispuesto a buscarte – aunque estuvieras muerto- con la misma pasión y delicadeza que María Magdalena.

Sé que estás vivo, que te escondes, pero mi amor es cansado y rutinario. Ayúdame a buscarte con ese amor tierno y perseverante de María. Quizás no te busco así porque se me olvida con frecuencia de dónde me has sacado, cuáles son mis pecados y cuántas veces me has perdonado. Quizás no he sabido amar mucho…

Y también aprendo de María Magdalena que muchas veces no escucho en mi oración y que por eso tantas veces no siento nada porque es como si estuviera hablando con el jardinero y no contigo.

Pronuncia mi nombre Señor y esa será la señal de que estás conmigo, de que has resucitado en mi vida. Resucita mi fe pronunciando mi nombre con ternura. Enséñame a escuchar y no a llorar. Enséñame a escuchar y no a preguntar. Enséñame a escuchar y no a reclamar.

ORACIÓN

Y EN MI NOMBRE TE DESCUBRÍ

Caminaba perdida en la noche tan temida de tu partida
El amor me impulsaba a no esperar para cerca de ti de nuevo estar
El sepulcro no era obstáculo para mi alma tan necesitada
Salí muy temprano para volverte a ver y quizás soñar

¿Qué sientes María en lo profundo de tu alma? ¿Qué buscas?
Busco a mi Señor, varón de dolores, manso cordero, don de Dios
A sus pies quiero volver para sentir su perdón y su cariño
Me siento sola y triste ¿dónde está mi Maestro?

La roca del sepulcro abierta está, dejando a una suave luz limpiar tanta oscuridad
¿No ves María que algo especial te aguarda, si con fe te atreves a entrar?

No veo a mi Salvador, nada más su cuerpo quiero adorar
¿Dónde está mi Redentor? No seáis crueles y dejad mi amor llorar
Quiero cuidarlo, velarlo y limpiarlo; ungirlo sin prisa como acto de compasión
¿Si tú lo tienes, oh jardinero, dime dónde está? No aguanto ya tan tremenda desolación

Y en mi nombre te descubrí….

Jesús a mi alma

¡María! Aquí estoy, no busques a quien ya no está entre los muertos
Vivo estoy y nueva vida quiero dar
Soy el mismo ya glorioso
Mírame, tócame y alégrate en la fe
La razón de mi Pasión sigue viva en mi corazón

En ti María, pronuncio cada nombre por la eternidad
En ti María, perdono los pecados a quien me ofrezca su amistad
En ti María, alma humilde, y en otros como tú, edificaré mi morada terrenal
En ti María, y en cada hombre y mujer que me busque sin cesar
llevaré mi resurrección, hasta juntos de la mano alcanzar la patria celestial

Del libro Jesús a mi alma. P. Guillermo Serra, L.C.

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PROPÓSITO

Reflejar durante este domingo y toda esta primera semana de Pascua el rostro alegre por la resurrección. Buscar mencionar a Jesús resucitado a una persona cada día y dar así el anuncio más grande: Jesús ha resucitado, aleluya, aleluya.

DESPEDIDA

Les hago llegar a cada uno de un modo personal mi felicitación pascual: Cristo ha resucitado, Aleluya, Aleluya. Lo que inició como una aventura tímida y llena de esperanza se ha convertido en un camino fructífero.

Hemos acompañado a Jesús por cuarenta días meditando en profundidad para preparar nuestro corazón. En la Semana Santa hemos caminado para ir encendiendo nuestro interior y vivir esta Pasión muy cerca de Jesús. Hoy hemos llegado, ha llegado el día de su resurrección. Ahora empieza la vida, ahora todo cobra sentido.

No dejes en el recuerdo lo que has vivido, experimentado y rezado en estos caminos de Cuaresma y Semana Santa. Son para toda la vida. Vuelve sobre ellos. Los desiertos siempre existirán pero recuerda que en ellos te encontrarás más profundamente con Cristo y contigo mismo.

Camina, avanza y confía. Gracias por acompañarme en este proyecto que ha sido fruto de la acción del Espíritu Santo. Llegarán más, no sé cuáles, pero llegarán. Te pido tus oraciones para seguir compartiendo caminos, sembrando esperanzas y levantando corazones hacia Dios.

Gracias, muchas gracias Jesús por las cosas grandes que has hecho en mis hermanos.

P. Guillermo Serra, L.C